lunes, 26 de noviembre de 2012


Pbro. Gabriel Martín Ghione
Homilía Solemnidad de Cristo Rey: 
Yo soy Rey pero no como los de este mundo. 

Hoy la Iglesia celebra la solemnidad de Cristo Rey. Para enmarcar bien esta fiesta, la Liturgia, en sus tres ciclos, coloca un texto de la Pasión. Jesús es rey pero no como lo presente el imaginario colectivo, ni siquiera como a veces lo presentamos en la misma Iglesia: Jesús reina desde el madero: testimonio de la verdad que es capaz de dar la vida con tal de no negociar ningún valor del Reino.
Este semana estuve en el convento de las hermanas benedictinas y con Marcos reflexionábamos sobre cómo es el reinado de Jesús y donde Reina. Juntos meditábamos en voz alta sobre una presentación un poco simplista de la muerte de Jesús. Cuando decimos que Jesús entregó su vida a la muerte, no queremos decir que Jesús se entregó para que lo mataran. Pensar así, de hecho contradice los pasajes del Evangelio que relatan que Jesús se escapó varias veces y los tan sugerentes de la oración en el huerto. Jesús entrega, “lo matan”, su vida porque quiere ser coherente al mensaje, porque no quiere negociar ningún valor del Reino. Él se convierte en testigo de la verdad, no de una verdad doctrinal sino la verdad que se manifiesta en su persona y en su actuar. Él es el testigo fiel que derrama su sangre por amor pero desde la convicción de que la muerte es solo la consecuencia de que no se aceptó su mensaje. De hecho con toda claridad debemos decir que Dios no quiso la muerte de Jesús como causa de nuestra salvación, sino que aceptó su muerte y, nos valió la salvación. Pensar de otro modo sería presentar la muerte de Jesús como algo querido directamente por el Padre. San Juan cuando se refiere a que Dios “no perdonó  a su propio Hijo sino que lo entregó a la muerte por nosotros”, debe ser interpretado como que permitió la voluntad de los hombres de matar a Jesús y aceptó esa entrega de Jesús, como “precio” de la salvación. Dios “premió” a los hombres por el amor, fidelidad y coherencia de Jesús y no por su muerte.

Jesús es rey, pero no como los de este mundo. Es rey desde la impotencia: ¿buscamos una Iglesia poderosa? Es rey desde el aparente fracaso ¿Buscamos éxitos pastorales? Es rey en la libertad de ser coherente y no claudicar ¿Somos libres para anunciar o callamos antes los poderosos? Es rey desde la verdad que manifiesta en su vida ¿Somos auténticos o acomodamos las casos según mejor nos parece? Preguntas que debemos hacernos y no tener miedo a que delaten nuestras tibiezas e incoherencias. Prefiero reconocerme pecador que justo, después de todo eso nos lo enseño el Maestro.

Jesús es Rey, no tiene miedo de jugarse la vida. Jesús nos enseña que no debemos buscar ser reyes como los de este mundo, sino ser de los que son capaces de dar testimonio defendiendo la verdad con su propia vida, una verdad que no es meramente doctrinal sino más bien, testimonial. Debemos decirlo: el gran problema de la Iglesia no es la ortodoxia sino la ortopraxis (recta práctica del Evangelio), es que muchas veces borramos con el codo lo que escribimos con la mano.

Te comparto un pensamiento final. Reinamos cuando no hacemos las cosas porque están mandadas sino porque queremos, cuando no nos mueve el miedo sino el amor, cuando renunciamos a lo más precioso para darnos, entregarnos; cuando somos capaces de volver a empezar una y otra vez, cuando damos miles de oportunidades para cambiar al otro; cuando no claudicamos, ni nos acomodamos frente al poder, prestigio o riqueza de las personas sino que valoramos al ser humano, más allá de estas circunstancias concretas. Reinamos cuando amamos en serio, cuando amamos al que no nos ama, cuando nos jugamos por el que no puede devolvernos y cuando tratamos por iguales a los que este mundo tiene por menos: los pobres, excluidos, marginados, olvidados, incontables, innombrables.       




Skipe: ghione.gabriel.martin

"Servidores de ustedes por amor de Jesús" 2 Cor 4,5

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