Fue empresaria,
y ahora la llaman
"Madre Teresa de El Cairo"
Educó a muchos de los coptos mártires en Libia, asesinados a manos de los
fundamentalistas del ISIS. "Mamá Maggie” la llaman los treinta mil niños
pobres de los que se ocupa desde hace más de un cuarto de siglo.
Enseña en las periferias de El Cairo desde hace
veinticinco años: «Amad a vuestros enemigos; perdonad; no reneguéis nunca de la
verdad».
Maggie Gobran, egipcia copta de 60 años, uno de los puntos de
referencia de los 21 mártires cristianos decapitados en febrero por los
fundamentalistas del ISIS mientras pronunciaban el nombre de Jesús, siempre ha
repetido estas cosas.
Trece de estos mártires habían sido educados por esta mujer a la que
llaman la “madre Teresa de El Cairo” o “mamá Maggie”, como la llaman los
treinta mil niños pobres de los que se ocupa desde hace más de un cuarto de
siglo.
Entrevistada por Fox News, Maggie ha contado que «sí, he comido con
ellos, he rezado con ellos, he jugado con ellos, he llorado con ellos, he
estudiado con ellos» y al recibir la noticia de la decapitación «al principio
todos estábamos muy tristes y llorábamos. Después el presidente anunció siete
días de luto nacional y en menos de tres días todas las familias empezaron a
celebrarlo, porque estos hombres no renegaron de su fe. Y nosotros estamos
orgullosos. Son mártires en el cielo. Soy feliz de ser madre de estos mártires.
Es un honor».
Fue a finales de los años ochenta cuando «Dios quiso promoverme. Me
dijo: “Deja a los mejores, a los más inteligentes y ve con los más pobres de
los pobres”». Y así hizo ella, empresaria y profesora en la Universidad del
Cairo, casada y con dos hijos: se mezcló con los zabbaleen, los habitantes de
las periferias más pobres de la ciudad, en su mayoría cristianos coptos.
La primera vez que visitó estos barrios de chabolas tenía 35 años:
«Cuando los vi no podía creer que seres humanos pudieran vivir así, rodeados de
basura», ha contado.
Quien la impresionó fue una niña que no poseía nada a la que quiso
comprarle un par de zapatos. La pequeña le pidió que los comprara más grandes,
pensando en su madre. Tras ese episodio Maggie no conseguía dormir y en los
meses sucesivos siguió volviendo a los barrios pobres con algunos amigos.
Empezó a vender lo que tenía para ayudar a los necesitados y descubrió que era
más feliz sirviendo a los últimos, aunque «tuve que esperar bastante antes de
recibir la llamada de Dios».
En 1989 fundó la asociación Stephen’s Children (www.stephenschildren.org) que hoy
asiste a unos 30.000 niños al año a través de 90 centros, entre los cuales hay
guarderías, escuelas, servicios médicos y educativos para las familias.
A pesar de los peligros que hay en un país de mayoría islámica, esta
misionera no esconde el objetivo de su obra: «Llevar a Cristo a los pobres».
«No tienen pan, no tienen comida, tienen hambre cada día – ha explicado
–, pero buscan sobre todo amor y respeto. Están desnudos, sin vestidos, pero
sobre todo les han privado de dignidad. Por esto estamos allí entre ellos. Y
por esto cambian. Es una experiencia de cambio de vida. Así,aunque son pobres,
son ricos en su interior».
Porque cuando «das alegría a alguien, las vidas cambian. Los pobres se
convierten en ricos; los ricos son más generosos con los pobres; se fortalece a
los débiles y se da esperanza a los que han fracasado». Según mamá Maggie, es
de este amor vivo de donde han sacado su fuerza los mártires coptos.
Como ha aclarado a la periodista que le preguntaba de donde habían
sacado su valor las víctimas para no renegar de su fe: «De Él, pues han sido
tocados por el amor verdadero que te hace creer en Dios. Creyendo en Él sabes
que vivirás para siempre».
A sus niños Maggie les enseña a no tener miedo de quien asesina: «Cuando
estás en el lado de la verdad te sientes fuerte, cada instante».
Según ella, también la imagen del martirio muestra «esta verdad», visto
que los asesinos con los rostros cubiertos «temían mostrarse al mundo, mientras
los otros tenían una identidad clara y no sentían miedo, sabiendo que iban
hacia Él para siempre».
Así han muerto esos coptos que Maggie había mirado como a todos sus
pobres: «Veo a Jesús en cada niño – ha dicho en más de una ocasión -. Esta es
nuestra misión, decir a todos que son amados por Jesús».
Para ella cada día es como vivir lo que le sucedió a María bajo la
cruz: «“Esta es tu madre”, así cada niño necesitado se convierte en mi hijo. No
es fácil mirar a tu hijo mientras sufre tanto»
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