Martín Gelabert Ballester, OP
¿Cómo lo haremos?
Un modelo de comunidad
Es llamativo que el cuarto evangelio, el de la alta cristología, el que afirma que Jesús y el Padre son uno, o que quién ha visto a Jesús ha visto al Padre, ese evangelio nos muestre a un Jesús preguntando: “¿dónde nos procuraremos panes para que coman estos?” (Jn 6,1-15). Cierto, el evangelista quiere evitar cualquier impresión de un Jesús que no sabe y por eso, tras la pregunta, aclara: “lo decía para tantearle, pues bien sabía él lo que iba a hacer”. No hace falta dar un sentido trascendente a esta aclaración. Normalmente, cuando uno pregunta ya tiene ya una idea de por dónde van las posibles respuestas. Es lo propio de todo buen animador, dirigente, líder: uno lleva las cosas pensadas. Pero eso no es óbice para actuar comunitariamente
Tanto si se trata de una pregunta retórica, como de una pregunta que busca de verdad una respuesta, lo cierto es que Jesús, antes de actuar, consulta a la gente de su grupo, escucha la opinión de los suyos. Y lo hace sin coaccionar, sin orientar la respuesta. Podría haber preguntado: ¿no os parece que podríamos actuar de esta manera? Aquí no hay en realidad pregunta, sino el anuncio de lo que se va a hacer. Jesús deja la respuesta abierta. Y pregunta sin condicionar la respuesta: ¿con qué compraremos panes para que coman estos?
Andrés, uno de los discípulos, responde, consciente de la pobreza e insuficiencia de su propuesta: “hay un muchacho con cinco panes y un par de peces”. Aunque la solución es insuficiente, es un buen punto de partida para provocar nuevas búsquedas, para suscitar otras soluciones, para empezar un diálogo enriquecedor. A partir de lo que hay (no desde el vacío o la nada, sino desde lo poco que hay) actúa Jesús. Y al repartir, lo que hay se multiplica. Hasta el punto de que termina sobrando. ¿Qué hacer con las sobras? ¿Tirarlas? No. Recogerlas, guardarlas. Pueden servir para otros o para otra ocasión.
Tenemos ahí un modelo de buen funcionamiento de una comunidad cristiana. Los responsables, los que presiden, antes de actuar, preguntan: ¿qué os parece?, ¿cómo lo haremos? Y dejan libertad de respuesta. Y a partir de las respuestas, que se van enriqueciendo unas a otras, se toma una decisión, que es de todos y por eso todos la asumen con gusto. Cuando se actúa así, siguiendo el modelo de Jesús, la comunidad refleja un misterio de amor y de comunión, el misterio mismo de la Comunión intradivina. Y el responsable, el que preside, no lo hace por encima, ni desde fuera, sino desde dentro, formando un círculo, porque él no es el centro. El centro es Cristo.
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