martes, 15 de marzo de 2016

De la misericordia a la justicia... 
Y de la justicia a la misericordia.
Xabier Pikaza



Descripción: https://encrypted-tbn3.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcSoJRtvehJKdwfEOiFFGIhcSsgDO3CZCW1G_avkl4un8WNFY6px-gVuelvo al tema de la Iglesia de San Antón, en Madrid, donde mañana (16.3.16) presento el tema de la justicia y la misericordia, que desarrollaré en la línea de las reflexiones que he venido presentando los días anteriores. Con su agudeza acostumbrada, el prof. Fernando me ha respondido diciendo cosas sabias y pertinentes, pero que no van el la línea de lo que he querido decir (aunque quizá no he logrado decirlo bien). Por eso, quiero repetir mi argumento.
En línea básica, (tal como se ha desarrollado en occidente, a partir de los griegos y romanos) la justicia es una virtud “cardinal”, que va unida a la prudencia, fortaleza y templanza… Es, según eso, una virtud “racional”, que quiere regular la vida social de los hombres.
La misericordia, en cambio, tal como aparece formulada en Ex 34, 5-6… y en los textos fundacionales de la Biblia Judía y del Nuevo Testamento, es una virtud “religiosa”, que va en la línea de las llamadas “virtudes teologales” (fe esperanza y caridad).
Descripción: https://scontent-mad1-1.xx.fbcdn.net/hphotos-xta1/v/t1.0-9/74985_559927104184486_6243731833855264870_n.jpg?oh=2e5d34e88dba7f0d647e0f7368787ab1&oe=5788D464
 Justicia y misericordia son como dos árboles primigenios, muy relacionados entre sí... pero de tal forma que ninguno de ellos puede “absorber” al otro, en la línea de la palabra de Jesús en Mc 12, 28-34, donde dice que hay dos “principio” (dos mandamientos), que van unidos, pero que son distintos: uno es amar a Dios (religión), el otro es amar/respetar al prójimo (ética).
Cada uno de los “árboles” influye en el otro, como han puesto de relieve, un judío (E. LEVINAS) y un pensador de origen cristiano (J. Habermas).
- El principio misericordia mantiene abierto el tema de la justicia (ética) para que no se cierre en sí mismo… y se convierta en injusticia.
- Por su parte, el principio justicia mantiene hace que la misericordia no se pierda en un voluntarismo espiritualista o intimista, sino que se exprese y actúe de un modo realista, conforme a lo posible (sin perder su horizonte utópico).
Reflexión básica. Ética y religión, justicia y misericordia
El humanismo ilustrado de Europa (cf. I. Kant, La religión dentro de los límites de la razón pura, 1793) ha supuesto que la religión queda incluida dentro de la ética, de manera que en principio, con esta bastaría. A partir de ese supuesto, afirman muchos que el tiempo de las religiones ha terminado, de manera que los hombres cultos, al menos en occidente, respetando el pasado cristiano de nuestra cultura, deberíamos sustentar la educación y convivencia solamente sobre bases de ética universal, con elementos heredados de las religiones, pero ahora independientes de ellas.
En esa línea, las escuelas deberían insistir en el análisis, desarrollo y aplicación de la ética común, dejando la aportación particular de las religiones para un estudio del pasado o para grupos especiales. Lo mismo debería suceder con el derecho y la justicia: No hay necesidad de religión, basta la ética común, compartida por hombres y mujeres de diversas religiones, creyentes y no creyentes.
Pues bien, en contra de eso, pienso que la religión es también importante, y que no se reduce a la ética, pues ambas (ética y religión, justicia y misericordia) ofrecen experiencias fundacionales, vinculadas entre sí, pero distintas, cada una con sus valores, como ha dicho Jesús (en la línea de Mc 12, 28-34). Por eso, en contra de aquellos que han querido convertir la ética de la justicia en única fuente de cultura social, respondo que ella no es todo en la vida de los hombres, pues existen experiencias y valores religiosos (estéticos y de gratuidad) que el puro nivel ético ignora. Ciertamente, en un mundo ideal, religión y ética pueden identificarse, pero en este tiempo son necesarias ambas:
Una nota erudita. Blumenberg y Schmitt
El tema anterior no es puramente erudito, sino que se aplica a la misma ciencia del derecho, al modo de pensar la política. En esa línea podríamos distinguir dos tendencias:
La de H. Blumenberg, quien supone que existe una fuerte discontinuidad entre los presupuestos sacrales de la política del Antiguo Régimen, fundados en una teoría religiosa del Estado como presencia y signo de Dios. Eso significaría que la ética debe bastarse a sí misma, lo mismo que el derecho político, sin apelar a ningún tipo de principio trascendente
(b) Por el contrario, un jurista y politólogo de la talla de K. Schmitt (con sus grandes defectos y riesgos) supone que hay una gran continuidad entre la visión antigua (sagrada) de la política y la visión moderna, que sigue siendo de fondo religioso, aunque secularizada. Eso significa que, en un sentido, la ética (la justicia política) tiene que ser capaz de dialogar con unos principios trascendentes, de tipo religioso
En el primer caso (Blumenberg) estamos ante una visión de tipo de protestante, en la línea de una racionalización autónoma del saber y del obrar, de forma que la legitimación de la política, es decir, de la justicia y de la ética, proviene sólo de la propia acción de los hombres (en clave kantiana).
La segunda perspectiva parece más católica, y entiende en orden político en una línea de conexiones sacrales, con el gran riesgo de sacralización pagana de una política (el riesgo nazi del joven K. Schmitt)…, pero con la certeza (o la sospecha) de que hay algo que la pura ética de la justicia no logra resolver por sí misma.
Cuatro reflexiones finales:
En este contexto quiero poner de relieve cuatro reflexiones, que nos pueden ayudar a situar el tema.
1. Ética pura, olvido del carácter originario de la misericordia (de la religión).
En general, la tradición jurídica y moral de occidente (y la misma Iglesia) ha dado más importancia al pensamiento griego y al derecho romano que al mensaje de la Biblia, que aparece por ejemplo en Mt 23, 23, que destaca los tres principios de la acción humana, que son justicia (krisis), misericordia (eleos) y fidelidad (pistis). Este pasaje, estrictamente jurídico, ha sido olvidado por la tradición legal y teológica de la Iglesia.
La sociedad ha quedado en manos de la justicia (de un tipo de ética social y política), pensando que la misericordia es algo puramente interior (una virtud privada), sin influjo en la justicia y en la vida social de los hombres. De esa forma, una ética pura (una justicia cerrada en sí misma) corre el riesgo de volverse totalitaria (como ha puesto de relieve E. Levinas, en Totalidad e Infinito). En otras palabras, la justicia sin un fondo de trascendencia, de misericordia corre el riesgo de caer en manos de un nazismo o de un estalinismo (por citar sólo dos posturas extremas).
2. Espiritualización de la misericordia.
La Iglesia misma Iglesia, en general, ha minusvalorado la importancia de las obras de Mt 25, 31-45, entendiéndolas de un modo intimista, como consejos marginales, no como ley fundamental. Eso significa que en el Código de Derecho Canónico no hay lugar para la misericordia, es como si no existiera.
De esa manera, al espiritualizar las obras de misericordia, añadiendo una séptima de “enterrar a los muertos”, la religión ha perdido su fuerza social, dejando de ofrecer a la justicia lo que ella podía y debía ofrecerle. En contra de eso, la verdadera misericordia (religión) tiene que iluminar a la ética, como en realidad lo ha hecho, pues en la actualidad muchas obras que antes parecían de pura misericordia (la se Mt 25, 31-46) pueden y deben presentarse, al menos en un plano, como obras de justicia.
3. Primera exigencia actual. Insistir en la justicia.
En una perspectiva ya concreta, desde el sentido normal de las palabras, hay que empezar insistiendo en la justicia, entendida como búsqueda de igualdad y como defensa de los derechos humanos. Se trata, pues, de instaurar la justicia, y de profundizarla, insistiendo en la exigencia de los derechos humanos, sabiendo (como dije ayer) que las obras de misericordia de Mt 25, 31-46 pueden y deben entenderse actualmente como obras de justicia (la comida y bebida, la acogida a los extranjeros, el cuidado de enfermos y encarcelados…) forma hoy parte de los derechos fundamentales de la persona (aunque esos derechos hayan sido descubiertos y proclamados a partir de la misericordia bíblica).
Entendida así, una buena justicia social está más cerca de la misericordia bíblica (rehem y hanan, hesed y ‘emuna, con eleos y dikaiosyne) que de lo que suele llamarse misericordia (incluso en la iglesia). Por eso hay que empezar insistiendo en la justicia.
4. Segunda exigencia. Vinculación de ambas tradiciones.
Ha llegado el momento de vincular las dos tradiciones, la greco-romana de la justicia y la bíblica de la misericordia, como han hecho algunos grandes pensadores del siglo XX. E. Levinas mostró ya (Totalidad e Infinito, 1961) que la misericordia bíblica es anterior a la justicia (que la sobrepasa e incluye). Por su parte, J. Habermas (*1929) ha mostrado en diversas obras la aportación básica del concepto bíblico de alianza (que se expresan en la misericordia, hesed bliblio) en la cultura de occidente.
Queda así abierta una tarea de fecundación mutua, desde la mutua independencia. En sí, la tarea de la ética resulta autónoma, no puede fundarse en la religión (como pasa también con la política, con el derecho etc.). Pero ha sido la religión la que ha ofrecido su fundamento a grandes temas de la justicia actual (derechos humanos, inviolabilidad de la persona…). Como dice Habermas, son temas éticos, que se han descubierto a partir de la religión, aunque ahora sean autónomos.
Por su parte, la misericordia (la religión) debe respetar siempre los principios éticos de la justicia, para no pervertirse, convirtiéndose en puro intimismo o en búsqueda del predominio de un grupo…


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