De la misericordia a la justicia...
Y de la
justicia a la misericordia.
Xabier Pikaza
Vuelvo al tema de la Iglesia de San
Antón, en Madrid, donde mañana (16.3.16) presento el tema de la
justicia y la misericordia, que desarrollaré en la línea de las reflexiones que
he venido presentando los días anteriores. Con su agudeza
acostumbrada, el prof. Fernando me ha respondido diciendo cosas sabias y
pertinentes, pero que no van el la línea de lo que he querido decir (aunque
quizá no he logrado decirlo bien). Por eso, quiero repetir mi argumento.
‒ En línea básica, (tal como se ha
desarrollado en occidente, a partir de los griegos y romanos) la justicia es
una virtud “cardinal”, que va unida a la prudencia, fortaleza
y templanza… Es, según eso, una virtud “racional”, que quiere regular la vida
social de los hombres.
‒ La misericordia, en cambio, tal como aparece formulada en Ex 34, 5-6… y
en los textos fundacionales de la Biblia Judía y del Nuevo Testamento, es una
virtud “religiosa”, que va en la línea de las llamadas “virtudes teologales”
(fe esperanza y caridad).
‒ Justicia y misericordia son como dos árboles primigenios, muy relacionados entre sí... pero de tal forma que ninguno de ellos puede “absorber” al otro, en la línea de la palabra de Jesús en Mc 12, 28-34, donde dice que hay dos “principio” (dos mandamientos), que van unidos, pero que son distintos: uno es amar a Dios (religión), el otro es amar/respetar al prójimo (ética).
‒ Justicia y misericordia son como dos árboles primigenios, muy relacionados entre sí... pero de tal forma que ninguno de ellos puede “absorber” al otro, en la línea de la palabra de Jesús en Mc 12, 28-34, donde dice que hay dos “principio” (dos mandamientos), que van unidos, pero que son distintos: uno es amar a Dios (religión), el otro es amar/respetar al prójimo (ética).
‒ Cada uno de los “árboles” influye en
el otro, como han puesto de relieve, un judío (E. LEVINAS) y un pensador de
origen cristiano (J. Habermas).
- El principio misericordia mantiene
abierto el tema de la justicia (ética) para que no se cierre en sí mismo… y se
convierta en injusticia.
- Por su parte, el principio justicia mantiene hace que la misericordia no se pierda en un voluntarismo espiritualista o intimista, sino que se exprese y actúe de un modo realista, conforme a lo posible (sin perder su horizonte utópico).
- Por su parte, el principio justicia mantiene hace que la misericordia no se pierda en un voluntarismo espiritualista o intimista, sino que se exprese y actúe de un modo realista, conforme a lo posible (sin perder su horizonte utópico).
Reflexión básica.
Ética y religión, justicia y misericordia
‒ El humanismo ilustrado de Europa
(cf. I. Kant, La religión dentro de los límites de la razón pura, 1793) ha
supuesto que la religión queda incluida dentro de la ética, de manera que en principio, con esta bastaría. A partir de ese
supuesto, afirman muchos que el tiempo de las religiones ha terminado, de
manera que los hombres cultos, al menos en occidente, respetando el pasado
cristiano de nuestra cultura, deberíamos sustentar la educación y convivencia
solamente sobre bases de ética universal, con elementos heredados de las
religiones, pero ahora independientes de ellas.
En esa línea, las escuelas deberían
insistir en el análisis, desarrollo y aplicación de la ética común, dejando la
aportación particular de las religiones para un estudio del pasado o para
grupos especiales. Lo mismo debería suceder con el derecho y la justicia: No
hay necesidad de religión, basta la ética común, compartida por hombres y
mujeres de diversas religiones, creyentes y no creyentes.
‒ Pues bien, en contra de eso, pienso
que la religión es también importante, y que no se reduce a la ética, pues
ambas (ética y religión, justicia y misericordia) ofrecen experiencias
fundacionales, vinculadas entre sí, pero
distintas, cada una con sus valores, como ha dicho Jesús (en la línea de Mc 12,
28-34). Por eso, en contra de aquellos que han querido convertir la ética de la
justicia en única fuente de cultura social, respondo que ella no es todo en la
vida de los hombres, pues existen experiencias y valores religiosos (estéticos
y de gratuidad) que el puro nivel ético ignora. Ciertamente, en un mundo ideal,
religión y ética pueden identificarse, pero en este tiempo son necesarias
ambas:
Una nota erudita. Blumenberg y Schmitt
Una nota erudita. Blumenberg y Schmitt
El tema anterior no es puramente
erudito, sino que se aplica a la misma ciencia del derecho, al modo de pensar
la política. En esa línea podríamos distinguir dos tendencias:
‒ La de H. Blumenberg, quien supone que existe una fuerte discontinuidad entre los
presupuestos sacrales de la política del Antiguo Régimen, fundados en una
teoría religiosa del Estado como presencia y signo de Dios. Eso significaría
que la ética debe bastarse a sí misma, lo mismo que el derecho político, sin
apelar a ningún tipo de principio trascendente
(b) Por el
contrario, un jurista y politólogo de la talla de K. Schmitt (con sus grandes defectos y riesgos) supone que hay una gran continuidad
entre la visión antigua (sagrada) de la política y la visión moderna, que sigue
siendo de fondo religioso, aunque secularizada. Eso significa que, en un
sentido, la ética (la justicia política) tiene que ser capaz de dialogar con
unos principios trascendentes, de tipo religioso
En el primer caso (Blumenberg) estamos
ante una visión de tipo de protestante, en la línea de una racionalización
autónoma del saber y del obrar, de forma que la legitimación de la política, es
decir, de la justicia y de la ética, proviene sólo de la propia acción de los
hombres (en clave kantiana).
La segunda perspectiva parece más
católica, y entiende en orden político en una línea de conexiones sacrales, con
el gran riesgo de sacralización pagana de una política (el riesgo nazi
del joven K. Schmitt)…, pero con la certeza (o la sospecha) de que hay
algo que la pura ética de la justicia no logra resolver por sí misma.
Cuatro
reflexiones finales:
En este contexto quiero poner de
relieve cuatro reflexiones, que nos pueden ayudar a situar el tema.
1. Ética pura,
olvido del carácter originario de la misericordia (de la religión).
En general, la tradición jurídica y
moral de occidente (y la misma Iglesia) ha dado más importancia al pensamiento
griego y al derecho romano que al mensaje de la Biblia, que aparece por ejemplo
en Mt 23, 23, que destaca los tres principios de la acción humana, que son
justicia (krisis), misericordia (eleos) y fidelidad (pistis). Este pasaje, estrictamente
jurídico, ha sido olvidado por la tradición legal y teológica de la Iglesia.
La sociedad ha quedado en manos de la
justicia (de un tipo de ética social y política), pensando que la misericordia
es algo puramente interior (una virtud privada), sin influjo en la justicia y
en la vida social de los hombres. De esa forma, una ética pura (una justicia
cerrada en sí misma) corre el riesgo de volverse totalitaria (como ha puesto de
relieve E. Levinas, en Totalidad e Infinito). En otras palabras, la justicia
sin un fondo de trascendencia, de misericordia corre el riesgo de caer en manos
de un nazismo o de un estalinismo (por citar sólo dos posturas extremas).
2.
Espiritualización de la misericordia.
La Iglesia misma Iglesia, en general,
ha minusvalorado la importancia de las obras de Mt 25, 31-45, entendiéndolas de
un modo intimista, como consejos marginales, no como ley fundamental. Eso
significa que en el Código de Derecho Canónico no hay lugar para la
misericordia, es como si no existiera.
De esa manera, al espiritualizar las obras de misericordia, añadiendo una séptima de “enterrar a los muertos”, la religión ha perdido su fuerza social, dejando de ofrecer a la justicia lo que ella podía y debía ofrecerle. En contra de eso, la verdadera misericordia (religión) tiene que iluminar a la ética, como en realidad lo ha hecho, pues en la actualidad muchas obras que antes parecían de pura misericordia (la se Mt 25, 31-46) pueden y deben presentarse, al menos en un plano, como obras de justicia.
De esa manera, al espiritualizar las obras de misericordia, añadiendo una séptima de “enterrar a los muertos”, la religión ha perdido su fuerza social, dejando de ofrecer a la justicia lo que ella podía y debía ofrecerle. En contra de eso, la verdadera misericordia (religión) tiene que iluminar a la ética, como en realidad lo ha hecho, pues en la actualidad muchas obras que antes parecían de pura misericordia (la se Mt 25, 31-46) pueden y deben presentarse, al menos en un plano, como obras de justicia.
3. Primera
exigencia actual. Insistir en la justicia.
En una perspectiva ya concreta, desde
el sentido normal de las palabras, hay que empezar insistiendo en la justicia,
entendida como búsqueda de igualdad y como defensa de los derechos humanos. Se
trata, pues, de instaurar la justicia, y de profundizarla, insistiendo en la
exigencia de los derechos humanos, sabiendo (como dije ayer) que las obras de
misericordia de Mt 25, 31-46 pueden y deben entenderse actualmente como obras
de justicia (la comida y bebida, la acogida a los extranjeros, el cuidado de
enfermos y encarcelados…) forma hoy parte de los derechos fundamentales de la
persona (aunque esos derechos hayan sido descubiertos y proclamados a partir de
la misericordia bíblica).
Entendida así, una buena justicia
social está más cerca de la misericordia bíblica (rehem y hanan, hesed y
‘emuna, con eleos y dikaiosyne) que de lo que suele llamarse misericordia
(incluso en la iglesia). Por eso hay que empezar insistiendo en la justicia.
4. Segunda
exigencia. Vinculación de ambas tradiciones.
Ha llegado el momento de vincular las
dos tradiciones, la greco-romana de la justicia y la bíblica de la
misericordia, como han hecho algunos grandes pensadores del siglo XX. E. Levinas
mostró ya (Totalidad e Infinito, 1961) que la misericordia bíblica es anterior
a la justicia (que la sobrepasa e incluye). Por su parte, J. Habermas (*1929)
ha mostrado en diversas obras la aportación básica del concepto bíblico de
alianza (que se expresan en la misericordia, hesed bliblio) en la cultura de
occidente.
Queda así abierta una tarea de
fecundación mutua, desde la mutua independencia. En sí, la tarea de la ética
resulta autónoma, no puede fundarse en la religión (como pasa también con la
política, con el derecho etc.). Pero ha sido la religión la que ha ofrecido su
fundamento a grandes temas de la justicia actual (derechos humanos,
inviolabilidad de la persona…). Como dice Habermas, son temas éticos, que se
han descubierto a partir de la religión, aunque ahora sean autónomos.
Por su parte, la misericordia (la
religión) debe respetar siempre los principios éticos de la justicia, para no
pervertirse, convirtiéndose en puro intimismo o en búsqueda del predominio de
un grupo…
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