sábado, 10 de noviembre de 2012


Pbro. Gabriel Martín Ghione
Homilía Domingo XXXII Durante el año: 
“No hacer ruido”

El año litúrgico va llegando a su final, el texto elegido por la Liturgia del Evangelio de Marcos hablan mucho de actitudes de vida, del modo de vivir la fe. La hermosa perícopa de la viuda siempre tan actual.
Jesús enseña a partir de las actitudes y la forma de comportarse de los escribas. Su ataque va contra aquella forma de presentarnos que se fija:
·         En apariencias: pasearse con largas vestiduras y ser saludados en las plazas.
·         En el mostrarse: ocupar los primeros asientos en sinagogas y banquetes.
·         En una falsa piedad: devoran bienes de las viudas y fingen largas oraciones.
Dentro de este contexto en el que Jesús manifiesta las malas actitudes y reprocha a los escribas, se detiene a observar cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia, de hecho el lugar para colocar la ofrenda estaba hecho de tal manera que cuanto más grande era la ofrenda, más ruido hacía. Sin embargo Jesús destaca la actitud de la viuda, ¿de la que los escribas devoraron sus bienes?

Hay una clara comparación: los escribas se muestran, la viuda pasa desapercibida: su ofrenda no hace ruido (es demasiado humilde), mientras que ellos se manifiestan extremadamente piadosos, su acto de piedad tiene un valor monetario ínfimo. Sin embargo Marcos nos resalta que es la que más se parece a Jesús, porque de tres formas distintas y de manera seguida nos da a entender que da su vida, porque entrega todo lo que tenía para vivir.

Así como Bartimeo se nos presentó como modelo de discípulo que sigue a Jesús en el camino, la viuda se nos presenta como modelo de entrega, como el anticipo de la entrega por amor. La entrega de Jesús de hecho pasa desapercibida tras los vericuetos legalistas de los escribas y fariseos que custodian la fe de Israel para que no se contamine. La entrega de Jesús no hace ruido, porque el único que es capaz de reconocer lo que está pasando es un centurión romano. La entrega de Jesús de dar todo lo que tiene: su propia vida se convierte en el más auténtico acto de piedad, que hasta ese tiempo era considerado una maldición[1][1]

Sí, aunque los escribas escriban la historia, la verdadera historia la hacen los otros, los pequeños que no son como ellos. Muchas veces nuestro corazón desea hacer historia y creemos que esto se juega en la pretensión de hacer grande proezas o descubrimientos maravillosos. La historia se juego en aquellas pequeñas e insignificantes cosas, aquellas grandes entregas en lo cotidiano y oscuro de la vida, en donde Dios, como lo hizo con la viuda, no ve la grandilocuencia del gesto sino la actitud del corazón.

La más generosa fue la viuda, la que entrego todo fue la pobre a la que devoraron sus bienes. Hoy en la Iglesia sigue pasando exactamente igual: la Iglesia crece por la generosidad de los pobres y los humildes, de los que entregan silenciosamente sus bienes y su tiempo, de los que no buscan frenéticamente acaparar y poseer, de los que no tienen miedo de renunciar. Dios ve nuestro corazón, los hombres vemos solo las apariencias, por ello, la viuda tiene que estar presente siempre en nuestra memoria, ella nos recuerda y nos interpela profundamente: solo cuando somos capaces de dar desde nuestra indigencia, desde todo lo que tenemos, sin hacer ruido, solo en ese momento hemos entendido el mensaje de Jesús y comenzamos a vivir desde su estilo evangelizador.  

Hoy Jesús quiero darte gracias por la viuda y por tantas personas que me cuestionan profundamente, no hacen ruido, no proclaman sus proezas, son las capaces de transformar la historia desde lo oculto y lo pequeño, desde la sencillez.




Skipe: ghione.gabriel.martin
"Servidores de ustedes por amor de Jesús" 2 Cor 4,5


[1][1] Dt 21,23: “Maldito el que cuelga de un árbol”

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