El joven Ratzinger, el matriomnio y el «regalo envenenado» del estocismo al cristianismo
Cuando el teólogo bávaro, y futuro Papa, explicaba lo que distingue las doctrinas filosóficas de la mirada cristiana de la vida conyugal
GIANNI VALENTE
ROMA
El Evangelio no expresa una moral codificada. Parte de la teología moral cristiana retomó del estoicismo la concepción del matrimonio como instituto humano «según la naturaleza». Pero tal enunciado corre el peligro de convertirse en un «regalo envenenado» que la antigüedad dejó como herencia al cristianismo, si la referencia conceptual a la naturaleza («cuyo sentido, en realidad, no es totalmente unívoco») obscurece la fuente propia y original de la mirada cristiana sobre la realidad del matrimonio. Es lo que pensaba (y escribía) el teólogo católico Joseph Ratzinger, futuro Benedicto XVI, poco después del final del Concilio Vaticano II. En medio del debate y de las discusiones que están acompañando al Sínodo sobre la familia, con hordas de periodistas militantes que acosan a los padres sinodales con tal de desenmascarar sus planes para cambiar la «doctrina sobre el matrimonio de siempre», es revelador volver a leer las páginas que escribió el teólogo bávaro sobre el matrimonio y la familia, en sus resúmenes conciliares, que fueron reeditados en Francia en 2011 por Artége (J. Ratzinger, “Mon Concile Vatican II”, pp. 236-239).
Las consideraciones del joven Ratzinger forman parte de los análisis que él mismo aplicó en la “Gaudium et spes”, la Constitución conciliar pastoral sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo. Ya entonces, el juicio de Ratzinger sobre aquel texto conciliar era bastante crítico. En el esquema elaborado durante los trabajos sinodales había criticado el ingenuo optimismo con el que se confundían la esperanza cristiana y el entusiasmo por el progreso, así como la elección de un lenguaje ético universal, que tenía una función casi «ornamental» al lado de las referencias bíblicas y evangélicas. En cambio, después de que fuera aprobado el documento, en los párrafos que el futuro Papa dedicó al matrimonio y a la familia el juicio negativo aparece al revés. Se alaba la Constitución, porque sugirió cuál es la fuente original de la mirada cristiana sobre esas realidades, emancipándose de las herencias adquiridas desde los tiempos del cristianismo primitivo. Según Ratzinger, los contenidos de la “Gaudium et spes” hacen posible un «nuevo anclaje» de la moral católica con respecto al matrimonio a la mirada sobre la condición humana comunicada en el Evangelio, liberándola de las «formas intrínsecas» que hasta entonces prevalecían en la teología moral.
La argumentación de Ratzinger, como siempre, es férrea y no da nada por descontado. El Evangelio, explica el teólogo alemán, «no contiene una moral detallada, sino solamente una serie de imperativos concretos» y «una orientación nueva y fundamental que deriva de la antítesis entre ley y gracia». Justamente la constante llamada evangélica a la necesidad de la gracia revela, desde un punto de vista cristiano, los límites de toda moral que se presente como regla auto-fundacional y auto-suficiente para la salvación. En concreto, en el cristianosmo de los orígenes la cristalización de la idea moral «se inspiró en gran medida en los modelos contemporáneos del pensamiento moral y, en particular, en la ética estoica». Fue así que llegó a la doctrina moral católica el reconocimiento del matrimonio como realidad «según naturaleza» (“kata physin”), cuyo objetivo principal es la procreación y la propagación del género humano. El estoicismo reconocía en la naturaleza divina «el sentido divino universal». Para la visión estoica, la virtud consistía en vivir según la naturaleza del mundo, según el principio de conservación. Y los hombres tenían que elegir siempre lo que convenía a su naturaleza de seres racionales.
El reconocimiento del orden natural del matrimonio y de su principal finalidad provreativa estaban claramente en sintonía con la novedad del Evangelio. Pero con el «predominio» de estas dos «categorías» (así definidas por Ratzinger), asumidas como ejes de la teología moral católica y de la doctrina canónica, el llamado mecánico a la procreación y la referencia conceptual a la naturaleza acabaron tranformándose en un «doble regalo envenenado» que la antigüedad dejó como herencia a la moral católica sobre el matrimonio. La disminución exclusiva basada en dos criterios del estoicismo acabó por ocultar la fuente propia de la mirada cristiana sobre la realidad de la unión conyugal.
Según Ratzinger, el tratamiento del matrimonio en la “Gaudium et spes” parecía inmune, finalmente, a los antiguos «venenos». En él, indicaba el teólogo, «no aparece ni la locución de fin primario de la procreación, ni la de ética matrimonial “según naturaleza”». En el texto conciliar, Ratzinger veía surgir una «concepción personalista» de la dinámica matrimonial y no dejó de indicar sus límites intelectuales: citando a los obispos africanos y las narraciones de las situaciones concretas que se vivían en su continente, Ratzinger advertía que también la nueva mirada «personalista» sobre el matrimonio corría el riesgo de «desconocer el sentido esencialmente social del matrimonio mismo» y de caer, de otra forma, dentro «construcciones ajenas tanto a la realidad como a la Revelación». Al mismo tiempo, según Ratzinger el documento tenía el mérito de indicar la consciencia, la Palabra de Dios, la Iglesia docente y la responsabilidad social advertida frente a los hijos y a toda la comunidad humana como factores de los que podía surgir una mirada moral sobre el matrimonio propia de la experiencia cristiana. El rasgo característico de esta mirada cristiana sobre la familia y el matrimonio ya no se identificaba con la también legítima y loable asunción de visiones y conceptos ya codificados por culturas o sistemas filosóficos. La teología moral católica podía finalmente ver el amor conyugal mediante el paradigma proprio de las Sagradas Escrituras. «No es lo mismo preguntarse si las acciones de un individuo corresponden a la categoría de lo “natural” –escribió Ratzinger–, o preguntarse si corresponden a la responsabilidad frente a los hombres con los cuales la comunidad matrimonial entra en relación, que si se muestran responsables frente a la Palabra de un Dios personal que ha otorgado como modelo para el amor de los esposos la perfección de su amor, perfección revelada en el amor de Cristo por la Iglesia».
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