viernes, 10 de abril de 2015

Tomás, 

la herida de la historia

Xabier Pikaza


Domingo 2 pascua. Jn 20, 19-31. 
Parece una continuación del tema de María Magdalena, que había “tocado a Jesús”, para tener que dejarle después (¡noli me tangere!) y así conocerle de un modo distinto, llevando el Mensaje a los discípulos (Jn 20, 17). Por eso, la Pascua exige que dejemos de tocar como antes hacíamos con Jesús,una espiritualidad llena de fe en la vida superior de Dios.

Pero, al mismo tiempo, la Pascua implica aprender a tocar con más fuerza, y hacerlo de un modo más hondo, como tuvo que aprender Tomás, un apóstol a quien la tradición dará gran importancia (como indica el evangelio de su nombre, no incluido en el canon, por sus tendencias gnósticas). Tocar a Jesús,meter el dedo en su llaga, es descubrir la herida sangrante de la historia humana, vinculando así la resurrección con el dolor de los hombres y mujeres oprimidos, torturados, enfermos, asesinados.
El recuerdo de Tomás nos lleva a la exigencia de conversión de un tipo de cristianismo puramente espiritual. Este Tomás se mueve fuera del espacio de dolor de los hombres concretos, signo de una iglesia paralela, sin cruz real, sin comunidad abierta a la cruz del mundo . Por eso no está en el primer grupo de aquellos que "ven" a Jesús y que así creen, no forma parte de la primera Iglesia.
Pero él viene el "domingo" siguiente, algo le atrae, y no sólo “ve” a Jesús, sino que le toca.Esta experiencia de "conversión" de Tomás, que vuelve a la iglesia y que toca a Jesús forma parte esencial del misterio de la pascua cristiana. . Así lo destaqué hace tiempo (15 4 07), así lo vuelvo a destacar ahora, desde la perspectiva de esta Vía de Luz de la Resurrección.
Jesús resucitado sigue llevando en sus manos y en su pecho la herida de la historia, no sólo las llagas de los clavos y el corte de la lanza en su propio cuerpo, sino la llaga de los enfermos y expulsados, de los hambrientos y oprimidos de miles y millones de personas que siguen sufriendo a nuestro lado.
Tomás sigue siendo el apóstol de una espiritualidad sin compromiso social, sin entrega profética, sin solidaridad con los pobres y excluidos. No es un apóstol cristiano, sino un diletante de la religión desencarnada que algunos siguen defendiendo.
Pues bien, según el evangelio, Tomás tiene que convertirse, descubriendo y confesando en su vida la llaga de Cristo que sigue sufriendo en los pobres. El cristianismo no es una pura espiritualidad; es una religión de la "carne comprometida" y solidaria. Por eso, Jesús sigue diciendo a Tomás:
Mete tu mano en la llaga de los clavos, en mi pecho atravesada,
descubre mi presencia pascua en la herida de los crucificados de la historia.

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