martes, 18 de noviembre de 2014

Ciencia, filosofía y fe


Hay personas que piensan que lo que dice la Biblia a propósito de la creación del mundo y del ser humano ha quedado totalmente superado por la ciencia. Si superado quiere decir que la ciencia explica las cosas con una perspectiva y un lenguaje muy distintos al de la Biblia, podemos estar de acuerdo: Dios, evidentemente, no ha creado el mundo en seis días. Pero si superado quiere decir que lo que dice la Biblia ha dejado de ser verdad, entonces no estoy de acuerdo, aunque reconozco que hay que explicar bien esa verdad bíblica. Lo que sí me parece que está superado es la alternativa entre creación y evolución. Tanto las ciencias naturales como la fe, hablan de lo mismo, aunque con perspectivas diferentes, ambas importantes para nosotros.

Las ciencias naturales quieren describir de la manera más exacta los datos y los hechos. Quieren analizar los componentes físicos, químicos, biológicos y neurológicos. Y descubren una serie de conexiones y de leyes que explican los distintos momentos de una evolución, que han conducido a la aparición de la vida y, finalmente, de los seres humanos. Pero con esto no han dicho todo lo que puede decirse sobre el mundo y sobre el hombre. Podemos explicar las funciones químicas del cuerpo humano y de su cerebro, y no por eso hemos comprendido al ser humano.

¿Por qué existe algo y no la nada, por qué hay evolución? ¿Por qué el universo está constituido de esta manera, por qué resulta inteligible? ¿Qué sentido tiene la vida humana? ¿Cómo debemos comportarnos con la naturaleza? ¿Hay algún límite para nuestro comportamiento? Todo ser humano, de un modo u otro, se plantea estas u otras preguntas parecidas. Y cuando trata de responderlas ya no está haciendo ciencia, sino filosofía. Cuando nos planteamos estas preguntas ya no buscamos explicaciones; buscamos comprendernos a nosotros mismos y buscamos comprender cómo debemos relacionarnos con la naturaleza y con los otros seres humanos.

Finalmente, las personas que creen en Dios, además de querer comprender el universo y la vida, se admiran ante tanta maravilla y dan gracias a Dios por su existencia. Porque entienden que, de un modo misterioso, Dios está en el origen de todo lo que existe. Y que la vida es un regalo que Dios nos ha hecho. Las personas que creen en Dios se maravillan ante los portentos que es capaz de realizar el ser humano en el campo del arte y de la técnica, pero también en el campo del amor al prójimo. Las personas religiosas se duelen también ante el sufrimiento que hay en el mundo y el dolor que provocamos los hombres. Este sentimiento de admiración y de gratitud nos abre a la responsabilidad y a la idea de que, detrás de tanta maravilla, está la mano de un Dios que no sólo es poderoso, sino esencialmente bueno.

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