jueves, 21 de mayo de 2015

col faus

1. ¿Hay Acceso a Dios? ¿Hasta Dónde?
3. El Dios Cristiano
3.2.2. El obrar más que el Ser de Dios
En todo este proceso Dios se revela no dando clases ni enseñando cómo es, sino actuando de una determinada manera: "soy el que seré"(quizá la mejor traducción de la respuesta de Yahvé a Moisés en Éx 3, 14: ya lo iréis viendo). En su revelación Dios muestra su actitud hacia nosotros.
Ya Santo Tomás comienza su obra magna afirmando y diciendo que de Dios podemos saber "que es", pero no "qué es"(o cómo es).Lo primero puede recoger el eslogan impreciso de muchas gentes sencillas: "algo tiene que haber". Pero lo segundo desborda la imprecisión de ese eslogan: si nos fiamos de Cristo, ese "Algo que hay" es el amor inquebrantable de Dios hacia los seres humanos.

3.2.3. Dios de los pobres
Si ya en el Primer Testamento es clara la vinculación entre la justicia y la revelación de Dios, con la calificación de Dios como vindicador de los pobres y oprimidos, el Nuevo Testamento plenifica esa revelación: no sólo en la persona de Jesús "hecho pobre para enriquecernos con su pobreza"(2Cor 8, 9), sino en el canto de la identidad cristiana donde se contiene la definición más larga que da la Biblia sobre Dios:
"Misericordia que...derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos"(Lc 1, 50-53). Incompatible con el culto al Dios dinero(Mt 6, 24), porque los propietarios del Reino de Dios son los pobres (Lc 6, 20).

3.2.4. "Dios Amor"
Así se acuña la única frase bíblica que no habla del hacer de Dios sino de su ser, y que cierra los escritos del Nuevo Testamento: "Dios es Amor"(1Jn 4, 16).
El amor resulta ser el más presente y el gran ausente de nuestras vidas. Dios es un amor entrevisto pero casi desconocido en nuestras experiencias humanas, para el que el Nuevo Testamento encontró una palabra casi desconocida en la lengua griega: agapé, traducida al latín como charitas (que viene de charis -gracia- como la palabra castellana "gratuito" y que indica, a la vez, el don y el desinterés del donante. Eso debería resonar en la traducción "Dios es caridad". Pero ya no resuena: porque nuestra incapacidad para la gratuidad ha invalidado esa palabra.
Sin embargo, tanto el agapé como la caridad se contraponen a nuestra experiencia más frecuente del amor, que los griegos llamaron "eros": un tipo de amor que ama al otro por interés propio. Destacando que ese interés no tiene por qué ser mezquino (aprovecharse sexual o económicamente del otro, etc.) sino expresión de que somos "seres de necesidades" (Marx)
y de necesidades inagotables. El eros hacia la belleza o la bondad puede empujarnos a ir creciendo en su busca.
Por eso es insensato contraponer moralistamente el agape al eros, para buscar a aquel condenando a éste: tales moralismos sólo llevan a lo que se dijo de aquellas monjas jansenistas: "puras como ángeles, soberbias como demonios"...Casi todo lo que de ágape hay en nosotros los humanos suele brotar de nuestro eros al que transforma. Y eso puede verse a veces, tanto en el amor de pareja como en el maternal o paterno.
No obstante, la ambigüedad de nuestros erotismos ha llevado a afirmar muchas veces (ya desde Aristóteles) que la experiencia más completa de ese amor desinteresado la encontramos en la amistad. O en algunas formas de amistad: porque también hay supuestas amistades profundamente interesadas y aprovechadas.
Finalmente: que Dios es Amor implica una desautorización del culto. Los hombres no podemos dar a Dios algo que sea digno de Él, ni necesitamos hacérnoslo propicio, porque ya está de nuestra parte. Lo único que nos pide es un poco de confianza y el empeño por un amor igualitario entre nosotros. Es admirable la evolución de este tema ya en el Primer Testamento, hasta llegar al famoso capítulo 58 de Isaías.

José Ignacio González Faus

No hay comentarios:

Publicar un comentario