domingo, 4 de noviembre de 2012


Pbro.Gabriel Martín Ghione
Homilía Domingo XXXI Durante el año 
No ser esclavos, ni esclavizar. 


Hoy la liturgia de la Iglesia nos pone en contacto con textos fundamentales-fundacionales de nuestra fe. En el Evangelio de Marcos entramos en el ciclo de Jerusalén: la síntesis y enseñanzas de la persona de Jesús, más que en palabras, se demuestran en el amor que lleva hasta sus últimas consecuencias al Evangelio. 

En línea directa la primera lectura y el Evangelio pronuncian la Shema: “Escucha Israel”. Este texto tiene una gran carga emotiva, existencial y fiducial en el pueblo de Israel. El texto del Deuteronomio, que Jesús toma para contestar al escriba, nos recuerda un pasaje del libro del Éxodo[1][1]: en el se narra que Dios escucha el clamor de un pueblo esclavo y bajo la opresión del Faraón. Dios “escucha” y quiere un pueblo libre, por eso lo libera para que viva desde la libertad y que se relacione libremente. La Shema pone primero al israelita ante la experiencia de la liberación-éxodo y en un segundo momento en la consecuencia de esto. Dios demostró su gran amor por el pueblo, su predilección[2][2] liberándolo de la esclavitud; el pueblo por tanto debe responder con amor. La terminología que utiliza el escritor sagrado es propio de los pactos de vasallaje de la antigüedad, con esto da un mensaje: el único dueño del pueblo de Israel es Dios y por tanto no es esclavo de nada ni de nadie, pero el modo de rendir obediencia a su Señor, no es ya la opresión, los trabajos forzados, los impuestos, etc. Es el amor, un amor que debe integrar toda la persona. Cuando deseamos someternos a Dios y a su voluntad ganamos en libertad, una libertad auténtica que no está marcada ni por miedo o terror, ni por una obediencia obsecuente sino gestada en el amor. Solo cuando nos relacionamos desde el amor, nuestra humanidad se plenifica y responde a su naturaleza más profunda. 

El amor a Dios con todo el corazón se refiere al centro vital donde el hombre toma las decisiones. El alma en el semita no es algo separado y distinto del cuerpo, se refiere al aliento de vida, a la fuerza vital (con toda la vida), las fuerzas es el lugar de la acción. Más que una enumeración, el lenguaje busca que este amor sea completo, que responda toda la persona para evitar una disociación con la vida.

Jesús además da un paso más: la libertad que Dios nos regala implica no esclavizar a nadie. El hombre no es un medio, ni un objeto sino que está en el centro. Si Dios manifiesta que el amor nos hace libres, el amor también debe ser el modo de relacionarnos para evitar todo tipo de esclavitud: política, social, económica o religiosa. Cuando nos relacionamos desde normas o doctrinas, terminamos colocando las normas y prescripciones por encima del bien de la persona; terminamos esclavizando a las personas. Las normas están para cuidar a las personas y no al revés. Cuando una norma va en contra del bien de la persona esa norma carece de valor. Jesús nos enseña que el amor a Dios sobre todas las cosas y el amor al prójimo como uno mismo se funde en una misma corriente, separarlos o dividirlos es muy peligroso.

El amor al prójimo además implica que es amar al que tengo cerca y del que me hago cercano. El prójimo no es ya el que pertenece a mi grupo o facción sino todo hombre que está a mi lado, o todo hombre del cual me pongo a su lado.

Junto a ello, el texto aclara que el amor al prójimo es sinónimo de culto verdadero: los sacrificios, penitencias y oblaciones se sintetizan en buscar el bien del otro, en hacer el bien que quiero que hagan por mí, en dar el primer paso, en perdonar y pedir perdón.   



Pbro. Gabriel Martín Ghione
Skipe: ghione.gabriel.martin
"Servidores de ustedes por amor de Jesús" 2 Cor 4,5


[1][1] Cf. Ex. 3,7.9
[2][2] Det. 7,7ss

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