Los obispos estadounidenses
en misión por los migrantes
La Misa en la frontera con México para denunciar, como Francisco, la globalización de la indiferencia. O'Malley: «Venimos a llorar a los innumerbales migrantes que arriesgan sus vidas»
PABLO LOMBÓ
«Nos encontramos hoy aquí para ser vecinos y encontrar a un vecino en cada una de las personas que sufren y arriesgan sus vidas y a veces las pierden en el desierto», explicó el cardenal O’Malley en la homilía de la Misa por los migrantes en la ciudad fronteriza de Nogales. El obispo de Tucson, Gerald F. Kicanas, y el mismo O’Malley ofrecieron la eucaristía a los fieles presentes que se encontraban al otro lado de la valla que separa ambos paíeses.
A pocos días del encuentro entre Papa Francisco y el presidente Barack Obama, en donde, entre otros temas, afrontaron el de la migración y la reforma migratoria, los obispos de los Estados Unidos llevaron a cabo una importante visita a la ciudad de Nogales, en la frontera con México, para recordar a los más de 6.00 migrantes que desde 1998 han perdido la vida en el desierto tratando de llegar a una vida mejor. Esta visita fue una iniciativa del Comité de migraciones del episcopado estadounidense.
Siguiendo los pasos de Francisco, peregrino en Lampedusa, el arzobispo de Boston, cardenal Sean O’Malley, Eusebio Elizondo, obispo auxiliar de Seattle, Gerald F. Kicanas, obispo de Tucson, John C. Wester, obispo de Salt Lake City, Mark Seltz, obispo de El Paso, Óscar Cantú, obispo de Las Cruces, Ricardo Martínez, obispo emérito de Las Cruces, y Luis Zarama, auxiliar de Atlanta, estuvieron esta mañana en la ciudad de Nogales subrayar el sufrimiento humano provocado por la migración de tantísimas personas, argumento muchas veces ignorado en los debates nacionales. «La forntera entre Estados Unidos y México es nuestra Lampedusa», había explicado el obispo Elizondo al presentar esta visita. «Esperamos que subrayando los daños que provoca el sistema migratorio en estas personas, nuestros hermanos, los oficiales elegidos comiencen a reformarlo», añadió Elizondo.
El cardenal O’Malley, uno de los ocho consejeros de Papa Francisco, comenzó su homilía recordando su experiencia con muchos migrantes de toda América Latina en el “Centro Católico” de Washington D.C.. «Venimos a llorar al desierto de Arizona a los innumerbales migrantes que arriesgan sus vidas en manos de los “coyotes” y de las fuerzas de la naturaleza para venir a los Estados Unidos. Cada año se encuentran 400 cuerpos en la frontera, cuerpos de hombres, mujeres y niños que tratan de entrar a los Estados Unidos. Y estos solo son los cuerpos que son encontrados», dijo el arzobispo de Boston, quien recordó que «el año pasado alrededor de 25,000 niños, la mayor parte de Centroamérica, llegaron a los Estados Unidos sin la compañía de un adulto. Decenas de miles de familias separadas debido al diseño de la migración. Más de 10 millones de migrantes indocumentados están expuestos a la explotación y a la negación de los servicios humanos básicos, además de vivir constantemente en el miedo. Ellos contribuyen –subrayó O’Malley– a nuestra economía con su trabajo duro, a menudo contribuyendo con billones de dólares cada año para los fondos de seguridad social y de programas médicos a los que nunca tendrán acceso».
En Lampedusa, Papa Francisco advirtió y denunció la «globalización de la indiferencia», hablando sobre los migrantes que llegan a las fronteras de Europa a través del Mediterráneo, en el que también han perdido la vida miles y miles de personas. Al recordar el gesto del Pontífice, el cardenal O’Malley insistió en que Francisco ha llamado a la Iglesia «a salir a las periferias a buscar a nuestros vecinos en sitios de oscuridad y dolor. Estamos aquí para descubrir nuestra identidad como hijos de Dios, y descubrir de esta manera quiénes son nuestros vecinos, quienes son nuestros hermanos y hermanas. Como nación de inmigrantes deberíamos sentir una identificación con otros grupos de migrantes que tratan de ingresar a nuestro país». «Nos encontramos hoy aquí –recordó– para ser vecinos y encontrar a un vecino en cada una de las personas que sufren y arriesgan sus vidas y aveces las pierden en el desierto».
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