Dónde está María hay diálogo
Martín Gelabert
En este mundo hay mucha necesidad de diálogo y de entendimiento entre personas y pueblos. Hay grupos y personas que no se hablan. Peor aún, esta falta de diálogo es fuente de malentendidos y de odios.
María es un buen icono del diálogo. Allí donde aparece María, aparece el diálogo. Con el ángel en la Anunciación, María entabla un diálogo y expone las dificultades que ella encuentra. Es necesario escuchar las dificultades que tiene el otro para que pueda aceptar mis propuestas. En su visita a Isabel, también aparece el diálogo. Esta vez es Isabel la que pregunta a María: ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a mi?. En el viaje a Jerusalén, con el niño adolescente, perdido y luego encontrado en el templo, de nuevo es María la que pregunta, porque no entiende, y quiere clarificarse: ¿cómo nos has tratado así a tu padre y a mi?
En Caná de Galilea, en una boda en la que falta vino, se entabla un diálogo, por momentos muy tenso, entre María y Jesús. Pero no es la tensión que lleva a la ruptura, sino la tensión resultado de la dificultad del diálogo, que se mantiene como tal tensión sin llegar nunca a la ruptura, precisamente porque se trata de encontrar una salida que sea satisfactoria para madre e hijo, una salida buena para los dos partes, en la que cada parte se diría que cede, precisamente para poder encontrar la salida común, que interesa a los dos. Las preguntas de María y las respuestas de Jesús, en la escena de Caná, no conducen a la ruptura, sino a superar las dificultades serias con las que se encuentran las partes para comprender y aceptar al otro. Hay preguntas rompedores, a partir de las cuales ya no hay diálogo, ya no se sigue hablando, se cierran las puertas. Y hay preguntas que buscan precisamente ampliar espacios, dejar espacio al otro, manifestando al otro que yo también necesito mi propio espacio.
Al pie de la cruz, cuando Jesús está ya exhausto, abandonado de Dios y de los hombres, María sigue allí y porque sigue allí hay diálogo. Aunque en este caso es Jesús solo el que habla. María escucha: ahí tienes a tu hijo, ahí tienes a tu madre. Hay situaciones en las que el mejor diálogo es escuchar con respeto, sobre todo cuando el que habla es un vencido, un derrotado, quizás injustamente. Ante el vencido, y no digamos ante el injustamente derrotado, lo que conviene hacer es escuchar. Este es el primer paso para remediar las injusticias.
El diálogo no es solo un instrumento práctico o pedagógico. Para los creyentes es una manera de creer que el espíritu no está solo en mi, sino en otros. Compartimos el mismo espíritu, por eso podemos entendernos. Y para los no creyentes es una manera de reconocer que la razón, lo más propio y característico de los humanos, no está solo en mi, sino en los otros; en este sentido el diálogo es una manera de reconocer la humanidad del otro, nuestra común humanidad. Compartimos la misma humanidad, por eso podemos dialogar y entendernos.
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