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Tiempo ordinario (B) Marcos
12, 38 -44
LO MEJOR DE
LA IGLESIA
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
El contraste entre las dos escenas no puede ser más fuerte. En la primera,
Jesús pone a la gente en guardia frente a los dirigentes religiosos: "¡Cuidado
con los letrados!", su comportamiento puede hacer mucho daño. En la
segunda, llama a sus discípulos para que tomen nota del gesto de una viuda
pobre: la gente sencilla les podrá enseñar a vivir el Evangelio.
Es
sorprendente el lenguaje duro y certero que emplea Jesús para desenmascarar la
falsa religiosidad de los escribas. No puede soportar su vanidad y su afán de
ostentación. Buscan vestir de modo especial y ser saludados con reverencia para
sobresalir sobre los demás, imponerse y dominar.
La
religión les sirve para alimentar fatuidad. Hacen "largos rezos"
para impresionar. No crean comunidad, pues se colocan por encima de todos. En
el fondo, solo piensan en sí mismos. Viven aprovechándose de las personas débiles
a las que deberían servir.
Marcos
no recoge las palabras de Jesús para condenar a los escribas que había en el
Templo de Jerusalén antes de su destrucción, sino para poner en guardia a las
comunidades cristianas para las que escribe. Los dirigentes religiosos han de
ser servidores de la comunidad. Nada más. Si lo olvidan, son un peligro para
todos. Hay que reaccionar para que no hagan daño.
En
la segunda escena, Jesús está sentado enfrente del arca de las ofrendas. Muchos
ricos van echando cantidades importantes: son los que sostienen el Templo. De
pronto se acerca una mujer. Jesús observa que echa dos moneditas de cobre. Es
una viuda pobre, maltratada por la vida, sola y sin recursos. Probablemente
vive mendigando junto al Templo.
Conmovido,
Jesús llama rápidamente a sus discípulos. No han de olvidar el gesto de esta
mujer, pues, aunque está pasando necesidad, "ha echado todo lo que
tenía para vivir". Mientras los letrados viven aprovechándose de la
religión, esta mujer se desprende de todo por los demás, confiando totalmente
en Dios.
Su
gesto nos descubre el corazón de la verdadera religión: confianza grande en
Dios, gratuidad sorprendente, generosidad y amor solidario, sencillez y verdad.
No conocemos el nombre de esta mujer ni su rostro. Solo sabemos que Jesús vio
en ella un modelo para los futuros dirigentes de su Iglesia.
También hoy, tantas mujeres y hombres de fe
sencilla y corazón generoso son lo mejor que tenemos en la Iglesia. No escriben
libros ni pronuncian sermones, pero son los que mantienen vivo entre nosotros
el Evangelio de Jesús. De ellos hemos de aprender los presbíteros y obispos.
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda
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