La COP 21
pavimenta el camino hacia el
desastre
Leonardo Boff
En el artículo anterior
publicado en este espacio, el autor, tras resaltar los puntos positivos, inició
una fuerte crítica acerca de la ilusoria propuesta de la COP 21 sobre el
calentamiento global. No puede negarse la buena intención de todos, solo que
esa intención no es buena para la vida, para la humanidad y para la Casa Común:
la forma como se quiere prevenir el techo de 2ºC de calentamiento y caminar
hasta 2100 en dirección a los niveles pre-industriales que eran de 1,5ºC. Todo
esto deberá ser alcanzado sin alterar el flujo comercial y financiero del
mundo, según se deduce del lema de la Convención: “transformando nuestro mundo:
la agenda 2030 para un desarrollo sostenible”.
Aquí
reside el nudo del problema. El desarrollo que predomina en el mundo no es en
modo alguno sostenible, pues es sinónimo de puro crecimiento material ilimitado
dentro de un planeta limitado.
Este es conseguido mediante la desmesurada
explotación de los bienes y servicios naturales, aunque esto implique una
perversa desigualdad social, devastación de ecosistemas, erosión de la
biodiversidad, escasez de agua potable, contaminación de los suelos, de los
alimentos y de la atmósfera.
Después
de decenas de años de reflexión ecológica, parece que los negociadores y jefes
de Estado no han aprendido nada. Ellos simplemente no piensan en el destino
común. Solo dan alas a la furia productivista, mercantilista y consumista, pues
esa es la corriente dominante globalizada. Ahora bien, este es el tipo de
desarrollo/crecimiento que produce el caos de la Tierra y la depredación de la
naturaleza. Los datos científicos más serios y recientes dicen que hemos
alcanzado el Earth Overshoot Day, el día de la sobrecarga de la Tierra,
es decir, el día en que la Tierra perdió su biocapacidad de atender las
demandas humanas. Si tomamos como referencia un año, en agosto ya había gastado
su depósito de abastecimientos para el sistema-vida. ¿Cómo quedan los demás
meses? Siendo así, ¿todavía tiene sentido hablar con propiedad de desarrollo
sostenible para 2030? Si el bienestar de los países ricos fuese universalizado
―esto ha sido científicamente calculado y está en los manuales de ecología―
necesitaríamos por lo menos tres Tierras iguales a la actual.
La
COP 21 quiere curarnos dándonos el veneno que nos está matando. No por
casualidad, y esto es vergonzoso y humillante para cualquier persona que se
preocupa de la naturaleza y la Madre Tierra, en ningún lugar del documento
final, aparecen las palabras naturaleza y Tierra. Los representantes son
rehenes del paradigma científico del siglo XVI para el cual la Tierra no pasaba
de ser una cosa inerte y sin propósito, antes un baúl de recursos colocados a
nuestra disposición que la Magna Mater. No han valido de nada las
reflexiones de los grandes nombres de la ciencia de la vida y de la Tierra,
como Prigogine, de Duve, Capra, Wilson, Maturana, Swimme, Lutzenberger,
teniendo como antecesores a Heisenberg, Bohr, Schrödinger y especialmente
Lovelock, sin olvidar la encíclica del Papa Francisco “cuidando de la Casa
Común”, entre tantos otros fundadores del nuevo paradigma. En el texto
predomina la más descarada tecnocracia (dictadura de la tecnología y de la
ciencia), tan duramente criticada por el Papa en su encíclica, como si
solamente a través de ella nos vinieran las soluciones mesiánicas para la
adaptación y la mitigación de los climas. No hay ningún sentido de ética y de
llamadas a valores no materiales. Todo gira alrededor de la producción y del
desarrollo/crecimiento, en un craso materialismo.
Según
el nuevo paradigma, basado en una visión de la cosmogénesis que ya dura desde
hace por lo menos 13,7 millones de años, vemos a todos los seres
inter-retro-relacionados, cada uno con valor intrínseco pero abierto a
conexiones en todas las direcciones, formando órdenes cada vez más altos y
complejos hasta permitir la emergencia de la vida y de la vida humana
inteligente y portadora de creatividad.
Concuerdo
con el mayor especialista sobre el calentamiento global, el profesor de la
Universidad de Columbia y antes del a NASA, James Hansen (cfr. The Guardian
de 14/12/2015), que es ilusorio pedir a las petroleras que dejen bajo el suelo
el petróleo, el gas, el carbón, energías fósiles emisoras de CO2, y las
sustituyan por energías renovables. Todas las energías renovables juntas no
llegan al 30% de lo que necesitamos. Las metas de la COP21 son totalmente
irreales, porque las energías fósiles son más baratas y van a seguirse
quemando, especialmente si se mantiene la economía de acumulación con las
consecuencias ecológicas y sociales que acarrea.
Pero
habría una posibilidad si realmente quisiéramos estabilizar el clima entre 1’5º
y 2ºC, lo que sería todavía administrable; deberíamos cambiar de paradigma:
pasar de una sociedad industrialista/consumista a una sociedad de
sostenimiento de toda la vida, orientada por el biorregionalismo y no por
el globalismo uniformizador. La centralidad la tendría la vida en su diversidad
y no el desarrollo. La producción se haría a los ritmos de la naturaleza, en el
respeto de los derechos de la Madre Tierra y de la diversidad de las culturas
humanas. Aquí nos inspira más el Papa Francisco en su encíclica que los
tecnócratas de la COP21. De seguir sus consejos, estaremos pavimentando el camino
que nos conduce al desastre.
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