sábado, 30 de noviembre de 2013

«La comunión a los divorciados 
debe afrontarse con un nuevo enfoque»

  
 Después de las palabras de Francisco en la “Evangelii gaudium”, el arzobispo Baldisseri, secretario general del Sínodo, confirma que el tema sigue abierto: «Hablaremos al respecto sin tabúes. La experiencia ortodoxa puede ayudar»


Andrea Tornielli


«El de los sacramentos a los divorciados que se han vuelto a casar es un tema que debe afrontarse con un nuevo enfoque». El arzobispo Lorenzo Baldisseri es el prelado que fue nombrado secretario general del Sínodo de los Obispos. Toscano, de 1940, fue durante casi 4 décadas diplomático vaticano y desde fines de septiembre se ocupa de rejuvenecer el instituto del Sínodo que discutirá (en dos encuentros: 2014 y 2015) el tema de la familia, después de la difusión capilar de un cuestionario al respecto. 



Francisco, en la “Evangelii gaudium” no cita explícitamente el tema de los sacramentos a los divorciados que se han vuelto a casar. Pero escribe que la eucaristía «no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles». ¿Cómo hay que interpretar estas palabras? 



Hay que subrayar también la frase siguiente: «Estas convicciones también tienen consecuencias pastorales que estamos llamados a considerar con prudencia y audacia». El Papa relaciona estos dos elementos. Significa que quiere que estos problemas se estudien con prudencia y, por ende, con atención a la doctrina. Pero también con audacia, que para mí, equivale a «sin miedo», tomando en consideración las situaciones concretas de las personas. 



Entonces, ¿cambiarán las cosas? 


El magisterio no está enyesado; es la doctrina acompañando al pueblo. Hay una constante profundización y hay aplicaciones para casos diferentes. La Iglesia debe saber encontrar la aplicación de la doctrina en el caso concreto de las personas. Este enfoque no debe hacer suponer inmediatamente conclusiones generales, normas para todos. Debemos partir de los casos concretos. Y desde allí se puede incluso desarrollar una nueva manera para poder considerar la doctrina. En el fondo, ni siquiera con las declaraciones de nulidad matrimonial intervenimos caso por caso. La pastoral es esto, no es un esquema. 





¿Es correcto deducir que el tema de los sacramentos a los divorciados que se han vuelto a casar permanece abierto? 


Si fue incluido en la lista del Cuestionario, quiere decir que se pretende afrontarlo. La apertura, y se quiere hablar al respecto sin tabúes, de lo contrario no habría sido citado. Esto me parece evidente. 





En la entrevista durante el vuelo de regreso de Río, Bergoglio, al respecto, recordó –sin tomar ninguna posición– la vía ortodoxa, que prevé en ciertos casos la bendición de una segunda unión... 





La experiencia de la Iglesia ortodoxa puede sernos de ayuda, no solo en cuanto a la sinodalidad y la colegialidad, sino también en el caso del que estamos hablando, para iluminar el camino. Pero ahora no es el momento de discutir cuál es la mejor solución, son temas que serán afrontados en el Sínodo. Estamos empezando a hablar de ello, de una forma nueva con respecto al pasado, pidiendo información y reflexiones a la base, a las diócesis y a las parroquias, y esto nos ayudará mucho, además de la experiencia de otras Iglesias, como las orientales. Como usted recordó, incluso el Papa se refirió a esa práctica ortodoxa. 





¿El cuestionario que han enviado es un sondeo? 



No, no lo es y hay que insistir en ello. No es un sondeo, tal y como se concibe hoy en día, y mucho menos un referéndum. Es la voluntad de conocer directamente cuál es la experiencia de las personas, no solo individual sino también de grupo, para reunir datos estadísticos, reflexiones, elaboraciones. Así, los obispos del Sínodo sabrán cuál es el pulso de la situación sin tener que recurrir a libros o estudios sociológicos. Nuestro cuestionario es mucho más que un estudio sociológico. Es una reflexión eclesial y espiritual. Y las preguntas son abiertas... 





¿Podría explicar cuáles son las novedades de este Sínodo en dos etapas, con dos reuniones sobre el mismo tema? 


Es una novedad que responde a la nueva dinámica indicada por el Papa y que, en cierto sentido, se inspira en la dinámica conciliar. Francisco quiere un Sínodo dinámico y permanente, no como organismo estructurado, sino como acción, como ósmosis entre el centro y la periferia. Y lo quiere abierto a todos los temas, para acoger las sugerencias que lleguen de las Iglesias locales. El consejo de secretaría, compuesto en la actualidad por 15 personas, será mucho más importante, y esto también quiere decir que el Papa tendrá la posibilidad de consultar a un consejo permanente para su gobierno.

viernes, 29 de noviembre de 2013

El viaje más largo: 

rumbo a nuestro propio corazón

Leonardo Boff

            El gran conocedor de los meandros de la psique humana C.G. Jung observaba: el viaje rumbo a nuestro propio centro, al corazón, puede ser más largo y peligroso que el viaje a la Luna. En el interior humano habitan ángeles y demonios, tendencias que pueden llevar a la locura y a la muerte, y energías que conducen al éxtasis y a la comunión con el Todo.
            Entre los pensadores de la condición humana hay una pregunta nunca resuelta: ¿cuál es la estructura de base del ser humano? Muchas son las escuelas de intérpretes pero no viene al caso enumerarlas ahora.
            Yendo directamente al asunto diría que no es la razón, como se afirma comúnmente. La razón no irrumpe no es lo primero que irrumpe. Ella remite a dimensiones más primitivas de nuestra realidad humana de las que se alimenta y que la permean en todas sus expresiones. La razón pura kantiana es una ilusión. La razón viene siempre impregnada de emoción, de pasión y de interés. Conocer es siempre entrar en comunión interesada y afectiva con el objeto del conocimiento.
            Más que ideas y visiones de mundo, son pasiones, sentimientos fuertes, experiencias germinales las que nos mueven y nos ponen en marcha. Nos levantan, nos hacen arrostrar peligros y hasta arriesgar la propia vida.
            Lo primero parece ser la inteligencia cordial, sensible y emocional. Sus bases biológicas son las más ancestrales, ligadas al surgimiento de la vida, hace 3,8 mil millones de años, cuando las primeras bacterias irrumpieron en el escenario de la evolución y comenzaron a dialogar químicamente con el medio para poder sobrevivir. Este proceso se profundizó a partir del momento en que surgió, hace millones de años, el cerebro límbico de los mamíferos, cerebro portador de cuidado, de ternura, de cariño y amor por la cría, gestada en el seno de esta nueva especie de animales, a la cual también pertenecemos nosotros los humanos. En nosotros ha llegado a la fase autoconsciente e inteligente. Todos nosotros estamos vinculados a esta tradición primera.
            El pensamiento occidental, logocéntrico y antropocéntrico, puso el afecto bajo sospecha, con el pretexto de que perjudicaba la objetividad del conocimiento. Hubo un exceso, el racionalismo, que llegó a producir en algunos sectores de la cultura, una especie de lobotomía, es decir, una completa insensibilidad frente al sufrimiento humano, el de los demás seres y el de la Madre Tierra. El Papa Francisco en Lampedusa delante de los inmigrantes africanos criticó la globalización de la insensibilidad, incapaz de compadecerse y llorar.
            Pero se puede decir que a partir del romanticismo europeo (con Herder, Goethe y otros) se empezó a recuperar la inteligencia sensible. El romanticismo es más que una escuela literaria; es una manera de sentir el mundo, nuestra pertenencia a la naturaleza y la integración de los seres humanos en la gran cadena de la vida (Löwy y Sayre, Rebelión y melancolía, Vozes, 28-50).
            Modernamente el afecto, el sentimiento y la pasión (pathos) han ido adquiriendo centralidad. Este paso es hoy imperativo, pues solamente con la razón ( logos) no podemos hacer frente a las graves crisis por las que pasan la vida, la humanidad y la Tierra. La razón intelectual necesita unirse a la inteligencia emocional sin la cual no construiremos una realidad social integrada y de rostro humano. No se llega al corazón del corazón sin pasar por el afecto y el amor.
            Entre otros muchos datos importantes, cabe resaltar sin embargo uno, por su relevancia y por la gran tradición de la que goza: es la estructura del deseo que marca la psique humana. Partiendo de Aristóteles, pasando por san Agustín y por los medievales como san Buenaventura (llama a san Francisco vir desideriorum, hombre de deseos), por Schleiermacher y MaxScheler en los tiempos modernos, y culminando con Sigmund Freud, Ernst Bloch y René Girard en tiempos más recientes, todos afirman la centralidad de la estructura del deseo.
            El deseo no es un impulso cualquiera. Es un motor que dinamiza y pone en marcha toda la vida psíquica. Funciona como un principio, tan bien traducido por el filósofo Ernst Bloch como principio esperanza. Por su naturaleza, el deseo es infinito y confiere carácter infinito al proyecto humano.
            El deseo hace dramática y, a veces, trágica la existencia. Cuando se realiza, da una felicidad sin igual. Pero por otro lado, produce una grave desilusión cuando el ser humano identifica una realidad finita como el objeto infinito deseado. Puede ser la persona amada, una profesión siempre deseada, una propiedad, un viaje por el mundo o una nueva marca de teléfono móvil.
            No pasa mucho tiempo y aquellas realidades deseadas le parecen ilusorias y solamente hacen aumentar el vacío interior, tan grande como el tamaño Dios. ¿Cómo salir de este impasse tratando de equilibrar lo infinito del deseo con lo finito de toda realidad? ¿Vagar de un objeto a otro, sin nunca encontrar reposo? El ser humano tiene que plantearse seriamente esta pregunta: ¿Cuál el verdadero y oscuro objeto de su deseo? Me atrevo a responder: es el Ser y no el ente, el Todo y no la parte, es el Infinito y no lo finito.
            Después de mucho peregrinar, el ser humano es llevado a pasar por la experiencia del cor inquietum de san Agustín, incansable hombre de deseo e infatigable peregrino del Infinito. En su autobiografía, Las Confesiones, declara con conmovedor sentimiento:
            Tarde te amé, oh Belleza siempre antigua y siempre nueva. Tarde te amé. Tú me tocaste y yo ardo en deseo de tu paz. Mi corazón inquieto no descansará hasta reposar en Ti (libro X, n.27).

            Aquí tenemos descrita la trayectoria del deseo que busca y encuentra su oscuro objeto siempre deseado, en el sueño y en la vigilia. Sólo el Infinito se adecúa al deseo infinito del ser humano. Sólo entonces termina el viaje rumbo al corazón y comienza el sábado del descanso humano y divino.          

¿Seremos una célula cancerígena 

a ser extirpada?

Leonardo Boff


            Hay negacionistas de la Shoah (eliminación de millones de judíos en los campos nazis de exterminio) y hay negacionistas de los cambios climáticos de la Tierra. Los primeros reciben el desprecio de toda la humanidad; los segundos, que hasta hace poco sonreían cínicamente, ahora ven día a día que sus convicciones están siendo refutadas por hechos innegables. Sólo se mantienen coaccionando a algunos científicos para que no digan todo lo que saben, como ha sido denunciado por diferentes y serios medios alternativos de comunicación. Es la razón enloquecida que busca la acumulación de riqueza sin ninguna otra consideración.
            En tiempos recientes hemos conocido eventos extremos de la mayor gravedad: los huracanes Katrina y Sandy en Estados Unidos, tifones terribles en Paquistán y Bangladesh, el tsunami del Sudeste de Asia, el tifón de Japón que dañó peligrosamente las centrales nucleares de Fukushima y hace pocos días el avasallador tifón Haiyan en Filipinas que ha dejado miles de víctimas.
            Hoy se sabe que la temperatura del Pacífico tropical, de donde nacen los principales tifones, estaba normalmente por debajo de los 19,2°C. Las aguas marítimas se han ido calentando hasta el punto de quedar hacia el año 1976 en 25°C y a partir de 1997/1998 alcanzaron los 30°C. Tal hecho produce gran evaporación de agua. Los eventos extremos ocurren a partir de los 26°C. Con el calentamiento, los tifones aparecen con más frecuencia y con vientos de mayor velocidad. En 1951 eran de 240 km/h; en 1960-1980 subieron a 275 km/h; en 2006 llegaron a 306 km/h y en 2013 a los terroríficos 380 km/h.
            En los últimos meses cuatro informes oficiales de organismos ligados a la ONU lazaron una vehemente alerta sobre las graves consecuencias del creciente calentamiento global. Está comprobado, con un 90% de seguridad, que es provocado por la actividad irresponsable de los seres humanos y de los países industrializados.
            Lo confirmó en septiembre el IPPC (Panel Intergubernamental para el Cambio Climático) que articula a más de mil científicos; lo mismo ha hecho el Programa del Medio Ambiente de la ONU (PNUMA); enseguida el Informe Internacional del Estado de los Océanos denunció el aumento de la acidez, que por eso absorbe menos C02; finalmente el 13 de noviembre en Ginebra la Organización Meteorológica Mundial. Todos son unánimes en afirmar que no estamos yendo hacia el calentamiento global, sino que estamos ya dentro de él. Si en los inicios de la revolución industrial la concentración de CO2 era de 280 ppm (partes por millón), en 1990 se elevó a 350 ppm y hoy ha llegado a 450 ppm. En este año se ha dado la noticia de que en algunas partes del planeta ya se rompió la barrera de los 2°C, lo que puede acarrear daños irreversibles para los demás seres vivos.
            Hace pocas semanas, a la Secretaria Ejecutiva de la Convención de la ONU sobre el Cambio Climático, Christiana Figueres, en plena entrevista colectiva se le saltaron las lágrimas al denunciar que los países no hacen casi nada para la adaptación y la mitigación del calentamiento global. Yeb Sano de Filipinas, en la 19ª Cumbre del Clima de Varsovia realizada del 11 al 22 de noviembre, lloró ante los representantes de 190 países contando el horror del tifón que había devastado su país, alcanzando a su misma familia. La mayoría no pudo contener las lágrimas. Pero para muchos eran lágrimas de cocodrilo. Los representantes ya traen en su cartera las instrucciones preparadas previamente por sus gobiernos, y los grandes dificultan de muchas maneras cualquier consenso. Allí están también los dueños del poder en el mundo, dueños de las minas de carbón, muchos accionistas de petroleras o de siderurgias movidas por carbón, de industrias de montaje y otros. Todos quieren que las cosas sigan como están. Es lo peor que nos puede pasar, porque entonces el camino hacia el abismo se vuelve más directo y fatal. ¿Por qué esa irracional oposición?
            Vayamos directos a la cuestión central: este caos ecológico se lo debemos a nuestro modo de producción que devasta la naturaleza y alimenta la cultura del consumismo ilimitado. O cambiamos nuestro paradigma de relación con la Tierra y con los bienes y servicios naturales o vamos irrefrenablemente al encuentro de lo peor. El paradigma vigente se rige por esta lógica: ¿cuánto puedo ganar con la menor inversión posible en el más corto lapso de tiempo con innovación tecnológica y con mayor potencia competitiva? La producción está dirigida al puro y simple consumo que genera acumulación, siendo esta el objetivo principal. La devastación de la naturaleza y el empobrecimiento de los ecosistemas ahí implicados son meras externalidades (no entran en la contabilidad empresarial). Como la economía neoliberal se rige estrictamente por la competición y no por la cooperación, se establece una guerra de mercados, de todos contra todos. Quien paga la cuenta son los seres humanos (injusticia social) y la naturaleza (injusticia ecológica).
            Ocurre que la Tierra no aguanta más este tipo de guerra total contra ella. Necesita un año y medio para reponer lo que le arrancamos en un año. El calentamiento global es la fiebre que denuncia que está enferma, gravemente enferma.
            O comenzamos a sentirnos parte de la naturaleza y entonces la respetamos como a nosotros mismos, o pasamos del paradigma de la conquista y de la dominación al del cuidado y de la convivencia y producimos respetando los ritmos naturales y dentro de los límites de cada ecosistema, o si no preparémonos para las amargas lecciones que la Madre Tierra nos dará. Y no se excluye la posibilidad de que ella no nos acepte más y se libere de nosotros como nos liberamos de una célula cancerígena. Ella puede continuar, cubierta de cadáveres, pero sin nosotros. Que Dios no permita semejante trágico destino.            


Martín Gelabert Ballester, OP 
Adviento: 
memoria del futuro 



Comenzamos un nuevo año litúrgico, celebrando este artículo del Credo: el Señor “de nuevo vendrá con gloria para juzgar a los vivos y a los muertos”. Lo digo todos los años y siempre hay quien se sorprende: la primera parte del adviento celebra la segunda venida del Señor, esa venida gloriosa, en la que pondrá cada cosa en su sitio. Ese es el sentido del “juicio”: cada persona ocupará el lugar justo que le corresponde. Como este lugar justo lo determina un Dios bueno y misericordioso, ese mismo Dios que por amar hasta más no poder quiso hacerse hombre, un Dios que comprende nuestras penas, pecados y miserias, es de esperar que a todos nos ponga en un buen lugar. La esperanza cristiana en el retorno glorioso del Señor no es un motivo de temor, sino de júbilo.



Los que ya han tenido ocasión de conocer la justicia del Señor glorioso se habrán enterado de algo que todavía está oscuro para muchos. Se habrán enterado de lo que vale y de lo que no vale. Vale el amor. Y lo que el amor conlleva: verdad, justicia, fidelidad, paz, reconciliación, perdón. Vale porque en estas actitudes se refleja una huella de Dios. Por tanto, todo lo que hagamos desde la perspectiva del amor, como tiene un valor divino y eterno, volveremos a encontrarlo, iluminado y transfigurado, limpio de toda mancha, en la tierra nueva que Dios prepara para los que ama.



Sin duda, sería más llamativo (alguno dirá: más necesario) que el adviento anunciara el final del paro, de la pobreza, de la crisis. Pero bien entendido, el anuncio del adviento debería despertar en los cristianos una serie de actitudes que indicen en la raíz de todos los problemas, ya que permiten ver a Cristo en cada persona y en cada acontecimiento, acelerando así la llegada del Reino, con efectos reales en el aquí y el ahora. La esperanza es incompatible con la pasividad. Si el hombre se cruza de brazos, Dios se echa a dormir. Para despertar a Dios tenemos que ponernos manos a la obra, a la obra del amor.



El adviento es una buena ocasión para hacer memoria del futuro. Del futuro que vendrá y del futuro que podemos anticipar. Porque el futuro no es lo que todavía no existe. Puede hacerse presente en forma de proyecto. Lo anticipamos cuando vivimos fraternalmente, cuando luchamos en pro de la paz, la justicia y la solidaridad. Al anticiparlo, el Señor que un día vendrá glorioso, se hace humilde y calladamente presente. Porque se hace presente, podemos esperarle. Si no lo hacemos presente, la esperanza se convierte en una ilusión sin futuro.
El papa Francisco apuesta 
por una liturgia más interiorizada
José Manuel Bernal




En la década de los cincuenta se ventiló entre los liturgistas y los amantes de la espiritualidad una acalorada disputa sobre las relaciones entre la liturgia y la espiritualidad. Los espiritualistas, por llamarlos de alguna manera, tenían la convicción de que las formas renovadas de la celebración litúrgica, con sus símbolos, sus cantos y sus gestos rituales, escamoteaban el recogimiento y mermaban la devoción interior. Fue en esa época cuando el benedictino Gabriel Mª Brasó nos enriqueció con su conocido libro “Liturgia y espiritualidad”, aclarando ideas, disipando prejuicios y rompiendo malentendidos. Este libro fue publicado en Montserrat el año 1956.

Las últimas intervenciones del papa Francisco nos invitan a repensar nuevamente este tema. Además, a mi juicio, el comportamiento frecuente que observamos en muchas celebraciones está reclamando una reflexión seria sobre el problema. El esfuerzo pastoral está provocando en muchos casos un tratamiento de las celebraciones litúrgicas que a mí se me antoja un tanto superficial; nos gusta agradar a la feligresía y ofrecerle celebraciones divertidas y cortas, que no aburran, animadas con cantos cargados de ritmo y con escenificaciones plásticas con intencionalidad pedagógica. En estas liturgias abunda el jolgorio bullicioso, pero falta la religiosidad interior; sobresale la exuberancia festivalera, pero escasea el compromiso.

En otros casos el acento se carga en la elegancia meticulosa del rito, en la belleza plástica de los movimientos, en la justeza y simetría de los gestos, en la calidad artística de los objetos y utensilios. Todos hemos contemplado con un cierto estupor este tipo de ceremonias litúrgicas. No sabría uno definir hasta donde llegan las exigencias del obligado decoro y hasta donde los ineludibles recortes de la moderación y de la mesura. A ello se refiere el papa Francisco en su exhortación Evangelii gaudium al referirse a la “mundanidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de religiosidad” y que él considera “relacionada con el cuidado de la apariencia” (93). El papa pone el dedo en la llaga al delatar que esta “oscura mundanidad” se manifiesta cuando “en algunos hay un cuidado ostentoso de la liturgia” (95).

Nos enfrentamos a una doble tentación: la de los inventos festivos desmedidos, que convierten las celebraciones en sesiones de entretenimiento divertido para la feligresía, con el pretexto mal disimulado de ofrecer pedagogía y enseñanza; y luego la del purismo elitista de las ceremonias, el “cuidado ostentoso” de los rituales, con la sola preocupación del cumplimiento perfecto de las normas y la sublime belleza del ritual. Todo esto es defendible y aconsejable, pero dentro de un contexto de moderación, de mesura, de comedimiento y de equilibrio.

Las palabras del papa Francisco nos orientan hacia un reajuste de estos excesos. Él no es partidario de gestos ostentosos, ni de discursos grandilocuentes. Él preside la celebración desde la humildad y el recato; no alza la voz excesivamente ni es ampuloso en sus gestos; con frecuencia se sume en la oración interior y en el recogimiento. Francisco está inaugurando un nuevo modo de presidir una celebración. 

En una de sus últimas homilías en Santa Marta nos invita a la adoración. El echa en falta esa actitud reverencial y profunda en nuestras celebraciones. “Quizás nosotros los cristianos hemos perdido un poco el sentido de la adoración”, dice el papa en su homilía. ÉL hace esta recomendación a partir de unas profundas consideraciones sobre el “templo”. "El Templo, dice él, es el lugar a donde la comunidad va a rezar, a alabar al Señor, a dar gracias; pero sobre todo a adorar: en el Templo se adora al Señor. Y este es el punto más importante”. 

La alabanza, la acción de gracias y la adoración. Estas actitudes interiores deberían animar, no solo nuestra plegaria litúrgica, sino todo el conjunto de nuestra presencia y nuestra actitud durante la celebración. Nuestra actitud orante debería reflejarse en nuestros rostros, en nuestros brazos y nuestras manos, en nuestra postura, en nuestros gestos. Al Papa se le nota con frecuencia, cuando inclina la cabeza y se recoge, cuando habla y cuando mira. El comportamiento de Francisco en las celebraciones litúrgicas está siendo para todas las comunidades un ejemplo, un punto de referencia, un motivo de reflexión.

Esta actitud orante a la que nos llama Francisco no debemos entenderla como una huida de la realidad. Todo lo contrario. En su reciente Exhortación no deja de atizar y reavivar el fuego de nuestra conciencia para que nuestra liturgia no deje de mirar a los pobres. Esa es su preocupación: “Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y, en definitiva, ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales”(202). Esta es la preocupación que el papa quiere transmitir a las comunidades cristianas para que permanezcan alerta: “Cualquier comunidad de la Iglesia, en la medida en que pretenda subsistir tranquila sin ocuparse creativamente y cooperar con eficiencia para que los pobres vivan con dignidad y para incluir a todos, también correrá el riesgo de la disolución, aunque hable de temas sociales o critique a los gobiernos. Fácilmente terminará sumida en la mundanidad espiritual, disimulada con prácticas religiosas, con reuniones infecundas o con discursos vacíos” (207).

Está claro. El papa Francisco está impulsando en la Iglesia unas celebraciones litúrgicas menos superficiales, menos ostentosas, y de mayor hondura espiritual. Hay que impregnar de sentido religioso nuestros gestos y actitudes; hay que convertir nuestras liturgias comunitarias en verdaderas expresiones de nuestra fe, de nuestro reconocimiento reverencial de la soberanía de Dios, de nuestra fidelidad al Cristo de las bienaventuranzas. Nuestros gestos deben ser actos de adoración, gritos y cantos de alabanza y acción de gracias a ese Dios que se nos ha revelado en Jesús de Nazaret.

Todo ello deberemos hacerlo, no con ánimo escapista, sino sintiéndonos identificados con los pobres de este mundo. Porque son ellos los primeros que han sido invitados al banquete de la promesa, ellos son los predilectos del Señor, ellos son los llamados a la herencia del Reino. Por eso la comunidad que celebra ha de sentirse unida a todos los pobres y olvidados. De ella ha de surgir la esperanza ardiente y el grito desgarrador del Apocalipsis: “¡Ven, Señor, Jesús!”

martes, 26 de noviembre de 2013

La 'Evangelii Gaudium' en frases



La 'Evangelii Gaudium' (La alegría del Evangelio) perfiela la Iglesia que quiere el Papa Francisco. Se trata de una exhortación apostólica de 142 páginas (en su versión en español) que el Papa ha escrito como colofón a la reunión que en octubre de 2012 los obispos de todo el mundo celebraron en el Vaticano para discutir sobre cómo anunciar el Evangelio en el mundo actual. El Papa Francisco pidió a los líderes mundiales luchar contra la desigualdad y atacó el capitalismo desenfrenado al que consideró como una "nueva tiranía".

A continuación algunas citas clave del primer gran documento de su autoría como pontífice:

Las frases de Francisco


SOBRE LA IGLESIA Y LA EVANGELIZACIÓN

"La Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas".

"Los preceptos de Cristo son poquísimos. No tengamos miedo a revisar algunas costumbres y normas de la Iglesia".

"Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia preocupada por ser el centro que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos, enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades".

"Una excesiva centralización, más que ayudar, complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera".

"La Iglesia debe llegar a todos, pero sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados".

"La actividad misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia". "Una Iglesia misionera no se obsesiona por la transmisión desarticulada de multitud de doctrinas que intenta imponer a fuerza de insistencia".

"Es necesaria una reforma de estructuras eclesiales para que todas ellas se vuelvan más misioneras".

"Es necesaria una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están".

"Es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo". Llegando "hasta la humillación si es necesario".

"Tener los templos con las puertas abiertas en todas partes para que todos los que buscan no se encuentren con la frialdad de unas puertas cerradas".

"La evangelización se debe concentrar en lo esencial, que es lo más bello".

"Hay normas o preceptos eclesiales que pueden haber sido muy eficaces en otras épocas pero que ya no tienen la misma fuerza educativa".

"¡Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales!"

"La Eucaristía no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles".

"¡Cuántas guerras en el seno de la Iglesia! ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?"


SOBRE EL PAPADO

"Dado que estoy llamado a vivir lo que pido a los demás, también debo pensar en una conversión del Papado. Me corresponde como obispo de Roma estar abierto a las sugerencias que se orienten en un ejercicio de mi ministerio que lo vuelva más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización".

"No debe esperarse del Papa una palabra definitiva o completa sobre todas las cuestiones". "Ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio en la interpretación de la realidad social o en la propuesta de soluciones".

"No es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios".


SOBRE LA DESIGUALDAD

"Así como el mandamiento de 'no matar' pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir 'no a una economía de la exclusión y la inequidad'. Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa".

"Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas".

"En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta".

"Cuando la sociedad local, nacional o mundial abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz".

"Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales".

"Hasta que no se acabe con la exclusión y la injusticia dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia".

"Es indispensable prestar atención (...) a los sin techo, los toxicodependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados, etc".


SOBRE LA ECONOMIA

"Algunos todavía defienden las teorías del 'derrame', que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante".

"La posesión privada de los bienes se justifica para cuidarlos y acrecentarlos de manera que sirvan mejor al bien común, por lo cual la solidaridad debe vivirse como la decisión de devolverle al pobre lo que le corresponde".

"Vivimos ante una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales".

"El dinero debe servir y no gobernar".


SOBRE LOS POLITICOS

"¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres! Es imperioso que los gobernantes y los poderes financieros levanten la mirada y amplíen sus perspectivas, que procuren que haya trabajo digno, educación y cuidado de la salud para todos los ciudadanos".

"La política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común".


SOBRE El SACERDOCIO

"Jesús no dijo a los Apóstoles que formarán un grupo exclusivo, un grupo de élite".

"Los laicos son la mayoría del Pueblo de Dios. A su servicio esta la minoría de los ministros ordenados".



"A los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala de torturas". "En cualquier caso, si se indica algo negativo, siempre se intentará mostrar también un valor positivo".


SOBRE LA MUJER

"Es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia".

"Las reivindicaciones de los legítimos derechos de las mujeres (...) no se pueden eludir superficialmente".

"El sacerdocio reservado a los varones, como signo de Cristo Esposo que se entrega en la Eucaristía, es una cuestión que no se pone en discusión".


SOBRE EL ABORTO

"No deben esperarse cambios respecto al aborto". "No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana".

"Es verdad que hemos hecho poco para acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una solución rápida a sus profundas angustias, particularmente cuando la idea que crece en ellas ha surgido como producto de una violación o en un contexto de extrema pobreza . ¿Quién puede dejar de comprender esas situaciones de extremo dolor?".


SOBRE EL DIÁLOGO INTERRELIGIOSO

"El diálogo interreligioso (...) es una condición necesaria para la paz en el mundo".

"El verdadero islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda violencia".

"¡Ruego, imploro humildemente a esos países que den libertad a los cristianos para poder celebrar su culto y vivir su fe, teniendo en cuenta la libertad que los creyentes del islam gozan en los países occidentales!". 

(RD/Agencias)

lunes, 25 de noviembre de 2013

  Martín Gelabert Ballester, OP 
La hembra abrazará al varón 



“El Señor crea algo nuevo en la tierra: la hembra abrazará al varón”. Así se expresa el profeta Isaías (31,22). El texto se refiere a la reanudación de las relaciones de amor entre Israel y su esposo Yahvé. Sin embargo, leído más allá de su contexto, el texto suena un poco extraño y hace pensar: ¿representa alguna novedad que la mujer abrace al varón? En cierto modo sí. Para empezar, los abrazos solo se dan entre los seres humanos. El abrazo es una novedad en el mundo de los animales superiores. Es un signo de hominización, o sea, de un determinado grado de evolución anatómico morfológica. En el coito de los simios, la hembra solo ofrece la espalda al macho, no puede abrazarle ni ver su rostro. No es posible la intersubjetividad del amor. El abrazo recíproco y los rostros unidos es, al menos, signo de hominización. Y probablemente de humanización. Entre la sexualidad animal y la humana hay una diferencia cualitativa, porque la sexualidad humana desborda los límites de lo biológico para adentrarse en la riqueza de lo interpersonal.



Desde esta perspectiva, el texto de Isaías podría ir más allá de su sentido original y tener un alcance antropológico universal. La hominización es la base de la humanización. La base morfológica hace posible la aparición de seres humanos creados y estructurados para el encuentro amoroso. Pero no sólo el del macho con la hembra, sino el de todos los seres humanos entre sí. La bisexualidad es el prototipo biológico de una verdad de amplio alcance, pues como dice el Vaticano II “la sociedad de hombre y mujer es la expresión primera de la comunión de personas humanas, ya que el humano es, por su íntima naturaleza, un ser social, y no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse con los demás”.



Que los seres humanos se abracen, o sea, vivan fraternalmente, resulta siempre una novedad. Porque lo cierto es que la historia de la humanidad es una historia de guerras, enemistades, desencuentros. La novedad que introduce la fe bíblica, sobre todo la neotestamentaria, es que la normalidad humana no está en el desencuentro, sino en la comunión. Y viviendo en comunión, los humanos se divinizan. Vuelvo a citar al Vaticano II: “El Señor, cuando ruega al Padre que todos sean uno, como nosotros también somos uno (Jn 17,21-22), abriendo perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad”.



Cuando la hembra abraza al varón (y por extensión: cuando los humanos se abrazan) ocurre algo nuevo, dice el profeta. Se abren perspectivas, dice el Vaticano II. La novedad y la perspectiva de lo divino
"La Alegría del Evangelio", 
primera exhortación apostólica de Francisco
Sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual.

Con esta exhortación, que culmina la celebración del Año de la Fe convocado por Benedicto XVI, el papa Francisco se dirige a todos «los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años» [Evangelii gaudium,1].

El Papa ha querido recordar a los cristianos que, afianzados y fortalecidos en la fe, es hora de iluminar y transformar, de salir y transmitir la alegría de creer. Es hora -dice la exhortación- de que «recobremos y acrecentemos el fervor, la dulce y confortadora alegría de evangelizar [...]. Y ojalá el mundo actual pueda recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo» [Evangelii gaudium,10].

Dirigida a los obispos, a los presbíteros y diáconos, a las personas consagradas a los fieles laicos, la exhortación Evangelii gaudium está dividida en cinco capítulos, titulados 
«La transformación misionera de la Iglesia», 
«En la crisis del compromiso comunitario», 
«El anuncio del Evangelio», 
«La dimensión social de la evangelización» 
y «Evangelizadores con Espíritu».


viernes, 22 de noviembre de 2013

La verdad sobre la “entrevista” del Papa a Scalfari

Eugenio Scalfari
Reconstrucción sobre el juego de declaraciones y noticias alrededor de la conversación de Francisco con el director de “La Reppublica”
 Andrés Beltramo Álvarez
Ciudad del Vaticano

La reconstrucción de un coloquio con el Papa, más que una verdadera entrevista. Así calificó Eugenio Scalfari al polémico artículo aparecido en las páginas de “La Repubblica” el 1 de octubre pasado y que lleva su firma. Un texto que El Vaticano hace unos días retiró de su sitio web oficial. En un encuentro con la prensa internacional el periodista italiano reconoció que en su relato puso en boca de Francisco frases que Bergoglio nunca pronunció, aunque no indicó cuales, pero aclaró que antes de publicarlo obtuvo una doble autorización del secretario del pontífice.

 

Desde el momento mismo de su publicación, el texto desató encendidas controversias en la Curia Romana. Sobre todo por algunos pasajes con frases ambigüas, fuertes y que fueron reportadas entre comillas. Entre otras destacó la denuncia del obispo de Roma a la corte vaticana como la “lepra del papado” y un paso sobre la conciencia moral de los ateos, el bien y el mal.

 

En un primer momento el portavoz vaticano, Federico Lombardi, sostuvo que –por lo detallado de la nota- él consideraba que Sclafari había grabado. Pero este jueves el periodista confirmó que nunca registró la conversación, ni siquiera tomó apuntes y que las frases reportadas fueron producto de su memoria. Incluidos los entrecomillados. Se justificó sosteniendo que escribe desde hace 49 años y siempre actuó de la misma manera, incluso en coloquios con personajes como Francois Mitterrand, ex presidente francés.

 

Luego ofreció, con detalles, una reconstrucción de cómo pidió abiertamente a Jorge Mario Bergoglio el permiso para publicar el contenido de su conversación y cómo recibió un “doble ok” a la publicación de parte del secretario personal, el maltés Alfred Xuereb.

 

“Yo fui, tuvimos una larga conversación, no tomé ningún apunte. Duró una hora y 20 el encuentro. Al final le dije: Santidad ¿usted me permite dar noticia pública de que hemos tenido esta reunión? Ciertamente, me respondió. ¿Me permite relatar del contenido del coloquio entre nosotros dos? Claro, cuéntelo. Como usted comprende, le mando la copia. Me parece tiempo perdido, añadió. Le dije que no era tiempo perdido, porque yo reconstruyo lo que nos dijimos pero puede ser que a usted no le guste, en ese caso usted rompe todo y como si no haya sido escrito. O mejor, hace todas las correcciones. Pongo este texto en sus manos. Dijo: está bien si usted insiste mándemelo pero repito, perdemos tiempo. Yo confío en usted”, contó Scalfari.

 

Agregó que una vez escrito todo el relato, se lo envió al Vaticano con una carta de acompañamiento en la cual le especificó que la suya había sido una “reconstrucción” en la cual había incluido algunos elementos ajenos, para indicar a los lectores qué personaje es el pontífice.

 

El periodista continuó, citando una advertencia incluida en su carta: “Tenga en cuenta que algunas cosas que usted me dijo yo no las reporté y algunas cosas que yo le hago decir a usted entre comillas, usted no las dijo, pero yo las puse porque consideraba que haciéndole decir ciertas cosas, el lector entendiese usted quién. Por eso, lea bien esta reconstrucción”.

 

“Después de tres días me llamó don Alfred (Xuereb, el secretario papal), que me comunicó el ok a la publicación. Pero yo le pregunté, ¿leyó esta carta? Esto no me lo dijo, me respondió. Por favor pregunte al Papa si leyó el relato. Pero esa mañana el Papa estaba fuera, entonces quedó de llamarme más tarde. Me devolvió la llamada después de las 2 y su frase fue: el Papa dijo ok. Yo le repliqué si había confirmado la lectura, pero don Alfred me dijo que el Papa insistió: ya te dije en la mañana que ok, díselo de vuelta”, apuntó el fundador de “La Repubblica”.

 

Además aseguró no sentirse afectado porque el artículo haya sido quitado del sitio web oficial del Vaticano. Pero aclaró que en ningún momento Francisco lo ha desmentido, como sostienen algunos periódicos italianos como “Il Foglio” y “Libero”.

 

Exhibió como prueba una carta que le envió el Papa el 23 de octubre pasado en la cual le expresó su deseo de volverle a ver, aunque le precisó “veremos si la providencia nos deja un momento libre”.

 

Scalfari se refirió a los pasajes cuestionados de su reconstrucción. Fue claro sobre aquella frase en la cual Bergoglio habría dicho que los ateos deben seguir su conciencia, para hacer el bien: “Eso fue lo que él dijo”, precisó. Es decir, aquella no fue una oración de las que puso en boca del Papa, al menos según él.

Menos seguro se mostró respecto al “episodio místico” que habría tenido Bergoglio antes de aceptar su elección como Papa.

 

“Cuando me dieron el ok a la publicación, don Alfred me dijo: sobre un punto solamente el Papa no recuerda habérselo dicho en esos términos. Se trata del momento místico. A mí me dijo que en el momento en el cual se había retirado le había venido una angustia porque estaba incierto entre aceptar o no, cerró los ojos y se dijo que debía dejar pasar la angustia. Quiso no pensar en nada, pero fue invadido por una luz que lo cegó unos instantes y luego desapareció”, explicó.

 

“Puede ser que yo recuerde mal. M e dijo que eso había ocurrido ahí, de hecho el Papa no salió inmediatamente, se retiró en una habitación antes de asomarse, eso es seguro”, insistió.

Martín Gelabert Ballester, OP



De la rivalidad a la interactuación


La relación entre gracia y libertad o, lo que es lo mismo, entre Dios y la persona humana, puede entenderse desde tres modelos. Uno sería el de la competencia o rivalidad: lo que concedemos a Dios se lo tenemos que quitar al ser humano, y viceversa; la consecuencia extrema de este modelo es que, como Dios tiene la primacía absoluta en toda actuación, queda anulada la libertad humana. Hay otros dos modelos que me parecen más adecuados. Hay diferencias de matiz entre ellos, pero no son contradictorios, más bien son complementarios.

El modelo del doble plano supone que Dios y el ser humano no se sitúan en el mismo plano. Esto permite decir que “todo es de Dios” y “todo es del ser humano”, que todo lo hace Dios y todo lo hace el hombre, pero esos dos “todos” no están al mismo nivel. Dios es el que impulsa, el que mueve a la naturaleza, el que hace posible todo movimiento y actuación humana, pero la criatura actúa según su naturaleza. Dios es la causa primera trascendente que actúa a través de causas segundas y nunca contra ellas.

El tercer modelo es el de la interactuación. Dios deja totalmente libre a la persona, pero interactúa con ella, de modo que se produce un mutuo enriquecimiento. “Ha repartido el don que nos ha traído, pero no por eso él se ha empobrecido sino que, de forma admirable, ha enriquecido la pobreza de sus fieles, mientras él conserva sin mengua la plenitud de sus propios tesoros”, decía San Fulgencio de Ruspe.

La interactuación nos permite comprender que Dios no fuerza, no ordena, no impide. Más bien ofrece buenas orientaciones, encuentra el momento oportuno, aprovecha las situación adecuada para decir una palabra estimulante. Interactuar: actúan los dos (Dios y la persona), cada uno con libertad total, pero cada uno estimulado por la actuación del otro. ¿Cómo estimula el hombre a Dios? Dicho desde nuestro punto de vista, que es el único punto posible: haciendo que esté atento a nuestros movimientos para encontrar la palabra y el estímulo adecuado. En la interacción no cambia solo uno, cambian los dos. La relación entre Dios y el ser humano no puede entenderse desde la rivalidad, sino desde la complicidad.

Isabel Gómez Acebo

Las primeras rabinas de Latinoamérica


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Me resultó curiosa una noticia que apareció en evangelizadorasdelosapóstoles hace tiempo y que se me traspapeló. Hoy que la he encontrado me animo a publicarla. Parece ser que fue en 1994 cuando se nombró a una mujer al rabinato en Argentina para que se colocaran al frente de los servicios religiosos de las sinagogas, hoy ya hay diez y todas se han formado en el país.
Sarina Vitas y Judith Nowominski cuando hablan de sí mismas se ven como una maestra que camina al lado de su pueblo antes que como una superiora que se sube a un púlpito para predicar. “Mantener vivos los preceptos y las tradiciones de nuestro pueblo es una alegría y a la vez un desafío. No me quejo pero este papel más que full-time (de todo el tiempo) yo diría que es full-life (de toda la vida)", dijo Sarina Vitas, al frente de la comunidad hebrea "Or Jadash", una mujer casada hace 11 años y con dos hijos. “Nuestra tarea es ayudar a comprender la revelación divina a través de la lectura e interpretación de los libros de la Torá (enseñanzas y leyes que rigen al pueblo hebreo), una práctica constante del pueblo hebreo para mantener vivos los preceptos y la tradición del judaísmo”. En la lectura de los primeros textos "hemos encontrado que la mujer ha tenido antiguamente una participación activa, que se fue disipando con el tiempo por eso decimos que este rol de rabinas, supone recuperar un lugar que en realidad habían tenido las mujeres en los siglos -I, I, y II y que más tarde perdieron al ser exceptuadas de ciertos preceptos y prácticas”.
Su comunidad a punto de cumplir el centenario de su fundación es conservadora y congrega a unas 400 familias del barrio de Flores, la única en Latinoamérica que realizó el desafío de colocar una mujer rabina al frente, ya que las otras tienen un rabino que a veces trabajan con mujeres pero como asistentes. A diferencia de los judíos ortodoxos, "los que integramos el movimiento conservador decimos que tenemos la Torá en una mano y el diario en la otra, porque no podemos dejar de ver la tensión entre lo contemporáneo y lo tradicional", reflexionó. "Nos tocó vivir en el siglo XXI, en esta realidad, y tenemos que aprender a que no se fosilicen nuestros principios, nuestros valores y nuestras prácticas; que sigan teniendo el mismo sentido y ordenanza prescripta, pero que los podamos hacer prácticos el día de hoy", justificó.
Si la mujer logra cada vez más participación en la vida social, política y académica, "por qué no poder hacer lo mismo con algo tan sensible para nosotras como es lo religioso y lo educativo, lo que hace a la transmisión de las enseñanzas a futuras generaciones", reflexionó Vitas.
Las rabinas de Latinoamérica son Margit Baumatz, Analía Bortz, Sandra Kochmann, Graciela Grynberg, Deby Grinberg, Sarina Vitas, Daniela Szuster, Karina Finkielsztein, Silvina Chemen, y Judith Nowominski y se graduaron en el Seminario Rabínico Latinoamericano "Marshall T. Meyer", única escuela de la región, que acepta mujeres. Casada y con dos hijos de 23 y 26 años, Nowominski fue la última mujer en conseguir su título de rabina, en 2012. Está al frente de la comunidad Bet Hilel, que tiene 23 años de vida, y está situada en el barrio porteño de Palermo, junto con un rabino varón.
"Yo tuve el camino allanado porque Sarina (Vitas) desempeñó aquí sus comienzos como rabina y no es la primera vez que ven una mujer en el púlpito. En ese sentido es más fácil", dijo Nowominski. "Como rabina, acompaño a la comunidad en todos los momentos importantes de la vida: el nacimiento, la madurez de los chicos (Bat Mitzvá), el casamiento y el duelo; además, cada semana organizamos los rituales propios del shabat", detalló.
En la comunidad Bet Hilel "lo central es el trabajo comunitario y me interesa que la mujer pueda tener una participación cada vez más activa en todos los ámbitos, no solo en el rabínico. También en las comisiones directivas, en los cursos… y se da en forma natural pues las mujeres disponen de tiempo y de ganas de participar. Es muy común que las mujeres vayan a escuchar al rabino. Ahora, en las comunidades donde estamos nosotras, se ve ese fenómeno al revés: muchos hombres van a escuchar a la rabina… tal vez por curiosidad", 

Gustavo Gutiérrez

San Pablo publica «Del lado de los pobres», de Gustavo Gutiérrez y Gerhard Müller

El Papa Francisco recibió al teólogo peruano en el Vaticano
cuando se presentó en septiembre la edición italiana
Caminos 52 DEL LADO DE LOS POBRES.rustica.indd(SP). San Pablo publica Del lado de los pobres, un libro escrito por dos teólogos provenientes de dos mundos experienciales muy diferentes: Gustavo Gutiérrez, peruano, considerado el fundador de lateología de la liberación, y Gerhard Ludwig Müller, obispo alemán que ocupa actualmente la prefectura de laCongregación para la Doctrina de la Fe. Publicado originalmente en Alemania y en Perú, el libro se presentó en Italia el pasado mes de septiembre, con la presencia de ambos autores. Con este motivo, el papa Francisco recibió en audiencia privada a Gustavo Gutiérrez y concelebró con él en la residencia Santa Marta. El gesto del Papa ha sido visto como un espaldarazo a esta corriente teológica que contiene muchos aspectos positivos, como la opción preferencial por los pobres, rasgo fundamental del pontificado del papa Francisco.
Gustavo Gutiérrez, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2003, destaca por la denuncia de la injusticia y la opresión de los pobres y, a diferencia de otros autores de la teología de la liberación, no ha sufrido censuras del Vaticano. Gerhard Ludwig Müller ha sido profesor de Teología Dogmática en la Universidad de Munich, miembro de la Comisión Teológica Internacional y obispo de Ratisbona hasta que Benedicto XVI lo llamó a ser prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Del lado de los pobres recoge artículos de ambos teólogos, que comparten su preocupación por la Iglesia en Latinoamérica, la opción por los pobres y sus repercusiones en la reflexión teológica en América Latina y en Europa. El libro contiene seis capítulos, tres de cada autor, que reflexionan sobre la importancia de la teología de la liberación para la teología actual en su conjunto y para la vida actual de la Iglesia. Lejos de considerarla superada, Müller y Gutiérrez reivindican la vigencia de esta corriente teológica y recuerdan el compromiso por la justicia que todo cristiano debe asumir como imperativo sustancial.
La introducción o prefacio del libro corre a cargo de Josef Sayer, profesor en la Universidad de Friburgo, director de la organización alemana Misereor entre 2007 y 2012 y miembro de Cor Unum.

José María Castillo

La encuesta del Papa a los católicos

20.11.13 | 10:12. Archivado en Francisco
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Como es sabido, los católicos de mentalidad tradicional están preocupados, incluso asustados, con motivo de la encuesta que el papa Francisco ha difundido para que los católicos digamos lo que realmente pensamos sobre lostemas relacionados con la familia y que más han dado que hablar en los últimos años. Algunos han dicho que la encuesta es sólo para los obispos. Pero no. Que sepamos, hasta este momento, quienes pueden (y deben) responder, a las preguntas planteadas, somos todos.
Pues bien, si toda la Iglesia tiene la palabra para decir lo que piensa sobre temas tan debatidos (aborto, homosexualidad, divorciados, separados, etc, etc.), entonces la encuesta es más revolucionaria de lo que muchos se pueden imaginar. Y lo es, por un motivo que seguramente pocos se imaginan.
Me explico. Muchos querrían que haya un papa que, por fin, le diga a la Iglesia, con su autoridad infalible, lo que hay que pensar y hacer en los problemas mencionados, y en tantos otros relacionados con la vida familiar, sexual.... Temas que son delicados, que tanto preocupan y, sobre todo, de los que tantísimo se discute, se puntualiza, se duda y por los que se apasiona la gente. Pues bien, ¿por qué la encuesta, planteada a quienes tantos discutimos sobre esos asuntos, resulta tan revolucionaria?
El problema de fondo no está en la complejidad de los temas planteados por la encuesta. El problema adentra sus raíces en un asunto bastante más complicado. Lo que está en cuestión no es la respuesta que se pueda - y se deba - dar a cada uno de esos temas.Lo que se va a poner en cuestión es la respuesta que se pueda - y se deba - dar a los límites que tiene la autoridad del papa para zanjar, mediante una definición dogmática, lo que los católicos tenemos que pensar, creer y vivir en asuntos que tan vivamente nos conciernen. Mi pregunta, después de leída la encuesta, es la siguiente: si nos atenemos a lo que enseña el más alto magisterio de la Iglesia, ¿se puede asegurar que el papa tiene autoridad y potestad sagrada para definir, como “dogmas de fe”, doctrinas y formas de vida sobre las que no hay acuerdo entre los católicos, sino más bien una diversidad de doctrinas y teorías, que han desembocado en profundas divisiones, y hasta enfrentamientos, ente los mismos católicos?
Como es sabido, la doctrina sobre la infalibilidad pontificia fue definida en el concilio Vaticano I (en 1870). Las palabras del concilio fueron éstas: “El Romano Pontífice.... goza de aquella infalibilidad de la que el Redentor divino quiso que estuviera provista su Iglesia en la definición en de la doctrina sobre la fe y las costumbres” (H. Denzinger - P. Hünermann, nº 3074). Por tanto, según el concilio Vaticano I, la infalibilidad del papa es la infalibilidad de la Iglesia. Lo cual quiere decir que el papa, cuando pronuncia una definición dogmática, no pronuncia una sentencia en cuanto persona privada, sino que expone o define la doctrina de la fe católica como maestro supremo de la Iglesia universal. De forma que el papa, lo que tiene, es “el carisma de infalibilidad de la Iglesia misma”, como dijo el Vaticano II (LG, nº 25).
Por tanto, el sujeto que posee el poder de la infalibilidad es la Iglesia. El papa posee el carisma de pronunciar esa infalibilidad en casos y asuntos concretos. En consecuencia, cuando la Iglesia se encuentra dividida - y hasta enfrentada - en un tema concreto, el papa no puede zanjar semejante situación echando mano de una definición dogmática. Para pronunciar una definición infalible, el papa tiene que tener la razonable garantía de que el tema de su definición es conocido en la Iglesia y está aceptado por la Iglesia. Ésta es la razón por la que el papa Pío XII, antes de proceder a la definición de la Asunción de la Virgen María a los cielos (año 1950), preguntó a todos los obispos del mundo si en sus iglesias se aceptaba esta doctrina como doctrina revelada por Dios. Y, cuando obtuvo la respuesta afirmativa de todos, entonces procedió a hacer la definición dogmática.
Siendo ésta la doctrina y la praxis de la Iglesia católica, no basta que el papa ponga fin a una controversia para que se pueda hablar de una definición. Como tampoco es una definición, hablando con propiedad, el hecho de declarar que un juicio doctrinal es “inapelable” (G. Thils). Como explicó el relator oficial del Vaticano I, Mons. Grasser, “el papa es infalible solamente cuando, desempeñando su cargo de doctor de todos los cristianos y, por tanto, representando a la totalidad de la Iglesia universal, juzga y define lo que debe ser admitido o rechazado por todos” (Mansi 52, 1213 C). Y debe ser admitido o rechazado como una cuestión o verdad de fe. Todo lo demás, y por más que lo diga el papa, es (y será) un asunto de obediencia. Pero, como es bien sabido, los asuntos que no pasan de la obediencia, en aquellos casos en que el sujeto ve en su conciencia que no tiene por qué obedecer, en tales casos puede (y hasta debe) desobedecer. Ya que, como bien sabemos (desde la lúcida enseñanza de Santo Tomás de Aquino (“Sum. Theol.”, 2-2, q. 104, a. 6; a. 5), el último dictamen de la rectitud de un acto es el dictamen de la propia conciencia, no la mera y pasiva sumisión.
La consecuencia, que se sigue de lo dicho, es clara. Las preguntas que propone la encuesta del papa sobre las familia plantean una serie de asuntos en los que, ni teológicamente ni desde el punto de vista científico o histórico, hay consenso en la Iglesia. Son lo que los entendidos denominan como “quaestiones disputatae” (cuestiones sometidas a discusión). ¿En el Sínodo de Octubre del año que viene se llegará a un acuerdo unánime en tales cuestiones? Sería de desear. Pero no es previsible. La consecuencia será que van a quedar patentes los límites doctrinales que tiene el poder papal a la hora de zanjar una doctrina discutida. La unidad de la Iglesia no es uniformidad. La unidad se construye sobre el respeto, la tolerancia, la bondad y la búsqueda del bien de todos. Y, por tanto, la unidad se da (y se seguirá produciendo) en la pluralidad de opiniones, conductas y formas de vida, siempre que sean opinables dentro del respeto a los derechos de los demás. Si se consigue mediante la encuesta y el Sínodo que haya más tolerancia, más respeto a quienes piensan de manera distinta y los que viven de forma diferente, la Iglesia dará un paso decisivo hacia la unidad que quiso el Señor. Y si, además de eso, se aclaran determinadas cuestiones, que hoy nos dividen o nos enfrentan, entonces el papa Francisco habrá hecho una aportación decisiva (una más) para bien de todos nosotros.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Queiruga ante una "novela extraordinaria"
Álvaro Pombo, Quédate con nosotros, Señor, porque atardece





Andrés Torres Queiruga

Publicada hace poco por Destino, esta novela ("Quédate con nosotros, Señor, porque atardece") extraordinaria no ha tenido el eco que se merece.

El título, que obviamente es una cita de Lucas en una de las escenas más bellas, simbólicas e incluso intrigantes de su Evangelio, ha podido alejar a muchas personas. Por motivos contrapuestos: en el mundo propiamente literario, ese título puede tener el aire de un ornitorrinco fuera de su territorio; en el más confesionalmente religioso, es muy probable que haya quedado oculta por su inclusión en el género novelístico.

Aunque confieso que a mí fue justamente la extrañeza de un título así, dentro de ese género, lo que llamó la atención y me llevó a la lectura. Que, por cierto, ha sido voraz y casi de una tacada, a la espera de otra más reposada y acaso meditativa.

Quizás este aplazamiento ha sido la causa de que no me haya hecho eco público de la misma, si bien escribí inmediatamente al autor, felicitándolo e incluso agradeciéndoselo. Entretanto, he hablado mucho del libro y he animado a más de una persona amiga a que no se perdiese la lectura. Por su parte, Álvaro Pombo, en un reciente artículo (número nov-dic. de la revista El Ciervo), ha manifestado con expresa y limpia generosidad su sintonía con mi trabajo teológico.

Algo que me había indicado ya con ocasión del incidente provocado por la Comisión Episcopal de la Fe. Me ha parecido que eso pedía una cierta reciprocidad de reconocimiento por mi parte. Y así, con su permiso, me he decidido a publicar la carta que le escribí, en caliente, a raíz de la lectura. Al final, en una coda, aludiré a un curioso incidente en aquel envío.



Carta a Álvaro Pombo a propósito de su Novela: 



‹ Muy estimado amigo: ›

‹ En este espacio medio libre de los comienzos del verano he podido leer, casi de un tirón, tu novela "Quédate con nosotros, Señor..." (permíteme usar el tú, que me resulta más espontáneo y normal). Te confieso que lo primero que me llamó la atención fue la valentía del título, en un ambiente en que, supongo, a la mayoría les sonará a chino y a los sabios de siempre, a antigualla un poco trasnochada. Pero la verdad más profunda es que el libro me "pilló" y me asombró y me llevó a caminar dentro de mí. ›

‹ Gracias, querido amigo, por esta obra que todo me indica que ha llevado mucho tiempo de gestación -no sé si también de redacción- y que, en todo caso, constituye una auténtica fenomenología de la fe en nuestro ambiente y, más allá, en la cultura actual. Mi trabajo en la teología y en la filosofía no me permite dedicar el tiempo que me gustaría a leer literatura y por tanto poco vale mi opinión al respecto. Pero de lo poco que puedo opinar -sobre todo en Comillas sí que casi lográbamos mantenernos al día-, creo que tu novela no sólo entra de lleno en aquella literatura religiosa de mediados del siglo pasado, sino que la supera ampliamente por la amplitud y hondura teológica. ›

‹ No he hablado por casualidad de "fenomenología" de la fe. Porque, afortunadamente, tu novela ha sido capaz de no quedar prisionera del monotema de la culpa y la angustia (sin ignorarlas), sino que ha logrado una panorámica verdaderamente coral de los aspectos fundamentales que hoy nos preocupan y, a veces, nos asedian. Has escogido un ambiente intenso, incandescente, con el grupo del monasterio, logrando la dificilísima aventura de preservar las diferencias y las identidades, y has logrado así tocar en vivo los grandes problemas de la teología y aun de la mística, encarnados en personas vivientes, casi el grupo de apóstoles metidos en el siglo XXI, con Pedro-Raimundo marcando los avatares de una fe en lucha. Y el maravilloso coro de las mujeres, en contrapunto sereno, discreto, luminoso, evocador. ›

‹ Se ve que la novela te ha salido muy de dentro, con jirones dolorosos, pero, creo, con una fe honda, desde el claro oscuro, y un esperanza tenaz, a pesar de todo. Me parece un acierto magnífico, antimaniqueo, por un lado (ni siquiera Matías es Judas), y evocador de la tradición bíblica del "resto", por otro. Sigue la fe, con su voz difícil, en la soledad y el destierro, pero cantando la gloria y evocando la verdad de siempre. Sigue luminosa pese a todo. Y espero que, en este panorama desértico y hostil, pero seguramente más sediento de lo que parece, de nuestro momento cultural, sea para muchos una luz en las tinieblas y una llamada, discreta pero inconfundible, en la algarabía que no cesa. ›

‹ No quisiera ser tópico. Aun así quiero pensar que tiene algo de síntoma en este asomo de primavera que parece asomar con el nuevo papa. En todo caso, yo así lo percibo, lo gozo y lo agradezco. Desde mi teología, que procuro apoyar en la seguridad luminosa de un Dios que nos está creando por amor -por su amor, más fuerte y más fiel que todas nuestras ambigüedades e incluso traiciones-, tiendo a vivir un fe menos dramática, pero en profunda sintonía con la que tú evocas aquí, en una obra que no sé como será recibida de momento, más que sin duda perdurará, "fonte" más o menos escondida, brotando agua limpia, ofrecida a tantas sedes. ›

‹ Acoge este texto, que ni siquiera he querido reelaborar, para que te lleve un testimonio agradecido. Agradecido también por tus palabras en un momento en que mi propia fe era cuestionada... por fortuna, solo desde fuera, pues, más afortunado que tus monjes, no la sentí perturbada por aquel triste episodio. ›

‹ Un fuerte abrazo, ›

‹ Andrés Torres Queiruga ›



Coda: Al repasar la carta, cuando le escribí para pedirle permiso para publicarla ahora, advertí un poco desconcertado que al final del penúltimo párrafo aparecía "fondee" donde pone "fonte". Sospechando que seguramente a él le había llegado con ese extraño disfraz, se lo comenté, indicando: "seguramente se debe a una de esas correcciones automáticas que las máquinas nos hacen a veces por su cuenta y sin molestarse en pedirnos permiso. No sé si también a ti te ha llegado así: en caso afirmativo, sería un buen argumento para una novela de intriga...".

Su contestación ha sido rápida y muestra que, como tantas veces, la errata ha sido productiva. He aquí sus palabras (esta vez sin permiso): "Ahora un comentario divertido sobre el desciframiento de la expresión "fondee" en tu carta: Cuando yo la recibí, entendí "fondee" procedente del verbo fondear, con el significado de anclar. Tu frase era: fondee más o menos escondida. Tú querías decir que mi novela fondeara, echara el ancla, como los botes en la playa de la Magdalena. No pensé en este caso en la idea de "fonte" en el sentido del poema de San Juan de la Cruz: "Qué bien sé yo la fonte que mana e corre/ aunque es de noche". Sí es cierto que al no poder ahora ni tú mismo aclarar tu propia intención al escribirla, tenemos uno de esos casos de hipersignificación del texto, que ciertamente es intrigante. A mí no que cupo duda desde un principio que querías decir que mi novela fondeara más o menos escondida en la conciencia de los lectores españoles".