Pbro Lucas Trucco
Domingo de Cristo Rey
Ideas para la reflexión:
·
El
evangelio de Juan relata un dialogo. En realidad, más que un interrogatorio,
parece un discurso de Jesús para esclarecer algunos temas que interesan mucho
al evangelista. En un determinado momento Jesús hace esta solemne proclamación: “Yo para esto he venido al mundo: para ser testigo
de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. Jesús no solo dice la verdad, sino que
busca la verdad y solo la verdad de un Dios que quiere un mundo más humano para
todos sus hijos e hijas. Por eso, Jesús habla con autoridad, pero sin
falsos autoritarismos. Habla con sinceridad, pero sin dogmatismos. No habla
como los fanáticos que tratan de imponer su verdad. Tampoco como los
funcionarios que la defienden por obligación aunque no crean en ella. No se
siente nunca guardián de la verdad sino testigo.
·
Algunos pueden pensar que declarar a Cristo
“rey” del universo es un anacronismo monárquico, un resabio de tiempos pasados,
incluso si entendemos esta realeza en sentido más o menos metafórico. Puede que
en parte sea verdad, pero si lo pensamos fríamente, declarar que Cristo es
“presidente” o “primer ministro” de una cierta república, por mucho que no sea
de este mundo, nos podría resultar aún más extraño (por no decir, ridículo). Y
es que el título de presidente o primer ministro tiene un sentido meramente
funcional y, por eso mismo, advenedizo, pasajero y temporal.[1]
·
La fiesta de Cristo, Rey del Universo, que
cierra el año litúrgico, nos habla de la victoria final del amor y de la vida
sobre el pecado y la muerte; algo que no siempre es patente en este mundo, en
el que tantas veces parece que la bondad, la honestidad y la justicia no
compensan y no merecen la pena. Pero Jesús, en su extraño reinado, coronado de
espinas y entronizado en la cruz, testimonia que, al final, no hay fuerza mayor
ni poder más grande que el del amor y el perdón, hasta la muerte; que ese
reino, aunque no es de este mundo, está presente y operando ya en él, por medio
de aquellos que escuchan su voz y tratan de ponerla en práctica; y que, al
hacerlo, ellos mismos participan de la realeza de Cristo (invitados a tomar su
cruz) y de su autoridad (el poder del amor), y se convierten en profetas,
testigos del nuevo y definitivo reino, y en sacerdotes, mediadores del
Dios Padre de todos.[2]
·
Jesús se convierte así en “voz de los sin voz, y voz contra los que tienen demasiada voz”
(Jon Sobrino).
·
Jesús entrega, “lo matan”, su vida porque
quiere ser coherente al mensaje, porque no quiere negociar ningún valor del
Reino. Debemos decirlo: el gran
problema de la Iglesia no es la ortodoxia sino la ortopraxis (recta
práctica del Evangelio), es que muchas veces borramos con el codo lo que
escribimos con la mano.[3]
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