Casaldáliga pide al Papa:
"Que la Iglesia se reconcilie con la Teología de la Liberación"
José M. Vidal
De Pedro a Francisco a traves de Adolfo. El Premio Nobel de la Paz argentino, Adolfo Pérez Esquivel, le transmitió al Papa Francisco un mensaje de Pedro Casaldáliga claro y directo: "Que la Iglesia se reconcilie con la Teología de la liberación".
Antes de visitar al Papa, en compañía del líder indígena Qom argentino, Félix Díaz, el Nobel argentino, Pérez Esquivel, llamó a su viejo amigo Pedro, obispo emérito de Sao Felix do Araguaia, poeta, profeta del os pobres y pastor de los indios.
Y el obispo brasileño de origen español aprovechó la ocasión para mandarle dos peticiones al Papa: que defienda a los indígenas y que rehabilite la Teología de la Liberación.
"Le llevé un mensaje de Pedro Casáldáliga, quien me dijo: 'Lo vas a ver a Francisco, decile que trate de escuchar, reflexionar y de llegar a un acuerdo, una reconciliación con los teólogos latinoamericanos. Que se preocupe por toda la cuestión de los pueblos originarios en el continente'. Eso, para mí, sería una señal positiva", afirmó el Nobel.
Tras la audiencia con el Papa, Esquivel reconoció: "Es verdad que existieron problemas con muchos teólogos de la liberación. Hay que revisar muchas cosas. Las teologías nunca son definitivas, son caminos a construir".
Sin saber lo que va a hacer el Papa al respecto, lo que sí tiene claro el pensador argentino es que "Francisco tiene un compromiso con los pobres. Es un pastor y esto lo está manifestando continuamente. Hay tiempo para todo, apenas lleva 100 días de Pontífice: No son fáciles los cambios ahí (en el Vaticano). Hay que esperar. No esperen cambios de golpe porque no se van a dar. Hay que dar pasos, hay que ver y orientar para identificar qué es lo mejor".
Paso a paso, pero en la dirección pedida por Casaldáliga: "Yo creo que el Papa promoverá la reconciliación con la Teología de la Liberación. El Papa es un pastor, otros fueron funcionarios. Ésta es la diferencia".
El Pacto de las catacumbas
El Nobel argentino también desveló que, en la reunión con el Papa que duró 45 minutos, le entregó una copia del llamado "Pacto de las catacumbas", un manifiesto firmado por 40 obispos, entre ellos grandes personalidades latinoamericanas, a los pocos días de la clausura del Vaticano II.
Cuenta Esquivel que el Papa, al ver entre los firmantes a Helder Cámara, Luigi Betazzi, Manuel Larraín, Leónidas Proaño, Sergio Méndez Arceo o Faustino Zazpe, exclamó: "Uy, quiénes está ahí".
Y el Nóbel explica que el tema le interesó mucho al Papa y, aunque no se comprometió a nada, dijo que lo iba a ensar. Por su parte Esquivel se comprometió a "reunir a los teólogos de la Liberación, como Leonardo Boff y otros, que tanto aportaron a la Iglesia"
Texto íntegro del Pacto de las Catacumbas
"Nosotros, obispos, reunidos en el Concilio Vaticano II, conscientes de las deficiencias de nuestra vida de pobreza según el evangelio; motivados los unos por los otros en una iniciativa en la que cada uno de nosotros ha evitado el sobresalir y la presunción; unidos a todos nuestros hermanos en el episcopado; contando, sobre todo, con la gracia y la fuerza de nuestro Señor Jesucristo, con la oración de los fieles y de los sacerdotes de nuestras respectivas diócesis; poniéndonos con el pensamiento y con la oración ante la Trinidad, ante la Iglesia de Cristo y ante los sacerdotes y los fieles de nuestras diócesis, con humildad y con conciencia de nuestra flaqueza, pero también con toda la determinación y toda la fuerza que Dios nos quiere dar como gracia suya, nos comprometemos a lo que sigue:
1. Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestra población en lo que toca a casa, comida, medios de locomoción, y a todo lo que de ahí se desprende. Mt 5, 3; 6, 33s; 8-20.
2. Renunciamos para siempre a la apariencia y la realidad de la riqueza, especialmente en el vestir (ricas vestimentas, colores llamativos) y en símbolos de metales preciosos (esos signos deben ser, ciertamente, evangélicos). Mc 6, 9; Mt 10, 9s; Hech 3, 6. Ni oro ni plata.
3. No poseeremos bienes muebles ni inmuebles, ni tendremos cuentas en el banco, etc, a nombre propio; y, si es necesario poseer algo, pondremos todo a nombre de la diócesis, o de las obras sociales o caritativas. Mt 6, 19-21; Lc 12, 33s.
4. En cuanto sea posible confiaremos la gestión financiera y material de nuestra diócesis a una comisión de laicos competentes y conscientes de su papel apostólico, para ser menos administradores y más pastores y apóstoles. Mt 10, 8; Hech 6, 1-7.
5. Rechazamos que verbalmente o por escrito nos llamen con nombres y títulos que expresen grandeza y poder (Eminencia, Excelencia, Monseñor...). Preferimos que nos llamen con el nombre evangélico de Padre. Mt 20, 25-28; 23, 6-11; Jn 13, 12-15.
6. En nuestro comportamiento y relaciones sociales evitaremos todo lo que pueda parecer concesión de privilegios, primacía o incluso preferencia a los ricos y a los poderosos (por ejemplo en banquetes ofrecidos o aceptados, en servicios religiosos). Lc 13, 12-14; 1 Cor 9, 14-19.
7. Igualmente evitaremos propiciar o adular la vanidad de quien quiera que sea, al recompensar o solicitar ayudas, o por cualquier otra razón. Invitaremos a nuestros fieles a que consideren sus dádivas como una participación normal en el culto, en el apostolado y en la acción social. Mt 6, 2-4; Lc 15, 9-13; 2 Cor 12, 4.
8. Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón, medios, etc. al servicio apostólico y pastoral de las personas y de los grupos trabajadores y económicamente débiles y subdesarrollados, sin que eso perjudique a otras personas y grupos de la diócesis.
Apoyaremos a los laicos, religiosos, diáconos o sacerdotes que el Señor llama a evangelizar a los pobres y trabajadores, compartiendo su vida y el trabajo. Lc 4, 18s; Mc 6, 4; Mt 11, 4s; Hech 18, 3s; 20, 33-35; 1 Cor 4, 12 y 9, 1-27.
9. Conscientes de las exigencias de la justicia y de la caridad, y de sus mutuas relaciones, procuraremos transformar las obras de beneficencia en obras sociales basadas en la caridad y en la justicia, que tengan en cuenta a todos y a todas, como un humilde servicio a los organismos públicos competentes. Mt 25, 31-46; Lc 13, 12-14 y 33s.
10. Haremos todo lo posible para que los responsables de nuestro gobierno y de nuestros servicios públicos decidan y pongan en práctica las leyes, estructuras e instituciones sociales que son necesarias para la justicia, la igualdad y el desarrollo armónico y total de todo el hombre y de todos los hombres, y, así, para el advenimiento de un orden social, nuevo, digno de hijos de hombres y de hijos de Dios. Cfr. Hech 2, 44s; 4, 32-35; 5, 4; 2 Cor 8 y 9; 1 Tim 5, 16.
11. Porque la colegialidad de los obispos encuentra su más plena realización evangélica en el servicio en común a las mayorías en miseria física cultural y moral -dos tercios de la humanidad- nos comprometemos:
* a compartir, según nuestras posibilidades, en los proyectos urgentes de los episcopados de las naciones pobres;
* a pedir juntos, al nivel de organismos internacionales, dando siempre testimonio del evangelio, como lo hizo el papa Pablo VI en las Naciones Unidas, la adopción de estructuras económicas y culturales que no fabriquen naciones pobres en un mundo cada vez más rico, sino que permitan que las mayorías pobres salgan de su miseria.
12. Nos comprometemos a compartir nuestra vida, en caridad pastoral, con nuestros hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos y laicos, para que nuestro ministerio constituya un verdadero servicio. Así,
* nos esforzaremos para "revisar nuestra vida" con ellos;
* buscaremos colaboradores para poder ser más animadores según el Espíritu que jefes según el mundo;
* procuraremos hacernos lo más humanamente posible presentes, ser acogedores;
* nos mostraremos abiertos a todos, sea cual fuere su religión. Mc 8, 34s; Hech 6, 1-7; 1 Tim 3, 8-10.
13. Cuando regresemos a nuestras diócesis daremos a conocer estas resoluciones a nuestros diocesanos, pidiéndoles que nos ayuden con su comprensión, su colaboración y sus oraciones.
Que Dios nos ayude a ser fieles
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