miércoles, 29 de octubre de 2014

Atar y desatar

Dolores Aleixander


Son dos verbos que en la Biblia aparecen casisiempre inseparables y amarraditos el uno al otro. Alguna vez se sueltan y se usan solos, como en la polémica de Jesús con el jefe de la sinagoga y él habla de desatar a un burro (¿habría cuadra en su casa de Nazaret? Vaya tema apasionante para una tesis doctoral…).

Y dijo lo de desatar para justificarse después de haber cometido la osadía, horrenda para el jerifalte sinagogal, de enderezar en sábado a una mujer que estaba encorvada (Lc 13,10-17). Quizá en el fondo tenía la secreta esperanza de desatar de su burricie a los que también vivían encorvados, solo que mucho peor, por mil y una prescripciones de la ley que gravitaban sobre sus espaldas como un fardo pesadísimo.
Qué buena ocasión la del Sínodo de la familia que estamos viviendo en este mes paradesatar a quienes viven con la conciencia abrumada por tantas normativas obsoletasque huelen al alcanfor con que nuestras bisabuelas guardaban sus enaguas.
Y para recordarnos que lo importante es vivir atados a las prácticas de Jesús y a su Evangelio, porque sólo ahí respiramos anchura y libertad.

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