Pbro. Jorge Trucco
UNA
ESPERA CONSTRUCTIVA
TRIGÉSIMO
TERCER DOMINGO DURANTE EL AÑO
Dan
12,1-3:
“En aquel tiempo será liberado tu Pueblo”
Heb
10,11-14.18:
“Cristo, después de haber ofrecido por los pecados un único
sacrificio, se sentó para siempre
a la derecha de Dios...”
Mc
13,24-32:
“Cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el fin está cerca”
El evangelio y la lectura de Daniel utilizan
el género literario Apocalíptico = revelación de secretos para que se
comuniquen a los justos perseguidos y tengan esperanza. Objetivo: consolar,
alegrar; no infundir miedo. Es un género lleno de signos que representan la
situación crítica que se está viviendo en ese momento de la historia. Para la
apocalíptica el fin del mundo es el fin de los males que afligen al pueblo y el
comienzo de un mundo nuevo, donde reine la paz y la justicia.
Jesús anunció la llegada del Reino de Dios
pero como una noticia alegre. En
cambio las primeras comunidades cristianas asumieron concepciones apocalípticas
de su época desde un enfoque cristiano: espera de la segunda venida de Cristo
acompañado de guerras, pestes, catástrofes cósmicas.
Es un lamentable error tomar como hechos
históricos toda esta imaginería fantasiosa. La última moda son las “supuestas
profecías” de que el mundo se acaba el 21 de diciembre según el calendario
Maya. Todos los fundamentalismos
buscan que la gente se escape de “este mundo” eludiendo sus responsabilidades
comunitarias y se refugian en una “mística espiritualista”. Dios nos ha
asegurado la salvación, pero no cómo lo hará. En vez de preocuparnos por lo que
hará Dios preocupémonos por lo que haremos nosotros. La intención de escapar del mundo es también
una manera de estar en el mundo, eludiendo responsabilidades que otros
tendrán que asumir. La conciencia crítica nos permite distinguir lo esencial de
lo accesorio de nuestra fe.
Tenemos que descubrir los signos de Dios en nuestra vida y en
nuestro mundo (parábola de la higuera), y dejar en manos de Dios la justicia
total. No separemos este texto de todo el Evangelio del Reino. Lo que les
preocupaba a los judíos perseguidos de la época de Daniel y a los primeros cristianos
perseguidos era la cuestión de la justicia divina frente a tantas víctimas de
la impiedad y del poder despótico. Por
eso estos textos apuntan a CONFIAR EN LA JUSTICIA DE DIOS.
Hoy la Palabra nos invita a la ESPERANZA. Sin ella toda nuestra vida
cristiana sería ridícula y sin sentido. Mientras
recorremos los caminos de la historia, nuestros ojos están fijos en la meta a
la que estamos destinados. Ella orienta nuestros pasos, que se dirigen a un
futuro de plenitud que da sentido a nuestro esfuerzo cotidiano y nos sostiene
en las adversidades. Porque el perfil que revestirá nuestra morada definitiva
tendrá también que ver, y mucho, con lo que hayamos ido edificando desde ahora
En
la Iglesia ha habido siempre dos diferentes estilos de anunciar la llegada o la
presencia del Reino de Dios:
·
Uno
insistiendo
en el temor, interpretando las catástrofes como castigos de Dios (pocas
veces se ha oído interpretar esos castigos como frutos de las infidelidades de
la Iglesia institucional...)
·
Otro
modo es descubrir los signos característicos de cada época de la
historia. Encontrar lo positivo en los nuevos valores, las nuevas tendencias.
Hay que estar dispuestos a no conseguir resultados inmediatos y aún a
equivocarse muchas veces.
Ante las catástrofes, estamos
invitados a ver los signos de la higuera, que está brotando. Pensemos en nuestro país
“no podemos resignarnos pasivamente a aceptar la tiranía de lo económico”. La
crisis de los argentinos en el fondo, es una crisis moral, cultural y religiosa.
Por eso no podemos sólo mirar los conflictos y dificultades. También tenemos
que mirar los signos de esperanza.
Discípulas
y discípulos estamos comprometidos en
ese final de los sistemas injustos cuya desaparición causa no miedo, sino
alegría, aquella alegría que sienten los oprimidos cuando son liberados.
Esa debiera de ser nuestra preocupación constante y el punto para discernir
si en efecto nuestras tareas de evangelización y nuestro compromiso con la
transformación de lo injusto en relaciones de justicia está causando
ese efecto que debe tener el evangelio.
Miremos
los signos de la higuera, que está brotando: en cada hogar, en cada grupo, en
cada institución que se esfuerza día a día por seguir adelante, en cada persona
que no quiere todo esto y desde su pobreza se anima a dar una mano al que la
necesita... no hay duda: LA HIGUERA ESTÁ
BROTANDO... “cuando suceda todo esto, no se desanimen”... porque el final,
el final de toda esta situación, ESTÁ CERCA.
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