“¿El Papa ‘gran perdedor’ del Sínodo…? Al contrario”
En entrevista con el Vatican Insider el presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, Salvador Piñeiro García-Calderón hace un balance del apenas concluido Sínodo de los Obispos
ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ
CIUDAD DEL VATICANO
¿El Papa es el “gran perdedor” del Sínodo de los Obispos? El arzobispo peruano de Ayacucho y presidente de la conferencia episcopal de su país, Salvador Piñeiro García-Calderón, contradice la versión de la prensa anglosajona. En entrevista habla sobre las polémicas en torno a la asamblea de obispos y la decisión de Francisco de publicar todos los apartados del documento final, incluso los que no obtuvieron la mayoría calificada de los consensos.
El Papa fue muy explícito cuando constató la intensidad de los debates en el Sínodo. ¿Usted esperaba este clima de intensidad?
Dentro del aula hubo mucha fraternidad, se veía que algunos hermanos obispos habían recibido ecos de sus diócesis, por eso es importante el diálogo y abrir caminos. Existen temas sobre los cuales no existe un consenso general, pero un buen número de obispos quiere que se sigan reflexionando, porque en la teología moral debemos estar más instruidos, existen asuntos que el mundo pregunta con tanta pasión, por ejemplo el de la homosexualidad o los divorciados que pasan horas difíciles y muchos de ellos quisieran volver a ser acogidos en la comunión sacramental. Son temas que debemos seguir estudiando.
Aunque dentro del aula el desacuerdo no fuese tan palpable, afuera las divergencias fueron muy duras. ¿Ustedes estaban conscientes de ese ambiente exasperado?
En el círculo menor de lengua española en el cual participé hubo un gran consenso, todas las propuestas fueron unánimes, el diálogo fue fraterno, sin complejos y con humildad en la escucha. Algunos hermanos obispos estaban preocupados por las noticias que recibían de sus países. Pero en general, como no ha recordado el Papa, aquí no hay nada de secreteos, nada que no se quiera comunicar. Existe esa idea que la Iglesia cierra las puertas y es misteriosa pero no, se han publicado los detalles de las votaciones del documento final del Sínodo. Todo con mucho respeto y comunión. Quizás no somos buenos comunicadores, eso nos pasa. A veces pensamos que la gente ya entendió, que los medios de comunicación nos van a ayudar pero ellos están buscando qué se dijo entre líneas. De todas maneras hemos dicho lo que pensamos, sin acomodos.
Pero la no publicación de todos los discursos de los padres sinodales al principio llevó a algunos a pensar que el Sínodo estaba manipulado para generar una serie de aperturas que, en realidad, los obispos no querían. ¿Coincide?
Creo que no hubo manipulación. Somos gente grande, nos han tratado con mucha altura. Quizás falló la comunicación, cuando se publicó la “Relatio post disceptationem” (el reporte de mitad del Sínodo que causó encendidas polémicas por su excesiva apertura a gays y divorciados) no quedó en claro que incluía elementos de trabajo que estábamos estudiando. No es que estábamos definiendo. Además son temas de tanta profundidad dogmática y moral, que requieren precisión.
¿Piensa que este debate público en la plaza mediática provoca miedo en algunos obispos?
Algunos tienen ciertos miedos, sobre todo cuando se habla de diálogos con las culturas y las instituciones. Hay que ver también cuál es la realidad de cada sitio, lugares que estuvieron oprimidos con regímenes dictatoriales comunistas o pueblos que tienen costumbres milenarias en el Asia, en cambio en América hay mucha apertura al diálogo.
Varios medios de habla inglesa calificaron al Papa de “gran perdedor” en el Sínodo, después de la falta de mayoría calificada a los puntos sobre gays y divorciados en la relación final, ¿es así?
Al contrario, hemos visto el aplauso después de su mensaje, su cercanía, su cordialidad. Al contrario, nos vamos más robustecidos con Pedro, el Francisco de hoy. Tan cercano, sencillo, quien se mostró en una actitud de escucha. Puede ser que exista alguna prensa que interprete las cosas como quiere.
Estos periodistas daban por hecho que él se había decantado por una posición aperturista y el voto desfavorable lo interpretaron como una derrota.
De ninguna manera se había decantado, él como buen pastor escucha. En el aula sinodal se presentaron todas las posiciones, existen algunas conferencias episcopales como la de Alemania cuya mayoría de obispos pidieron al Sínodo estudiar estos temas delicados. Son Iglesias que viven estas dificultades con mayor intensidad. En mi patria no, en Perú la gente es muy respetuosa, ellos saben que si se divorciaron y volvieron a casar no pueden comulgar. A mi nunca me pidieron la comunión estas personas, si acaso una bendición. Pero en otros lugares estos problemas existen y los obispos deben cuidar a sus fieles, ofrecerles una solución, ver cómo los apoyan.
¿Cómo interpreta la decisión del Papa de publicar todos los números de la “Relatio Synodi”, incluso los que no obtuvieron las dos terceras partes de los votos positivos?
Desde el principio escuché que el santo padre quería que todo se publicara, para evitar esos malos entendidos. Que se diga: esto es lo que estamos trabajando y se conozca el sentido de los votos. Una cosa es la uniformidad y otra es la unanimidad. Todos tenemos el mismo pensar, pero con sus matices y hay que respetarlos. Eso es parte del diálogo y la tolerancia.
El discutir estos temas delicados como el trato a los homosexuales y los divorciados vueltos a casar, ¿significa que la Iglesia renunciará a su doctrina?
Son temas que preocupan a la Iglesia. Cuántas personas viven el dolor de la separación, quisieran participar plenamente en la comunión de la Iglesia o cuántas tienen estas tendencias tan difíciles en su vida sexual. A ellos hay que escucharlos, hay que ayudarlos, pero el tema doctrinal está muy claro en el Catecismo. A veces vamos a buscar otras informaciones, cuando deberíamos tener como libro de cabecera el Catecismo. Ahí está muy clara la vida matrimonial, la vocación conyugal del hombre y la mujer, mientras quienes viven la homosexualidad no deben sentirse marginados, condenados, la Iglesia los acompaña, los cuida. Pero eso sí, no vamos a permitir escándalos o malas interpretaciones.
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