martes, 21 de abril de 2015

Devolver al pobre lo que le corresponde 

(EG 189 https://youtu.be/SGaSnr14s9o)




Con este título y tema he participado en una jornada de formación de Caritas en Castellón (14.4.15). Quiero agradecer Julián Inés y a los liberados, voluntarios y dirigentes la acogida y atención a mis palabras. Ellos han “colgado” en la red mi intervención, por partida doble (la de la mañana y la de la tarde) y allí podrá verla quien lo desee.
https://www.youtube.com/watch?v=SGaSnr14s9o
https://vimeo.com/125277053


El título y tema resulta apasionante, pues, conforme a la definición de Francisco “la solidaridad debe vivirse como la decisión de devolverle al pobre lo que le corresponde” (EG 189):
‒ La solidaridad es una decisión, no una razón. La simple razón por sí misma no nos lleva a ella… Es una decisión personal, cordial… Puede estar apoyada por el contexto social y también por razones de supervivencia como especie (sin solidaridad podemos destruirnos). Pero ella es en el fondo una decisión libre, voluntaria…
‒ La solidaridad no es simplemente “dar” sino “devolver”, pues lo que tenemos de “sobrante” (lo que no necesitamos estrictamente para vivir no es nuestro, sino de los demás…). Si tenemos “más” (como sociedad, como personas) es que lo hemos “robado”, como ladrones de guante blanco o negro… Nos hemos apropiado de los bienes de todos para uso particular nuestro. Por eso la solidaridad es justicia, en el sentido
‒ Solidaridad es “devolver al pobre”, es decir, al que no tiene, porque le han robado lo suyo. El pobre no lo es por naturaleza, sino porque es un “robado”: Le robado, le han quitado, de forma directa o indirecta, la comida o bebida, la patria y dignidad, la salud y la libertad (Mt 25, 31-46). Le han robado en el camino de la vida, que va de Jerusalén a Jericó, el camino universal del latrocinio (parábola del buen samaritano). Solidaridad es justicia humana, es comunión, por encima de patrias, banderas e incluso religiones. Es la religión del Dios que se hace hombre.
‒ Lo que le corresponde, es decir, lo necesario para vivir en libertad y salud, en dignidad y comunión… en un mundo que Dios ha creado para todos (ha dado a todos).
A partir de aquí sigue el texto, como comienzo colocó a continuación. Buen día a todos. Buen trabajo a Caritas y a todos los que creen en la solidaridad.
Exposición inicial. Un esquema
1. La EG (Evangelii Gaudium, 24 XI 2013) es una Exhortación Postsinodal, pero el Papa Francisco le ha dado un giro nuevo, quitando gran parte de las referencias “sinodales”… y retomando algunos elementos básicos de la exhortación postsinodal de Pablo VI, titulada Evangelii Nuntiandi, EN, hace casi 40 años (1976). La EN empezó teniendo un eco inmenso en el conjunto de las iglesias, especialmente en América Latina, con la Teología de la Liberación, pero su voz quedó luego en gran parte acallada con el desarrollo posterior de la Iglesia, a partir de Juan Pablo II. Esperamos que la EG, que retoma el hilo de le EN, tenga mejor andadura, un influjo mayor y más duradero.
2. Inclusión social de los pobres, transformación de todos. Francisco tiene una clara y fuerte conciencia social, que es capaz de dialogar con la economía y la política, partiendo de la raíz del evangelio y de la vida concreta de los hombres y mujeres que viven marginados, aplastados, sin medios de vida suficientes, en medio de una sociedad opulenta. En ese contexto ha ofrecido algunos de sus símbolos y análisis más impresionantes. Recojo simplemente algunas de sus palabras:
‒ no a la cultura del descarte… no a una teoría del derrame… no al fetichismo del dinero
‒ no a la inequidad… que engendra violencia y después condena a los violentos que nacen de ella
‒ no a los que culpan a los pobres de ser pobres…. ni a la falsa teoría de la buena-mano del mercado .
3. Paz y diálogo social, solidaridad artesana y universal. Francisco interpreta la paz como don… y como resultado de un diálogo en el que todos intervienen… y en el que tienen primacía los más pobres. No se trata de que devolvamos la paz a los pobres, sino de que ellos nos devuelvan la paz. En ese contexto de diálogo pone de relieve la sabiduría del pueblo, más que las elaboraciones de la gran filosofía (que tanto gustaban a Benedicto XVI. Ciertamente, Francisco está convencido de la necesidad de buenos empresarios, al servicio del bien común, y la necesidad de buenos políticos… No demoniza la empresa ni la política, para bien de todos, pero no empieza desde arriba (desde empresarios y políticos), sino desde abajo, en comunión con todos:
“Tenemos que recordar siempre que somos peregrinos, y peregrinamos juntos. Para eso, hay que confiar el corazón al compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas, y mirar ante todo lo que buscamos: la paz en el rostro del único Dios. Confiarse al otro es algo artesanal, la paz es artesanal. Jesús nos dijo: «¡Felices los que trabajan por la paz!» (Mt 5,9). En este empeño, también entre nosotros, se cumple la antigua profecía: «De sus espadas forjarán arados» (Is 2,4)” (EG 244).
Este tema de la paz y solidaridad artesanal. Éste es en el fondo el tema central del gran libro de R. Fernández Durán y Luis González Reyes (En la espiral de la energía I-II: Historia de la humanidad desde el papel de la energía. Colapso del capitalismo global y civilizatorio, Libros en Acción, Madrid 2014). A diferencia de Benedicto XVI, que parecía buscar aún una paz y solidaridad desde arriba, Francisco vive ya “al otro lado”, desde el convencimiento de que tiene que terminar esta cultura del derroche y de la imposición social-religiosa-cultural desde arriba. No se trata por tanto de devolver al pobre lo que es suyo, sino de dejar al pobre que sea, que vida, que nos devuelva la posibilidad de una vida digna, solidaria.
4. Primerear, involucrarse. En este contexto quiero poner de relieve las cinco palabras clave del programa de Francisco. Gran parte de nosotros (los mayores), que venimos de Pablo VI y la EN, hemos puesto siempre de relieve tres palabras: Anuncio, compromiso social y celebración (o ver-juzgar-actuar). Francisco añade dos y pone cinco, que están marcando la vida de la iglesia. A ellas quiero añadir una sexta:
1. Primerear, tomar la iniciativa. Jesús ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, la Iglesia sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos e invitar a los excluidos.
2. Involucrarse. Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra y compromete. La comunidad evangelizadora ha de introducirse obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, así tiene que «oler a oveja».
3. Acompañar. La Iglesia debe acompañar a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico.
4. Fructificar. La comunidad evangelizadora está siempre atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña.
5. Festejar. Por último, la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien.
6. Que los pobres nos devuelvan… A los cinco puntos anteriores de Francisco añado éste. No se trata sólo de que los ricos “devuelvan” a los pobres a los pobres aquello que les han usurpado, sino de que los pobres devuelvan y regalen a los ticos el evangelio de la paz y de la solidaridad. Se trata de que los pobres nos “evangelicen”, nos permitan entender la palabra de Dios.
Papa Francisco, EG. Textos sobre solidaridad
187. Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo. Basta recorrer las Escrituras para descubrir cómo el Padre bueno quiere escuchar el clamor de los pobres: «He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado su clamor ante sus opresores y conozco sus sufrimientos. He bajado para librarlo […] Ahora, pues, ve, yo te envío…» (Ex 3,7-8.10), y se muestra solícito con sus necesidades: «Entonces los israelitas clamaron al Señor y Él les suscitó un libertador» (Jc 3,15). Hacer oídos sordos a ese clamor, cuando nosotros somos los instrumentos de Dios para escuchar al pobre, nos sitúa fuera de la voluntad del Padre y de su proyecto, porque ese pobre «clamaría al Señor contra ti y tú te cargarías con un pecado» (Dt 15,9). Y la falta de solidaridad en sus necesidades afecta directamente a nuestra relación con Dios: «Si te maldice lleno de amargura, su Creador escuchará su imprecación» (Si 4,6). Vuelve siempre la vieja pregunta: «Si alguno que posee bienes del mundo ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?» (1 Jn 3,17). Recordemos también con cuánta contundencia el Apóstol Santiago retomaba la figura del clamor de los oprimidos: «El salario de los obreros que segaron vuestros campos, y que no habéis pagado, está gritando. Y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos» (5,4).
188. La palabra «solidaridad» está un poco desgastada y a veces se la interpreta mal, pero es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad. Supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos.
189. La solidaridad es una reacción espontánea de quien reconoce la función social de la propiedad y el destino universal de los bienes como realidades anteriores a la propiedad privada. La posesión privada de los bienes se justifica para cuidarlos y acrecentarlos de manera que sirvan mejor al bien común, por lo cual la solidaridad debe vivirse como la decisión de devolverle al pobre lo que le corresponde. Estas convicciones y hábitos de solidaridad, cuando se hacen carne, abren camino a otras transformaciones estructurales y las vuelven posibles. Un cambio en las estructuras sin generar nuevas convicciones y actitudes dará lugar a que esas mismas estructuras tarde o temprano se vuelvan corruptas, pesadas e ineficaces.
190. Para hablar adecuadamente de nuestros derechos necesitamos ampliar más la mirada y abrir los oídos al clamor de otros pueblos o de otras regiones del propio país. Necesitamos crecer en una solidaridad que «debe permitir a todos los pueblos llegar a ser por sí mismos artífices de su destino».

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