Pbro Diego Fenoglio
Domingo
Ordinario XIII – Ciclo C 2013
“¿Quieres que ordenemos
que baje fuego del cielo,
y
que acabe con ellos?”
Un hijo y su padre estaban
caminando por las montañas. De repente, el hijo se cayó, se lastimó y gritó:
"¡AAAhhh!” Para su sorpresa, oyó una voz repitiendo, en algún lugar en la
montaña: "¡AAAhhh!” Con curiosidad, el niño grito: "¿Quién eres
tu?" Recibió de respuesta: "¿Quién eres tu?" Enojado con la
contestación, gritó: "¡Cobarde!" Recibió de respuesta: "¡Cobarde!"
Miró a su padre y le preguntó: "¿Qué sucede?" El padre sonrió y dijo:
"Hijo mío, presta atención". Y entonces el padre grito a la montaña:
"¡Te admiro!" La voz respondió: "¡Te admiro!" De nuevo el
hombre grito: "¡Eres un campeón!" La voz respondió: "¡Eres un
campeón!" El niño estaba asombrado, pero no entendía. Luego el padre
explicó: "La gente lo llama ECO, pero en realidad es la VIDA. Te devuelve
todo lo que dices o haces... Nuestra vida es simplemente reflejo de nuestras
acciones. Si deseas más amor en el mundo, crea más amor a tu alrededor. Si
deseas más competitividad en tu grupo, ejercita tu competencia. Esta relación
se aplica a todos los aspectos de la vida. La vida te dará de regreso
exactamente aquello que tu le has dado". Tu vida no es una coincidencia.
Es un reflejo de ti.
Nos advierte el relato de Lucas
que en muchas ocasiones en el camino del seguimiento las dificultades nacen de
nuestro apego a los bienes materiales, a las comodidades que nos ofrecen y, en
alguna medida, al poder que nos otorgan.
En otros momentos, es nuestra
resistencia a liberarnos de la seguridad de las normas, ritos y tradiciones
–también las religiosas- la que nos inhabilita para abrirnos a la novedad del
Evangelio. Quien tiene la mirada puesta en cuanto deja atrás “no vale para el
Reino de Dios”.
Un mundo muy alejado aún de la
fraternidad, un sistema generador de víctimas en forma de pobreza y de
muerte,... sigue necesitado de la disposición de los creyentes para escuchar y
atender la llamada de Dios, nuestra libertad entendida como entrega de la vida en
favor de los demás y nuestra decisión para denunciar y vencer tantos obstáculos
que se oponen a la causa del Reino.
Seguir a Jesús exige, en la construcción de un mundo
nuevo donde reine la justicia y la igualdad entre los seres humanos:
v Disponibilidad para vivir
en la inseguridad: “No tener nada, no llevar nada”. No se pone el
acento en la pobreza absoluta, sino en la itinerancia. El discípulo lo mismo
que Jesús, no puede programar, organizar la propia vida según criterios de
exigencias personales, de “confort” individual.
v Ruptura con el pasado, con
las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales que atan y generan
la muerte. Es necesario que los nuevos discípulos miren
adelante, que anuncien el Reino, para que desaparezca el pasado y viva el
proyecto de Jesús.
v Decisión irrevocable. Nada de vacilaciones, nada de componendas, ninguna concesión a las
añoranzas y recuerdos del pasado, el compromiso es total, definitivo, la
elección irrevocable.
Por otra parte, observamos una
nota de tolerancia y paciencia pedagógica en el evangelio de hoy. Un celo
apasionado de los discípulos es capaz de pensar en traer fuego a la tierra para
consumir a todos los que no acepten a Jesús... Llevados por su celo no admiten
que otros piensen de manera distinta, ni respetan el proceso personal o grupal
que ellos llevan. Jesús «les reprocha» ese celo. Simplemente marcha a otra aldea.
El seguimiento de Jesús es una invitación y un don de Dios, pero al mismo
tiempo exige nuestra respuesta esforzada. Es pues un don y una meta que nos
debemos proponer por amor, por enamoramiento de la Causa de Jesús, podremos
avanzar en el seguimiento.
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