lunes, 28 de abril de 2014

Xabier Pikaza

Santo sin milagro (Juan XXIII), 
santo con milagro (Juan Pablo II)

Con ocasión de la "fiesta" de Juan XXIII y Juan Pablo II (27.04.14) se ha discutido la necesidad y sentido de los milagros en la canonización de los santos:
  En el caso de Juan Pablo II se ha seguido el íter canónico actual (¡relativamente reciente!), con la aprobación de un milagro,que serviría para "probar" su santidad (conforme a una legislación que ha sido fijada en el siglo XVIII por el Papa Lambertini, Benedicto XIV: 1740-1758).

Por el contrario, en el caso de Juan XXIII, el Papa Francisco ha “saltado por alto (por algo)” el milagro, de manera que la canonización se ha realizado conforme al estilo tradicional, apelando a las virtudes y al testimonio de santo, sin necesidad de apelar a milagros.
En esa línea, lo que se ha llamado “dispensa” del Papa Francisco no ha sido una novedad, sino una vuelta al estilo tradicional de canonización de la Iglesia más antigua , que aceptaba (y ratificaba) el testimonio de los fieles cuando proclamaban la "santidad" de una persona, y la invocaban y tomaban como signo de evangelio, dándole un tipo de culto.
De un modo tradicional, el que "canonizaba" no era nunca el Papa (hasta muy entrada la Edad Media), sino el pueblo cristiano, cuando descubría y proclamaba de forma espontánea y mayoritaria la santidad de una persona. Lo que hacían los obispos y luego el papa venía más tarde, y consistía en aprobar (ratificar y extender al conjunto de la iglesia) la "canonización" realizada previamente por el pueblo.
El tema es importante, y por eso he querido aclarar algunos puntos sobre el valor y el gran riesgo de apelar a unos pretendidos milagros, "probados por la ciencia", para canonizar a unas personas, pues esa "apelación" a los milagros va en contra de la forma de actuar de la Iglesia primitiva (cf. Hch 15, 28: "nos ha parecido...", sin necesidad de justificarse con milagros)y de la racionalidad que el mismo Dios nos ha dado (sabiendo que el milagro no puede ser prueba física de algo, pues se sitúa en otro plano de fe y vida).
Por eso, alguien "malicioso" podría invertir o reinterpretar el título de la postal que he puesto arriba, y poner:

Santo por el milagro de su vida (Juan XXIII); santo para el que no ha bastado el milagro de su vida (Juan Pablo II).


Quien quera leer más, busque en blog:
http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2014/04/28/p351412#more351412

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