Evangelio de Juan 20,19-31
Si superamos la interpretación de la resurrección como la reanimación de un cadáver, se complica mucho la comprensión de la Pascua. La experiencia pascual es una vivencia que afectó vitalmente a los seguidores de Jesús, y por tanto cambió su manera de ver a Jesús y a Dios.
Es una falta de perspectiva exegética el creer que la fe de los discípulos se basó en las apariciones o en el sepulcro vacío. Los evangelios nos dicen más bien, que para "ver" a Jesús después de su muerte, hay que tener fe. El sepulcro vacío, sin fe, solo lleva a la conclusión de que alguien se lo ha llevado y las apariciones, a pensar en un fantasma.
La resurrección es el concepto con el que los primeros cristianos quisieron trasmitir la manera de ver a Jesús después de su muerte. Esa experiencia de que seguía vivo, y además les estaba comunicando a ellos mismos Vida, no era fácil de comunicar.
Antes de hablar de resurrección, en las comunidades primitivas, se habló de exaltación y glorificación. Primero se interpretó a Jesús como el juez escatológico, que vendría al fin de los tiempos a salvar definitivamente sin hacer ninguna referencia a la resurrección.
Otra cristología que se puede percibir en algunas comunidades primitivas, es la de Jesús como taumaturgo que manifestó con su poder, que Dios estaba con él. Para ellos los milagros eran la clave de la comprensión de Jesús. Esta cristología es muy criticada ya en los mismos evangelios, lo cual quiere decir que se quería contrarrestar su influjo.
Otra manera de explicar la experiencia pascual, que no habla de resurrección, es la que considera a Jesús como la Sabiduría de Dios. Sería el Maestro que conectando con laSabiduría preexistente del AT, nos enseña lo necesario para llegar a Dios.
Estas maneras de entender a Jesús después de su muerte, fueron condensándose en la cristología pascual, que encontró en la idea de resurrección el marco más adecuado para explicar la vivencia de los seguidores de Jesús.
En ninguna parte de los escritos canónicos del NT se narra el hecho de la resurrección. La resurrección no puede ser un fenómeno constatable empíricamente; no puede ser objeto de nuestra percepción sensorial. Todos los intentos por demostrar la resurrección como un fenómeno constatable por los sentidos, están de antemano abocados al fracaso.
La experiencia pascual sí fue un hecho histórico. En los relatos pascuales se manifiesta el intento de comunicar a los demás una vivencia íntima, que es intransferible. Desde su universo conceptual fueron elaborando unos relatos que intentan convencer a los demás de lo que ellos estaban viviendo. Desde el nuevo paradigma en el que nos encontramos hoy, no podemos entender el mensaje que quieren trasmitir. Al entenderlo literalmente, tomamos los relatos por crónicas de sucesos y perdemos el verdadero mensaje.
Cómo llegaron los discípulos a esta convicción, no lo sabemos. tenemos que descubrirlo a través de nuestra propia vivencia de resurrección. Es imposible conocer lo que pudo suceder en el interior de cada uno de ellos. Pero es muy importante que lo planteemos, porque ese mismo proceso tiene que realizarse en nosotros, para entender la resurrección.
El relato que hemos leído hoy, fue escrito hacia el año cien, es decir 70 años después de morir Jesús. Como todos los relatos de apariciones, se ajusta al esquema teológico que es común a todos: una situación dada; aparición repentina; saludo; reconocimiento después de dudar; la misión. El querer entenderlo literalmente, nos priva del verdadero contenido. Es curioso que el relato de hoy no tenga en cuenta para nada el inmediato anterior del evangelio que leímos el domingo pasado. (Magdalena, Pedro y Juan en el sepulcro)
Reunidos el primer día de la semana. La creación del mundo había durado seis días. El séptimo descansó Dios. Jesús comienza la nueva creación el primer día de una nueva semana, es decir, el tiempo de otra creación, esta vez definitiva. Esta interpretación teológica vino después de la práctica que muy pronto se hizo común entre los cristianos. Los que seguían a Jesús, todos judíos, empezaron a reunirse después de terminar la celebración del Sábado. Al reunirse en la noche, era ya para ellos el domingo. En el texto se ve que en las comunidades, estaba ya consolidado el ritmo de las reuniones litúrgicas.
Se hizo presente en medio sin recorrer ningún espacio. Jesús había dicho: "Donde dos o más estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". Él es para la comunicad fuente de vida, referencia y factor de unidad. La comunidad cristiana está centrada en Jesús y solamente en él. Jesús se manifiesta, se pone en medio y les saluda. No son ellos los que buscan la experiencia sino que se les impone.
Los signos de su amor (las manos y el costado) evidencian que es el mismo que murió en la cruz. No hay lugar para el miedo a la muerte. La verdadera vida nadie puede quitársela a Jesús ni se la quitará a ellos. La permanencia de las señales, indica la permanencia de su amor. La comunidad tiene la experiencia de que Jesús comunica vida.
"Sopló" es el verbo usado por los LXX en Gn 2,7. Con aquel soplo se convirtió el hombre barro en ser viviente. Ahora Jesús les comunica el Espíritu que da verdadera Vida. Termina así la creación del hombre. "Del Espíritu nace espíritu" (3,6). Esto significa nacer de Dios. Se ha hecho realidad la capacidad para ser hijos de Dios. La condición de hombre-carne queda transformada en hombre-espíritu.
La aclaración de que Tomás no estaba con ellos, prepara una lección para todos los cristianos. Separado de la comunidad no tiene la experiencia de Jesús vivo; está en peligro de perderse. Solo cuando se está unido a la comunidad se puede ver a Jesús.
Cuando los otros le decían que habían visto al Señor, le están comunicando la experiencia de la presencia de Jesús, que les ha trasformado. Les sigue comunicando la Vida, de la que tantas veces les ha hablado. Les ha comunicado el Espíritu y les ha colmado del amor que ahora brilla en la comunidad. Jesús no es un recuerdo del pasado, sino que está vivo y activo entre los suyos. Tenemos aquí otra enseñanza clave. Los testimonios nunca son suficientes, no pueden suplir la experiencia personal de la nueva Vida.
A los ocho días, es decir, en la siguiente ocasión en que la comunidad se vuelve a reunir. Jesús se hace presente en cada celebración comunitaria. El día octavo es el día primero de la creación definitiva. La creación que Jesús ha realizado durante su vida, el día sexto, y que tiene su máxima expresión en la cruz, llega a su plenitud en la Pascua. Tomás se ha reintegrado a la comunidad, allí puede experimentar el Amor.
¡Señor mío y Dios mío! La respuesta de Tomás es tan extrema como su incredulidad. Se negó a creer si no tocaba sus manos traspasadas. Ahora renuncia a la certeza física y va mucho más allá de lo que ve. Al llamarle Señor y Dios, reconoce la grandeza, y al decir mío, el amor de Jesús y lo acepta dándole su adhesión.
Dichosos los que crean sin haber visto. Todos tienen que creer sin haber visto, porque lo que se ve, no se cree. El reproche de Jesús se refiere a la negativa a creer el testimonio de la comunidad. Tomás quería tener un contacto con Jesús como el que tenía antes de su muerte. Pero la adhesión no se da al Jesús del pasado, sino al presente. Solo el marco de la comunidad hace posible la experiencia de Jesús vivo, resucitado.
Meditación-contemplación
Ya no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí. (Pablo)
Métete esto bien en la cabeza:
sin experiencia pascual, no hay cristiano posible.
Es necesario un proceso de interiorización de lo aprendido sobre Jesús.
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El difícil paso que dieron los discípulos de Jesús,
del conocimiento externo y sensorial a la experiencia viva,
es el paso que tengo que dar yo, del conocimiento teórico de Jesús,
a la vivencia interna de que me está comunicando su misma VIDA.
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El Espíritu es el que da vida, la carne no sirve de nada.
El mismo Espíritu que descendió sobre él,
me está invadiendo a mí en cada momento.
Si dejo que él tome las riendas de mi ser, me hará vivir su misma Vida.
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