viernes, 26 de diciembre de 2014

Gonzalo Salesky 

en primera persona

Te presentamos a un matemático decidido a narrar historias y escribir poesía. Ganó su primer premio en el V Concurso Internacional de Poesía “Caños Dorados”, en España.


Gonzalo Salesky en primera persona
Por  | dnicodemus@redaccion351.com

El artista en cuestión tiene 35 años, nació y vive en Córdoba. Gonzalo Salesky estudió profesorado de matemática (aunque todavía no se recibió) y trabaja en dos colegios de la ciudad. Escribe poesía, narrativa corta y hace poco empezó con pequeñas obras de teatro.

Tiene el hábito de la lectura que imitó de sus padres. “Aurelio, mi papá, también escribía. Publicó ocho libros, ganó concursos literarios y fue una gran influencia para mí. Y quien ahora me ayuda y motiva muchísimo es mi hijo Tomás, de 12 años. Es el único que lee mis borradores, me sugiere correcciones y es un crítico implacable”, comenta Gonzalo.

¿De qué se tratan sus cuentos? Son relatos pertenecen al género fantástico, a la ciencia ficción o al terror. 

¿Cuándo los empezó a compartir? Recién en el año 2008 mostró lo que al principio escribía sólo para él. Recibió dieciséis premios, ocho de ellos en España. A través de los concursos, pudo publicar obras en más de cuarenta antologías de distintos países. Sus creaciones son tres libros, titulados “2011” (de poemas y cuentos), “Presagio de luz” (poemas) y “Ataraxia” (poemas y cuentos). Los tres tuvieron pequeñas tiradas, pero se los puede encontrar en Internet para su descarga gratuita.

Aquí compartimos su poema “Calla”, ganador del V Concurso Internacional de Poesía Caños Dorados
Calla cuando llora,
cuando escribe,
cuando se derrama o se vende la poesía.
Calla porque el vértigo es inútil
y las palabras sobran.
Porque su vida, sin callar,
casi no es vida.
Porque el látigo del alba lo desvela.
Calla cuando otros cantan,
cuando gritan,
cuando dan rienda suelta a la pasión.
Porque el dolor aún no termina,
se mantiene delante de sus párpados.
Se calla aunque no sangre
porque las heridas más profundas
maduran en silencio.
Calla cuando escapa,
cuando pierde,
cuando quiere querer,
cuando enamora.
Cuando lo olvidan como a un ave de paso,
cuando imagina lo feliz que pudo ser.
Cuando la brisa amontona los recuerdos,
se encuentra con sus miedos
y el silencio lo envuelve cada noche.
Calla
porque el mundo ha sido así y lo será siempre,
porque las náuseas lo mantienen despierto,
porque es mejor callar que estar dormido.
Es mejor imaginar la primavera,
palpar las huellas que deja la nostalgia,
oír al cielo y sus plegarias por la lluvia.
Calla
porque es inútil vivir, seguir viviendo
o soñar que sirven de algo las palabras.
Calla porque el dolor es sabio,
el llanto y el sudor van de la mano,
la memoria ha sido buena compañía.
Calla cuando delira,
cuando implora,
cuando anhela dejar de ser silencio.
Porque el reloj y el almanaque son tiranos,
porque la luna también calla como él
y las estrellas son tantas y tan pocas…
porque el sol ya se ha olvidado del otoño.
Porque la verdad no es una sola,
porque en la tinta, tan llena de mentiras,
los profetas del odio se consumen.
Porque el amor es excusa
y el fuego y la pasión siempre se apagan.
Porque la pena es alimento del espíritu,
la sangre tira,
no olvida y se subleva,
el destino se hace cómplice del viento,
la soledad va estrechando los caminos.
Calla al recordar otras vidas,
al contemplar las huellas que se alejan
cuando galopa en su pecho
el arco iris blanco y negro del olvido.
Calla
cuando lo obligan a ser
y cuando todo lo que existe alrededor
se desvanece,
fugaz,
se hace invisible.
Porque la historia está llena de secretos,
de dioses y de hombres que han callado,
que han visto más allá de las tormentas.
Que han probado alguna vez la libertad,
que tienen poco y nada pero sueñan,
que arrojan piedras a un estanque vacío.
Que enfrentan al futuro
aunque jamás lo entiendan,
saben que el tiempo es mucho más que la nostalgia,
que el alma sólo existe si se entrega.
Calla por tantos que se han ido,
que ahora son polvo y huesos o agonía.
Porque el momento de esperar ya ha terminado,
porque comprende que pronto ha de partir
callado como el viento,
acariciando el mar,
cumpliendo las promesas del pasado

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