miércoles, 11 de septiembre de 2013

  Martín Gelabert Ballester, OP 
¿Cuánto iban a invertir en las Olimpiadas? 



Es una buena pregunta: ¿cuánto tenían previsto invertir en los Juegos Olímpicos de Madrid 2020? 1.900 millones de euros parece. No es una mala cifra. ¿Qué van a hacer con ese dinero? Seguro que los responsables de administrarlo serán gente honrada y no se embolsarán ni un euro. Algunos se preguntan si no sería posible invertir ese dinero en sanidad, educación y políticas activas de empleo. Me imagino la respuesta: del dinero invertido en las Olimpiadas se esperan unos beneficios cuatro veces superiores. No está mal. ¿Y cuántos beneficios se esperan de lo invertido en sanidad, en educación y en políticas de empleo? A largo plazo, probablemente más. Pero aunque fuera bastante menos, convendría recordar que la política está al servicio del ser humano, sobre todo de los seres humanos más necesitados, y no está para lucimiento y prestigio de los políticos: “el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana”, dejó dicho, y bien dicho, el Concilio Vaticano II.



Lo que ocurre es que hay bienes que no tienen precio. Como no tienen precio no son mensurables. Como no son mensurables parece que no producen beneficios económicos. ¿Cuánto vale la buena educación? Se pueden pagar las horas de presencia en un Colegio (tanto del alumno como del profesor), pero la educación es impagable. Y, sin embargo, es lo único que debería importar en nuestros Colegios. La educación, la sanidad, la creación de empleo, contribuyen decisivamente a la paz social. ¿No vale eso más que todos los espectáculos olímpicos?



Madrid no va a celebrar los juegos olímpicos del 2020. Pero los organizadores no tienen porque quedarse sin trabajo. Lo que pueden hacer los madrileños y todos los políticos implicados en esos juegos fallidos es dedicar sus energías a otros juegos más interesantes y más necesarios: jugar a que la gente esté bien, a que sea feliz. Invertir el tiempo y el dinero que pensaban dedicar a los juegos a estimular su generosidad social, a trabajar por el bien de los demás, por tanta gente que necesita ayuda y que espera manos, brazos, corazones, energías y fuerzas para levantar el ánimo y recuperar las ganas de vivir.

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