miércoles, 19 de noviembre de 2014

¡HIPÓCRITAS!

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Antonio Bentué

 
 
 
 
 
 
 
 

Ya el salmista se había indignado ante la hipocresía de quienes usaban a Dios para sacralizar sus propios intereses mundanos: “Por qué vas repitiendo mis preceptos y estás hablando siempre de religión, tú que no vives de acuerdo a mis enseñanzas y te echas mis palabras a la espalda” (Ps 50, 16-17). Es la hipocresía de usar a Dios en función de los propios intereses de riqueza y de poder, que motivó también al profeta Jeremías a criticar radicalmente el cumplimiento hipócrita de la Torah, convertida en ideología funcional a intereses mundanos: “Vendrán días en que yo pactaré una nueva alianza. No será como la que pacté con sus padres    (¡la Torah de Moisés!)…Cuando llegue el tiempo pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones y  ya no tendrán necesidad de maestros para enseñarse mutuamente diciendo: conoce a Dios” (Jr 31,31), (“directores espirituales” que, con religión, intentan acallar las conciencias de la gente poderosa )… Esa misma hipocresía es la que llevó al auténtico Jesús de los evangelios, -que no es el de colegios de grandes “Cumbres” sociales-, a rebelarse contra autoridades religiosas “formales”, con los términos más duros que ha recogido la transmisión histórica de sus Palabras: “¡Ay de Ustedes, maestros de la Ley, fariseos hipócritas!...¡Guías ciegos, Ustedes llenan el plato y la copa en robos y violencias mientras, por encima, echan una bendición! ¡Fariseo ciego! Purifica el interior y después purificarás también el exterior” (Mt 23, 13ss). Ahí no caben las apariencias de frases bonitas exculpatorias en situaciones de flagrantes abusos de poder, tan típicas de la hipocresía política y político-religiosa del tipo “tengo la conciencia muy tranquila”. Frente a ello, el evangelio ha conservado la palabra más dura de Jesús: “Yo les digo que se perdonará a los hombres cualquier pecado, incluso si blasfemaron contra el Hijo del hombre; pero quien peque contra el Espíritu Santo no será perdonado ni en este mundo ni en el otro!” (Mt 12,32).               

Apelar a la “conciencia”, haciendo trampa con la misma conciencia (=pecando contra el Espíritu), esa es la hipocresía imperdonable, a la cual el ser humano deberá renunciar si pretende ser perdonado, reconociendo ante Dios (y ante los hombres) la verdad; de lo contrario el perdón divino es imposible, aun cuando se logren engañosos y engañados perdones humanos.              

Ante el espectáculo acumulado de abusos de poder por parte de la institución de Legionarios, en el mundo y en Chile, la gente tiene derecho a confiar más en la honradez del fallo del tribunal,         -aun cuando también ésta pueda verse limitada debido al poder de los inculpados-, que en la palabra de quien, apelando a la inocencia subjetiva de su conciencia, pretende tapar los datos evidentes, debido a los antecedentes objetivos involucrados; y, lo más grave, pasando a llevar a las víctimas inocentes (denunciantes) de ese abuso de poder.   

Y sería éste el momento preciso, por parte de la Iglesia, de emitir una palabra clara contra la hipocresía, en nombre del Jesucristo auténtico, el de “Bienaventurados los pobres porque es de ellos el Reino de los cielos” y “!Ay de los ricos¡” (Lc 6,21 y 24)”ya que  es muy difícil que un rico pueda entrar en el Reino de los cielos (por mucha “religión que le meta” para cubrir sus espaldas); es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de Dios” (Lc 18,25).
Desde la realidad del Dios revelado en la visibilidad del Jesús del evangelio, -el Dios encarnado no en el centro de poder, sino en la periferia de un “pobre nazareno”-, la Iglesia de Jesucristo es urgentemente llamada a desenmascarar las hipocresías pseudoreligiosas, tal como, a Dios gracias, lo intenta de mil formas el mismo Papa Francisco.

Y de poco sirven los intentos por “sacralizar los criterios mundanos” ¡poniéndole “cruces” al mismo mundo! La inserción de la Iglesia en el mundo no puede ser la mundanización “religiosa” del evangelio, sino la evangelización auténtica del mundo: “No amen al mundo…Pues los criterios mundanos son la búsqueda del placer indebido (aunque se intente camuflar), la ambición de poder y la codicia de riqueza. Eso no viene del Padre, sino del mundo y pasa con el mundo; sólo está en firme quien se rige (sin hipocresía) por la voluntad de Dios” (1Jn 2, 15-17), tal como ha sido revelada en la visibilidad del Jesús del evangelio, el mismo que proclama “Felices los pobres y Ay de los ricos!” si no relativizan efectivamente (de corazón) su riqueza. Dispuestos, por lo mismo, a compartirla. De no ser así, la riqueza no pertenece a Dios, sino a Satán, como lo expresa el mismo evangelio de Lucas: “El diablo llevó a Jesús a un lugar alto y le mostró todas las naciones del mundo, y le dijo: Te daré todo el poder de estos reinos y toda su riqueza, puesto que me han sido entregadas a mí (Satanás) y yo las doy a quien quiero…”(Lc 4, 6).
Una “teología de la prosperidad” y de la “propiedad privada” desvinculada del ordenamiento de la riqueza en función real del bien común, “es pecado” (Tomás de Aquino, Summa Th.II-II, q.66. a.2 ad 2m), el mismo que, en el Sínodo episcopal de Medellín y luego en el de Puebla, es denominado “pecado social” (Medellín,Doc. Pastoral de Elites, n. 13; Doc. de Puebla n. 28), el que provocan los “ricos cada vez más ricos, a costa de pobres cada vez más pobres” (Puebla n. 30).

                                                                 
Antonio Bentué,   Teólogo  
Santiago, 18 de noviembre de 2014     

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