sábado, 7 de septiembre de 2013

«La Teología de la liberación es irrenunciable»
Gerhard Ludwig Müller
Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe


Fragmento de “De la parte de los pobres. Teología de la liberación, teología de la Iglesia”




La historia del mundo es, sobre todo, el escenario de la lucha dramática entre las fuerzas dialécticas de gracia y libertad, por un lado, y pecado  y opresión, por otro. Pero la historia en su núcleo más íntimo es, de cualquier manera, historia de la salvación, porque Dios –en cuanto creador y redentor del mundo y del hombre– se puso a sí mismo como fin objetivo del movimiento histórico y de la acción humana de liberación. 





Así pues, quien participe activamente en la liberación está de parte del Liberador divino. En práctica, se trata de la participación transformadora en el proceso histórico hacia el fin trascendente e inmanente del mismo. Quien actúe por la liberación ya está de parte de Dios, aunque tenga plena consciencia o no [...] 





Es posible mostrar el arraigo de la Teología de la liberación original en la revelación bíblica y en la gran tradición teológica y doctrinal de la Iglesia. Y aunque –en cuanto a la construcción de los propios fundamentos– se encuentre todavía en una fase de desarrollo, las carencias y las incongruencias que surgieron con algunas posturas, con el fuerte impacto mediático, de algunos representantes de la Teología de la liberación no pueden poner en discusión la validez de sus grandes adquisiciones de fondo. 





Con base en las exigencias de la vida eclesial y de la misma teología, es necesario afirmar que la Iglesia en el tercer mundo, pero también la Iglesia como Iglesia universal, no puede renunciar a un nuevo desarrollo y a una aplicación de la Teología de la liberación. Solo mediante la Teología de la liberación, la teología católica (a nivel universal y a nivel de cambio histórico) ha podido emanciparse del dilema dual de “más acá” y “más allá”, de felicidad terrenal y salvación ultraterrenal; o, respectivamente, de la disolución monística de un aspecto en el otro. Sin embargo, es un dilema que el marxismo no generó, sino que solamente expresó. 





Por último, pero no menos importante, por estas razones la Teología de la liberación debería ser considerada incluso como una alternativa radical ante la concepción marxista del hombre ya la utopía histórica que surgió de ella. Justamente el presupuesto metodológico de la Teología de la liberación –el de comenzar por una praxis transformadora– no es más que la reformulación del evento original de la teología: primero está la secuela de Cristo y de ella surge la formulación de la profesión sobre quién es realmente Jesús. 





Incluso puede darse que, en la coyuntura actual, el interés por la Teología de la liberación en la opinión pública esté disminuyendo. Pero, a la luz de las cuestiones objetivas nunca resueltas, esta desempeña una obra indispensable para el servicio de la Iglesia de Cristo a favor de la humanidad, un servicio transformador, a nivel de la reflexión y de la pastoral. La Teología de la liberación es irrenunciable, tanto a nivel regional como para la comunicación teológica universal. 





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