Pbro. Diego Fenoglio
Domingo
XXXIII del tiempo ordinario – Ciclo B 2012
“…mantener viva la esperanza…”
Cercanos ya al final del año
litúrgico, la liturgia de hoy nos presenta a través de la lectura del Antiguo
Testamento y del evangelio, textos relativos al final de los tiempos. Todo el
libro de Daniel es un llamado a la esperanza, característica principal de toda
la literatura apocalíptica. No se trata tanto de una revelación especial de lo
que sucederá al final de los tiempos, cuanto la utilización de imágenes que
invitan a mantener viva la esperanza, a no sucumbir ante la idea de una
dominación absoluta de un determinado imperio.
El texto que leemos hoy es
subversivo para la época, pues invita al rechazo del señorío absoluto de los
opresores griegos de aquel entonces que a punta de violencia se hacían ver como
dueños absolutos de las personas, del tiempo y de la historia.
Jesús es consciente y sabe que la
única forma de rescatar, el rumbo de la historia por los horizontes queridos
por el Padre y su justicia, es haciendo caer los sistemas que a lo largo de la
historia intentan suplantar el proyecto de la justicia querido por Dios, con un
proyecto propio, disfrazado de vida pero que en realidad es de muerte. Esta
tarea la debe realizar el discípulo, el que ha aceptado a Jesús y su proyecto.
Recordemos la intencionalidad teológica y catequética de Marcos: a Jesús, sólo
se le puede conocer siguiéndolo; y bien, el seguimiento implica no sólo ir
detrás de él, implica además, tomar el lugar de él, asumir su propuesta como
propia y luchar hasta el final por su realización.
Discípulas y discípulos están
entonces comprometidos en ese final de los sistemas injustos cuya desaparición
causa no miedo, sino alegría, aquella alegría que sienten los oprimidos cuando
son liberados. Esa debiera de ser nuestra preocupación constante y el punto
para discernir si en efecto nuestras tareas de evangelización y nuestro
compromiso con la transformación de lo injusto en relaciones de justicia está
causando de veras ese efecto que debe tener el evangelio o si simplemente
estamos ahí a merced de las corrientes del momento esperando quizás que se
cumpla lo que no ni siquiera pasó por la mente de Jesús.
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