lunes, 28 de abril de 2014

Fetichismo del dinero y la Gracia de Dios: la novedad en Alegría del Evangelio 
(Parte V)


Jung Mo Sung



En este quinto artículo de la serie sobre la novedad del documento Alegría del Evangelio, quiero continuar la reflexión del artículo anterior sobre la tarea de las iglesias cristianas de anunciar al Dios revelado en Jesús, el Dios que estaba en la cruz con "el” justo; aquel que fue asesinado en nombre del Dios del Templo y del Imperio Romano.


Según el Papa, la adoración del ídolo-dinero lleva a las personas y a la sociedad a volverse indiferentes, insensibles, en relación con los sufrimiento de los pobres y la grave desigualdad social. (Para tener una idea de la dimensión de la desigualdad social en el mundo: según el Forum Económico Mundial de Davos, 85 personas detentan el 46% de la riqueza mundial. Usted no leyó mal, 85 personas detentan casi la mitad.) Es preciso entender que las personas no se volvieron insensibles porque son más. Todo lo contrario, pueden ser personas de "bien”, cumplidoras de las reglas morales y religiosas. Esa insensibilidad social no nace de algún desvío individual en el campo de la moral o de lo religioso, sino que es fruto de la cultura en la que están inmersas esas personas.


¿Y por qué ante esta situación, que hace convivir a personas miserables al lado de pocas que ostentan automóviles de millones de pesos, domina la indiferencia social? Queda claro que si preguntamos, todos van a decir que están en contra de esta situación y a favor de los cambios. Pero, si preguntamos si están dispuestos a reducir su nivel de ganancia y consumo (por ejemplo, con más impuestos para programas sociales), van a expresar varias "disculpas” (por ejemplo, la culpa es de la corrupción, más impuestos disminuye el crecimiento económico...) para dificultar medidas que realmente puedan modificar la situación. En el fondo, existe una indiferencia en relación con este grave problema. Ante esta situación, no bastan más "prédicas morales o religiosas” criticando la desigualdad social (sobre la crisis ambiental, en los próximos artículos). Es preciso entender el porqué de esta insensibilidad. Y el documento Alegría del Evangelio ofrece una pista.


En él se dice: "en su origen, hay una crisis antropológica profunda: la negación de la primacía del ser humano. Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32, 1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdadera­mente humano.” (n.55) El Papa hace un paralelo entre "el becerro de oro” y el fetichismo del dinero de hoy. En ese sentido, el tema del dinero/economía se convirtió en una cuestión teológica central, así como lo es la "lucha” entre el Becerro de Oro –que fue llamado Yahvé por sus adoradores– y el Dios-Yahvé.


¿Y qué es el fetichismo? 
El concepto de "fetiche”, que Marx usa para analizar la mercadería (El Capital,vol. I, libro I, cap. 1), designa la inversión de la relación entre el sujeto y el objeto. El ser humano es el sujeto del trabajo y el producto o la mercadería es el objeto resultado de la acción del sujeto. Sin embargo, en el sistema de mercado capitalista ocurre una inversión profunda: las personas no se relacionan porque son personas-sujetos, sino porque son portadoras de mercaderías que pueden ser intercambiadas por otras mercaderías. Por ejemplo, si usted no tiene dinero (un tipo especial de mercadería), no puede ir al Shopping a hacer compras (es decir, hacer que su dinero establezca relación de intercambio con otra mercadería), ni "dar un vuelta”. Como (casi) todo es comprado y vendido en el mercado, usted sólo establece relaciones con otras personas en la medida en que es portadora del dinero/mercadería.


En la experiencia de lo cotidiano esto se expresa con la idea de que usted vale por lo que tiene. Si usted no tiene nada, es pobre, no vale nada y, por lo tanto, no es "nadie”. En este fetichismo del dinero, la fuente de la dignidad humana está en el dinero. Por eso las personas quieren más dinero del que precisan, desean sin límite, porque quieren "ser” más a través de "el” único camino que conocen: tener más dinero.


Los problemas sociales de los pobres son problemas de personas que son "nadie”, por eso no son importantes y la sociedad se vuelve indiferente a esos problemas. Sólo son tratados cuando esa desigualdad les crea problemas a las "personas de bien”, las que tienen dinero.


Ante este tipo de mundo, es preciso ofrecer un camino alternativo. "El Camino” que Jesús propone es el reconocimiento de que todos los seres humanos son dignos, no importando si es rico o pobre, hombre o mujer, blanco, negro o indígena, religioso o no... Esto porque Dios ama a todos gratuitamente y a causa de esta gracia los problemas de las personas consideradas "nadie” son problemas importantes para Dios y para todos los que descubrieron la Verdad sobre la condición humana. Ese Camino y esa Verdad nos llevan a la Vida.


La insensibilidad social frente a los problemas sociales es necesario que sea desenmascarada y superada por la "teología de la gracia”.

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