«¡Cuánto quisiera que
a la entrada de un pobre a la Iglesia
nos arrodilláramos!»
El video-mensaje de Papa Francisco a los que participan en la velada “Si no fuera por ti”, el espectáculo propuesto por los huéspedes de los centros de acogida de la Cáritas de Roma. «Ustedes para nosotros no son un peso. Son la riqueza sin la cual nuestros intentos de descubrir el rostro del Señor son vanos»
ANDREA TORNIELLI
CIUDAD DEL VATICANO
«¡Cuánto quisiera que la Iglesia de Roma se manifestara cada vez más como madre atenta y premurosa hacia los débiles», que las comunidades parroquiales «a la entrada de un pobre a la Iglesia se arrodillaran en veneración», que «se tocara la carne de Cristo presente en los necesitados de esta ciudad!». Son las palabras que el obispo de Roma, Papa Francisco, pronunció en el video-mensaje grabado para los participantes de la velada “Si no fuera por ti”, el espectáculo propuesto por los huéspedes de los centros de acogida de la Cáritas de la diócesis romana. El espectáculo se representa esta tarde en el teatro Brancaccio de la capital italiana. Los pobres y los que sufren, que reciben ayuda de la Cáritas, se convierten en actores y cuentan las experiencias de abandono y de marginación que han vivido.
«Esta iniciativa teatral –afirmó el Papa– habla de su amor por los hijos, por los padres, por la vida, por Dios. Estoy contento de estar en este mundo entre ustedes, de complacerme con su valentía, de decirles que no pierdan la confianza y la esperanza. ¡Dios los ama, ama a todos!».
«Considero la modalidad con la que hablan a la ciudad –continuó Francisco– una ocasión de diálogo y de intercambio significativo. Ustedes en la cátedra y los demás escuchando, y, estoy seguro, maravillados por las riquezas ofrecidas. ¿A quién se le ocurre que una persona sin hogar puede ser una persona de la que hay que aprender? ¿Quién cree que puede ser un santo? En cambio, esta tarde, serán ustedes quienes convertirán el escenario en un lugar desde el cual transmitirnos enseñanzas preciosas sobre el amor, sobre la necesidad, sobre la solidaridad, sobre cómo en las dificultades se encuentra el amor del Padre».
Papa Bergoglio observó que la pobreza es la «gran enseñanza» que nos dio Jesús cuando bajó a las aguas del Jordán para ser bautizado. «No lo hizo por necesidad de penitencia, de conversión; lo hizo para estar en medio de la gente, gente que necesita perdón, en medio de nosotros los pecadores, y cargar el peso de nuestros pecados. Esta es la vía que eligió para consolarnos, salvarnos, liberarnos de nuestra miseria. Lo que da verdadera libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor de compasión, de ternura y de compartir. El Buen Samaritano que nos recoge, heridos por malhechores».
Francisco después ofreció al
«¡Cuánto quisiera que a la entrada de un pobre a la Iglesia nos arrodilláramos!»
El video-mensaje de Papa Francisco a los que participan en la velada “Si no fuera por ti”, el espectáculo propuesto por los huéspedes de los centros de acogida de la Cáritas de Roma. «Ustedes para nosotros no son un peso. Son la riqueza sin la cual nuestros intentos de descubrir el rostro del Señor son vanos»
ANDREA TORNIELLI
CIUDAD DEL VATICANO
«¡Cuánto quisiera que la Iglesia de Roma se manifestara cada vez más como madre atenta y premurosa hacia los débiles», que las comunidades parroquiales «a la entrada de un pobre a la Iglesia se arrodillaran en veneración», que «se tocara la carne de Cristo presente en los necesitados de esta ciudad!». Son las palabras que el obispo de Roma, Papa Francisco, pronunció en el video-mensaje grabado para los participantes de la velada “Si no fuera por ti”, el espectáculo propuesto por los huéspedes de los centros de acogida de la Cáritas de la diócesis romana. El espectáculo se representa esta tarde en el teatro Brancaccio de la capital italiana. Los pobres y los que sufren, que reciben ayuda de la Cáritas, se convierten en actores y cuentan las experiencias de abandono y de marginación que han vivido.
«Esta iniciativa teatral –afirmó el Papa– habla de su amor por los hijos, por los padres, por la vida, por Dios. Estoy contento de estar en este mundo entre ustedes, de complacerme con su valentía, de decirles que no pierdan la confianza y la esperanza. ¡Dios los ama, ama a todos!».
«Considero la modalidad con la que hablan a la ciudad –continuó Francisco– una ocasión de diálogo y de intercambio significativo. Ustedes en la cátedra y los demás escuchando, y, estoy seguro, maravillados por las riquezas ofrecidas. ¿A quién se le ocurre que una persona sin hogar puede ser una persona de la que hay que aprender? ¿Quién cree que puede ser un santo? En cambio, esta tarde, serán ustedes quienes convertirán el escenario en un lugar desde el cual transmitirnos enseñanzas preciosas sobre el amor, sobre la necesidad, sobre la solidaridad, sobre cómo en las dificultades se encuentra el amor del Padre».
Papa Bergoglio observó que la pobreza es la «gran enseñanza» que nos dio Jesús cuando bajó a las aguas del Jordán para ser bautizado. «No lo hizo por necesidad de penitencia, de conversión; lo hizo para estar en medio de la gente, gente que necesita perdón, en medio de nosotros los pecadores, y cargar el peso de nuestros pecados. Esta es la vía que eligió para consolarnos, salvarnos, liberarnos de nuestra miseria. Lo que da verdadera libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor de compasión, de ternura y de compartir. El Buen Samaritano que nos recoge, heridos por malhechores».
Francisco después ofreció algunas citas significativas de los Padres de la Iglesia: «Escribía San Gregorio de Nisa, un gran teólogo de la antigüedad: “Consideren bien quiénes son los pobres en el Evangelio y descubrirán su dignidad: ellos han revestido el rostro del Señor. En su misericordia, Él les dio su propio rostro”. Y San Agustín decía: “Sobre la tierra Cristo es indigente en la persona de sus pobres. Entonces, hay que temer al Cristo del cielo y reconocerlo sobre la tierra: en la tierra Él era pobre, en el cielo es rico. En su misma humanidad subió al cielo en cuanto rico, pero permanece todavía aquí entre nosotros en el pobre que sufre”».
«Yo también –continuó el Papa– deseo hacer mías estas palabras. Ustedes para nosotros no son un peso. Son la riqueza sin la cual nuestros intentos de descubrir el rostro del Señor son vanos. Pocos días antes de mi elección, recibí una carta de felicitaciones y de oraciones de ustedes. Recuerdo que les respondí inmediatamente diciéndoles que los llevo en el corazón y que estoy a su disposición. Confirmo esas palabras. En aquella ocasión, les pedí que rezaran por mí. Renuevo la petición. Lo necesito verdaderamente».
Francisco después agradeció a todos los agentes «de nuestra Cáritas», diciendo que los siente «como mis manos, las manos del obispo, al tocar el cuerpo de Cristo». Agradeció a los voluntarios y expresó algunos deseos al final. «Cuánto quisiera que esta ciudad, constelada en todas las épocas de personas impregnadas de amor de Dios (pensemos en San Lorenzo, sus joyas eran los pobres; en San Pamaquio, senador romano, convertido y que se dedicó completamente al servicio de los últimos; en Santa Fabiola, la primera que construyó en Porto un albergue para pobres; en San Felipe Neri, en el beato Angelo Paoli, en San José Labre, hombre de la calle, hasta en don Luigi di Liegro, el fundador de nuestra Cáritas de Roma), decía: ¡cuánto quisiera que Roma pudiera brillar de “pìetas” por los que sufren, de acogida para los que huyen de la guerra y de la muerte, de disponibilidad, de sonrisa y de magnanimidad para los que han perdido la esperanza».
«¡Cuánto quisiera –añadió– que la Iglesia de Roma se manifestara cada vez más como madre atenta y premurosa hacia los débiles! Todos tenemos debilidades, todos tenemos, cada uno las propias. ¡Cuánto quisiera que las comunidades parroquiales en oración, a la entrada de un pobre a la Iglesia, se arrodillaran en veneración de la misma manera como cuando entra el Señor! ¡Cuánto quisiera esto, que se tocara la carne de Cristo presente en los necesitados de esta ciudad!».gunas citas significativas de los Padres de la Iglesia: «Escribía San Gregorio de Nisa, un gran teólogo de la antigüedad: “Consideren bien quiénes son los pobres en el Evangelio y descubrirán su dignidad: ellos han revestido el rostro del Señor. En su misericordia, Él les dio su propio rostro”. Y San Agustín decía: “Sobre la tierra Cristo es indigente en la persona de sus pobres. Entonces, hay que temer al Cristo del cielo y reconocerlo sobre la tierra: en la tierra Él era pobre, en el cielo es rico. En su misma humanidad subió al cielo en cuanto rico, pero permanece todavía aquí entre nosotros en el pobre que sufre”».
«Yo también –continuó el Papa– deseo hacer mías estas palabras. Ustedes para nosotros no son un peso. Son la riqueza sin la cual nuestros intentos de descubrir el rostro del Señor son vanos. Pocos días antes de mi elección, recibí una carta de felicitaciones y de oraciones de ustedes. Recuerdo que les respondí inmediatamente diciéndoles que los llevo en el corazón y que estoy a su disposición. Confirmo esas palabras. En aquella ocasión, les pedí que rezaran por mí. Renuevo la petición. Lo necesito verdaderamente».
Francisco después agradeció a todos los agentes «de nuestra Cáritas», diciendo que los siente «como mis manos, las manos del obispo, al tocar el cuerpo de Cristo». Agradeció a los voluntarios y expresó algunos deseos al final. «Cuánto quisiera que esta ciudad, constelada en todas las épocas de personas impregnadas de amor de Dios (pensemos en San Lorenzo, sus joyas eran los pobres; en San Pamaquio, senador romano, convertido y que se dedicó completamente al servicio de los últimos; en Santa Fabiola, la primera que construyó en Porto un albergue para pobres; en San Felipe Neri, en el beato Angelo Paoli, en San José Labre, hombre de la calle, hasta en don Luigi di Liegro, el fundador de nuestra Cáritas de Roma), decía: ¡cuánto quisiera que Roma pudiera brillar de “pìetas” por los que sufren, de acogida para los que huyen de la guerra y de la muerte, de disponibilidad, de sonrisa y de magnanimidad para los que han perdido la esperanza».
«¡Cuánto quisiera –añadió– que la Iglesia de Roma se manifestara cada vez más como madre atenta y premurosa hacia los débiles! Todos tenemos debilidades, todos tenemos, cada uno las propias. ¡Cuánto quisiera que las comunidades parroquiales en oración, a la entrada de un pobre a la Iglesia, se arrodillaran en veneración de la misma manera como cuando entra el Señor! ¡Cuánto quisiera esto, que se tocara la carne de Cristo presente en los necesitados de esta ciudad!».
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