¿El Sucesor de Pedro necesita «estructuraciones teológicas»?
Al Obispo de Roma «no le falta nada para “decir” la fe de la Iglesia». La Curia Romana es «instrumental y vicaria» con respecto a su ministerio. Y el Papa, en cuanto tal, «no pertenece a ninguna “Escuela” teológica particular». El Padre Benoît-Dominique de La Soujeole OP, profesor de Teología dogmática en Friburgo, plantea algunas distinciones esenciales que la Iglesia católica reconoce y custodia con respecto a las relaciones entre teología, doctrina y magisterio
GIANNI VALENTE
ROMA
En una reciente entrevista a “La Croix”, el cardenal Gerhard Ludwig Müller, en calidad de Prefecto para la Doctrina de la Fe, indicó que una de las tareas que le tocan “ex officio” es la misión de «estructurar teológicamente» el Pontificado de Papa Francisco, puesto que el actual Sucesor de Pedro no es un teólogo de profesión. Partiendo de las consideraciones del Prefecto del ex-Santo Oficio, Vatican Insider hizo algunas preguntas al padreBenoît-Dominique de La Soujeole OP en relación con las tareas de la Congregación para la Doctrina de la Fe y con lo que la Tradición de la Iglesia enseña sobre la relación entre la teología, la doctrina y el magisterio. En las respuestas del profesor dominico se replantean con sencillez y claridad algunos datos “fundamentales” que a menudo parecen ser eclipsados por todos esos “santos Oficios virtuales” que orbitan en la blogósfera.
El padre Benoît-Dominique de La Soujeole OP, de la Provincia dominica de Tolosa (ciudad en la que nació en 1955), es desde 1992 miembro del comité de redacción de la autorizada “Revue thomiste de philosophie et de théologie”, y desde 1999 es titular de la segunda cátedra de teología dogmática (Iglesia y sacramentos) de la Facultad de Teología de Friburgo, en donde también es Prior del Convento dominico de San Alberto Magno.
¿Ofrecer una «estructura teológica» al Pontificado es una de las tareas de la Congregación para la Doctrina de la Fe?
Conviene, en primer lugar, precisar bien las palabras. La Congregación de la que el cardenal Müller es Prefecto es la Congregación De doctrina fidei. Su objeto, según el artículo 48 de la Constitución apostólica Pastor bonus del 26 de junio de 1998, es el de «promover y tutelar la doctrina de la fe y las costumbres en todo el orbe católico». Por doctrina (del latín docere, que quiere decir enseñar) hay que entender la inteligencia que la Iglesia tiene de su fe y que el Colegio episcopal con su líder, que es el Obispo de Roma, garantiza gracias a una asistencia específica del Espíritu Santo. La teología (en la Congregación De doctrina fidei hay también una Comisión teológica internacional) es, de por sí, la inteligencia que una persona (el teólogo) o un grupo de personas (una “escuela”) tiene de la fe de la Iglesia. La teología no goza de la asistencia especial del Espíritu Santo, sino que propone opiniones libremente discutidas por los teólogos. El único requisito de la teología en relación con la doctrina es que la teología no debe contradecir la doctrina.
Entonces, para responder a la pregunta, me parece que el término «teológico» usado por el cardenal en la expresión «estructura teológica» es en sentido muy amplio, y podría referirse más bien a la doctrina.
Entonces, se podría comprender la expresión del cardenal con la ayuda de lo que la Constitución Pastor bonus dice en generale sobre la Curia romana en los números 7 y 8 de su preámbulo: la Curia tiene una naturaleza ministerial, de alguna manera instrumental (n. 7), para asistir como vicaria al Pontífice romano en su encargo personal de pastor de toda la Iglesia y en su relación con el episcopado (n. 8). En este sentido, la Congregación De doctrina fidei asiste al Papa en su responsabilidad de garante de la fe de la Iglesia, ofreciéndole los “instrumentos” adecuados que indica el artículo 51 de la Constitución Pastor bonus.
Las palabras del cardenal Müller hacen pensar que, si el Papa no es un “teólogo de profesión”, su Pontificado podría necesitar cierta “tutela” especial por parte de los teólogos que trabajan en la Congregación para la Doctrina de la Fe. ¿Usted considera plausible este enfoque sobre la relación entre el Magisterio pontificio y la Congregación para la Doctrina de la Fe?
El Papa, sea quien sea, por el hecho mismo de ser el Papa, posee el carisma de Pedro, es decir la tarea de «confirmar a sus hermanos en la fe» (Lucas, 22, 32) con la asistencia del Espíritu Santo. Es la función de juzgar (en el sentido de decir la verdad) de Pedro y de sus sucesores. Para esta función, la Congregación De doctrina fidei ofrece su asistencia con un trabajo instructorio antes del papel propio del Papa y con un trabajo de ejecución después del papel propio del Papa. El Papa puede recurrir más o menos a la Congregación, según pueda por sí mismo llevar a cabo más o menos todo el trabajo preparatorio.
Entonces, ¿todavía tiene sentido distinguir de manera implícitamente dialéctica entre los Papas “teólogos” y los Papas “pastores”?
La distinción entre “teología” (o incluso doctrina) y “pastoral” es una distinción y no una separación. La pastoral pone en práctica la doctrina. Toda la doctrina tiene una finalidad pastoral. Todos los Papas son tanto doctores de la fe como pastores de la Iglesia. Una relación “dialéctica”, en el sentido de una dialéctica de oposición de tipo hegeliano, no tiene nungún sentido.
Sin considerar las figuras individuales de los Papas, ¿el ministerio del sucesor de Pedro puede ser considerado en sí teológicamente “carente” y necesitado de cierta «estructuración teológica», garantizada por sujetos externos a la persona del Papa?
¡Claro que no! A aquel que sea Papa no le falta nada para decir la fe de la Iglesia. El Papa recibe de la Congregación De doctrina fidei tanto la contribución preparatoria como la contribución en la ejecución, pero el “centro” consiste en decir la fe de la Iglesia, y este es el ministerio propio y personal del Papa. Por “estructuración” el cardenal Müller podría haber indicado este trabajo, sobre todo preparativo.
¿En la estructura de la Iglesia, que según la fe católica fue querida por Dios mismo, el custodio del “depositum fidei” es el Papa o la Curia romana en la articulación de sus Congregaciones y organismos, incluido el dicasterio doctrinal?
Es el Papa personalmente. La Curia romana es solo instrumental y vicaria: no tiene existencia ni competencia si no en dependencia estrecha del Papa. Cuando la Sede de Pedro está vacante, todo el trabajo de las Congregaciones se suspende (salvo los asuntos corrientes).
¿El Papa debe tener forzosamente una «línea de pensamiento teológico», una estructuración teológica original, propia, identificada y connotativa?
El Papa, en cuanto Papa, no pertenece a ninguna “Escuela” teológica particular. Él dice la fe de la Iglesia (doctrina) en continuidad con la Tradición de la que es el órgano actual. Él no es teólogo, sino doctor. Como persona individual, puede tener sus preferencias, sus orígenes, su formación intelectual personal, pero estos elementos no son criterios de interpretación de su enseñanza magisterial. El criterio principal de interpretación, como Benedicto XVI recordó en su discurso a la Curia en 2005, es el de la continuidad sustancial de la Tradición.
¿El carisma de la infalibilidad, que en ciertas condiciones pertenece al Papa, también es compartido por las Congregaciones vaticanas o por los colaboradores del Papa?
La infalibilidad es un carisma rigurosamente personal para el Papa; no es compartido por las Congregaciones. Las decisiones de las Congregaciones, tomadas “in forma communi” (no en forma específica), son decisiones de las Congregaciones en cuanto instrumentos vicarios del Papa; su autoridad es real, pero no usan la autoridad personal del Papa al mismo nivel de las decisiones aprobadas en forma específica.
En ciertas fórmulas y consignas del lenguaje periodístico se sostiene que los años del Pontificado wojtyliano fueron una especie de “diarquía”, en la que Papa Juan Pablo II casi compartía su ministerio con Joseph Ratzinger, encargándole la gestión del campo doctrinal. ¿Esta lectura de esos años es legítima o disparatada desde el punto de vista de la naturaleza y de la estructura de la Iglesia católica?
Desde el punto de vista de la naturaleza dogmática de la Iglesia, esta lectura no es legítima. El oficio papal es rigurosamente personal. Esto no excluye que un Papa esté particularmente vinculado con el Prefecto de una Congregación, y, en casos específicos, con el de la Congregación para la Doctrina de la Fe, como sucedió en el caso de Juan Pablo II y del cardenal Joseph Ratzinger, pero dogmáticamente la responsabilidad doctrinal es asumida por el Papa en razón de su carisma personal.
¿La idea de un papado “carente” desde el punto de vista de la «estructuración teológica» contiene un eco de las viejas teorías medievales sobre la hipótesis del “Papa hereje”?
No creo. La estructuración teológica de la que habla el cardenal Müller, según mi forma de entender la expresión, es una colaboración activa al ministerio propio del Papa, ¡y no un ente de vigilancia en contra de los riesgos de las desviaciones del Papa!
¿Cuál enseñanza podemos aprender, en relación con la teología y el magisterio, de la experiencia teológica de Santo Tomás de Aquino (pensando, por ejemplo, en la evolución de su discernimiento en relación con la doctrina de la Inmaculada concepción)?
Si se acepta la distinción entre doctrina y teología, hay que pensar que la teología prepara los discernimientos (la doctrina) que surgirán de la Iglesia (del Concilio, del Papa). Una opinión teológica, cuando es asumida por el magisterio, deja de ser teológica y se convierte en doctrinal. Santo Tomás de Aquino recibió el título de Doctor communis porque es el doctor cuyas opiniones fueron mayormente asumidas por el magisterio. A pesar de ello, hay algunas opiniones de Santo Tomás que no fueron asumidas y que incluso fueron contradichas (como las opiniones sobre la Inmaculada Concepción). La distinción teología-doctrina también vale para Santo Tomás.
Desde hace muchos años se reflexiona sobre la relación entre teología y magisterio. ¿La teología es un instrumento del Magisterio y/o de la Santa Sede o tiene una legítima autonomía de búsqueda propia a la que el Magisterio no puede llegar?
La teología es la inteligencia de la fe. Reposa, pues, en la fe en su estado de inteligencia actual (=doctrina) y trata de “llegar más lejos”. La teología, pues, no es autónoma en el sentido estricto, puesto que hunde sus raíces en lo que la Iglesia cree según su inteligencia actual. En esta dependencia, es “libre” de desarrollar la inteligencia de la fe, y las conclusiones a las que pudiera llegar están sometidas a la evaluación del Magisterio (que podría rechazarlas, asumirlas o no pronunciarse) hasta que la cuestión no sea aclarada suficientemente.
Por otra parte, en los años que siguieron al Concilio se repetía que ciertos ambientes teológicos pretendían ejercer un “magisterio paralelo”. ¿Esta tentación puede volver a presentarse, tal vez con formas nuevas, en “obispos-teólogos” que han asumido roles de responsabilidad en la Iglesia?
El “magisterio paralelo” de los teólogos es un sinsentido. No hay más que un magisterio, cuyo fundamento es sacramental (la ordenación episcopal, con el propio sitio del obispo de Roma). De hecho, algunos teólogos han ejercido, gracias a ciertos medios, una influencia muy fuerte y negativa. Este “magisterio paralelo” es la negación de la distinción entre doctrina y teología. Si un obispo es personalmente teólogo, tiene el deber de distinguir siempre bien en sus posturas su función de doctor de la Iglesia (=doctrina) y su competencia propia de teólogo. Cuando parece que un punto doctrinal requiere ser profundizado para responder a las cuestiones de nuestro tiempo, los que son el magisterio (obispos y Papa) deben interrogar el sensus fidei de la comunidad eclesial (no solo a los teólogos, sino también a los espirituales y a los santos…) para discernir lo que el Espíritu podría querer decir, para expresarlo en términos más precisos, como se lee en la Constitución conciliar Lumen gentium, en el punto 12. La cultura mediática actual tiende a cancelar la distancia entre la doctrina y la teología cuando un obispo se expresa, y esto es deplorable y puede provocar confusión en el espíritu de los fieles.
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