Así nos salvó Bergoglio de la persecución militar»
Llega a las librerías “La lista de Bergoglio”, el libro de Nello Scavo con la historia inédita de los hombres y mujeres que recibieron ayuda del futuro Papa durante la dictadura
Gianni Valente
En Buenos Aires, muchos de sus amigos no lograban comprenderlo. «Pero, por qué no nos responde, por qué no dice la verdad a todo el mundo, para que se acaben todas estas mentiras», repetía el padre José María “Pepe” Di Paola, el sacerdote que coordina a los sacerdotes de las “villas miseria” de Buenos Aires Pepe se refería a las calumnias que desde hace años un periodista de izquierdas esgrimía contra Bergoglio, con el beneplácito de los sectores de la ultra-derecha argentina. ¿Las calumnias? Que Bergoglio colaboraba con la dictadura militar y, en particular, colaboró con el arresto de dos jesuitas, Francisco Jalics y Orlando Yorio, acusados de ser comunistas subversivos.
El 13 de marzo, cuando Bergoglio se convirtió en Papa Francisco, las acusaciones volvieron a circular con vehemencia en los blogs y sitios de algunos periódicos que trataban de encontrar material para perjudicar al nuevo sucesor de Pedro. Esa misma tarde, el periodista de “Avvenire” Nello Scavo comenzó a seguir las pistas on-line del “Papa que convivía con los dictadores”. No pretendía defender teoremas preordenados ni mucho menos lo impulsaban intenciones hagiográficas. Como cronista de asuntos jurídicos, sabía muy bien que encontrar una prueba de las acusaciones en contra del nuevo Papa habría sido un “scoop” estelar. Y sabía también que la reconstrucción honesta de los hechos no admite censuras o prejuicios.
Esa noche especial comenzó su extensiva investigación, que ahora aparece en el libro “La lista de Bergoglio”, publicado por la editorial Emi y que saldrá a la venta mañana en las librerías. Un libro que tiene un ritmo muy marcado y que contiene un apéndice al final con las actas de los interrogatorios a los que fue sometido Bergoglio durante el proceso sobre los crímenes cometidos en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (la famosa Esma) durante la dictadura.
Durante los primeros días del Pontificado del nuevo Papa, las sospechas y las mentiras sobre Bergoglio, que aparecían gracias a un ciego y frenético “copia y pega” en diferentes sitios, se desinflaron a una gran velocidad. De los dos de los jesuitas que habían sido presentados como las “víctimas” de Bergoglio, el que todavía sigue vivo había desmentido todo. El mismo periodista acusador había admitido que las palabras de Jalics habían aclarado «definitivamente» que Bergoglio no tenía ninguna responsabilidad. Mientras tanto, la investigación de Nello Scavo continuaba su curso. El reportero, siguiendo la pista falsa que sugerían las manipulaciones informativas, no encontró el “scoop”, sino mucho más. Encontró decenas de testimonios convergentes que narran las operaciones y los sistemas que se inventó Bergoglio –que entonces era un jovensísimo provincial de los jesuitas argentinos– para proteger y salvar a muchos potenciales desaparecidos, hombres y mujeres que acabaron en la mira de la represión del régimen. Según Scavo serían por lo menos cien personas.
Gran parte de los casos que reconstruye el libro se desarrollan en el Colegio Máximo en San Miguel –en el área metropolitana de Buenos Aires, en donde vivía Bergoglio– y en la cercana Universidad del Salvador, también relacionada con los jesuitas. Fue allí que Jorge Mario, que no llegaba ni a los cuarenta, alojaba a los disidentes buscados por los militares y sus matones, solos o en pequeños grupos, haciéndolos pasar como estudiantes que estaban haciendo ejercicios espirituales. Para muchos de ellos, que corrían mucho peligro, la estrategia de socorro de Bergoglio llegaba incluso al exilio. Gracias a la reconstrucción de estas historias se descubre claramente que las iniciativas de Bergoglio formaban parte de una red de apoyo entretejida por los jesuitas en todo el Continente, con todo y documentos para expatriar a los que tenían que huir.
En las 192 páginas del volumen se deslizan los nombres, los rostros y las historias de muchos de los protegidos y salvados por las iniciativas que puso en marcha el futuro Papa. Se respira el clima desesperante de aquella Argentina. Se descubren, diseminados entre las historias, detalles y matices elocuentes sobre el consuelo que Bergoglio ofrecía en aquel tiempo tan oscuro. Aparece el militante uruguayo Gonzalo Mosca, a quien Bergoglio ayudó a huir a Brasil, no sin antes regalarle las obras de Borges y una «radio para mantenerme informado».
También están tres seminaristas que le había encargado Enrique Angelelli, el obispo de La Roja que poco tiempo después habría sido asesinado por los militares (que simularon un accidente de tráfico). Están Ana y Sergio Gobelin, dos cristianos involucrados en el trabajo pastoral y de movilización social en las villas miseria de Bajo Flores. Bergoglio fue a encontrarse con ellos a las villas, celebró su matrimonio pero poco después Sergio habría sido arrestado por una escuadra de cazadores de disidentes. Bergoglio logró hacer que lo liberaran con la colaboración del Cónsul italiano Enrico Calamai, y ayudó a ambos a huir a Friuli tras convencerlos de que no habrían podido continuar con su misión muertos.
Está el jesuita Juan Manuel Scannone, exponente de la “Teología del Pueblo”, en la mira del aparato militar por la acusación de subversión comunista de siempre. Scannone declaró: «él me cubrió la espalda, me salvó. Y lo hizo en diferentes circunstancias». Bergoglio, en esa época, evitaba los reflectores. Se movía con un estudiado “bajo perfil”, tratando de aparentar no estar en ansia por lo que sucedía en su país. Aconsejaba constantemente a pequeños contingentes para evitar que cayeran en las manos de los sicarios del régimen, porque «no es momento para hacer el héroe». Cuando hacía viajes en coche y él iba manejando, evitaba ver por la ventanilla. No decía por teléfono cosas comprometentes y no las escribía. Hablaba en código. Detalles psicológicos que no son secundarios y que obedecen al criterio, siempre teniedo en consideración pro Bergoglio, del “primum vivere”. El mismo que disipó sus dudas y lo convenció a encontrarse con el general Videla y el almirante Massera, hombres fuertes de la dictadura, con tal de favorecer la liberaciónd e Yorio y Jalics.
En las páginas del libro también aflora esa reserva que siempre ha mantenido Bergoglio al respecto. Una consigna del silencio que también impera entre los que se beneficiaron de la “Bergoglio’s list”. Una decisión que indica pudor y reserva, pero revela sobre todo un aspecto mucho más íntimo del perfil del actual obispo de Roma. Entonces como ahora, los que hablan en su lugar son los hechos: no se responde a las ofensas y a las acusaciones de los malintencionados, no se ostenta el bien hacia el prójimo, es más se olvida.
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