martes, 11 de junio de 2013

  Martín Gelabert Ballester, OP 
Contrastes en la Catedral 



Si uno tiene la oportunidad de visitar un día festivo la Catedral de El Salvador, puede llevarse una gran sorpresa: la de encontrarse con dos Misas a la misma hora, una en la cripta (que ocupa todos los bajos de la Iglesia) y otra en la nave principal. Las dos con muchos fieles, gente sencilla y pobre, pero que denotan dos modos de ser Iglesia. En la cripta está enterrado el arzobispo Romero. Allí celebra un solo sacerdote, los cantos son populares y la predicación intenta acercar el Evangelio a los pobres. En la nave de la Catedral concelebran tres sacerdotes, ayudados de unos diez monagillos con túnicas rojas y roquete blanco y un buen incensario. A los lados del altar mayor destacan dos impresionantes cuadros: uno de la Divina Misericordia y otro de San Josemaría.



Que estas dos Eucaristías se den al mismo tiempo y en el mismo lugar es, sin duda, un signo de contraste, que muestra plásticamente algunas de la tensiones que se dan en la Iglesia. Pero puede ser también un signo alentador, que muestra que las tensiones no son malas. Más aún, si saben aceptarse, respetarse y convivir pacíficamente, como parece ser el caso en esta Catedral, son un anuncio real de que en la Iglesia cabemos gente de sensibilidades distintas, porque lo que importa no es el color del hábito o los santos de la devoción de cada uno, sino Cristo que nos une, y nos une porque somos distintos, pero también hermanos que debemos aceptarnos y querernos en nuestras distinciones.



En la Plaza de la Libertad de El Salvador, además de la Catedral (que, por cierto era la antigua Iglesia de los dominicos) está la Iglesia de la Virgen de Rosario, patrona de la archidiócesis, que es la actual Iglesia de los dominicos. A la entrada de esta Iglesia, amplia y modernista, hay un lápida que cubre los cuerpos de 21 personas masacradas por el ejército durante la guerra civil. Además de Oscar Arnulfo Romero y los mártires jesuitas de la Universidad, muchas otras personas fueron asesinadas en estos años difíciles. Durante las represiones de las manifestaciones populares, el ejército retiraba los cadáveres, pero en una de ellas la gente logró introducir 21 cadáveres en la Iglesia de los dominicos y como no pudieron llevarlos al cementerio, los enterraron allí. Y allí están como signo de unos tiempos que todos desean que no vuelvan y en los que la voluntad de Dios (voluntad de vida y convivencia) no se cumplía.



Me dicen que El Salvador lleva cien años armado. Y que la gente está cansada. Porque sigue habiendo discurso beligerante, anti comunista y anti capitalista, que no contribuye a la paz. La pobreza y sus secuelas (además de la Catedral y la Iglesia del Rosario, en esta plaza hay prostitución de todo tipo) tampoco son buenas aliadas de la paz. Dios quiera que esta tierra, bendecida con el sagrado nombre de San Salvador, encuentre la salvación.

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