Argentina:
Francisco más allá de la “grieta”
Grandes debates en el país del Papa por las figuras políticas y sociales que recibe en el Vaticano, en una actitud que pretende encasillar y usar a Francisco
ANSA
La bandera argentina en la Plaza San Pedro
18/05/2016
ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ
CIUDAD DEL VATICANO
Hay una “grieta” que busca mezquinamente dividir a Argentina. Que intenta colocar a unos y otros en orillas contrarias de una misma acera. Enfrentarlos ideológica y socialmente. Una especie de “mano invisible” alimentada por políticos, dirigentes sociales y periodistas por igual. Una condición de la cual sacar tajada. Un vicio que ahora pretende ensuciar a Francisco, apelando a informaciones parciales para asignarle un rol funcional en un escenario aldeano. Demasiado injusto con un Papa que, como pocos, ha demostrado una vocación universal a tender puentes de amistad entre las personas, los pueblos y las naciones.
“Francisco no quiso recibir a Margarita Barrientos”. Con una inusitada velocidad la noticia copó los principales medios de comunicación argentinos. Corría el jueves 12 de mayo. Para las primeras horas de la tarde el tema ya era tendencia en las redes sociales e iba directo a convertirse en un debate nacional.
¿Cómo era posible que el Papa hubiese despreciado a una de las activista sociales más reconocidas del país? Según el relato de la propia Barrientos, ese día en un programa de televisión, ella viajó al Vaticano en abril de 2013 para asistir a una audiencia general y conocer al pontífice argentino en San Pedro. Pero el ansiado encuentro nunca se dio. El grupo con el cual se encontraba fue movido de lugar y ya no pudo acceder al saludo con Bergoglio.
Para la ejemplar fundadora del comedor comunitario Los Piletones, el pontífice no la quiso saludar por “razones políticas”. Atribuyó toda aquella situación a su cercanía con el presidente de la República Argentina, Mauricio Macri, con quien colabora y comulga desde hace varios años. Fue categórica al indicar esos motivos en especial, como si estuviese sinceramente convencida de que respondían a la realidad.
Pero los hechos demuestran lo contrario. Apenas 34 días antes de aquel fatídico miércoles 24 de abril para Barrientos, el flamante Papa tuvo un gesto político de enorme peso para con el todavía jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En la misa de inicio de pontificado, el martes 19 de marzo, Francisco saludó a Macri antes que a cualquier otro jefe de Estado. Él había llegado hasta San Pedro con su esposa, Juliana Awada, pero estaba fuera de la comitiva oficial. Era entonces el opositor más visible de la presidente Cristina Fernández de Kirchner.
En medio de la multitud, sin invitación especial, la pareja fue interceptada por el vicario general de Buenos Aires, Horacio García. Él los condujo a la explanada de las autoridades y al final de la misa los fue a buscar para permitir el saludo con el pontífice dentro de la Basílica de San Pedro. Tanto sorprendió aquel detalle que la prensa tituló: “Macri y una foto con el Papa que el kirchnerismo quería evitar” (La Nación, 19.03.2013).
El encuentro se repitió seis meses después, el 19 de septiembre. Esa vez la pareja fue recibida en Santa Marta, la residencia habitual de Francisco en el Vaticano. La reunión duró casi una hora y de la misma dio cuenta toda la prensa. Una cita que no pasó desapercibida, porque tuvo lugar un mes antes de las elecciones legislativas de medio término, el 27 de octubre siguiente.
Pero los episodios de encuentro entre el Papa y personajes vinculados a Macri, o a su partido el PRO, son variados. Por ejemplo en septiembre de 2014 estuvo en Roma una de las mánager favoritas del presidente, Isela Costantini, actual responsable de la compañía Aerolíneas Argentinas. Ella participó en un congreso de la Red Mundial de Escuelas para el Encuentro “Scholas Occurrentes” y en una entrevista a la Radio Vaticana afirmó: “Todos queremos ayudar de forma estructurada al Papa Francisco a buscar la paz por medio de la educación”. En ese mismo seminario estuvo Diego Santilli, entonces senador del PRO y actual vicejefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Ese mismo mes Francisco sostuvo una íntima conversación con Marcos Aguinis, quien fuera secretario de Cultura durante la presidencia de Raúl Alfonsín. El escritor cordobés fue tachado en más de una ocasión de “ideólogo de Cambiemos”, la alianza que llevó a Macri al poder. Sus artículos, que Bergoglio leía en Argentina, lo colocaron como uno de los intelectuales más críticos del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Su visita a Santa Marta tuvo lugar el 25 de septiembre de 2014, poco después de la más polémica reunión del Papa con la presidente.
A otro congreso de Scholas, en febrero de 2015, asistió Esteban Bullrich, ministro de Educación de Macri en la capital. Él volvió a la Santa Sede el pasado 3 de febrero de este 2016, ya como responsable de la educación a nivel nacional. Presenció otro acto de esa fundación pontificia en la Casina Pío IV, corazón de los Jardines Vaticanos. Allí el Papa reveló que dialogaba con él cuando era ministro en Buenos Aires y reconoció abiertamente su trabajo. “Hizo mucho y empezó a dar subsidios a las escuelas pobres”, sostuvo.
¿Qué ocurrió entonces con Margarita Barrientos? El mismo Bergoglio se lo explicó a Fabián Baez, sacerdote de Buenos Aires, a quien llamó por teléfono la tarde del viernes 13 de mayo. En la conversación, durada 28 minutos, Francisco confesó que nunca supo de la presencia de la señora, ni del grupo con quien había viajado. Y es explicable, el Papa no tiene tiempo de controlar personalmente las listas de los miles que asisten a sus audiencias cada semana. Ni siquiera de aquellos que están en primera fila. Ese es trabajo de su copioso protocolo.
Además, en abril de 2013 la organización de las audiencias papales era todavía un lío. Se había introducido desde hacía muy poco la práctica del “corralito”, un sector especial dedicado exclusivamente a los peregrinos argentinos que no existía antes. Ni los gentilhombres del Papa, ni los gendarmes vaticanos comprendían cómo debía gestionarse una zona que hasta entonces no existía. Y los errores estaban a la orden del día.
En esa misma audiencia estuvo la presidente de las Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, acompañada por el entonces legislador Juan Cabandié; por el sacerdote Juan Carlos Molina, ex titular del Sedronar y por la religiosa Geneiviene Jeanningnos, sobrina de una de las monjas francesas desaparecidas en la dictadura militar. Pero ninguno de ellos estuvo en un lugar diplomático, reservado para invitados especiales. Aunque si pudieron estrechar la mano del pontífice, e intercambiar con él unas palabras en un saludo que no superó los cinco minutos.
Ahora, otro anunciado saludo reavivó a la “grieta” contra Francisco. El 27 de mayo el Papa recibirá a la activista Hebe de Bonafini, una de las fundadoras de las Madres de Plaza de Mayo. Una figura polémica, que no ha dudado en utilizar la violencia verbal contra aquellos que no apoyan su posición, incluso Bergoglio en otros tiempos.
Ante la polémica suscitada, Francisco le escribió un correo electrónico a un amigo que se filtró a la prensa. “Se bien quién es Hebe de Bonafini”, precisó. Pero recordó que ella es una madre cuyos hijos están desaparecidos y no sabe cómo murieron, ni cómo los torturaron. “A una mujer así no le cierro la puerta. Lo que veo allí es el dolor de una madre”, ponderó.
Se dijo tranquilo. “El Señor me da paz y trabajo”, reconoció. Pero no se mostró ingenuo. Confesó estar al tanto del “operativo de prensa” montado contra él, por el caso Barrientos y otras cosas. Operaciones así las padeció en el pasado. Por eso no dudó en constatar: “Los argentinos somos incorregibles...”.
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