jueves, 27 de noviembre de 2014

SER PROFETAS HOY


     Cuando hablo con amigos y amigas la nota predominante es el desaliento. También hay una indignación contenida. Ruido, demasiado ruido por todas partes, en los medios de comunicación, en relaciones tantas veces superficiales, políticamente correctas, en nuestros niños y jóvenes cada vez más mediatizados por las nuevas tecnologías (también más adictos), en las tertulias de salsa rosa en dónde parece tener más razón quien más grita, o en debates acalorados de política que cuentan con contertulios que se  atropellan verbalmente, que dan muestra de escasa capacidad de escucha, y en no pocas ocasiones con mal gusto y poca educación.

     Nunca tuvimos tantas posibilidades de comunicación. Sin embargo parecemos desamparados, desconectados de nuestra esencia humana, de nuestro interior. Eso da qué pensar. A mí legítimamente me preocupa.

     Todo profeta, antes de hablar, buscaba el silencio, eso forma parte de la más genuina tradición bíblica. Dios habla en el silencio.

     Permitidme una imagen poética: cada noche Él llena nuestros corazones de esperanza, pero lo hace en silencio, y lo hace pronunciando nuestros nombres con una delicadeza extrema. Estemos dormidos o despiertos, trabajando o en reposo Dios no deja de pronunciarnos. Reivindico, pues,  el silencio, aunque sólo sea para que nos tranquilicemos. ¡Quién sabe, quizás comencemos a oír esa vocecilla de nuestra conciencia que nos invita a pararnos, a mirar, a contemplar!

     Después llegará un segundo momento, discernir, leer los signos de los lugares y de los tiempos. No podemos ser ingenuos. Ya decía Antonio Machado que “antes de decir lo que se piensa hay que pensar lo que se dice”.

     ¡Podemos pensar en tantas cosas! Por ejemplo en la educación de nuestros hijos, en los pros y las contras de las nuevas tecnologías, en las fronteras que nuestros políticos intentan defender (Melilla). A propósito de esto último dice el poeta granadino Luis García Montero: “La sociedad que pierde su dignidad humana en una frontera acaba tratando a todos los suyos como si fuesen extranjeros”.

     También podemos pensar en el silencioso genocidio del hambre, en el sucio negocio de la guerra, en la enfermedad del ébola a la que ponemos nombre después de treinta y ocho años porque ha llegado a nosotros y hemos tenido miedo al contagio. Mientras los que morían eran negros nada o poco importaba, como nada o poco importa el que un continente entero (África) siga sufriendo muerte por malaria. Ya veis que son muchos los signos de los tiempos y de los lugares.

     El profeta discierne en silencio para llegar al tercer paso: decir en conciencia la Palabra, no la que él crea, no la que más le convenga, sino la que Dios le pide que diga. Eso implica ánimo, valentía, audacia. Eso implica aceptar que la vida se te puede complicar, porque pones nombre a la realidad y denuncias las injusticias y atropellos tanto en España, pero sobre todo fuera de ella.

     No es de extrañar que diga la Biblia que la suerte de los profetas es morir asesinados o ser perseguidos, apedreados a las afueras de la ciudad. Ellos no se echaron atrás. El mismo Jesucristo ya sabemos cómo acabó: crucificado brutalmente fuera de la cuidad considerado como un criminal peligroso y blasfemo.

     Me paro aquí, sólo pretendo con estas líneas reflexionar en voz alta. Apelo a la condición de profeta que llevo dentro por mi condición de bautizado, también a la vuestra.

     Para vencer la tentación de la desesperanza que nos venden los mercaderes del consumo necesitamos aunar nuestras esperanzas, todas, las de los hombres y mujeres de buena voluntad y atrevernos a caminar juntos, a imaginar proyectos nuevos, a soñar horizontes mejores para las generaciones venideras, aunque lo que vivimos ahora parezca llevarnos la contraria.

     Dejad que el silencio os habite y tal vez os llevéis, nos llevemos, una grata sorpresa. Doy por finalizada mi reflexión mientras oteo desde el peñón de Salobreña un horizonte descaradamente azul.

                                  Fraternalmente siempre, Paco Bautista.


                                  Vélez Benaudalla, 5 de noviembre de 2014.     

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