Navidad:
Cada vez que nace un niño
es señal de que Dios
todavía cree en el ser
humano
Leonardo Boff
Estamos en época de Navidad,
pero el aura no es de Navidad, sino más bien de Viernes Santo. Tantas son las
crisis, los ataques terroristas, las guerras que las potencias belicosas y
militaristas (EE.UU., Francia, Inglaterra, Rusia y Alemania) conducen juntas
contra el estado islámico, destruyendo prácticamente Siria, con una muerte
espantosa de civiles y niños, como la misma prensa ha mostrado, la atmósfera
contaminada de rencores y espíritu de venganza en la política brasileña, por no
hablar de los niveles astronómicos de corrupción: todo esto apaga las luces de
Navidad y ensombrece los pinos que deberían crear el ambiente de alegría y de
inocencia infantil que todavía existe en toda persona humana.
Quién
pueda ver la película Niños Invisibles, en siete escenas diferentes,
dirigidas por directores de renombre como Spike Lee, Katia Lund, John Woo,
entre otros, puede darse cuenta de las vidas destruidas de los niños en muchas
partes del mundo, condenados a vivir de la basura y en la basura; y sin
embargo, hay escenas conmovedoras de camaradería, de pequeñas alegrías en los
ojos tristes, y de solidaridad entre ellos.
Y
pensar que son millones en el mundo de hoy y que el propio niño Jesús, según
las Escrituras, nació en un pesebre para animales, porque no había lugar para
María, cercana al parto, en ninguna posada en Belén. Él se mezcló con el
destino de todos estos niños maltratados por nuestra falta de sensibilidad.
Más
tarde, ese mismo Jesús ya adulto dirá: "quien recibe a estos hermanos míos
más pequeños, a mí me recibe". La Navidad tiene lugar cuando se da esta
acogida, como la que el Padre Lancelotti organiza en São Paulo para cientos de
niños de la calle bajo un viaducto.
En
medio de todas estas desgracias en el mundo y en Brasil, me viene a la mente
una pieza de madera con una inscripción pirograbada que un interno de un
hospital psiquiátrico de Minas me dio durante una visita que hice allí para
animar al personal. En ella está escrito: «Cuando nace un niño es señal de que
Dios todavía cree en el ser humano».
¿Puede
haber un acto de fe y esperanza mayor que este? En algunas culturas de África
se dice que Dios está de manera especialmente presente en los que nosotros
llamamos "locos". Por eso son adoptados por todos y todos cuidan de
ellos como si fueran un hermano o una hermana. Así se integran y viven en paz.
Nuestra cultura los aísla y no los reconoce.
La
Navidad de este año nos remite a esta humanidad ofendida y a todos los niños
invisibles cuyos padecimientos son como los del niño Jesús, que ciertamente en
el invierno de los campos de Belén temblaba en el pesebre. Según una antigua
leyenda, se calentó con el aliento de dos caballos viejos que, en recompensa,
adquirieron después completa vitalidad.
Vale
la pena recordar el significado religioso de la Navidad: Dios no es un viejo
barbudo con ojos penetrantes, ni un juez severo que juzga todas nuestras
acciones. Es un niño. Y como niño no juzga a nadie. Sólo quiere vivir y ser
querido. Del pesebre viene esta voz: «¡Oh, criatura humana, no temas a Dios!
¿No ves que su madre ha envuelto sus pequeños brazos? Él no amenaza a nadie.
Más que ayuda, necesita ser ayudado y llevado en brazos».
Nadie
mejor que Fernando Pessoa entendió el significado humano y la verdad del niño
Jesús:
Él
es el Niño Eterno, el Dios que faltaba.
Es tan humano que es natural.
Es el
Divino que sonríe y juega.
Por eso sé con toda seguridad que él es el Niño
Jesús verdadero. Es un niño tan humano que es divino.
Nos llevamos tan bien los
dos, en compañía de todo, que nunca pensamos el uno en el otro… Cuando me
muera, Niño mío, déjame ser el niño, el más pequeño.
Tómame en tus brazos y
llévame a tu casa.
Desnuda mi ser cansado y humano. Acuéstame en la cama.
Cuéntame historias, si me despierto, para que me vuelva a dormir. Y dame tus
sueños para que juegue,
hasta que nazca cualquier día que tú sabes cuál es.
¿Se
puede contener la emoción ante tanta belleza? Por esto, todavía, a pesar de los
pesares, podemos celebrar discretamente la Navidad.
Termino
con este otro mensaje que tiene significado y que me encanta: «Todo niño quiere
ser hombre. Todo hombre quiere ser rey. Todo rey quiere ser "dios".
Sólo Dios quiso ser niño».
Abracémonos
unos a otros como quien abraza al Divino Niño que se esconde en nosotros y que
nunca nos abandonó. Y que la Navidad sea todavía una fiesta discretamente
feliz.
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