sábado, 4 de abril de 2015

¿Jesús murió 
para “la salvación de las almas”?
(J. M. Urío Ruiz)

Es una expresión nada bíblico-cristiana. Es platónica. Hasta el Derecho Canónico de la Iglesia termina con esta frase: “y teniendo en cuenta la salvación de las almas, que debe ser siempre la ley suprema en la Iglesia”. (c. 1752). Esta frase tiene la mejor intención del mundo, pero no la libera de lo obsoleto de su contenido, tan familiar a los curas y al clero, como discutible e inaceptable para los que tienen un pensamiento filosófico crítico. Para poder explicarme intentaré resumir la teoría antropológica de Platón.

El filósofo ateniense afirma que el ser humano es un “espíritu”, (nosotros diríamos puro, porque no se mezclaba ni complementaba, con alguna sustancia corporal), que en los orígenes del tiempo, (y no sabemos cómo, ni por qué), cayó a un estado más atrasado, quedando preso en un cuerpo. Y esto le produjo inconvenientes: desvaído conocimiento sensorial, falta de equilibrio objetivo en el pensamiento, etc. En este estado lamentable, el programa del ser humano es liberarse del cuerpo, por una ascesis intelectual y filosófica, que vaya eliminando la necesidad y la sujeción de ese espíritu al cuerpo. Y si eso no se logra en una encarnación, vivirá castigado en varias encarnaciones, hasta que vuelva a ser, otra vez lo que era: espíritu puro.

Pues bien, ese espíritu ahora nosotros llamamos “alma”. Así que en esta visión platónica, de manera indiscutible e incuestionable, el cuerpo es un estorbo. De ahí surgieron corrientes filosóficas como el estoicismo y el epicureísmo, que, por caminos diferentes, pretendían lo mismo: el control del cuerpo, para mayor relevancia y protagonismo del espíritu. Pero esto influyó en la aparición de una corriente de “¿espiritualidad?”  que entró incluso en el cristianismo, y se fue afianzando en la Edad Media, consistente en “castigar” el cuerpo para que no arruinase los esfuerzos de pureza del alma. De ahí las mortificaciones, los ayunos, las promesas dolorosas, los sacrificios y las renuncias. Pero, ¿esto tenía, tiene, algo que ver con la Biblia? Pues no.

Haré unas aclaraciones:

1ª) En el Antiguo Testamento, (AT), no hay indicio ni pista alguna para esta teoría platónica. Más bien al contrario, el ser humano es un cuerpo animado, pero sin ningún protagonismo excesivo, y mucho menos separado, del alma.

2ª) En el Nuevo Testamento, (NT) se mantiene la antropología típicamente hebrea, de tres elementos, (no de dos, cuerpo y alma), que son: cuerpo, -fisis-, conciencia, -psiqué-, y espíritu, -pneuma”, como vemos en la 1ª carta a los Tesalonicenses, (5, 23). Es decir, no son ni platónicos, ni aristotélicos.

3ª) Santo Tomás de Aquino, influido por Aristóteles, afirma la “relación transcendental de alma y cuerpo”, con lo que esto quiere decir: que una ni otro son nada sin la unión que nace, ontológicamente, de esa relación.

4ª) Los filósofos modernos, sobre todo después de la Filosofía Existencial, hablan, más que de espíritu o alma, de conciencia. Ésta define todavía mejor, esa relación transcendental: yo soy, exactamente, la realidad resultante de la relación de mi cuerpo y mi conciencia. Pero ni aquel, ni ésta, solos, son, ni representan, nada.


Y última y más importante aclaración: el AT, como vemos en cientos de textos, y en los cuatro cánticos del Siervo de Yavé, presenta la acción de Dios, y del Mesías, sobre la realidad corporal: va a pregonar un año de Gracia del Señor, dará la vista a los ciegos, el oído a los sordos, la movilidad a los cojos, sacará a los prisioneros de las mazmorras, etc. Todas realidades corporales. Y en el NT, Jesús, ¿qué hace? Sana a los enfermos, también a los enfermos mentales, expulsando demonios, da la vista a los ciegos, el oído a los sordos, hace andar al cojo, y libera a los discípulos de la amenaza, nada espiritual, del viento y de las olas del lago. ¿Alguien puede afirmar con propiedad que en la predicación de Jesús hay algún elemento que nos pueda recordar, para después defenderla, la teoría de la salvación de las almas? Además, Jesús no anuncia la salvación como una entrada en el Cielo, (sólo el evangelio de Mateo habla del Reino de los Cielos, porque, al ir dirigido a una comunidad cristiana procedente, al 100% del judaísmo, no pude pronunciar el nombre de Dios) sino como una incorporación al Reino de Dios, que se comienza a realiza, como u proyecto, aquí en la tierra: corporalmente, por tanto.

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