miércoles, 30 de abril de 2014

Identikit de Adolf Eichmann, 

un asesino de masas

Historia. Dos investigaciones recientes exploran e iluminan los rasgos del gran burócrata del exterminio judío en Auschwitz.

Un halo enigmático y paradojal envuelve a Adolf Eichmann desde su propia vida, y parece seguir acompañándolo a más de medio siglo de su muerte: cuanto más se investiga sobre él, menos seguro se está de quién fue. Ni siquiera Hitler o Goebbels, Göring o Himmler, Heydrich o Müller lograron que se derramara en sus nombres la tinta que mereció este oscuro personaje de oficina, tan aterradoramente normal. Lo cierto es que siempre hay algo incorrecto, incongruente, en la historia de Eichmann, y también en cualquier investigación que lo tenga como protagonista.
Aún hoy persiste un enorme disenso al momento de catalogarlo: un ser normal a quien el despotismo convirtió en asesino sin conciencia, un antisemita radical y fanático o un psicópata que halló en el régimen un camino para su sadismo. Tantas imágenes inconciliables tienen, empero, un par de hilos conductores: el primero es que Eichmann quería seguir con vida, odiaba el anonimato y ensayó una justificación para cada etapa de su vida; el segundo es que el nuevo Estado alemán, construido con los escombros del nazismo y en el marco de la Guerra Fría y el anticomunismo, temió afrontar el riesgo de sacarlo del exilio y juzgarlo en su territorio, lo que generó que se convirtiera en un peligroso factor político. Los archivos sobre él siguen aún encriptados en varios países. Pero las bases de la saga estaban echadas. Y, acaso sin saberlo, Hannah Arendt, con su explosivo Eichmann en Jerusalén. Estudio sobre la banalidad del mal abrió en 1963 un proceso de análisis y crítica que llevó el “caso Eichmann” a lo que es hoy: el “fenómeno Eichmann”.
Basados en documentos inéditos y archivos desclasificados, dos nuevos ensayos acaban de irrumpir en este siempre oscuro y esquivo escenario. Uno es Los expedientes Eichmann , obra de Gaby Weber, (Sudamericana) investigadora alemana doctorada en Berlín y autora de varias obras que vinculan al nazismo con la Argentina. Bettina Stangneth, por su lado, acaba de alumbrar, Adolf Eichmann. Historia de un asesino de masas (Edhasa), un exhaustivo y casi abrumador trabajo de documentación que pone al día todo lo que hasta hoy se sabe sobre él. Filósofa graduada con una tesis sobre Kant, también escribió sobre el antisemitismo en el siglo XVIII. Ambas estudiosas tienen a Hannah Arendt como referente ineludible, aunque con diversas valoraciones.
Arendt estuvo en el juicio como enviada especial del prestigioso semanario The New Yorker. Defendió su necesidad pero atacó su metodología, y fustigó el rol de la dirigencia judía durante el Holocausto, al colaborar en la confección de las listas de la muerte. Sostuvo que si un delito contra los judíos era un delito contra el género humano, solamente un tribunal internacional debía dictar sentencia; lo contrario era la justicia de los vencedores y convertía al reo en chivo expiatorio. Criticó a la defensa de Eichmann, que afirmaba que éste sólo había sido una “ruedecita” en la maquinaria de la Solución Final, y a la acusación, que creía haber hallado en el criminal al motor de aquella máquina. Dijo que en un juicio todas las ruedas de la máquina de la muerte, por insignificantes que fueran, se convertían en autores, o sea, en seres humanos, lo que no resolvía la profunda incongruencia de tener un único reo puesto a funcionario, ante la magnitud del exterminio. Era la banalidad del mal, fundado en la obediencia debida. El pensamiento crítico de Arendt, que iluminó la génesis del totalitarismo contemporáneo, había descubierto que la burocracia, detrás de un escritorio, podía generar y enmascarar a un criminal de guerra, un asesino de masas.
El libro de Stangneth fue publicado en Alemania bajo el título Eichmann antes de Jerusalén. Sostiene que Arendt no fue debidamente comprendida, en parte porque difundió una imagen y una idea equivocadas. Lejos de la burocrática y mezquina figura metida en un cubo de vidrio en el largo juicio, afirma que Eichmann fue un asesino radical y furibundo, alguien convencido de que el exterminio del enemigo judío habría de depararle un lugar glorioso en la historia.
Con todo, nunca pudo ser, por su bajo grado militar y distancia de las grandes decisiones, el arquitecto de la llamada Solución Final: sólo fue el secretario de actas de la Conferencia de Wannsse (20/1/1942), que le dio origen. La reunión, convocada por el mariscal Goring y dirigida por el teniente general Heydrich (comandante de las SS) tras las fracasadas deportaciones a Palestina y Madagascar, finalmente aprobó el exterminio de los judíos de Europa (más de once millones), lo que se cumplió en sus dos terceras partes. Eichmann tuvo a su cargo la supervisión de los campos de prisioneros y los trenes de la muerte; también la aniquilación por gas en los vagones a manos de los Einzatzgruppen, luego abandonada por los daños psicológicos causados a sus ejecutores. Fue decisión suya que los niños ingresaran directamete a las cámaras de gas, ya que no servían para el trabajo esclavo. Su presencia en Viena, Praga y Budapest sigue siendo recordada con horror.
Más que una biografía, la obra de Stangneth trata de hurgar en los pliegues de la personalidad de Eichmnn: “¿En qué medida la apariencia era una imagen diseñada por él mismo y qué importancia tuvieron sus juegos de roles para su carrera criminal y para nuestra imagen de la historia?”, se pregunta. Tras la caída de Berlín, Eichmann huyó al norte de Alemania y tuvo muchos “alias”; se hizo criador de gallinas y les vendía huevos a los judíos. Fue de los últimos alemanes que llegaron al país entre 1945 y 1950 (unos 50 mil) por la llamada “ruta de las ratas”, miles de ellos seguramente nazis. Trabajó en el dique El Cadillal, en pequeños talleres del suburbio bonaerense, en calefones Orbis, crió conejos con el ex SS Franz Pfeiffer, vendió jugos cítricos en el Tigre, fue operario de Mercedes Benz y levantó una precaria vivienda en Bancalari, en cuyas cercanías, según la “historia oficial”, fue raptado en la noche del 11 de mayo de 1960 por un comando del Mossad. Stangneth concluye que Eichmann construyó una versión de sí mismo para cada etapa de su vida.
Un banquillo en Jerusalén
La aparición de nuevos archivos permitió a Stangneth reconstruir, por primera vez, losArgentinien-Papiere (apuntes de la Argentina), esto es, escritos del propio Eichmann en el exilio. Lo mismo ocurrió con las actas y grabaciones de los diálogos, hasta ahora fragmentarios, llamados Entrevistas Sassen: allí están, en más de 1.300 páginas, la vida y el pensamiento de Eichmann antes de su detención. Willem Sassen fue un propagandista voluntario holandés de las SS-Waffen (su ala combatiente) que integró el grupo áulico de jerarcas nazis en la Argentina. Junto a Sassen estaban Eichmann, Joseph Mengele, Klaus Barbie, Walter Rauff, Franz Stangl, Alfons Sassen, Hans Rudel, Joseph Schwammberger, Ludolf von Alvensleben, Erich Priebke… Ninguno de ellos buscaba iniciar una nueva vida en la Argentina: se organizaron para mantener la vigencia de las ideas del nacionalsocialimo, construir una red de adeptos, falsificar documentos, traer nazis desde el exterior, mantener la mística del III Reich… Fue su segunda carrera como teniente coronel de las SS: ahí surgió el “historiador” y se profundizó el experto en la “cuestión judía”. Fue el tiempo del “escritor” compulsivo, que arrojó un legado de más de mil páginas, la inéditaNovela de Tucumán (un testimonio secreto para sus hijos) y el relato La huida .

Entre 1957 y 1960 Eichmann y su círculo se movían con orgullo y descaro, no ocultaban su identidad, firmaban autógrafos con sus nombres verdaderos, enviaban con su apellido sus hijos a la escuela. Entre 1955 y 1960, lo que más deseaban muchos nazis en la Argentina era volver a Alemania. Muchos ex camaradas habían logrado altos cargos. Eichmann creía que había un “malentendido”. Hasta le escribió una ampulosa carta abierta al canciller Konrad Adenauer, que firmó como teniente coronel de las SS. Vivían en la irrealidad, potenciados por un relato endogámico: Sassen estaba convencido de que sería absuelto y que la opinión pública mundial terminaría condenando al pueblo judío y a su gobierno. Eichmann fue colgado el 31 de mayo de 1962.
Alguna vez Ben Gurion dijo que sin el Holocausto, el Estado de Israel no habría existido. Núremberg, ese intento imperfecto de justicia donde Eichmann nunca figuró, estaba ya olvidado. Fue a partir del banquillo de Jerusalén que se abrió paso al mundo la figura del crimen de lesa humanidad.

Detenido un cura argentino 

por presuntos 

crímenes de la dictadura

El excapellán militar ha sido arrestado en Paraguay acusado de complicidad en los delitos

El dictador argentino, Jorge Videla, es juzgado por crímenes de guerra. / FRANCE PRESS
Un sacerdote argentino, Aldo Vara, de 80 años, fue arrestado este lunes en Ciudad del Este (Paraguay), en la Triple Frontera con su país y Brasil porque está procesado por complicidad en secuestros, torturas y desapariciones de personas en la última dictadura militar de Argentina(1976-1983).
No es el primer cura investigado por el terrorismo de Estado del régimen. En 2007, el presbítero Christian Von Wernich fue condenado a prisión perpetua por delitos similares. Tanto Vara como Von Wernich eran capellanes militares en la dictadura y visitaban a los detenidos en los centros clandestinos de detención y tormentos.
Vara estaba prófugo desde agosto pasado, cuando comenzó un juicio por delitos cometidos en Bahía Blanca (573 kilómetros al sur de Buenos Aires), en el que él se encontraba imputado. El cura se fugó de Argentina con rumbo a Brasil o Paraguay, por lo que las autoridades de su país habían pedido a Interpol su detención. La Policía paraguaya lo trasladó de Ciudad del Este a Asunción para su posterior extradición.
El cura se fugó de Argentina con rumbo a Brasil o Paraguay, por lo que las autoridades de su país habían pedido a Interpol su detención
El cura había admitido ante la justicia en 1999 que sabía de las torturas a las que eran sometidos los secuestrados en el centro clandestino La Escuelita y que había visto las huellas de las picanas eléctricas en detenidos en un batallón del Ejército. También declaró que los torturados eran paramilitares que estaban siendo buscados por las autoridades, según la agencia Infojus Noticias. En aquel entonces regían las leyes de amnistía de 1986 y 1987, por lo que Vara no corría riesgos de caer preso. Pero aquellas normas fueron derogadas en 2005.
Un estudiante secundario detenido en La Escuelita en 1976 declaró que Vara les preguntaba cómo él y otros amigos habían llegado ahí. También contó que le pidió al sacerdote que les avisara a sus padres dónde se encontraba, pero no lo hizo. En aquel tiempos los detenidos eran considerados desaparecidos y los familiares carecían de información alguna sobre ellos. Los testigos recuerdan que Vara consolaba a los arrestados, les leía la Biblia y rezaba con ellos, pero guardaba silencio cuando ellos les relataban los tormentos que los militares les imponían.
Los fiscales de la causa acusan a Vara de actuar como agente de inteligencia que disfrazaba su asistencia espiritual a los detenidos para obtener de ellos información. "El capellán, de acuerdo con el reglamento de operaciones psicológicas, es un oficial orgánico (del Ejército) y en ese plano está probado también que, de acuerdo con el reglamento, el oficial en su ámbito de actuación operaba en la inteligencia y en el aporte al plan criminal desde su lugar de sacerdote, tratando de entrar por ese lado a las personas que estaban en cautiverio", alegó el fiscal Miguel Palazzani en su petición de arresto.
Los fiscales de la causa acusan a Vara de actuar como agente de inteligencia que disfrazaba su asistencia espiritual a los detenidos para obtener de ellos información
El cura ya condenado, Von Wernich, de 75 años, nunca fue sancionado por la Iglesia católica. Poco después de la sentencia en su contra, el Episcopado argentino, que entonces presidía Jorge Bergoglio, el actual Papa Francisco, emitió un comunicado en el que expresaba su “dolor” por la “participación de un sacerdote en delitos gravísimos”. Los obispos también dijeron: “Los pasos que la justicia da en el esclarecimiento de estos hechos son un llamado a alejarnos tanto de la impunidad como del odio y del rencor”. Entonces el portavoz del Episcopado añadió por su cuenta que la Iglesia esperaba “algún signo de arrepentimiento” de Von Wernich y que las sanciones canónicas contra él estaban en manos del obispo de su diócesis, la ciudad bonaerense de 9 de Julio, Martín de Elizalde. Pero este prelado, lejos de castigarlo, le permite a Von Wernich seguir celebrando misa en la cárcel.


Mauricio Rosencof: 

El pacto de resistir desde la memoria

El escritor uruguayo, combatiente de Tupamaros En los 70, rememora su experiencia en prisión en “Diez minutos”.


La primera imagen que uno encuentra luego de que Mauricio Rosencof abre la puerta de su departamento, ubicado a cien metros de Playa Malvín, es una reproducción de “La última cena” de Leonardo da Vinci, colocada encima de una mesa en la que el mantel deja descubrir que todo –platos y pocillos de café, servilletas, cestos con panes– siempre está dispuesto allí para hacer una pausa, comer y beber algo o seguir una tradición familiar. La segunda imagen que atrae la atención es otra obra colocada junto a la ventana, casi al borde, como si su destino fuera el de estar siempre dispuesta a saltar al vacío, a un abismo poblado de utopías realizables. Se trata de un original de David Alfaro Siqueiros, quien se lo obsequió a una figura muy ligada a la vida de Rosencof: José “Tape” López Silveira, un militar que desertó del ejército uruguayo y que llegó a ser, en la lucha contra el franquismo, capitán de la 46ª brigada mixta del Ejército Republicano, cuyo coronel justamente fue el artista mexicano. Parado entre ambas imágenes, sonriente por sus 80 años recién cumplidos y con el mate humeante entre las manos, el autor de Las cartas que no llegaron dejó que esa tibieza acariciara su memoria y que en ese roce apareciera el recuerdo de cuando conoció al Che Guevara (ver recuadro) a comienzos de la década de 1960, el de la primera noche que volvió a ver a Isaac y Rosa –sus padres– luego de peregrinar durante trece años de un cuartel a otro del Uruguay, sobre todo, el de esos escasos diez minutos que hacia fines de 1972 tuvo para mostrarle a su padre que, a pesar de la brutalidad del destino, estaba vivo.
–La historia de esa visita ya la había contado en “Memorias del calabozo”, el libro que hizo junto al “Ñato” Eleuterio Fernández Huidobro. Pero ahora, el tiempo que recae sobre ese hecho parece que hubiera aportado más detalles, como para 130 páginas.
–Sí, pero no. La memoria tiene algo curioso e interesante: no tiene cronología. Este hecho lo recuerdo con la misma nitidez que lo recordaba a las 24 horas o a los 15 días o al año de producirse. Cuando recordás imágenes de tu infancia, no tenés la sensación de que ha transcurrido muchísimo tiempo, está todo ahí, clarito. La memoria se acumula toda en un mismo territorio, sin almanaque, sin calendario…

–¿Pero no trampea la memoria en ese lugar, en ese territorio?
–Y, sí, puede ser. No sé, no me detuve en eso. Pienso que la memoria selecciona.

–¿Y no será que la memoria a veces sirve para olvidarse de las cosas?
–Este libro está relacionado con eso porque si bien se trata de un acto de creación, en este caso un escritor que construye una novela, también es un acto de compromiso y militancia que empezó cuando estábamos en cana, bajo tierra, en calabozos de menos de un metro y medio, comiendo cucarachas y bebiendo nuestra propia orina. El libro es parte de ese pacto que hicimos con el Ñato de, si salíamos con vida y en condiciones, dejar testimonio. ¿Para qué sirve entonces la memoria? En este caso, para armar la gran barricada y contar esa peripecia en la que nos habían metido, porque fijate que el coronel encargado del operativo que nos llevó a la condición de rehenes declaró, públicamente, que ya que no habían podido matarnos cuando caímos, nos iban a volver locos. La memoria es ese pacto que dio origen aMemorias del calabozo , que se lo dedicamos a todos los compañeros que quedaron por el camino porque los muertos no tienen divisa, son la divisa. Desde entonces estoy en eso… El BatarazSala 8, todo lo que sigo escribiendo tiene que ver con la misma historia.

–Hasta “La Margarita”, que es una historia de amor de barrio, la escribió en un calabozo, ¿no? Más allá de esos diez minutos que duró la visita de su padre, ¿qué pasó antes?
–Yo estaba, hacía como nueve meses o más, no sé, en la etapa de los interrogatorios. El que interrogaba, mirá vos, era (José) Gavazzo. Para ese entonces ya había estado en el Hospital Militar con dos internaciones, una en silla de ruedas porque me la habían dado mal y no se me movían las patas, y la otra, por ahí… también. Para resumirlo, estuve en la biaba corrida.

–¿Todavía no era rehén?
–No, esa condición fue posterior. Entonces era una acción directa sobre el sujeto, la otra fue con lentitud, llevándonos a un grado de animalización tal que facilitaba la represión hasta del último guardia. Pero ya que preguntaste por el antes, te cuento una de yapa. Resulta que Zelmar (Michelini) estaba denunciando en el Parlamento el tema de las torturas e incluso, por esa época, se rumoreaba que yo estaba muerto, es por eso que le dan a mi viejo esos diez minutos para verme, para confirmar que estaba vivo. El punto es que en medio de uno de esos interrogatorios lo llaman a Gavazzo y se va. Al rato, caliente, vuelve hablando a los gritos, diciendo: “¡Me llamaron del Comando General para decirme que tome medidas de seguridad en mi casa porque tu amigo Zelmar está denunciando que yo esto y lo otro! ¡Mejor que él vaya tomando medidas de seguridad!” Mirá vos qué dato. A raíz de eso decidieron un día sacarme del interrogatorio y le conceden a mi viejo diez minutos para verme. Ahí empieza el libro, cuando el viejo me mira y dice: “¿Dónde está mi hijo? Yo vine a ver a mi hijo. Ese no es mi hijo.”

–Dice allí: “No tengo la más puta idea de cómo soy desde la última vez que me vi”. ¿Llegó a pensar que era otro?
–¡Pero claro! Cuando perdías la categoría de humano para ser un objeto despreciable te enajenabas, porque ahí no era posible vivir en el mundo real. Una de las cosas que te quitaban era el nombre, pasabas a ser un número. Esa es la historia más profunda de Diez minutos , la de la identidad, por eso cuento de dónde vengo y dónde estoy. La identidad es que tu madre te vea venir y te nombre, que te nombre el canillita en la esquina, que te nombren en el mostrador del boliche. Si no te nombran no sabés si sos vos.

–Y su padre no lo nombró… 
–No me dio ni bola, pero tampoco podía dejarme morir por eso.

–¿Y ante esa situación, cómo no ablandarse, cómo no dejar de resistir? ¿Por qué no gritar? “¡Viejo, soy yo!”
–Esto que decís es interesante, porque otro pacto que nos hicimos con el Pepe (José Mujica) y el Ñato fue decidir que nuestra militancia, en ese momento, era resistir. Nada de dejarse tentar por la locura, nada de suicidios, nada de nada. Si sabíamos que teníamos una visita nos rearmábamos para no mostrar cómo nos tenían. La idea era no transmitir desazón ni angustia, eso lo mascábamos nosotros. Esa resistencia es inherente a la condición humana, no es un hecho ideológico.

–¿Y si hubiese sido su madre la de la visita de diez minutos?
–La noche que salimos de la cana, después de la conferencia de prensa en Conventuales, salí a ver a mis viejos, que estaban en un hogar de ancianos. Hacía muchísimo que no los veía y entré como si me hubiese ido por unos días. Estaban en la cama porque era tarde. El viejo me vio y sonrió. Pero mi madre, que hablaba como preguntando, me dijo: “¿Comiste?”. Si hubiese venido la vieja habría pedido que me dieran de comer. Pero esa es otra novela.

Activistas de Femen gritan consignas frente a la embajada egipcia en París, durante una manifestación en contra de las sentencias de muerte dictadas por un tribunal egipcio a 683 presuntos islamistas. El lema en árabe en el cuerpo de Sboui lee “No a la pena de muerte, incluso para los Hermanos Musulmanes”.

Activistas de Femen gritan consignas frente a la embajada egipcia en París, durante una manifestación en contra de las sentencias de muerte dictadas por un tribunal egipcio a 683 presuntos islamistas. El lema en árabe en el cuerpo de Sboui lee “No a la pena de muerte, incluso para los Hermanos Musulmanes”. AFP

Una de las huellas de dinosaurio fosilizada en la Meseta de Turkmenistán, en la frontera con Afganistán y Uzbekistán, una de las más magníficas colecciones de dinosaurios fosilizados que llegó a ser conocida por los paleontólogos soviéticos en la década de 1950

Una de las huellas de dinosaurio fosilizada en la Meseta de Turkmenistán, en la frontera con Afganistán y Uzbekistán, una de las más magníficas colecciones de dinosaurios fosilizados que llegó a ser conocida por los paleontólogos soviéticos en la década de 1950.  (AFP )

Dos hombres trabajan en una acería en la víspera del Día Internacional del Trabajador en Lahore, Pakistán.

Dos hombres trabajan en una acería en la víspera del Día Internacional del Trabajador en Lahore, Pakistán. EFE/Rahat Dar

Un niño camina frente a un grafiti sobre el día internacional del trabajador con el lema “Trabajadores del Mundo, ¡Uníos!” en Manila. Se espera que miles de filipinos participen en las protestas del 1 de mayo para exigir mejores condiciones laborales para los trabajadores con salarios bajos.

Un niño camina frente a un grafiti sobre el día internacional del trabajador con el lema “Trabajadores del Mundo, ¡Uníos!” en Manila. Se espera que miles de filipinos participen en las protestas del 1 de mayo para exigir mejores condiciones laborales para los trabajadores con salarios bajos. EFE/Ritchie B. Tongo


Mercedes Navarro, 
coordinadora 
de "La Biblia y las Mujeres" 
Editado por Verbo Divino

Presentación de la colección 

"La Biblia y las Mujeres"

El 6 de mayo, a las 19 horas, en el Centro Sefarad de Madrid


 Con Mercedes Navarro, Isabel Gómez Acebo, Angela Muñoz o Guadalupe Seijas
Mujeres desde el Vaticano II: memoria y esperanza (Verbo Divino)/>

Mujeres desde el Vaticano II: memoria y esperanza (Verbo Divino)

  • Mujeres desde el Vaticano II: memoria y esperanza (Verbo Divino)
  • Para conocer al Papa Bergoglio (Verbo Divino)
  • Para conocer al Papa Bergoglio (Verbo Divino)
Editorial Verbo Divino junto con el Centro Sefarad-Israel, presentarán el próximo 6 de mayo, a las 19 horas, la Colección de exégesis, cultura e historia "La Biblia y las Mujeres".

En el acto intervendrán la Dra. Mercedes Navarro Puerto , directora de la colección para el área lingüística hispana. Biblista. Ha sido Profesora de Biblia Hebrea en la UP de Salamanca. Coordinadora del volumen sobre “La Torah ”.
Dra. Guadalupe Seijas de los Ríos Zarzosa , Profesora de lengua y literatura hebrea , U.C.M. Especialista en Masora y sintaxis del hebreo bíblico; Dña. 
Isabel Gómez - Acebo Duque de Estrada . Biblista. Profesora jubilada de Biblia en la U. P. Comillas. Colaboradora del volumen sobre “Los Escritos ”.
La Dra. Ángela Muñoz Fernández , Profesora de Historia de Género e historia Cultural en la U. Castilla La Mancha. Directora del Seminario Permanente de Estudios de Género de la Facultad de Letras de la UCLM.

Fecha y hora : 6 de mayo de 2014 , 19 : 00 h

Lugar : Centro Sefarad - Israel , calle Mayor, 49 , Madrid

martes, 29 de abril de 2014

Pablo VI ¿un expulsado de la fila? Reivindicando su memoria

Xabier Pikaza







Lo ha podido ver hasta el más torpe de la clase,al mirar en la tele las grandes celebraciones del domingo.
-- Santo el Papa anterior, Juan XXIII.
-- Santo el siguiente, Juan Pablo II.
-- Él nada, su silla de santo vacía (27.4.14).

Tan grande ha sido el impacto creado por su hueco que un adolescente, casi niño, me ha preguntado si le han "echado" del Vaticano. Le he dicho que no, que no es eso, que Pablo VI es muy importante, pero no le he convencido.
¡Y yo tampoco he quedado del todo convencido de mis argumentos! Por eso protesto (sin entrar en el tema de Juan Pablo I, el papa del mes, que bastante tuvo con morirse a tiempo). Por eso he querido escribir esta postal, rompiendo una lanza por Pablo VI, aunque no sea totalmente un santo de toda mi devoción.
Así protesto contra éste agravio comparativo. Ciertamente, Juan XXIII tiene galones para santo. Pero ahí podíamos parar. O todos los papas del siglo XX santos (los que estudié en la postal del otro día), por decreto precedente, o ninguno.
Un papa como un castillo
Era papa (1964-1978) cuando yo estaba en Roma de estudiante (1965-1970). Íbamos alguna vez a verle en el balcón, aunque no mucho, visitábamos más la biblioteca del Bíblico de la P. de la Pilotta. Después le vi y le tuve muy de cerca el año 1974, estando de Capítulo en Roma, en una audiencia, a mi lado, a dos pasos, serio, tristón cara de santo. Me dio mucha pena, tan metido en sí mismo. Me miró y le guiñe el ojo, como en signo de complicidad, diciéndole: “ánimo, muchacho, no tengas miedo, que la Iglesia sigue”. No me hizo caso, parecía inescrutable. Evidentemente, estaba en otros temas, de los que seguiré hablando.
Presentaré los grandes valores de Pablo VI, evocaré sus (a mi juicio) grandes limitaciones. Pero desde aquí quiero decir que es un Papa a quien amo y admiro, protestando contra todos los que le han echado la culpa de los males de la Iglesia posterior.
Fue un papa culto, de hondo humanismo, con un sentido fuerte de la libertad y la grandeza de la vida. Agarró el toro por los cuernos y quiso ser fiel al concilio, cuando Juan XXIII tuvo la ocurrencia de morirse, justo cuando el Concilio andaba más líado (el año 1963). Esa si que fue jugada. Mucho en marcha el Concilio, lió la madeja, dejando casi todo patas arriba, con todos los santos padres conciliares discutiendo y se fue al cielo, que era su sitio. Ese fue Juan XXIII.
Pablo VI, artífice del Concilio, un Papa lleno de valores.
El que se cargó con el pato del Concilio fue Pablo VI, y lo hizo bien. Agarró el Concilio por los mismísimos meollos y lo sacó adelante, como un titán. Nadie podría haberlo hecho como él, aunque algunos le tildamos ya entonces de miedoso, en varios asuntos que no es momento de recordar. Ese es su mérito. Por eso habría que hacerle santo sin más, o no pararse en Juan XXIII que fue una excepción, y no seguir con Juan Pablo II y hacerle santo, que es mezclarlo todo.
Quiso ser fiel al Concilio, pero tuvo quizá miedo a sus posibles consecuencias, en un mundo cambiante. Empezó a viajar fuera del Vaticano, como gran embajador de la Iglesia, que él presentaba como experta en humanidad, y asumió «la voz de los pobres, de los desheredados, de los sufrientes, de aquellos que anhelan la justicia, la dignidad de la vida, la libertad, el bienestar y el progreso” (cf. Discurso en la ONU, 4, 10, 1965).
Grandes logros, un Papa con galones.
Entre sus gestos eclesiales básicos pueden citarse:
‒ Con Atenágoras, fin de un milenio de enfrentamientos. El 7 de agosto de 1965 Pablo VI de Roma y Atenágoras, patriarca de Constantinopla levantaban la excomunión que sus predecesores habían dictado el año 1054. Terminaban así más de novecientos años de condenas mutuas. Ciertamente, ese gesto no resolvía todos los problemas, ni llevaba a la plena comunión de las iglesias, pero abría un camino nuevo de confianza y diálogo que aún no ha culminado, pues quedan pendientes no sólo cuestiones de interpretación del pasado, sino también del futuro de la Iglesia.
‒ Nueva forma de colegialidad. Con el Motu proprio “Apostólica sollicitudo” (15 IX 1965), instituyó las conferencias episcopales, un nuevo tipo de división y administración eclesial (antes habían existido patriarcados e iglesias nacionales e imperiales, con el valor y riesgo que ello a veces implicaba, pero no conferencias episcopales). De esa forma iniciaba un camino problemático y prometedor de transformación eclesial cuyos resultados no pueden valorarse todavía (año 2013), por las trabas y dificultades que este tipo de estructura está encontrando.
‒ Índice de libros prohibidos, libertad de pensamiento. El 14 de junio de 1966 (notificación de la Congregación de la Doctrina de la fe: Post Litteras apostolicas), el papa suprimió el Índice de Libros prohibidos (creado el año 1559), que había comprimido la conciencia católica durante cuatro siglos. Según eso, la formación y cultura de los cristianos adultos quedaba en manos de su libre responsabilidad. Sólo debían ser aprobadas por la Iglesia las traducciones católicas de la Biblia, los textos litúrgicos y los manuales catequéticos oficiales. Esta decisión ha permitido un impulso cultural católico sin precedentes, aunque algunos sectores eclesiales añoren los tiempos anteriores. Con ese gesto abrió las puertas y ventanas de la teología y del pensamiento a la verdad, a la búsqueda, a la confianza.
‒Ecclesiam Suam (Su Iglesia, 1964), un programa de diálogo. Fue la primera y más importante de las encíclicas de Pablo VI (y quizá de la Iglesia moderna). El Papa recoge y expone en ella su programa de vida cristiana, centrada en el diálogo, en todos los planos de la vida: Con el mundo y la cultura, con las diversas religiones, con las iglesias no católicas, entre los diversos grupos de la Iglesia. Por esta encíclica, que aún no ha sido plenamente “recibida”, Pablo VI sigue siendo el papa de un Evangelio dialogal, en la línea de los primeros concilios (siglos IV-VII) y del conciliarismo del XV, de manera que la misma razón se interpreta como diálogo, es decir, como forma de ser en comunión. Nadie, ni antes ni después, habló como él del diálogo como esencia de la vida humana y como centro de la Iglesia. Nunca se había escrito un documento como éste.
‒ Populorum Progressio (El progreso de los pueblos, 1967), desarrollo humano al servicio de la paz. A Juan XXIII le había interesado ante todo “la paz en la tierra” (Pacem in Terris, 1963). Pablo VI ha pensado más en claves de progreso, en un momento en que los antiguos pueblos coloniales (Tercer Mundo) estaban alcanzando su independencia, para entrar en el concierto de los países llamados libres. A su juicio, la solución de los problemas políticos y sociales implica un desarrollo armónico y solidario de los pueblos (más que de los estados), por encima de las oposiciones y riesgos del capitalismo y del comunismo. Todo parece indicar que tras cuarenta y cinco años de andadura conflictiva sus deseos no se han cumplido, pues el progreso de unos ha implicado el retroceso sangrante de otros (de la mayoría). Se equivocó en la forma de entender el progreso como liberador. Hoy pasados casi cincuenta años los sabemos muy bien, pero su intención era buena…
‒ Evangelii nuntiandi, El evangelio y la liberación (1975). Asumió el motivo de la Evangelización, pero de un modo serio (no como después han hecho otros papas, cerrando caminos). Su encíclica ha sido y sigue siendo el mejor testimonio de apertura de la Iglesia de Roma a las corrientes de la vida, de la justicia social, de la transformación de las estructuras de la Iglesia. Este Encíclica estuvo y sigue estando en la base de la nueva iglesia de América Latina y del mundo entero, en línea de libertad real, de encarnación, de comunión.
Un Papa de miedos, tres problemas...
Era el momento de la gran transformación, eran los años en que podía haberse puesto en marcha la nueva iglesia, con inmenso impulsos. Pero en un momento dado el Papa tuvo miedo, miedo de que la Iglesia se le fuera de la mano. Pensó, quizá, que los ángeles que el Juan XXIII y el Vaticano II habían soldado a los aires de la vida podían volverse demonios, y así tuvo tres gestos que han marcado la vida de la Iglesia hasta el día de hoy, de forma negativa. Éstos son sus tres gestos más significativos, en orden cronológico:
‒ Sacerdotalis Caelibatus (1967), cerrojazo al "avance" del clero. Había acabado hace dos años el Concilio, todos esperábamos que el Papa moviera ficha. Había empezado la inmensa lista de peticiones de abandono de los ministerios por el tema del celibato, miles y miles. Todos esperábamos, digo, que el Papa moviera ficha. Recuerdo que estaba en Roma, con la ingenuidad de una iglesia en marcha. Pero el Papa tuvo miedo, un miedo inmenso. Tenía el Concilio en sus manos, pero quiso que todo siguiera igual en el clero. Concedió dispensas y dispensas, pero quedó triste. No tuvo ánimos para abrir nuevos caminos, formas distintas de ministerios, sin suprimir del todo el celibato, pero trazando otras vías… El problema se enquistó, y aumento, y aumentó en los años posteriores… Fue una tristeza, de manera que lo que no hizo él se tendrá que hacer cincuenta años después, pero ya peor, a la defensiva.
‒ Humanae Vitae (De la vida humana, 1968), miedo al amor de la vida. Es una encíclica espléndida sobre el sentido y despliegue de la realidad humana, en el plano biológico, psicológico y espiritual. Pues bien, su influjo ha quedado determinado (¿dañado?) por un tema que en el conjunto de la encíclica parece secundario, pero que ha sido determinante hasta hoy (2013): La prohibición de los métodos artificiales para evitar el embarazo (anticonceptivos). Esa decisión la tomó el mismo papa, quizá por miedo, después que una parte considerable de los expertos se pronunciara en sentido contrario o pensara que era mejor dejar el tema abierto. A la vista de las consecuencias del tema (y viendo que una mayoría de católicos no cumple la norma papal), muchos opinan que el tema no estaba aún maduro para tomar una decisión distinta. Pero aquel gran Papa miedoso que fue Pablo VI pudo y debió haberla tomad. Seguimos sufriendo todavía las consecuencias de su decisión negativa. Una inmensa mayoría de la iglesia se ha desenganchado en este campo de la doctrina del Papa.
‒ Inter Insigniores (Prohibición de la ordenación ministerial de las mujeres, 1976). Era el momento adecuado. Así lo confiesa el mismo texto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en un texto preparado por el mismo Papa, el 15 de octubre de 1976, fiesta de Santa Teresa de Jesús..., una mujer “ordenada”. Era el momento, y lo confiesa el mismo texto, citando las palabras de Juan XXIII (Pacem in terris, 1963), cuando dice que las mujeres entran y deben entrar en la vida pública (en especial entre los cristianos). Todos esperábamos un paso en adelante. Pero Pablo VI tuvo otra vez miedo, cerró las puertas… y así dejó el tema empantanado y envenenado hasta el día de hoy. Entonces lo podía haber hecho, haber abierto una puerta, haber trazado un camino. Muchos pensamos que quiso hacerlo, pero tuvo miedo. Vino por aquellos días K. Rahner a Salamanca y nos contó la verdad del tema. Fue una pena que Pablo VI no hubiera sido Juan XXIII.
Conclusión
Entre los grandes valores y los miedos de Pablo VI (celibato, mujeres, anticonceptivos…) han terminado casi dominando los miedos, en temas que siguen pendientes. A pesar de ello fue un inmenso Papa, que había tomado y guiado el Concilio por los cuernos. Me daba pena cuando le vi de cerca y le guiñé con el ojo izquierdo. Ahora me siento contento por él.
No me hace falta que la hagan santo, pero el hecho de que esté Juan XXIII (con galones propios) y Juan Pablo II (uno delante de él, otro detrás)… y que a él le hayan echado de la fila (¡con el pobre Juan Pablo I!) me da una rabia inmensa. Es un agravio comparativo.

Visitantes observan peces en el acuario en el Reino Oceánico de Chimelong, en Zhuhai, China, el 29 de abril de 2014. La instalación,que pretende ser el más grande parque temático de los océanos del mundo - See more at: http://hd.clarin.com/tagged/El-D%C3%ADa-en-Fotos#sthash.NyBrgqpI.dpuf

Visitantes observan peces en el acuario en el Reino Oceánico de Chimelong, en Zhuhai, China,  el 29 de abril de 2014. La instalación,que pretende ser el más grande parque temático de los océanos del mundo fue construido a un costo estimado de U$D 3.3  billones de dólares y abrió sus puertas en marzo de este año . (AFP / MARK RALSTON)
Una hembra de tigre de Bengala blanca juega con sus tres cachorros, que nacieron en cautiverio, en el zoológico de Huachipa en Lima, Perú,  el 29 de abril de 2014. (AFP / ERNESTO BENAVIDES)

Al menos 29 muertos por tornados en centro y sur de EEUU. Los vientos de hasta 160 kilómetros por hora devastaron las localidades de Mayflower y Vilonia. - See more at: http://hd.clarin.com/tagged/El-D%C3%ADa-en-Fotos#sthash.NyBrgqpI.dpuf

Al menos 29 muertos por tornados en centro y sur de EEUU. Los vientos de hasta 160 kilómetros por hora devastaron las localidades de Mayflower y Vilonia. (AP)
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col sicre

26 de abril de 2014
La víspera de la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, volviendo al Instituto Bíblico, encuentro a un compañero jesuita acompañado de un visitante que ha venido a la ceremonia. Me lo presenta, me pregunta qué enseño y le respondo: Antiguo Testamento. «¿No estamos ya en el Nuevo? Para qué sirve el Antiguo?» «Sin el Antiguo no se puede entender el Nuevo», le contesté. El evangelio de este domingo me da la razón.

Hay que olvidar lo que sabemos
Para comprender el relato de los discípulos de Emaús hay que olvidar todo lo leído en los días pasados, desde la Vigilia del Sábado Santo, a propósito de las apariciones de Jesús. Porque Lucas ofrece una versión peculiar de los acontecimientos. Al final de su evangelio cuenta sólo tres apariciones:
1) A todas las mujeres, no a dos ni tres, se aparecen dos ángeles cuando van al sepulcro a ungir el cuerpo de Jesús.
2) A dos discípulos que marchan a Emaús se les aparece Jesús, pero con tal aspecto que no pueden reconocerlo, y desaparece cuando van a comer.
3) A todos los discípulos, no sólo a los Once, se aparece Jesús en carne y hueso y come ante ellos pan y pescado.
Dos cosas llaman la atención comparadas con los otros evangelios:
1) las apariciones son para todas y para todos, no para un grupo selecto de mujeres ni para sólo los once.
2) La progresión creciente: ángeles – Jesús irreconocible – Jesús en carne y hueso.

Jesús, Moisés, los profetas y los salmos
Hay un detalle común a los tres relatos de Lucas: las catequesis.
Los ángeles hablan a las mujeres, Jesús habla a los de Emaús, y más tarde a todos los demás. En los tres casos el argumento es el mismo: el Mesías tenía que padecer y morir para entrar en su gloria. El mensaje más escandaloso y difícil de aceptar requiere que se trate con insistencia.
Pero, ¿cómo se demuestra que el Mesías tenía que padecer y morir? Los ángeles aducen que Jesús ya lo había anunciado. Jesús, a los de Emaús, se basa en lo dicho por Moisés y los profetas. Y el mismo Jesús, a todos los discípulos, les abre la mente para comprender lo que de él han dicho Moisés, los profetas y los salmos.
La palabra de Jesús y todo el Antiguo Testamento quedan al servicio del gran mensaje de la muerte y resurrección.

La trampa política que tiende Lucas
Para comprender a los discípulos de Emaús hay que recordar el comienzo del evangelio de Lucas, donde distintos personajes formulan las más grandes esperanzas políticas y sociales depositadas en la persona de Jesús.
Comienza Gabriel, que repite cinco veces a María que su hijo será rey de Israel.
Sigue la misma María, alabando a Dios porque ha depuesto del trono a los poderosos y ensalzado a los humildes, porque a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Los ángeles vuelven a hablar a los pastores del nacimiento del Mesías.
Zacarías, el padre de Juan Bautista, también alaba a Dios porque ha suscitado en la casa de David un personaje que librará al pueblo de Israel de la opresión de los enemigos.
Finalmente, Ana, la beata revolucionaria de ochenta y cuatro años, habla del niño Jesús a todos los que esperan la liberación de Jerusalén.
Parece como si Lucas alentase este tipo de esperanza político-social-económica.

Del desencanto al entusiasmo
El tema lo recoge en el capítulo final de su evangelio, encarnándolo en los dos de Emaús, que también esperaban que Jesús fuera el libertador de Israel.
No son galileos, no forman parte del grupo inicial, pero han alentado las mismas ilusiones que ellos con respecto a Jesús. Estaban convencidos de que el poder de sus obras y de su palabra iba a ponerlos al servicio de la gran causa religiosa y política: la liberación de Israel. Sin embargo, lo único que consiguió fue su propia condena a muerte. Ahora sólo quedan unas mujeres lunáticas y un grupo se seguidores indecisos y miedosos, que ni siquiera se atreven a salir a la calle o volver a Galilea.
A ellos no los domina la indecisión ni el miedo, sino el desencanto. Cortan su relación con los discípulos, se van de Jerusalén.
En este momento tan inadecuado es cuando les sale al encuentro Jesús y les tiene una catequesis que los transforma por completo. Lo curioso es que Jesús no se les revela como el resucitado, ni les dirige palabras de consuelo. Se limita a darles una clase de exégesis, a recorrer la Ley y los Profetas, espigando, explicando y comentando los textos adecuados. Pero no es una clase aburrida. Más tarde comentarán que, al escucharlo, les ardía el corazón.
El misterioso encuentro termina con un misterio más. Un gesto tan habitual como partir el pan les abre los ojos para reconocer a Jesús. Y en ese mismo momento desaparece. Pero su corazón y su vida han cambiado.
Los relatos de apariciones, tanto en Lucas como en los otros evangelios, pretenden confirmar en la fe de la resurrección de Jesús. Los argumentos que se usan son muy distintos. Lo típico de este relato es que a la certeza se llega por los dos elementos que terminarán siendo esenciales en las reuniones litúrgicas: la palabra y la eucaristía.

Del entusiasmo al aburrimiento
Por desgracia, la inmensa mayoría de los católicos ha decidido escapar a Emaús y casi ninguno ha vuelto.
«La misa no me dice nada». Es el argumento que utilizan muchos, jóvenes y no tan jóvenes, para justificar su ausencia de la celebración eucarística. «De las lecturas no me entero, la homilía es un rollo, y no puedo comulgar porque no me he confesado».
En gran parte, quien piensa y dice esto, lleva razón. Y es una pena. Porque lo que podríamos calificar de primera misa, con su dos partes principales (lectura de la palabra y comunión) fue una experiencia que entusiasmó y reavivó la fe de sus dos únicos participantes: los discípulos de Emaús.
Pero hay una gran diferencia: a ellos se les apareció Jesús. La palabra y el rito, sin el contacto personal con el Señor, nunca servirán para suscitar el entusiasmo y hacer que arda el corazón.