viernes, 16 de noviembre de 2012


Pbro. Jorge Trucco
UNA ESPERA CONSTRUCTIVA
TRIGÉSIMO TERCER DOMINGO DURANTE EL AÑO


Dan 12,1-3: 
“En aquel tiempo será liberado tu Pueblo”
Heb 10,11-14.18: 
“Cristo, después de haber ofrecido por los pecados un único sacrificio, se sentó para siempre a la derecha de Dios...”
Mc 13,24-32: 
“Cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el fin está cerca”


El evangelio y la lectura de Daniel utilizan el género literario Apocalíptico = revelación de secretos para que se comuniquen a los justos perseguidos y tengan esperanza. Objetivo: consolar, alegrar; no infundir miedo. Es un género lleno de signos que representan la situación crítica que se está viviendo en ese momento de la historia. Para la apocalíptica el fin del mundo es el fin de los males que afligen al pueblo y el comienzo de un mundo nuevo, donde reine la paz y la justicia. 

Jesús anunció la llegada del Reino de Dios pero como una noticia alegre. En cambio las primeras comunidades cristianas asumieron concepciones apocalípticas de su época desde un enfoque cristiano: espera de la segunda venida de Cristo acompañado de guerras, pestes, catástrofes cósmicas.

Es un lamentable error tomar como hechos históricos toda esta imaginería fantasiosa. La última moda son las “supuestas profecías” de que el mundo se acaba el 21 de diciembre según el calendario Maya. Todos los fundamentalismos buscan que la gente se escape de “este mundo” eludiendo sus responsabilidades comunitarias y se refugian en una “mística espiritualista”. Dios nos ha asegurado la salvación, pero no cómo lo hará. En vez de preocuparnos por lo que hará Dios preocupémonos por lo que haremos nosotros. La intención de escapar del mundo es también una manera de estar en el mundo, eludiendo responsabilidades que otros tendrán que asumir. La conciencia crítica nos permite distinguir lo esencial de lo accesorio de nuestra fe.

Tenemos que descubrir los signos de Dios en nuestra vida y en nuestro mundo (parábola de la higuera), y dejar en manos de Dios la justicia total. No separemos este texto de todo el Evangelio del Reino. Lo que les preocupaba a los judíos perseguidos de la época de Daniel y a los primeros cristianos perseguidos era la cuestión de la justicia divina frente a tantas víctimas de la impiedad y del poder despótico. Por eso estos textos apuntan a CONFIAR EN LA JUSTICIA DE DIOS.

Hoy la Palabra nos invita a la ESPERANZA. Sin ella toda nuestra vida cristiana sería ridícula y sin sentido. Mientras recorremos los caminos de la historia, nuestros ojos están fijos en la meta a la que estamos destinados. Ella orienta nuestros pasos, que se dirigen a un futuro de plenitud que da sentido a nuestro esfuerzo cotidiano y nos sostiene en las adversidades. Porque el perfil que revestirá nuestra morada definitiva tendrá también que ver, y mucho, con lo que hayamos ido edificando desde ahora

En la Iglesia ha habido siempre dos diferentes estilos de anunciar la llegada o la presencia del Reino de Dios: 
·         Uno insistiendo en el temor, interpretando las catástrofes como castigos de Dios (pocas veces se ha oído interpretar esos castigos como frutos de las infidelidades de la Iglesia institucional...)
·         Otro modo es descubrir los signos característicos de cada época de la historia. Encontrar lo positivo en los nuevos valores, las nuevas tendencias. Hay que estar dispuestos a no conseguir resultados inmediatos y aún a equivocarse muchas veces.

Ante las catástrofes, estamos invitados a ver los signos de la higuera, que está brotando. Pensemos en nuestro país “no podemos resignarnos pasivamente a aceptar la tiranía de lo económico”. La crisis de los argentinos en el fondo, es una crisis moral, cultural y religiosa. Por eso no podemos sólo mirar los conflictos y dificultades. También tenemos que mirar los signos de esperanza.

Discípulas y discípulos estamos comprometidos en ese final de los sistemas injustos cuya desaparición causa no miedo, sino alegría, aquella alegría que sienten los oprimidos cuando son liberados. Esa debiera de ser nuestra preocupación constante y el punto para discernir si en efecto nuestras tareas de evangelización y nuestro compromiso con la transformación de lo injusto en relaciones de justicia está causando ese efecto que debe tener el evangelio.

Miremos los signos de la higuera, que está brotando: en cada hogar, en cada grupo, en cada institución que se esfuerza día a día por seguir adelante, en cada persona que no quiere todo esto y desde su pobreza se anima a dar una mano al que la necesita... no hay duda: LA HIGUERA ESTÁ BROTANDO... “cuando suceda todo esto, no se desanimen”... porque el final, el final de toda esta situación, ESTÁ CERCA.

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