Monseñor Ricardo Seirutti fue consagrado este viernes obispo auxiliar de Córdoba durante una celebración eucarística en la catedral Nuestra Señora de la Asunción.
El consagrante principal fue el arzobispo de Córdoba, monseñor Carlos Ñáñez, y los coconsagrantes el obispo auxiliar de Córdoba, monseñor Pedro Javier Torres, y el obispo de Oberá, monseñor Damián Bittar.
Monseñor Ñáñez agradezco especialmente la presencia del arzobispo emérito de Paraná, cardenal Estanislao Esteban Karlic, y del nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Tsherrig.
El prelado le pidió a monseñor Seirutti que “consciente de tus limitaciones y de tus fragilidades tenés que dejarte amar, perdonar, consagrar y enviar.
Que el crisma que se va a derramar sobre tu cabeza te recuerde permanentemente ese amor sin vueltas del Señor”.
“En correspondencia, tu amor sin retaceos al Señor se concretará en tu entrega generosa y abnegada a su Iglesia, su esposa. Que el anillo que vas a recibir en seguida, te lo recuerde permanentemente.
El báculo, a su vez, te recuerde que tenés que apoyarte siempre en el Señor y que debés proteger constantemente al pueblo de Dios, particularmente a los más frágiles”, le recordó.
“¡No te olvides de los pobres!”, le dijo el arzobispo emérito de San Pablo, Brasil, al Papa Francisco el día de su elección como obispo de Roma. Que esa recomendación resuene en tu corazón acordándote siempre de tus hermanos más pobres, enfermos y sufrientes y también de los alejados a los cuales estás enviado y a los que debes procurar llegar”, le sugirió.
Mensaje del flamante obispo
En su mensaje a la comunidad, monseñor Seirutti le pidió a Dios que lo anime “cada día desde hoy a caminar así: escuchando siempre tu voz y los balidos de la gente, mis hermanos. Que no me tiente nunca la sombra fresca de algún árbol para ubicarme solo, quieto y desentendido. Que siempre caminemos juntos”.
“Señor Jesús, que no me la crea. Que mi único acto de fe sea en Vos, que me llamás y enviás a enamorarme cada vez más de tu pueblo” rogó, e imploró:
“Seguí caminando entre nosotros, loco pobre de Nazaret, y preguntame cada día si te amo. Sosteneme en la respuesta de decirte que te quiero, ya que vos lo sabés todo de mí. Y así, escuchar y hacer vida en mí tus palabras: “Apacienta mis ovejas. Tú sígueme”.
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