EL RUÍDO DE ROTAS CADENAS
Siguen asesinando hermanos qom.
Algunos se ponen en camino, para denunciar el genocidio, para anunciar la potencia vivificadora de los pueblos originarios. Para que "la noble igualdad" siga demandando encaramarse a su trono.
Defienden la tierra para todos. Para que sus nietos, ¡y los nuestros! dispongan de los recursos naturales. Defienden la dignidad de su gente y su cultura. Se acercan al poder para reclamar y son destruidos. Sin eufemismos. Los matan como perros, como obstáculos que simplemente se corren de la ruta.
El imperio se cuida a sí mismo; nada más ciego ni más feroz que el dios dinero, que exige el sacrificio de tantas víctimas.
Los golpean como golpean a la Pacha, hasta morir; se desangran como los ríos de peces intoxicados.
Despedazan sus huesos a palazos, como parten las entrañas de la tierra con sus perforadoras y sus picos.
520 años arrancando, extrayendo, lo mismo da minerales que aliento vital.
Intentan preservarse saludables y muchos sin embargo son "contaminados", pactan con los poderes, se aferran a las migajas. Para sobrevivir, se dejan morir.
Otros se ponen de pie, a la cabeza de la marcha. Caminan con su gente, y lo entregan todo. Nos riegan de sangre fecundante. Nos convocan, como fuego milenario que espera nuevas rondas de danzas y cantos.
Imploran a la tierra, y a nosotros sus hermanos pequeños, que estemos de su lado, que salgamos juntos a sostener la vida del planeta, las culturas que habitan esta América nuestra "desde el origen", la diversidad que interpela.
Gritan, con el grito de los volcanes y los torrentes, que los pueblos tienen derecho a vivir, a levantar al viento su identidad. "Soplan sus sikus para saber que existen", para que la globalización no los englobe confundiendo todo en un mismo charco hegemónico al servicio de los poderosos de siempre.
Claman con los ríos que la vida fluye, que todos llegaremos al mar. Que no hay daño que no retorne, tarde o temprano, a quien lo ocasiona.
Nos gritan y nos cantan que "la tierra es una y para todos" y que los apropiadores de todos los tiempos están condenados a la esclavitud de su propia codicia.
Que la Pacha se está tomando revancha, que explota, inunda e incendia, congela y arrasa...
Que todavía estamos a tiempo de hacernos hermanos de la tierra misma, de conspirar con los ritmos de la naturaleza para recuperar los frutos y apaciguar el caos que amenaza con volver a tragarnos.
Queremos ser parte de su lucha.
Queremos abrazar sus ritos, para, juntos, celebrar la belleza, y amasar justicias más justas.
Sandra Hojman
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