viernes, 15 de noviembre de 2013

Queiruga ante una "novela extraordinaria"
Álvaro Pombo, Quédate con nosotros, Señor, porque atardece





Andrés Torres Queiruga

Publicada hace poco por Destino, esta novela ("Quédate con nosotros, Señor, porque atardece") extraordinaria no ha tenido el eco que se merece.

El título, que obviamente es una cita de Lucas en una de las escenas más bellas, simbólicas e incluso intrigantes de su Evangelio, ha podido alejar a muchas personas. Por motivos contrapuestos: en el mundo propiamente literario, ese título puede tener el aire de un ornitorrinco fuera de su territorio; en el más confesionalmente religioso, es muy probable que haya quedado oculta por su inclusión en el género novelístico.

Aunque confieso que a mí fue justamente la extrañeza de un título así, dentro de ese género, lo que llamó la atención y me llevó a la lectura. Que, por cierto, ha sido voraz y casi de una tacada, a la espera de otra más reposada y acaso meditativa.

Quizás este aplazamiento ha sido la causa de que no me haya hecho eco público de la misma, si bien escribí inmediatamente al autor, felicitándolo e incluso agradeciéndoselo. Entretanto, he hablado mucho del libro y he animado a más de una persona amiga a que no se perdiese la lectura. Por su parte, Álvaro Pombo, en un reciente artículo (número nov-dic. de la revista El Ciervo), ha manifestado con expresa y limpia generosidad su sintonía con mi trabajo teológico.

Algo que me había indicado ya con ocasión del incidente provocado por la Comisión Episcopal de la Fe. Me ha parecido que eso pedía una cierta reciprocidad de reconocimiento por mi parte. Y así, con su permiso, me he decidido a publicar la carta que le escribí, en caliente, a raíz de la lectura. Al final, en una coda, aludiré a un curioso incidente en aquel envío.



Carta a Álvaro Pombo a propósito de su Novela: 



‹ Muy estimado amigo: ›

‹ En este espacio medio libre de los comienzos del verano he podido leer, casi de un tirón, tu novela "Quédate con nosotros, Señor..." (permíteme usar el tú, que me resulta más espontáneo y normal). Te confieso que lo primero que me llamó la atención fue la valentía del título, en un ambiente en que, supongo, a la mayoría les sonará a chino y a los sabios de siempre, a antigualla un poco trasnochada. Pero la verdad más profunda es que el libro me "pilló" y me asombró y me llevó a caminar dentro de mí. ›

‹ Gracias, querido amigo, por esta obra que todo me indica que ha llevado mucho tiempo de gestación -no sé si también de redacción- y que, en todo caso, constituye una auténtica fenomenología de la fe en nuestro ambiente y, más allá, en la cultura actual. Mi trabajo en la teología y en la filosofía no me permite dedicar el tiempo que me gustaría a leer literatura y por tanto poco vale mi opinión al respecto. Pero de lo poco que puedo opinar -sobre todo en Comillas sí que casi lográbamos mantenernos al día-, creo que tu novela no sólo entra de lleno en aquella literatura religiosa de mediados del siglo pasado, sino que la supera ampliamente por la amplitud y hondura teológica. ›

‹ No he hablado por casualidad de "fenomenología" de la fe. Porque, afortunadamente, tu novela ha sido capaz de no quedar prisionera del monotema de la culpa y la angustia (sin ignorarlas), sino que ha logrado una panorámica verdaderamente coral de los aspectos fundamentales que hoy nos preocupan y, a veces, nos asedian. Has escogido un ambiente intenso, incandescente, con el grupo del monasterio, logrando la dificilísima aventura de preservar las diferencias y las identidades, y has logrado así tocar en vivo los grandes problemas de la teología y aun de la mística, encarnados en personas vivientes, casi el grupo de apóstoles metidos en el siglo XXI, con Pedro-Raimundo marcando los avatares de una fe en lucha. Y el maravilloso coro de las mujeres, en contrapunto sereno, discreto, luminoso, evocador. ›

‹ Se ve que la novela te ha salido muy de dentro, con jirones dolorosos, pero, creo, con una fe honda, desde el claro oscuro, y un esperanza tenaz, a pesar de todo. Me parece un acierto magnífico, antimaniqueo, por un lado (ni siquiera Matías es Judas), y evocador de la tradición bíblica del "resto", por otro. Sigue la fe, con su voz difícil, en la soledad y el destierro, pero cantando la gloria y evocando la verdad de siempre. Sigue luminosa pese a todo. Y espero que, en este panorama desértico y hostil, pero seguramente más sediento de lo que parece, de nuestro momento cultural, sea para muchos una luz en las tinieblas y una llamada, discreta pero inconfundible, en la algarabía que no cesa. ›

‹ No quisiera ser tópico. Aun así quiero pensar que tiene algo de síntoma en este asomo de primavera que parece asomar con el nuevo papa. En todo caso, yo así lo percibo, lo gozo y lo agradezco. Desde mi teología, que procuro apoyar en la seguridad luminosa de un Dios que nos está creando por amor -por su amor, más fuerte y más fiel que todas nuestras ambigüedades e incluso traiciones-, tiendo a vivir un fe menos dramática, pero en profunda sintonía con la que tú evocas aquí, en una obra que no sé como será recibida de momento, más que sin duda perdurará, "fonte" más o menos escondida, brotando agua limpia, ofrecida a tantas sedes. ›

‹ Acoge este texto, que ni siquiera he querido reelaborar, para que te lleve un testimonio agradecido. Agradecido también por tus palabras en un momento en que mi propia fe era cuestionada... por fortuna, solo desde fuera, pues, más afortunado que tus monjes, no la sentí perturbada por aquel triste episodio. ›

‹ Un fuerte abrazo, ›

‹ Andrés Torres Queiruga ›



Coda: Al repasar la carta, cuando le escribí para pedirle permiso para publicarla ahora, advertí un poco desconcertado que al final del penúltimo párrafo aparecía "fondee" donde pone "fonte". Sospechando que seguramente a él le había llegado con ese extraño disfraz, se lo comenté, indicando: "seguramente se debe a una de esas correcciones automáticas que las máquinas nos hacen a veces por su cuenta y sin molestarse en pedirnos permiso. No sé si también a ti te ha llegado así: en caso afirmativo, sería un buen argumento para una novela de intriga...".

Su contestación ha sido rápida y muestra que, como tantas veces, la errata ha sido productiva. He aquí sus palabras (esta vez sin permiso): "Ahora un comentario divertido sobre el desciframiento de la expresión "fondee" en tu carta: Cuando yo la recibí, entendí "fondee" procedente del verbo fondear, con el significado de anclar. Tu frase era: fondee más o menos escondida. Tú querías decir que mi novela fondeara, echara el ancla, como los botes en la playa de la Magdalena. No pensé en este caso en la idea de "fonte" en el sentido del poema de San Juan de la Cruz: "Qué bien sé yo la fonte que mana e corre/ aunque es de noche". Sí es cierto que al no poder ahora ni tú mismo aclarar tu propia intención al escribirla, tenemos uno de esos casos de hipersignificación del texto, que ciertamente es intrigante. A mí no que cupo duda desde un principio que querías decir que mi novela fondeara más o menos escondida en la conciencia de los lectores españoles".

No hay comentarios:

Publicar un comentario