martes, 30 de abril de 2013


  1. Andrés T. Queiruga: 
  2. "La misión de Francisco es renovar el estilo de convivencia y de gobierno"





 Achille Rossi, L'Altrapagina

El prestigioso teólogo gallego, Andrés Torres Queiruga, entrevistado por la revista italiana L'Altrapagina, asegura que comienza una nueva etapa en la Iglesia. Del Papa Francisco no espera tanto reformas concretas, que también, cuanto "la reforma" de la "renovación evangélica del estilo de convivencia y de gobierno" en la Iglesia. Es decir, "recuperar la libertad de la teología", redefinir la relación entre "moral y religión" y volver al "impulso del Vaticano II".

La elección del papa Francisco ha hecho surgir muchas esperanzas dentro del pueblo cristiano, sobre todo por sus actitudes fuera del protocolo y por su continua atención a los pobres. ¿Estas señales autorizan a pensar que se está abriendo una nueva estación para la Iglesia católica?

- Me parece indudable. Los gestos no son casualidad: responden, por un lado, a la actitud personal de un obispo que los había convertido en estilo central tanto de su vida como de su trabajo pastoral y, por otro, a una necesidad objetiva de la iglesia. Necesidad tan urgente, que cabe decir que el cónclave lo ha nombrado teniendo delante esta renovación como uno de sus principales objetivos.

¿Cuales son, en tu parecer, los problemas más urgentes con que se encuentra de frente el cuerpo eclesial en este inicio del segundo milenio?

-Tengo la impresión de que la función -¿el destino providencial?- de este papa, más que solucionar problemas concretos consistirá en trabajar por una reforma de la comunidad eclesial, renovando evangélicamente el estilo convivencia y de gobierno, en un sentido más participativo, dialogante y descentralizado. Eso creará entonces la condición de posibilidad para ir afrontando las reformas concretas. Estas vendrán después, con este papa o con el siguiente o los siguientes. Seguramente Francisco emprenderá algunas, apoyadas en una reestructuración y limpieza fuerte de la Curia; devolverá mucha más iniciativa a las conferencias episcopales y a las iglesias locales; redefinirá el puesto de la mujer en la iglesia (o comenzará a redefinirlo); y cambiará el acento del anuncio del Evangelio, abandonando un moralismo privatista y no actualizado, para insistir en la lucha contra la pobreza, la discriminación y la injusticia. Creo que en buena medida lo logrará, y no sería poco.

En su primera alocución a los cardenales el papa Bergoglio los ha invitado a "confesare a Cristo", de otro modo la iglesia se reduciría a una especie de ONG dedicada a la asistencial. ¿Que significa decir hoy, en un mundo como el nuestro "confesare a Cristo"?

-El papa anterior era un teólogo; el actual es un pastor. Creo que su "confesión de Cristo" no va a consistir en promover una renovación teórica de la cristología, sino en el anuncio y en la práctica de un estilo de vida decididamente evangélico: el de Jesús de Nazaret, centrado, por un lado, en la confianza en Dios como amor y perdón y, por otro, en el servicio humilde y fraterno, empezando por abajo, por los más pobres y necesitados. Una confesión centrada en el testimonio práctico más que en la renovación teórica. Aunque estoy seguro de que, si se logra y justamente por eso, influirá mucho en la renovación teológica.

Tú eres un teólogo di profesión. ¿Por que caminos debería encaminarse la teología para hablar a la cultura contemporánea y para renovar el propio lenguaje?

-El primer camino es, digamos, estructural: recuperar la libertad y creatividad de la teología, volviendo al impulso -fuertemente frenado en los últimos tiempos- del Vaticano II, sin miedo al pluralismo y sin asustarse ante los posibles riesgos de toda búsqueda creativa y renovadora. Sobre esa base, será necesario ir asumiendo con plena consecuencia el cambio cultural, sobre todo -insisto una vez más en la llamada conciliar- reconociendo la "autonomía" de la creación y reformulando desde ella la comprensión de las verdades fundamentales de la fe. Señalaría como algunas de las tareas más urgentes y radicales: Reformular el esquema de la historia de la salvación, viéndola como crecimiento de la creatura, frágil, débil y pecadora, pero sustentada por el amor incansable de un Dios siempre a nuestro lado contra el mal, evitando por tanto seguir manteniendo una dialéctica de caída original como hecho histórico, con todo el horror del mal como consecuencia de un castigo impuesto por Dios. Redefinir las relaciones entre la moral y la religión, evitando una sangría de abandonos de la iglesia por una confusión entre la autonomía humana respecto de las normas (comunes en principio a creyentes y no creyentes) y la motivación, fundamentación y apoyo divino respecto de su cumplimento. Recuperar la humanidad de Jesús el Cristo, como modelo y revelación de la más radical y auténtica humanidad. Y, en general, repensar todas las grandes verdades desde la nueva situación cultural, en diálogo con las religiones y con el pensamiento secular.

La elección del nombre Francisco es todo un programa. ¿Contiene, en tu parecer, también un mensaje crítico frente a las políticas económicas que hoy son impuestas a las naciones más frágiles, sea en Europa, sea en el resto del mundo?

-Resulta innegable. Basta con repasar el hilo conductor de la predicación pública del obispo Bergoglio, siempre clara y contundente al respecto. Los gestos sorprendentes del papa Francisco son expresión y confirmación de esa preocupación central. Preocupación evangélica y por eso profundamente humana. Preocupación que encantará con seguridad la comprensión y a la acogida de una humanidad sedienta de ese tipo de mensaje y compromiso.

¿Piensas que Francisco reavivará en la iglesia el clima del Concilio Vaticano II?

-Me parece indudable que, tras treinta años de reserva, está en marcha un reencuentro con el impulso y la llamada del Vaticano II. Con distinto estilo, hay en él bastantes rasgos que recuerdan a Juan XXIII. En este sentido, permítame decirle que de todos los gestos recientes -incluido el magnífico de la renuncia de Benedicto XVI- el más revolucionario ha sido el inicial y espontáneo del papa en su primera presentación pública: pedir ser bendecido por los fieles antes de impartirles él la bendición a ellos y a ellas. En la mentalidad eclesiológica anterior esto era simplemente impensable. Pero el nuevo papa no hacía más que tomar en serio la Lumen Gentium: la Iglesia es ante todo y sobre todo la comunidad de todos los fieles y dentro de ella -no sobre ella- los diversos servicios, incluido por supuesto también el papal.

¿Se logrará esta renovación durante su pontificado?

-Vuelvo a mi parecer inicial. Estamos ante un papa pastor, no ante un papa teólogo. Con esto no digo, claro está, que desconozca la teología, sino que no se ha especializado en el estudio sistemático de la misma. Su decidido compromiso con un estilo evangélico y su actitud de centrar la autoridad en el servicio, constituyen la mejor base para que no caiga en la tentación de no distinguir con cuidado entre carismas y funciones. Me refiero a la tendencia de la autoridad pastoral a absorber el carisma teológico, sin diferenciar entre los campos y las competencias; algo que por cierto, en principio, reconoció el Concilio y han acentuado los dos últimos papas, hablando de la necesidad del diálogo y apoyo fraternos entre los distintos servicios eclesiales. En mi parecer, va a resultar decisiva la actitud que Francisco adopte ante el actual monopolio de una teología rígidamente sometida al criterio del "Catecismo de la Iglesia Católica", una gran obra de erudición, pero con una teología muy concreta y claramente unilateral. Obra por tanto respetable, en cuanto se limite a representar una de las posibles orientaciones dentro de la teología actual; pero que no puede presentarse como la única orientación legítima, no distinguiendo con cuidado entre magisterio pastoral y magisterio teológico. Porque de ese modo, se corre el gravísimo peligro de invadir autoritariamente el campo estrictamente teológico, identificando las interpretaciones apoyadas en una teología concreta y determinada con la fe universal de la Iglesia. Dicho a modo de ejemplo concreto e ilustrativo: para cualquiera es legítimo seguir la teología de Urs von Balthasar, pero a nadie dentro de la Iglesia puede estarle prohibido orientarse más por la de Karl Rahner. Tal vez en este punto, acaso en apariencia secundario, se juegue una de las bazas decisivas del presente pontificado.

Un 1 de Mayo más para ratificar 
el compromiso con la clase trabajadora
 Wilkie Delgado Correa
Doctor em Ciências Médicas. 
Profesor de Mérito





"¿Temblar porque me han vencido aquellos a quienes hubiera yo querido vencer?…
 ¿Cabe en un hombre que ha abrazado una causa tan gloriosa como la nuestra
 desear vivir cuando puede morir por ella?” Georg Engel



Este siglo XXI casi recién comienza a inscribir en la historia sus acontecimientos más significativos a nivel individual, nacional o mundial.

Luego el tiempo, en su proceso de sedimentación y encumbramiento, se encargará de convertirlos en patrimonio de las generaciones futuras.

Así ha ocurrido con los actos del 1 de Mayo que recuerdan en espíritu a aquellos mártires de Chicago que fueron inmolados por la injusticia norteamericana, acusados y condenados a la pena capital por un crimen que no cometieron, y en cuyo honor y vindicación se acordó conmemorar en 1890 esta fecha representativa de las luchas obreras, por el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional, celebrado en París en 1889.

Al celebrar esta conmemoración, con manifestaciones festivas o marchas de protestas, con toda su significación y su carga de conquistas para los trabajadores durante más de una centuria, así como los remotos y posteriores reclamos justos de los trabajadores aún insatisfechos en los distintos países, vale reiterar los hechos que son raíces de la misma.

El acontecimiento primario en el siglo XIX tuvo lugar el 1° de mayo de 1886, cuando 200.000 trabajadores iniciaron la huelga mientras que otros 200.000 obtenían la conquista exigida por los otros con la simple amenaza de paro.

Una de las reivindicaciones básicas de los trabajadores era la jornada de 8 horas. El hacer valer la máxima: "ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa”.

Desde aquel acontecimiento ocurrido el 1 de mayo de 1886, que terminó siendo aciago durante los días 2, 3 y 4, pocas cosas esenciales han cambiado en los países sometidos al capitalismo salvaje. Si la huelga fue el instrumento esgrimido por los trabajadores norteamericanos y los mártires de Chicago, con un saldo de muerte para sus protagonistas, aún hoy las noticias jalonan los derroteros de la clase obrera en procura de justicia y equidad.

Un testigo visionario de aquellos tiempos, José Martí, expresó en juicio certero, el 15 de abril de 1887, lo siguiente: "no es esta o aquella huelga particular lo que importa, sino la condición social que a todas las engendra”; "menos huelgas habría o durarían menos, si los que las provocan por su injusticia no agravaran las razones de ellas con sus aires altivos, o con alardes de fuerza que enconan la herida de los que ya están cansados de ver ejercitada sobre ellos la fuerza ajena, y entran en el conocimiento y voluntad de su propia fuerza”; y "las huelgas son justas cuando se apoyan en un derecho claro” y es un "sistema justo…salvador y necesario cuando se usa para rechazar exageradas exigencias de los capitalistas”. 

Ante la realidad norteamericana de aquella época, Martí advertía: "Los pueblos, como los médicos, han de preferir prever la enfermedad, o curarla en sus raíces, a dejar que florezca en toda su pujanza, para combatir el mal desenvuelto por su propia culpa, con métodos sangrientos y desesperados”.

¡Qué gran consejo para el mundo contemporáneo en que tantas injusticias y culpas sociales andan del brazo a pesar de las voces que reclaman un mundo más justo y mejor!

Para mayor elocuencia en el relato, Martí se hizo eco de las palabras de uno de los condenados, Georg Engel, antes de morir:

"¿Temblar porque me han vencido aquellos a quienes hubiera yo querido vencer? Este mundo no me parece justo; y yo he batallado, y batallo ahora con morir, para crear un mundo justo. ¿Qué me importa que mi muerte sea un asesinato judicial? ¿Cabe en un hombre que ha abrazado una causa tan gloriosa como la nuestra desear vivir cuando puede morir por ella?”

En fin, así ocurrieron aquellos sucesos de Chicago y se selló la suerte de aquellos mártires cuyos cortejos fúnebres, en su día, fueron acompañados de cientos de sus compañeros y partidarios. Ellos fueron: Georg Engel, alemán, 50 años, tipógrafo; Adolf Fischer, alemán, 30 años, periodista; Albert Parsons, estadounidense, 39 años, periodista, se entregó para estar con sus compañeros y fue juzgado igualmente; Hessois Auguste Spies, alemán, 31 años, periodista; Louis Linng, alemán, 22 años, carpintero. Este último para no ser ejecutado, se suicidó en su propia celda.

Siempre estará justificado recordar a estos hombres apasionados por su afán de justicia, pues las ideas que defendían se han concretado en muchos países y reconocidas como derechos humanos internacionalmente, aunque aún reste mucho por conquistar en este terreno, ya que expresaba Martí que… toda idea justa lleva en sí misma su realización”.

Y qué razón tuvo Martí cuando expresó que "ningún mártir muere en vano, ni ninguna idea se pierde en el ondular y revolverse de los vientos. La alejan o la acercan; pero siempre queda la memoria de haberla visto pasar”.

Retomando el origen primigenio de las luchas obreras y las represiones, que se han sucedido desde siglos hasta nuestros días, cabe afirmar que para la reflexión profunda de Martí quedaba claro que el egoísmo era el sustrato de los males sociales que inquietaban y alborotaban a los trabajadores, y éste prosigue siéndolo en la época contemporánea. Es que la riqueza desmedida engendra "ese culto general a la riqueza, pagado por todos, trae a todos ofuscados. El hombre cree, en engaño, que su principal, si no su único objeto en la tierra, es acumular una fortuna. Y le parece que toda otra dedicación que no sea la egoísta es una mala acción, muy censurable”.

Esa es la filosofía que impregna y emponzoña el alma de los ciudadanos en el capitalismo, que flota como una herencia perniciosa e irradia hacia todas partes; y es que, como expresara el Maestro, "las riquezas injustas; las riquezas que se arman contra la libertad, y la corrompen; las riquezas que excitan la ira de los necesitados, de los defraudados, vienen siempre del goce de un privilegio sobre las propiedades naturales, sobre los elementos, sobre el agua y la tierra, que sólo pueden pertenecer, a modo de depósito, al que saque mayor provecho de ellos para bienestar común.

Con el trabajo honrado jamás se acumulan esas fortunas insolentes”. Y es que las sociedades presididas por el gran capital, a pesar de su evolución de siglos y sus variantes alcanzadas y desarrolladas hasta la actualidad, son en esencia autoritarias y antidemocráticas, aunque se vistan de seda y se proclamen paraísos liberales, pues como expresara Martí visionariamente "…sociedad autoritaria es, por supuesto, aquella basada en el concepto, sincero o fingido, de la desigualdad humana, en la que se exige el cumplimiento de los deberes sociales a aquellos a quienes se niegan los derechos, en beneficio principal del poder y placer de los que se los niegan: mero resto del estado bárbaro”.

Y Martí, oteando el horizonte desde su atalaya en el siglo XIX, barruntaba que "…se viene encima, amasado por los trabajadores, un universo nuevo”, pues analizaba que "...cada hecho de que un trabajador sufre es consecuencia ordenada de un sistema que lo maltrata por igual a todos y que es traición de una parte de ellos negarse a cooperar a la obra pujante e idéntica de todos”.

Por eso, pudo evaluar, tal vez con un atisbo luminoso adelantado, al político y filósofo que puso su obra al servicio de la redención de la clase obrera. De él expresó: "Karl Marx estudió los modos de asentar al mundo sobre nuevas bases, y despertó a los dormidos, y les enseñó el modo de echar a tierra los puntales rotos…”. Ante su muerte, expresó con rotundez admirable: "Como se puso del lado de los débiles, merece honor”.

Cuando los trabajadores cubanos desfilan a todo lo largo del país lo hacen integrados plenamente, y los trabajadores, campesinos, intelectuales, estudiantes, jóvenes, adultos y viejos, hombres y mujeres, civiles y militares llevan en sí mismos el honor y el deber de rendir el homenaje a la pléyade de mártires de las luchas obreras y el compromiso de que sus ideales e ideas, como instrumentos de lucha revolucionaria del pasado, presente y futuro, se defenderán con lealtad y consecuencia.

En esta hora de la historia, después de andar y desandar tantos caminos, no queda otra alternativa que mirar el futuro con ojos de guerreros y con el alma sensible de los soñadores.

"Homo mentiens"
José Ignacio González Faus





¿No estaremos entrando en una nueva fase de la evolución de las especies?. Los antropólogos hablan del “homo erectus”, “homo habilis”, “homo sapiens”… Y parece que ahora hemos llegado al “homo mentiens”: al hombre embustero. Todo nuestro entorno social está edificado con ladrillos de mentira compactada, sobre todo en los tres campos de mayor influjo: publicidad, política y medios de comunicación. Veamos:

1.- “Navidad es tiempo de compartir” nos decía el anuncio. Piensa uno que habrá que compartir cariño e ilusión; pero no: se trataba de compartir “productos lácteos”. Un plan de pensiones “perfecto” resulta ser ¡el de Bankia! (menuda cara). “Tú piensa en tu bienestar que nosotros pensamos en el bienestar de todos” (cuando sólo piensan en el suyo propio). Y “a tú vecino se le va a caer la baba porque tienes un Mitsubishi”… El balance suele ser: los grandes valores humanos son negados en la publicidad o, peor aún, son pervertidos en favor de la codicia que es el mayor contravalor.

2.- Tras cualquier huelga o manifestación hay diferencias astronómicas entre las cifras declaradas por los organizadores y por los afectados (los políticos generalmente). Esas diferencias no obedecen a comprensibles errores de cálculo sino a intereses conscientes que barren a favor propio: ¡qué casualidad que nunca son los organizadores los que dan cifras más bajas y los interpelados quienes las dan más altas!… “No pienso subir el IVA ni bajar las pensiones porque eso dañaría al consumo”, decía Rajoy a poco de ser elegido, fiel a esa política de su partido de que una mentira repetida acaba por convertirse en verdad. Y este diario comentaba al pasado 30 de noviembre (p. 12) que Alemania esconde sus desastres sociales, para poder imponer a Europa unas políticas desastrosas y porque, si no, hay peligro para “la cohesión social”: el viejo “Heil Hitler” convertido ahora en un “Heil Lüge!” (viva la mentira).

Altos dignatarios europeos pretenden halagarnos con que “España está haciendo los deberes y realizando sacrificios ejemplares”. ¡Mentira!. España no ha cumplido ningún deber ni hecho sacrificios: sólo ha maltratado injusta y cruelmente a algunas personas que tenían poca culpa de la crisis, mientras dejaba impunes a todos los grandes banqueros, españoles y extranjeros, que nos metieron en el infierno de la crisis. 

Y la guerra de Irak (según denuncia Le Monde Diplomatique, tras los últimos papeles desclasificados) no obedeció a un mero error de estimación (que hoy nos sobran medios para evitar esos errores), sino a una mentira cruel cuyos autores y cómplices todavía no han rendido cuentas. El símbolo de cómo funciona la política son las fotos de campañas electorales, siempre maquilladas y retocadas cuidadosamente, que luego nos harán decir: “éste no es mi Mas que me lo han cambiao”.

3.- Si la publicidad pervierte valores, y la política censura o desfigura, la mentira de los medios de comunicación suele estar en las medias verdades y en la selección de temas: aplicar tijeras tanto a un programa de Informe Semanal como a una “necesaria reducción de personal”, cuya imperiosidad brota de razones no económicas sino ideológicas. Pregúntenlo si no a Iñaki Gabilondo, o a Juan Ramón Lucas y los que buscaron una radio verdaderamente pública. Y recuerden el sabio consejo nacido en la patria de la prensa: “no permitas que la verdad te estropee un buen titular”. Porque los medios no se deben a la verdad sino a su público, y han de decir lo que sus oyentes o lectores (y sus anunciantes) quieren oír, no lo que necesitan saber. Su santo patrón no debería ser san Francisco de Sales sino aquel Pilato que preguntó “¿qué es la verdad?”, y se marchó sin esperar respuesta.

La simple elección de temas constituye una fábrica descomunal de medias verdades, y puede ampararse en mil razones aparentes que esconden la verdadera. Sin olvidar que ya una primera filtración les viene dada a los medios por las agencias de información, todas en manos de grandes intereses privados. Y recordando también que, como dice el refrán, suele ser más dañina una media verdad que una mentira completa.

Estos tres universos de mentira tienen una raíz común en la economía. El mejor ejemplo son los Bancos con sus promesas y sus locas inversiones golosas. Todo muy comprensible: porque como dijo Upton Sinclair (premio Pulitzer): “¡qué difícil es conseguir que un hombre comprenda algo, cuando su salario depende de que no lo comprenda!”…

El interés crematístico deforma publicidad, política y medios de comunicación. El resultado es que la mentira poluciona todo el aire que respiramos y enfanga toda el agua que bebemos. Alguien dijo hace siglos que “la verdad os hará libres”; hoy preferimos pensar que el engaño nos hace felices. Pues, como dijeran Sartre y Dostoievski, si el precio de la libertad es la verdad, resulta un precio demasiado alto para una época como ésta.

Vengan pues publicistas, políticos y medios de comunicación y sigan mintiéndonos sin rebozo. Lo necesitamos. Y además así abrimos camino a una nueva etapa de la evolución. Bienvenido sea el homo mentiens.

CONSTRUIR UN FUTURO NUEVO
Comunicado de la HOAC y JOC ante el 1º de Mayo
HERMANDAD OBRERA DE ACCIÓN CATÓLICA y JOVENTUD OBRERA CRISTIANA, difusion@hoac.es
MADRID.

El 1º de mayo ha sido históricamente un símbolo de la lucha del movimiento obrero por afirmar la dignidad de la persona en el trabajo. Las reivindicaciones del 1º de mayo se plantean en España, en un escenario con datos tan sangrantes como una cifra que supera los 6 millones de personas desempleadas, y una tasa de paro que entre los jóvenes se sitúa en torno al 55%. Más de 1,8 millones de hogares tienen a todos sus miembros en paro, la edad de jubilación se ha prolongado más allá de los 65 años, se está produciendo una media de 115 desahucios al día, personas jubiladas estafadas por las preferentes…
Este 1º de mayo está muy marcado por la última Reforma laboral aprobada en febrero de 2012. La mercantilización del trabajo y las políticas que se vienen practicando, están quebrando el Estado de Bienestar, devaluando el Sector Público y recortando en servicios y prestaciones Están profundizando la desigualdad estructural que sufre el mundo obrero y del trabajo, continúan debilitando las relaciones laborales sin garantizar la seguridad de una vida digna para las personas, y están aumentando la vulnerabilidad que sufren las mujeres y los hombres del trabajo, especialmente sus sectores más débiles.
Estas duras realidades están ocasionando terribles costes humanos: Miles de familias que viven con ansiedad e incertidumbre, afectadas en sus relaciones por situaciones de tensión, angustia, estrés, depresión.
Una juventud que se siente sin futuro, y que está emigrando fuera del país afectada por el desempleo de larga duración y por la incapacidad de lograr independencia económica debido a la inestabilidad laboral y los bajos salarios. Familias a las que les son arrebatadas sus viviendas porque ya no pueden pagar las hipotecas. Trabajadores de otros lugares que deben volver a sus países de origen por falta de salidas laborales y perspectiva de futuro…
Así lo constatamos desde las situaciones vitales de precariedad de nuestros militantes y las personas con las que entramos en contacto a través de nuestro trabajo y compromisos.
Cada día es más evidente que todo esto que nos está sucediendo es algo mucho más profundo que una crisis económica. Es todo el entramado institucional el que ha perdido toda credibilidad. Todo ha quedado como barrido por un tsunami de inmoralidad, por una profunda quiebra moral y ética, a la que no se ha prestado mucha atención hasta que mayoritariamente nos ha tocado el bolsillo, lo que es significativo para evaluar el problema que tenemos.
Nos enfrentamos a una crisis de humanidad, que afecta a la persona y a las relaciones sociales e institucionales, y que se materializa en las respuestas mercantilistas y no humanas que estamos dando a los grandes problemas que tenemos.
La sola recuperación de la economía no será suficiente para hacer efectivo el derecho al trabajo; más bien, lo que se está produciendo es una recuperación económica contra el trabajo, un empobrecimiento de la sociedad, el desarrollo de procesos de bajo costo en las relaciones de producción y consumo. El trabajo como derecho, en los términos y formas en que lo hemos conocido, no volverá, aun en el caso de que se produzca una recuperación económica.
Ya Juan Pablo II nos advertía en “Laborem Exercens” de la necesidad de la defensa de la dignidad del trabajo y su centralidad. Hoy este mensaje tiene una vigencia plena: “El trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial, de toda la cuestión social”. “Los pobres (…) aparecen en muchos casos como resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano: bien sea porque se limitan las posibilidades del trabajo –es decir por la plaga del desempleo–, bien porque se desprecia el trabajo y los derechos que fluyen del mismo».
Se ha construido la economía de espaldas al trabajo y a las necesidades de las personas. Con los actuales niveles de desempleo, las personas nos vemos presionadas a trabajar bajo condiciones precarias, inseguras y con salarios indecentes. Y de la precariedad a la exclusión hay un margen muy pequeño.
Como movimientos cristianos en el mundo obrero y del trabajo, consideramos que a pesar de la situación caótica en la que nos encontramos, también se desarrolla el Plan de Dios. El Reino de Dios ya está en nosotros y entre nosotros: tenemos que vivir el Reino. O dicho de otro modo: para salir de la crisis en que nos encontramos, el camino consiste en vivir como ciudadanos del Reino de Dios.
Esto conlleva establecer relaciones de Comunión guiadas por la vivencia del Mandamiento Nuevo: un amor al prójimo que se fundamenta en el Amor de Dios (podemos amar porque Él nos amó primero). Vivir la comunión es la expresión del Reino de Dios en nuestras actividades cotidianas: Empresas, familias, Bancos, políticos y políticas, sindicatos, iniciativas de todo tipo…, que busquen comunión y que la construyan.
La comunión nos exige una transformación radical de nuestros modos de sentir, pensar y actuar. Esto es lo que necesi-tamos personalmente, como movimientos, en nuestra Iglesia y en nuestra sociedad.
Y para construir una sociedad humana es ineludible luchar por el derecho al trabajo y un trabajo decente, tal y como lo ha definido Benedicto XVI en Caritas in veritate.
La crisis nos llama no a salir de ella para volver a lo que teníamos, sino a construir un futuro nuevo, un mundo más justo y fraterno, un mundo que nos permita vivir como ciudadanos y ciudadanas del Reino de Dios. 

sábado, 27 de abril de 2013


Histórica sentencia por la igualdad 
en el Estado de Israel
Las mujeres judías podrán rezar 
libremente 
en el Muro de las Lamentaciones







Las "Mujeres del Muro", pertenecientes a corrientes no ultra-ortodoxas del judaísmo y que reivindican su derecho a rezar ataviadas con indumentaria reservada a los hombres en el Muro de las Lamentaciones, ganaron esta semana una pequeña batalla al recibir el respaldo de un tribunal de Jerusalén.

La Corte del Distrito de Jerusalén dictaminó el jueves que este grupo de mujeres no vulneran "costumbres locales" ni provocan a nadie, por lo que no existe justificación alguna para detenerlas o interrogarlas, como venía sucediendo en los últimos meses.

La victoria es, además, simbólica ya que la sentencia apoya su determinación a seguir vistiendo los mantos de oración judíos (tefilín) y las filacterias cuando rezan, y sobre todo, que no tienen porqué hacerlo frente al Arco de Robinson, aledaño a la plaza del Muro de las Lamentaciones.

Es un "día de fiesta, un día de liberación que nos trae un mensaje de igualdad y pluralismo", afirmó nada más conocerse el fallo Anat Hofman, presidenta del grupo religioso.

Más de medio centenar de mujeres acuden cada primero de mes (según el calendario judío) al principal santuario del judaísmo ataviadas como tradicionalmente lo hacen los varones judíos, un acto que en cualquier lugar parecería conservador pero que resulta desafiante y revolucionario.

De acuerdo a la tradición ortodoxa del judaísmo, también tienen vetado cantar, puesto que a los hombres, que rezan a pocos metros, separados por una pantalla metálica, no les está permitido escuchar el canto de una mujer, ya que entienden que este les puede resultar "tentador" y distraerles de sus rezos.

Durante años las Mujeres del Muro, pertenecientes a las corrientes reformistas o del movimiento conservador (Masortí), han mantenido su presencia en el lugar una mañana al mes, como forma de reclamar su espacio en el lugar más sagrado para los judíos y correspondía a una de las paredes que rodeaban el templo de Herodes.

En los últimos meses venían aumentando su contestación y exigían que el Muro de las Lamentaciones se abriera a todas las vertientes del judaísmo.

"Es hora de liberar el Muro Occidental. ¿No nos pertenece el muro a todos?. Es un sitio nacional, un símbolo, no religioso y, pese a ello, lo han convertido en una sinagoga haredí (ultra-ortodoxa). Es hora de tirar abajo la división (que separa a hombres de mujeres)", escribió en Facebook la diputada laborista Merav Michaeli.

Otras legisladoras, como Tamar Zandberg, del pacifista Meeretz, o la laborista Stav Shafir, acuden al muro en solidaridad con la lucha de las mujeres.

En un nuevo atrevimiento, este mes, por vez primera, el grupo rechazó su "destierro" al Arco de Robinson, tras rezar en el muro, para completar el servicio leyendo directamente del rollo de la Torá (algo que también tienen prohibido hacer en la plaza principal) y osaron leer pasajes bíblicos frente al muro, si bien no de un rollo, sino de un libro normal.

"Esta última vez hemos llevado la liturgia más lejos que nunca en el muro", explicó a Efe, satisfecha, la rabina paraguaya Sandra Kochmann, conservadora, tras la última ceremonia, celebrada el pasado día 11.

Según ella, el apoyo crece porque "todo el mundo se da cuenta de que es imposible que en Israel, que es el Estado judío, sea el único lugar en el mundo donde no hay libertad de religión para el pueblo judío, para que todos puedan rezar como están acostumbrados a hacerlo en sus sinagogas, de manera igualitaria hombres y mujeres".

Resalta que el Pentateuco exime a la mujer de determinados rezos y preceptos, "pero no prohíbe, sino que libera de su cumplimiento, la prohibición no procede de la ley judía, sino simplemente de la tradición".

Ellas no están solas, aunque la osadía de cantar en voz alta la hagan en solitario desde el lado del muro reservado a las féminas. También los hombres judíos no ortodoxos defienden su inclusión y un espacio compartido para todos.

"Somos parte del pueblo judío como los demás, ni mejores ni peores, y queremos también esta parte simbólica", dice frente al muro el rabino conservador Uri Ayalón.

Frente a ellos, la postura de los ultra-ortodoxos que tratan de acallar con gritos e insultos los cantos de las mujeres.

"Son estúpidas y no entienden lo que es el Muro. Ellas no creen en Dios. No rezan de la forma correcta. Hace cien años Hitler vino precisamente por culpa de los judíos reformistas", asevera a Efe Yafit, una haredí indignada al ver la plaza tomada por las Mujeres del Muro.

Les grita para acallarlas. Pero ellas siguen cantando.

"La Torá no permite a las mujeres cantar en público, únicamente a solas. Ellos no deben oirlas. ¡Esto es un lugar muy sagrado!", se queja furiosa.

Ayalón resalta que este enfrentamiento "no es un asunto únicamente espiritual, sino también político: Se trata de quién es el dueño de este lugar: si ellos, los ortodoxos, como ellos creen, o si es un lugar que pertenece a todo el pueblo judío".

(Rd/Agencias)

viernes, 26 de abril de 2013


San Óscar Romero
Hilari Raguer




El Papa Francisco ha desbloqueado la causa de beatificación del obispo Óscar Romero. Ya era hora. En la Edad Media se canonizaron rápidamente obispos que habían sido asesinados por defender de la rapacidad del soberano bienes o rentas de la Iglesia (como Tomas Becket), pero no se podía canonizar a quien murió por defenderla vida humana y proclamar el “no matarás”.

 El obispo Óscar Romero, en los dos últimos años de su vida, consciente de la importancia histórica del momento y también del peligro que corría, tomó la costumbre de, cada noche, antes de acostarse, grabar en cinta un resumen de lo más importante de la jornada. En 1990, a los diez años de su asesinato, la Curia arzobispal de San Salvador publicó la transcripción íntegra y fiel de aquellas cintas, sin introducción ni notas o comentarios, en un libro que no se ha divulgado en España. Lo que cuenta de Juan Pablo II puede ilustrar lo que fue su pontificado de cara a la teología de la liberación y el compromiso por la justicia y los derechos humanos: unas encíclicas bellísimas y a la vez una política oportunista.

 Óscar Romero, en sus visitas a Roma, vivió momentos de gran dolor por la incomprensión que halló, no tanto del propio Juan Pablo II (de quien siempre habla con agradecimiento por el trato fraterno y bondadoso que le dispensó), como de su entorno, muy influenciado por los informes negativos del Nuncio y de la mayoría de los obispos salvadoreños, que lo tachaban de comunista y revolucionario y exigían su dimisión. 

Cuando, tras una larga espera que le agota el dinero, el 7 de mayo de 1979 fue recibido, el Papa le recomendó “mucho equilibrio y prudencia, sobre todo al hacer las denuncias concretas (se refería a las largas homilías en las misas dominicales, en las que Óscar Romero se hacía eco de todas los casos que le llegaban de la represión policíaca, militar y paramilitar); que era mejor mantenerse en los principios, porque es riesgoso caer en errores o equivocaciones al hacer denuncias concretas”. 

Replica el obispo: “Yo le aclaré, y él me dio la razón, que hay circunstancias, le cité por ejemplo el caso del Padre Octavio (un sacerdote asesinado), en que se tiene que ser muy concreto porque la injusticia, el atropello, ha sido muy concreto”. 

Medio año más tarde, el 30 de enero de 1980, tuvo otra audiencia, en la que el Papa le dijo “que comprendía perfectamente lo difícil de la situación política de mi patria y que le preocupaba el papel de la Iglesia, que tuviéramos en cuenta no sólo la defensa de la justicia social y el amor a los pobres, sino también lo que podría ser el resultado de un esfuerzo reivindicativo popular de izquierda, que puede dar por resultado también un mal para la Iglesia”. 

Óscar Romero le contestó: “Santo Padre, precisamente es ese el equilibrio que yo trato de guardar, porque, por una parte, defiendo la justicia social, los derechos humanos, el amor al pobre, y por otra, siempre me preocupa mucho también el papel de la Iglesia y el que no por defender estos derechos humanos vayamos a caer en unas ideologías que destruyen los sentimientos y los valores humanos. Que estaba muy de acuerdo con sus discursos y que estos discursos me daban fuerza y argumentos para mi actuación y mi predicación”.

Con estas últimas palabras le decía finamente el obispo a Su Santidad que aquello de que le acusaban no era más que la puesta en práctica de la doctrina pontificia, que algunos quisieran ver reducida a teorías abstractas. Piénsese en aquellos católicos sociales españoles de principios del s. XX que pensaban que toda su misión se reducía a explicar la Rerum novarum a los obreros católicos, en vez de aplicarla.

En este diálogo entre el Papa y el obispo mártir topamos con la dicotomía (que se da no sólo en el vértice, sino también a todos los niveles de la Iglesia) entre unas proclamaciones doctrinales más o menos avanzadas y una práctica política preocupada por mantener buenas relaciones con dictaduras que honran externamente y protegen en todos sentidos a la jerarquía, aunque infrinjan el evangelio.

Pbro. Gabriel Martín Ghione
Domingo V de pascua: 
El único mandamiento, 
el AMOR

Ya avanzado el tiempo pascual, la liturgia nos presenta el centro existencial del discípulo misionero: el amor.

¿Tenemos miedo a amar? Podemos pensar que ponerle amor a todo lo que hacemos, puede llegar a desgastarnos y hasta en cierto sentido “vaciar” o banalizar el amor. Consideramos que el amor hay que guardarlo para ocasiones importantes, puntuales; que debemos entregarlo a determinadas personas. Escuchamos entonces las palabras de Jesús: “les doy un mandamiento nuevo: ámense, en estos reconocerán que son mis discípulos”.

El amor no se desgasta, somos nosotros quienes nos desgastamos cuando no amamos sinceramente, cuando nos motiva el egoísmo o la ambición. El amor tiene la capacidad de renovar a la persona, de entregarles siempre nuevas energías. De abrir el horizonte de la vida a la esperanza. Es que el amor nos pone en contacto con lo esencial y nos descubre la sencillez de la vida. Muchas veces estamos aturdidos por miles de ocupaciones, hacemos un montón cosas porque nos viene la tentación de pensar que cuánto más hacemos, mejor. Y descuidamos el amor. Al buscar el bien del otro, lo asociamos a lo material, a lo sentimental pero muy pocas veces lo hacemos, al tiempo y a la atención de la persona misma. El amor nos lleva a entregar, no cosas, sino a nosotros mismos, a entregarnos en lo que hacemos.

Si en el trabajo no coloco amor, no será una actividad humana. Seré lo más parecido a un elemento productivo, a una máquina. Cuando soy una persona que está llamada a realizarse en la actividad, el trabajo lamentablemente se convierte en un medio de obtención de recursos necesarios para el consumo. Nos convertimos en una máquina de trabajar y de consumir. Y la vida nos pasa sin amar, porque dejamos de ser humanos.

Tenemos miedo amar más allá del sentimiento, de entregarnos, de ser capaces de prolongar nuestras decisiones superando lo inmediato de nuestra situación. Tenemos miedo de amar hasta la cruz. El amor nos abre la esperanza de ver el germen de vida que hay cuando maduramos en la entrega generosa, cuando trascendemos nuestro bienestar egoísta y nos jugamos por el otro. Cuando somos capaces de renunciar a lo lícito para buscar lo justo, lo propio para buscar lo común, incluso mi bien para buscar el bien del otro.

Hoy muchas veces pensamos que ser Iglesia significa estar en un marco institucional, doctrinario y “jerárquico”. Lamentablemente hemos hecho de lo segundo, lo más importante. Ser Iglesia significa ante todo ser la comunidad de discípulos que se aman y cuyo criterio para reconocerlos es el amor. ¡Cuánto falta para identificar a la Iglesia con el amor! Es un hermoso desafío que nos tiene que poner a trabajar y buscar una Iglesia menos institucional y más amorosa. Las normas, preceptos y las “ideologías” vienen cuando no somos capaces de amar sinceramente. Ojalá nos encontremos prontamente hablando en la Iglesia no tanto acerca de lo mal que va el mundo y lo perdidos que están los hombres sino acerca de cómo amarnos y amar mejor a todos nuestros hermanos.  Ojala aportemos a una Iglesia que nos enseñe amar sinceramente y de verdad: a entregar lo mío por lo nuestro, lo lícito por lo justo, lo propio por lo común y supeditar todo lo que somos y hacemos al amor.


Skipe: ghione.gabriel.martin

"Servidores de ustedes por amor de Jesús" 2 Cor 4,5

Francisco de Roma 

y la ecología de san Francisco de Asís

Leonardo Boff



            Que un Papa lleve el nombre de Francisco no puede ser en vano. Además de ser una referencia a otro modo de ser Iglesia, más cercana a la gruta de Belén que a los palacios de Jerusalén, Francisco de Asís plantea un asunto de extrema urgencia hoy en día: la cuestión de la protección de la vitalidad del planeta Tierra y la garantía del futuro de nuestra civilización. Para este propósito la ecología exterior sola es insuficiente. Tenemos que amalgamarla con la ecología interior. Eso fue lo que hizo de forma paradigmática san Francisco de Asís.

            Ecología exterior es esa sintonía con los ritmos de la naturaleza y con el proceso cósmico que se realiza en la dialéctica de orden-desorden-interacción-nuevo orden. Esta ecología asegura la perpetuidad del proceso evolutivo que incluye la tierra y la biodiversidad. Pero a nivel humano sólo se produce si hay una contrapartida de nuestro lado, que se deriva de nuestra ecología interior. Por ella, el universo y sus seres están dentro de nosotros en forma de símbolos que hablan de arquetipos que nos guían y de imágenes que habitan nuestra interioridad: materiales con los que continuamente debemos dialogar e integrar. Si hay violencia en la ecología exterior es señal de que existe turbulencia en nuestra ecología interior y viceversa. No sabemos armonizar las ecologías descritas por F. Guattari y por mí: la ambiental, la social, la mental y la integral.

            En su Cántico al Hermano Sol san Francisco revela la convivencia de estas dos ecologías. Su extraordinario logro espiritual fue reconciliar el mundo con Dios, el cielo con la Tierra y la vida con la muerte. Para entender toda esta experiencia espiritual es necesario leer el texto más allá de su letra y bajar al nivel simbólico donde los elementos cantados vienen impregnados de emoción y de significado. El contexto existencial es significativo: Francisco está muy enfermo y casi ciego, cuidado por santa Clara en la capilla de San Damián donde ella vivía con sus hermanas. De repente, en plena noche, tiene una especie de exaltación del espíritu, como si estuviese ya en el Reino de los cielos. Radiante de alegría, se levanta, compone un himno a todas las criaturas, y lo canta con sus cofrades. Celebra los grandes esponsales del "señor hermano Sol" y la "señora hermana Tierra". De estos esponsales nacen todos los seres, dispuestos en pares, masculino y femenino, que según C.G. Jung constituyen el arquetipo más universal de la totalidad psíquica: sol-luna, viento-agua, fuego-tierra, totalidad alcanzada en su andadura espiritual.

            El himno contiene dos estrofas más, añadidas por el Poverello. En ellas ya no se canta al cosmos material, sino al cosmos humano que también busca reconciliación: entre el obispo y el alcalde de Asís. Finalmente se reconcilia con la hermana muerte, el complejo más difícil de ser integrado por el aparato psíquico humano. El ser humano se reconcilia con otro ser humano. La vida abraza a la muerte como hermana, portadora de la eternidad.

            La ecología interior integrada con la ecología exterior alcanza en Francisco un intérprete privilegiado. Él es como una finísima cuerda del universo en la cual la más sutil nota musical resuena y se hace oír.

            Nuestra cultura es deudora del padre de san Francisco, Pedro Bernardone, rico comerciante en telas, en busca de riqueza y esplendor. Confiesa el gran historiador inglés Arnold Toynbee: «Francisco, el mayor de los hombres de Occidente, debe ser imitado por todos nosotros, pues su actitud es la única que puede salvar a la Tierra» (Diario ABC, Madrid, 19/12/1972,10).

            ¿Cuál es nuestro desiderátum? Que Francisco de Roma bajo la inspiración de Francisco de Asís se convierta, por su humildad, pobreza y jovialidad, en un amante de la Madre Tierra y en un defensor de todo tipo de vida, especialmente de la vida más amenazada, que es la de los pobres. Y que suscite esa conciencia en la humanidad. En él están presentes todos los carismas que lo pueden hacer un faro de referencia ecológica y humanitaria para todo el mundo. 

Martín Gelabert, op: 
“Lo obsceno es que el 20% de la población del mundo posee el 80% de los bienes de la tierra"


El teólogo dominico Martín Gelabert, profesor de la Facultad de Teología de Valencia, fue el encargado de impartir la Conferencia Santa Catalina de este año que organizan los laicos dominicos de Atocha (Madrid). En su quinta edición, celebrada el pasado 24 de abril, la conferencia tuvo como tema la actual crisis económica. El ponente fue, en esta ocasión, presentado por Jesús Díaz, también dominico, profesor en la Facultad de Teología de San Esteban (Salamanca) y director de DOMUNI en español.

La intención de Gelabert se dirigió principalmente a "responder a la pregunta de cómo anunciar la Palabra de Dios en una situación de crisis como la presente, sean cuales sean sus causas". Dicho anuncio debe llevarnos necesariamente al análisis de dichas causas, pero esa labor requiere de un estudio en profundidad en el que habrá que contar con la opinión de expertos en economía y otras ciencias sociales.

"Nos hacemos oír sólo en asuntos de moral personal, familiar y sexual. Cuando se trata de moral social, de justicia de solidaridad... o no se nos oye bien o no levantamos suficientemente la voz", apuntó Gelabert. Esto puede deberse, quizás, a una falta de conocimientos suficientes sobre el funcionamiento de las estructuras económicas que nos hacen, unas veces, quedarnos mudos, y otras, caer en vagas generalizaciones de carácter moral: "No puede hacerse una lectura cristiana sin conocer el texto que hay que leer y el texto es la crisis económica". En opinión de Gelabert, los cristianos ya hemos aprendido que en bioética los juicios morales deben apoyarse en los datos que nos proporcionan las ciencias naturales. Sin embargo, parece que en moral social todavía no nos hemos percatado lo suficiente de la necesidad de escuchar la opinión de los especialistas en los diversos campos de las ciencias sociales.

"Es fácil caer en la tentación de moralizar la crisis, o sea, de buscar culpables. Pero sospecho que en economía, las causas estructurales son más importantes que las personales. Hay mecanismos que no dependen de las voluntades individuales" señaló. La ayuda al necesitado es un imperativo moral, "pero esto no soluciona el problema estructural, que sigue estando ahí produciendo pobreza y sufrimiento".

También se mostró crítico con quienes quieren imponer la política real y la economía real como únicas políticas y economías posibles porque "así sacralizamos el orden vigente como si fuera algo legitimado por la ciencia económica y damos por supuesto que cualquier alternativa es pura fantasía sin base científica. Los cristianos deberíamos, al menos, escuchar otras voces que ofrecen alternativas al modelo económico que nos quieren imponer como el único o el mejor posible".

Gelabert recordó cómo el Concilio Vaticano II recalcó las implicaciones sociales y políticas del mensaje cristiano denunciando el escándalo que representaba que precisamente los países de población mayoritariamente cristiana son los que disfrutan de la opulencia mientras la mayor parte de la población del mundo vive en la miseria. Y recordó la insistencia, en este sentido, del Magisterio de los últimos papas: "Ya Pablo VI advirtió que los ricos son cada vez mas ricos y los pobres cada vez más pobres. Juan Pablo II cambió la línea del Magisterio a propósito de la propiedad privada: los bienes de este mundo están originariamente destinados a todos, el derecho a la propiedad privada es válido y necesario, pero no anula el valor de tal principio. Sobre la propiedad privada grava una hipoteca social". Algo sobre lo que ya había reflexionado Santo Tomás de Aquino -recordó Gelabert- al señalar que en caso de urgente necesidad no hay robo si se toma un bien ajeno de primera necesidad, y que lo superfluo de los ricos -no en virtud de la caridad, sino del derecho natural- debe servir al sostenimiento de los pobres.

Según el teólogo dominico, la doctrina tradicional del destino universal de los bienes que señala el Concilio en la Gaudium et Spes 69 se apoya en el núcleo de la Revelación: "La primera palabra de Dios es la creación, Dios dice su primera y permanente palabra en la creación. Y lo primera que crea es un mundo preparado para el ser humano; este mundo, que es de Dios, Dios lo prepara para todos los seres humanos sin excepción. Donde los bienes no son accesibles a todos no se cumple la voluntad de Dios. Eso es lo que ocurre en este mundo. (...) La primera palabra de Dios es la creación, la definitiva es Jesucristo. En Jesucristo encontramos una confirmación y radicalización de esta enseñanza de la creación, a saber, que los bienes de este mundo están para ser repartidos equitativamente entre todos sus habitantes".

Apuntó, además, cómo las comidas de Jesús son parábolas realizadas del banquete del Reino de Dios: "La mesa reafirma el orden social. Queriendo que en su mesa se sienten todos, Jesús rompe el orden social que discrimina a pobres y pecadores. Jesús crea una nueva mesa para crear una nueva sociedad, una mesa en la que caben todos, incluso los no judíos. (...) La parábola del hijo pródigo deja muy claro que nadie está excluido del banquete, que la fiesta sólo es completa cuando el otro hijo, el mayor, también forma parte de la comida y de la fiesta. Estas comidas de Jesús son una llamada a los ricos para que se conviertan (como Zaqueo) y una llamada a todos nosotros para que dejemos a un lado nuestras exclusiones". También en la cena de despedida, según el evangelio de Lucas, "Jesús aprovecha para dejar claro que en la mesa de los suyos nadie es mayor ni menor, no es como la mesa de los poderosos. Todos son servidores de todos. Yo estoy en medio de vosotros como un diácono, como un servidor, les dice".

"Las primeras comunidades cristianas eran una alternativa al mundo de entonces. Y por eso fueron admiradas por unos y mal vistas por otros". Entonces, como ahora, "Sólo si podemos mostrar esta parábola del banquete en el que se sientan los pobres, los marginados, los excluidos... hecha realidad, daremos una idea de lo que podrá ser la comida en el Reino de Dios. Porque las parábolas del banquete del Reino no remiten a un mundo futuro, sino a un mundo presente. Apuntan a otra manera de organizar este mundo. Sólo si organizamos banquetes así, comprenderemos lo que es el Reino".

Gelabert recordó, también, las palabras de Benedicto XVI: "la Iglesia no puede ni debe sustituir al Estado, pero tampoco puede ni debe quedarse al margen de la lucha por la justicia. La Iglesia es una más entre las fuerzas vivas que trabajan por un mundo más justo". "Los cristianos -advirtió- no tenemos la exclusiva de la solidaridad. En la mesa de nuestro mundo moderno come la quinta parte de la humanidad mientras las otras cuatro quintas partes están esperando las migajas que caen de la mesa. Por eso, debemos colaborar activamente con aquellos que también trabajan por el Reino, sea cual sea su ideología. (...) Hoy el Espíritu Santo alienta a muchos seres humanos que trabajan en pro de la verdad, la justicia y el amor. Los cristianos ni estamos solos en esta tarea ni tenemos la exclusiva del Espíritu Santo".

La ponencia terminó con una llamada a la esperanza y al compromiso: "El anuncio de la Palabra de Dios se ha encontrado siempre con situaciones incompatibles con lo que ella anuncia. Hay mucha gente que lo está pasando mal y que, al menos, esperan una palabra de comprensión y un gesto de solidaridad. Probablemente nosotros no podemos solucionar la crisis, pero sí podemos y debemos decir una palabra profética; y realizar gestos proféticos" dijo. "Anunciar el nombre de Jesús es inseparable de la práctica de la caridad. Santo Tomás de Aquino ya advirtió que la experiencia y la situación vital influyen en el modo de vivir la esperanza: quién pasa necesidades básicas, difícilmente podrá atender al mensaje del Evangelio; quien vive en la opulencia, también tendrá limitada su capacidad de escucha".

Secularidad bautismal y legítima pluralidad. 
Jesús Martínez Gordo

En los años inmediatamente posteriores a la finalización del concilio Vaticano II aparecen dos grandes cuestiones que –referidas a la identidad y espiritualidad del laicado– son objeto de atención por parte de muchas comunidades cristianas y también por parte del gobierno eclesial: la primera, centrada en la ministerialidad laical y la segunda, ocupada en reflexionar sobre su secularidad. A ellas hay que añadir, pocos años después, el problema de comunión que provoca la espiritualidad de los llamados nuevos movimientos; la petición del sacerdocio para las mujeres y la manera diferenciada de entender la presencia del laicado en el mundo: unitaria o individualmente. Estos tres últimos puntos van a experimentar un mayor (y problemático) desarrollo a lo largo del pontificado de Juan Pablo II.


La ministerialidad laical: impulso… y ocaso

A Pablo VI se debe, en primer lugar, el espectacular desarrollo que experimentan los ministerios laicales –particularmente, en las iglesias alemana, francesa y helvética- gracias al “motu proprio” “Ministeria quaedam” (1972). 

El Papa Montini establece una distinción entre los ministerios instituidos (que pasan a ser dos: el lectorado y el acolitado) y los reconocidos (que pueden ser muchos, en función de las necesidades de las respectivas iglesias locales). Si bien es cierto que esta Carta Apostólica presenta una cierta estrechez al erigir únicamente dos ministerios instituidos y reservarlos exclusivamente a los varones, es igualmente cierto que se concede a las iglesias locales un gran protagonismo en la promoción de otros posibles (catequista, animación litúrgica, consejero conyugal, ayuda a novios, pastoral con jóvenes, caridad y justicia, pastoral penitenciaria, etc.). De hecho, es el texto más definitivo en el desarrollo ministerial que va a experimentar la iglesia en la primera fase de la recepción conciliar.

Esta presencia ministerial del laicado se convertirá durante el pontificado de Juan Pablo II -como se puede comprobar leyendo la Instrucción Interdicasterial de 1997 sobre la “colaboración” de los laicos con los sacerdotes- en una creciente preocupación puesto que es percibida como potencialmente disolvente de la identidad ministerial, particularmente del presbiterado. 

Hay, sin embargo, dos importante excepciones a esta línea de fondo en las Conferencias Episcopales de Brasil (1999) y de los Estados Unidos (2005). Ellas son las que, a pesar de todo, siguen propiciando la aplicación más creativa de la teología conciliar sobre los ministerios laicales en estos últimos años. 


La secularidad bautismal y la apuesta por una presencia organizada

Pero, en segundo lugar, en el postconcilio también se asiste a disolución de la secularidad como una nota propia de todo bautizado (incluidos los religiosos y los ministros ordenados) y se abre el debate (reservado exclusivamente a los “bautizados no-ordenados”) sobre las diferentes maneras de entender la relación de los laicos con la sociedad civil, particularmente en la vida política (como presencia confesional o como fermento en la masa). 

Uno de los momentos culminantes de este debate será el congreso de Loreto de la iglesia italiana (1985) con el decantamiento de Juan Pablo II por una presencia organizada y confesional en la sociedad civil. 

Este posicionamiento papal abrirá una herida en la iglesia italiana de la que todavía no se ha recuperado, a pesar de los encomiables intentos por escenificar un cierre de la misma en verano de 2004 con el abrazo de representantes de Comunión y Liberación y de la Acción Católica en Rimini.

A partir de la encíclica post-sinodal “Christifideles laici” (1988) se replantea la presencia del laicado en una sociedad –como es la europea- que parece haber adoptado la senda de la aconfesionalidad y, en algunos países, de la laicidad (entendida como laicismo militante y excluyente). 

Reaparece, como respuesta, la cuestión sobre los modos de presencia de los cristianos en la sociedad civil e, íntimamente conexo a ella, la oportunidad de favorecer o no la creación de organizaciones civiles presididas por una clara y explícita identidad católica, particularmente en la arena política y en los medios de comunicación social. 

Dentro de esta línea de actuación hay que inscribir, por ejemplo, el apoyo de Mons. M. Iceta y J. I. Munilla a las VI Jornadas “Católicos y Vida Publica en el País Vasco”, organizadas por la “Asociación católica de propagandistas” (Abril, 2011). Y, a partir de entonces, la continuada presencia en las mismas por parte del obispo de Bilbao. 

Y otro tanto hay que decir de la irrupción de determinados colectivos católicos en las ondas de la radio y en la televisión digital terrestre. 


Una sugerencia, mirando hacia el futuro

Queda la esperanza de que la elección de Francisco como nuevo obispo de Roma (y primado del colegio episcopal) reconduzca a sus cauces conciliares también este asunto de la ministerialidad laical (prematuramente truncada en el pontificado de Juan Pablo II) y de la secularidad sin tutelas ni directrices (como así ha venido sucediendo desde Loreto) sobre el modo de organizarse y de estar presente en la sociedad. 

Y sin esperar a estos cambios desde la cúpula eclesial (siempre lentos y demasiadas veces sometidos a correlaciones de fuerzas que se nos escapan), sería deseable, por ejemplo, que nuestro obispo (y mejor, si fueran todos los del País Vasco) no quedara atrapado por una apuesta (legítima y partidaria) como es la de la Asociación Católica de Propagandistas (ACDP) y promoviera encuentros anuales en los que se escuchara la voz de tantos militantes cristianos comprometidos, en cuanto tales, en todo el espectro político de nuestro País. Y que se les permitiera compartir sus diferentes y legítimos diagnósticos y valoraciones a partir de la común fe en el Crucificado que sigue haciéndose presente en los crucificados de este mundo. 

Éste sería (alterando la jerga matemática) el “mínimo común multiplicador”. Y puede que también (visto lo visto) “el máximo común divisor”. Pero ¡bendito sea!, si así fuera

Finalmente, no estaría de más que, también así, se diera a conocer a nuestra sociedad la riqueza y pluralidad de opciones políticas que habita en nuestra diócesis. Riqueza y pluralidad que ni se agotan ni se concentran ni tienen su primera y definitiva expresión en la Asociación Católica de Propagandistas, por mucho que se afanen en ser el núcleo de una democracia cristiana de nuevo cuño. Y riqueza que es particularmente urgente visualizar (por su capacidad positivamente motivadora) en los tiempos que corren. 

Probablemente, la generalización de iniciativas de este calado en todas las  diócesis haría más cautos a nuestros obispos en el momento de aceptar determinadas invitaciones procedentes de asociaciones que, sin dudar de su legitimidad y necesidad, sin  embargo, ni concentran ni agotan la riqueza y pluralidad que ya opera en nuestras comunidades a partir de la misma y única fe en el Crucificado. Y, muy probablemente, el magisterio de nuestros obispos (y su tono) sería más ponderado, además de mejor acogido, no sólo por los cristianos y católicos.