viernes, 23 de noviembre de 2012


Martín Gelabert Ballester, OP 
Qué hizo Jesús no es la buena pregunta 



A propósito de muchas cuestiones algunos apelan, para saber a qué atenernos, a lo que hizo Jesús o a lo que dice el Nuevo Testamento. Ahora bien, para entender bien a Jesús hay que situarlo en su tiempo y lugar. Hay asuntos sobre los que Jesús no se pronunció. Y si encontramos algún texto en el Nuevo Testamento que tenga alguna relación con tales asuntos, no debemos olvidar que el contexto histórico y social del tiempo de Jesús era muy distinto al nuestro. Por tanto, no podemos trasponer tal cual la respuesta de Jesús, sin conocer, por una parte, el contexto en el que esa respuesta se dio y, por otra parte, sin analizar la situación actual a la que queremos responder.
  

Para un cristiano, Jesús es una referencia ineludible a la hora de tomar decisiones. Pero no podemos pretender que la decisión que tomamos nosotros, sea la que Jesús tomaría hoy. La decisión es responsabilidad nuestra. Y es posible que otro cristiano, situado en la misma tesitura, tome otra decisión distinta, igualmente legítima y evangélica, debido a que ha hecho un análisis distinto de la situación. ¿Qué responde mejor al amor evangélico? ¿Dar una limosna al pobre, entregar esa cantidad a una institución como “Caritas”, exigir responsabilidades a los servicios sociales del ayuntamiento o votar en las próximas elecciones a otro partido? No se trata de actos incompatibles, pero cada uno pondrá el acento preferentemente en uno u otro según el análisis que haga de la situación social del pobre. La buena pregunta a propósito de muchas cuestiones en las que buscamos inspiración en la persona de Jesús no es: ¿qué hizo Jesús?, sino: ¿qué debemos hacer nosotros hoy inspirándonos en el espíritu de Jesús? Esta pregunta nos obliga a asumir responsabilidades y, por tanto, a responder de nuestros actos.
  

Este modo de proceder vale no sólo para asuntos personales, sino también para asuntos eclesiales. Cuando, por ejemplo, se apela a que los sacramentos provienen de Cristo, ya hace tiempo que se abandonó la pretensión de buscar en el Nuevo Testamento la realidad sacramental actual. El sacramento tiene una referencia a Cristo y una configuración eclesial. De modo que a la referencia al pasado de Cristo hay que añadir una referencia a la actualidad de Cristo, o sea, al Espíritu Santo. Los sacramentos tienen así una doble autoría, Cristo y el Espíritu, y la segunda autoría deja a la Iglesia la posibilidad de interpretar y regular, como así lo ha hecho a lo largo de la historia. No hay ritos y misales inmutables, como el de San Pío V. Antes de este venerable Papa ya se celebraba la eucaristía. Su Misa y su rito tienen una referencia apostólica, pero también se deben a una intervención humana y eclesial que la misma autoridad humana y eclesial puede cambiar.

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