¿Jesús murió
para
“la salvación de las almas”?
(J. M. Urío Ruiz)
Es una expresión nada bíblico-cristiana. Es platónica. Hasta el Derecho
Canónico de la Iglesia termina con esta frase: “y teniendo en cuenta la salvación
de las almas, que debe ser siempre la ley suprema en la Iglesia”. (c. 1752).
Esta frase tiene la mejor intención del mundo, pero no la libera de lo obsoleto
de su contenido, tan familiar a los curas y al clero, como discutible e
inaceptable para los que tienen un pensamiento filosófico crítico. Para poder
explicarme intentaré resumir la teoría antropológica de Platón.
El filósofo ateniense afirma que el ser humano es un “espíritu”, (nosotros
diríamos puro, porque no se mezclaba ni complementaba, con alguna sustancia
corporal), que en los orígenes del tiempo, (y no sabemos cómo, ni por qué),
cayó a un estado más atrasado, quedando preso en un cuerpo. Y esto le produjo
inconvenientes: desvaído conocimiento sensorial, falta de equilibrio objetivo
en el pensamiento, etc. En este estado lamentable, el programa del ser humano
es liberarse del cuerpo, por una ascesis intelectual y filosófica, que vaya
eliminando la necesidad y la sujeción de ese espíritu al cuerpo. Y si eso no se
logra en una encarnación, vivirá castigado en varias encarnaciones, hasta que
vuelva a ser, otra vez lo que era: espíritu puro.
Pues bien, ese espíritu ahora nosotros llamamos “alma”. Así que en esta
visión platónica, de manera indiscutible e incuestionable, el cuerpo es un
estorbo. De ahí surgieron corrientes filosóficas como el estoicismo y el
epicureísmo, que, por caminos diferentes, pretendían lo mismo: el control del
cuerpo, para mayor relevancia y protagonismo del espíritu. Pero esto influyó en
la aparición de una corriente de “¿espiritualidad?” que entró incluso en
el cristianismo, y se fue afianzando en la Edad Media, consistente en
“castigar” el cuerpo para que no arruinase los esfuerzos de pureza del alma. De
ahí las mortificaciones, los ayunos, las promesas dolorosas, los sacrificios y
las renuncias. Pero, ¿esto tenía, tiene, algo que ver con la Biblia? Pues no.
Haré unas aclaraciones:
1ª) En el Antiguo Testamento, (AT), no hay indicio ni pista alguna para esta
teoría platónica. Más bien al contrario, el ser humano es un cuerpo animado,
pero sin ningún protagonismo excesivo, y mucho menos separado, del alma.
2ª) En el Nuevo Testamento, (NT) se mantiene la antropología típicamente
hebrea, de tres elementos, (no de dos, cuerpo y alma), que son: cuerpo,
-fisis-, conciencia, -psiqué-, y espíritu, -pneuma”, como vemos en la 1ª carta
a los Tesalonicenses, (5, 23). Es decir, no son ni platónicos, ni
aristotélicos.
3ª) Santo Tomás de Aquino, influido por Aristóteles, afirma la “relación
transcendental de alma y cuerpo”, con lo que esto quiere decir: que una ni otro
son nada sin la unión que nace, ontológicamente, de esa relación.
4ª) Los filósofos modernos, sobre todo después de la Filosofía Existencial,
hablan, más que de espíritu o alma, de conciencia. Ésta define todavía mejor,
esa relación transcendental: yo soy, exactamente, la realidad resultante de la
relación de mi cuerpo y mi conciencia. Pero ni aquel, ni ésta, solos, son, ni
representan, nada.
Y
última y más importante aclaración: el AT, como vemos en cientos de textos, y
en los cuatro cánticos del Siervo de Yavé, presenta la acción de Dios, y del
Mesías, sobre la realidad corporal: va a pregonar un año de Gracia del Señor,
dará la vista a los ciegos, el oído a los sordos, la movilidad a los cojos,
sacará a los prisioneros de las mazmorras, etc. Todas realidades corporales. Y
en el NT, Jesús, ¿qué hace? Sana a los enfermos, también a los enfermos
mentales, expulsando demonios, da la vista a los ciegos, el oído a los sordos,
hace andar al cojo, y libera a los discípulos de la amenaza, nada espiritual,
del viento y de las olas del lago. ¿Alguien puede afirmar con propiedad que en
la predicación de Jesús hay algún elemento que nos pueda recordar, para después
defenderla, la teoría de la salvación de las almas? Además, Jesús no anuncia la
salvación como una entrada en el Cielo, (sólo el evangelio de Mateo habla del
Reino de los Cielos, porque, al ir dirigido a una comunidad cristiana
procedente, al 100% del judaísmo, no pude pronunciar el nombre de Dios) sino
como una incorporación al Reino de Dios, que se comienza a realiza, como u
proyecto, aquí en la tierra: corporalmente, por tanto.
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