domingo, 4 de noviembre de 2012


Pbro. Lucas Trucco

Domingo XXXI durante el año –ciclo B-


Ya que Marcos no indica otra cosa, podemos suponer que el escriba pregunta con sinceridad, motivado tal vez por el prestigio del joven rabino de Nazaret, y con la curiosidad añadida de saber en qué corriente rabínica se situaba.
Cuando en la religión se van acumulando normas y preceptos, costumbres y ritos, es fácil vivir dispersos, sin saber exactamente qué es lo fundamental para orientar la vida de manera sana.
Lo importante no es conocer preceptos y cumplirlos. Lo decisivo es detenernos a escuchar a ese Dios que nos habla.

Aquel que es buen oyente se destaca sobre lo demás. Es que, además de escuchar y dejar hablar a los otros, demuestra que tiene apertura mental.
Muchas veces no dejamos que los demás hablen tranquilamente y nos oponemos agresivamente a cualquier cosa que estos digan. Aprender a escuchar a las otras personas, por más que no estemos de acuerdo con lo que ellos dicen, tiene que ser una de las cuestiones básicas de nuestro desenvolvimiento cotidiano.
Saber escuchar y dejar hablar a los demás correctamente es un claro síntoma de madurez mental, intelectual y afectiva. Sólo aquel que está preparado para ello sabe aceptar a los demás, incluso sus prejuicios, exageraciones y otras cosas que mucha gente no toleraría.

Este amor a Dios no es un sentimiento ni una emoción. Amar al que es la fuente y el origen de la vida es vivir amando la vida, la creación, las cosas y, sobre todo, a las personas. Jesús habla de amar “con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser”. Sin mediocridad ni cálculos interesados. De manera generosa y confiada.

No siempre cuidamos los cristianos esta síntesis de Jesús. Con frecuencia, tendemos a confundir el amor a Dios con las prácticas religiosas y el fervor, ignorando el amor práctico y solidario a quienes viven excluidos por la sociedad y olvidados por la religión.

“Hermanos, no temas al pecado de los hombres; ama al hombre aún en su pecado, pues un tal amor asemeja a Dios”. Fiodor Dostoievski

No hay comentarios:

Publicar un comentario