El movimiento feminista y la Iglesia
Isabel Acebo
El movimiento feminista llegó a todos los sectores del mundo civilizado durante el siglo pasado, pero las comunidades y los credos que se basan en la tradición, tienen problemas para asumir las exigencias igualitarias de las mujeres. Es algo normal ya que en su tradición el sexo femenino se ha pensado y se ha movido siempre en papeles subordinados. El caso del reciente libro de la diócesis de Granada con el título provocativo de Cásate y sé sumisa es un ejemplo patente pues se puede apoyar en la Biblia y en muchos autores cristianos para fundamentar su tesis. La teología católica se enfrenta a este reto de un cambio difícil de anclar en el pasado y con la carga de una reflexión previa que se ha quedado desfasada y anacrónica. Estoy pensando en algunas declaraciones papales relativamente recientes.
El papa Francisco ha expresado varias veces el deseo de ampliar las posibilidades para que exista una mayor presencia femenina en la Iglesia pero le va a resultar difícil conseguir su propósito. Las mujeres han estado en los hospitales, en los colegios, en la catequesis, en misiones… en un número mayor que los varones y recientemente han dirigido esos centros. Donde se nota su falta es en el altar y en los órganos directivos de la comunidad católica pero si éstos están reservados a los varones ordenados ¿cómo se puede resolver el problema? A la corta le veo poca solución.
La Iglesia es mujer y madre nos dice Francisco con entusiasmo porque valora lo que significa la maternidad de las mujeres, algo que se ha considerado siempre quizás con exceso. El problema es que las mujeres quieren ser algo más que madres. La vida biológica se ha extendido y da tiempo para hacer muchas cosas más que engendrar, parir y educar, aparte que hay mujeres que no son madres porque no quieren o no pueden.
También aboga el pontífice por el desarrollo de una profunda teología de la mujer y mi pregunta es ¿hecha por varones o por mujeres? La primera es responsable de esa larga historia sobre la mujer madre, reina del hogar, sumisa y servidora pero hay que pensar que muchos varones actuales no piensan así, pero no se puede bajar la guardia pues ejemplos como el de Granada los hay por todas partes. Y lo peor es que muchas veces son las propias mujeres las que se enfrentan a las que piden mayor igualdad ¿no se consideran preparadas? ¿Prefieren el status de minoría de edad? Siempre me lo ha preguntado y no he sabido responder.
La teología feminista ha hecho un gran papel desmantelando muchos de los planteamientos teológicos que fundamentaban en la Biblia y en Dios la subordinación de las mujeres. Ha descubierto los frutos espirituales, intelectuales y pastorales de muchas mujeres a lo largo de los siglos pero creo que en estos momentos debe de dar un paso más. Tras la protesta y los hallazgos hemos visto que el pensamiento femenino es muy variado pues depende, como toda reflexión, del lugar y del momento. No piensa lo mismo una católica en Asia, en África, en América o en Europa y también influye en su razonamiento su raza o su nivel intelectual. Hoy no se pueden sacar muchos denominadores comunes del pensamiento teológico femenino lo que a mi manera de ver es positivo.
Siempre me ha molestado que haya días dedicados a la mujer porque no somos un sub género de la raza humana. Por eso creo que ha llegado el momento dentro de la Iglesia de hablar de una teología laical pues, a ese nivel, todos somos miembros iguales gracias a nuestro bautismo. Desde ahí esa teología tendrá que explorar todos los campos en los que varones y mujeres podemos colaborar ofreciendo nuestros valores y sin pensar que somos diferentes. Creo que es el camino que busca nuestro papa actual y que de alguna forma será responsable de la desclerización de la Iglesia por la apertura a los laicos de funciones que siempre han estado reservadas a los sacerdotes.
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