lunes, 3 de febrero de 2014

Reginaldo Veloso (derecha)

"Brazo derecho" de Dom Hélder Cámara, baluarte de la Iglesia popular brasileña

Reginaldo Veloso: 

"¿Hasta cuándo la cultura del centralismo clerical mantendrá el Pueblo de Dios reducido a la minoría de edad?

La Liturgia de las CEBs, una Referencia para toda la Iglesia


  •  ¿Hasta cuándo el machismo clerical impedirá la ascensión de la mujer al pleno ejercicio de los ministerios eclesiales? 
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Intereclesial de las CEBs

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Luis Miguel Modino
Reginaldo Velosofue uno de los brazos derechos de uno de los grandes personajes de la historia brasileña del siglo XX, Don Hélder Cámara y tuvo que pagar su precio por eso. Siempre fue considerado como uno de los grandes baluartes de la Iglesia popular brasileña, estando íntimamente ligado a lasComunidades Eclesiales de Base. Sus grandes conocimientos en el campo de la liturgia, constatado por las múltiples asesorías que realiza a lo largo y ancho de Brasil, le dan autoridad para hablar al respecto.
Él se presenta como presbítero, servidor de las CEBs, como Asistente del Movimiento de Trabajadores Cristianos, Asesor del Movimiento de Adolescentes y Niños y Miembro del Equipo de Reflexión sobre Música Litúrgica de la CNBB (Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil). Él es Licenciado en Teología e Historia de la Iglesia, por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y en Liturgia por el Instituto Superior de Pastoral Litúrgica de Rio de Janeiro.
Conocí personalmente a Reginaldo en agosto de 2013, cuando vino a asesorar el retiro diocesano de las Comunidades de Base, y quedé fascinado con su forma de entender y celebrar las cosas de Dios, le encontré nuevamente en el 13º Intereclesial de las CEBs a principio de enero, donde formaba parte del equipo de liturgia, y en estos días he tenido la suerte de acogerle en mi casa, junto con su familia.
Parte de la idea que la Liturgia de las CEBs, es una referencia para toda la Iglesia. En su opinión la experiencia de fe y la espiritualidad de las CEBs nace y se nutre continuamente de la dinámica del VER-JUZGAR-ACTUAR, que lleva a sus miembros a desenvolver, de modo cada vez más profundo y amplio, una mirada crítica, mística y militante sobre la realidad en que están envueltos. Quien pasa por la experiencia de las CEBs, no consigue vivir su fe y su compromiso cristiano, sino mirando a la realidad, a la Biblia y con el corazón cautivado por alguna causa que tenga que ver con la inclusión de los marginados, la vida en plenitud, la felicidad de la Tierra Prometida, donde mana la leche de la Justicia y la miel de la Paz.
Esa experiencia de fe y espiritualidad demanda una forma de celebrar, una expresión celebrativa que sea su reflejo, su culmen vibrante y fuente que brota continuamente para la vida en plenitud. Resalta dos elementos que merecen especial atención y cuidado, como prioridades en el hacer celebrativo de las CEBs: el "recodar la vida" y la "dinámica del circulo".
Reginaldo hace ver que toda celebración de la Palabra de Dios, en un ambiente de CEBs, independientemente del tipo de ritual que se quiera desarrollar, inclusive y, sobre todo, la celebración del Culto Dominical, todavía más si se trata de la Cena del Señor, la Eucaristía, gana en coherencia e identidad, en cuanto celebración de comunidad eclesial de base, si incluye como elemento constitutivo, en primer lugar, y antes de todo, el compartir la memoria de los acontecimientos importantes, los recuerdos significativos de personas y hechos, en suma, "los signos de los tiempos", como le gustaba recordar al mayor Papa de la historia de la Iglesia, el beato Juan XXIII y vuelve a recordar, finalmente, el Papa Francisco.
Por ahí empieza nuestra escucha ritual de la Palabra de Dios, que, antes de hacerse Escritura, se hace carne en la vida cotidiana de las personas. Esa es la manera legítima y genuina de celebrar la vida cristiana, coherente con la manera de ser Iglesia de las CEBs, haciendose eco de cuanto el Concilio Vaticano II nos ayuda a entender cuando declara solemnemente: "Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia". (Gaudium et Spes - GS 1).
Pero nuestra referencia y justificativa más importante para esta constatación nos viene de la propia Escritura, desde que, en primer lugar, nos miremos en el icono por excelencia de la Iglesia, María, la Madre del Señor, que, por dos veces, Lucas retrata como aquella que "guardaba todas esas cosas, meditándolas en su corazón" (Lc 2,19.51), habiéndonos reportado su canto, que bien refleja el fruto de esta práctica: una conciencia agudizada de las injusticias sufridas por su pueblo, su hambre y sed de justicia, así como su sueño de liberación, fundado en las antiguas promesas, y su alegría por sentirse llamada a contribuir para la realización del mismo (Lc. 1,47-55). Desde que, en seguida, nos dispongamos a colocarnos en camino con Jesús y los discípulos, rumbo a Emaús, sobre todo en las tardes de nuestras vidas, cuando el imperio de las tinieblas parece envolver miedosamente nuestra sufrida existencia (Lc 24,13-35).
Ese pasaje del Evangelio de Lucas parece ser el mejor bálsamo bíblico del método VER-JUZGAR-ACTUAR, como programa básico y paradigmático de una celebración auténticamente cristiana: un tiempo para recordar y compartir los acontecimientos=VER (vv. 13-24) - un tiempo para iluminar los acontecimientos de hoy con la experiencia de fe de nuestros padres y madres en la fe, por la lectura de las Escrituras, haciendo la "lectura pascual de la vida", que hace recalentar los corazones=JUZGAR (vv. 25-27) - un tiempo para "hacer esto en memoria mía", esto es repartir el pan, dando gracias por el amor mayor de Aquel que dio la vida, presente en todos y todas los que hoy continúan esta historia de amor y donación, comprometiéndonos e impulsándonos, todavía más, a amarnos, a donarnos y a proclamar la victoria del amor=ACTUAR (vv. 28-35).
El segundo elemento constitutivo de una celebración de CEB es la "dinámica del círculo": si la dinámica del VER-JUZGAR-ACTUAR tiene que ver con el contenido de la celebración, la "dinámica del circulo" tiene que ver con el modo, la manera plástica de realizarla, la preparación del espacio celebrativo y el consecuente envolvimiento de las personas participantes en y de la celebración: el sentarse en círculo, por sí solo, ya tiene fuerza pedagógica y expresiva da participación colectiva, de la valorización de todas las personas presentes, que se miran de frente, se interpelan, se provocan, se escuchan, se disponen a compartir todo cuanto ahí sucede, asumiendo los diversos servicios o ministerios, de acuerdo con los dones que el Espíritu reparte entre todos y todas para el bien común (cf. Rm 12,3-8; 1Co 12,4-11). Esa es la mejor manera de, en ambiente de CEB, experimentar con gusto lo que Jesús dice en el "Sermón de la Comunidad": "donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, yo estoy allí, en medio de ellos y ellas" (Mt 18,20)...
O si prefieren, esa es la manera de expresar con trazos evidentes la propuesta que sorprendió "a la madre de los hijos de Zebedeo", los dos hijos de ella y más todavía los otros diez discípulos "que quedaron enfadados con los dos hermanos": "Quien quiera ser el mayor entre vosotros, sea vuestro esclavo, pues el Hijo del Hombre no vino para ser servido, y si para servir y dar la vida por muchos" (Mt 20,20-28). Esa es la manera que mejor expresa y celebra la forma de ser Iglesia propuesta por Jesús, que es completamente divergente de los gustos y modos de los "escribas e fariseos", pues "cuanto a vosotros, no os hagáis llamar de ‘rabi', pues uno solo es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos. No llaméis a nadie en la tierra de ‘padre', pues uno solo es vuestro Padre, aquel que está en los cielos. No dejéis que nadie os llame de ‘guia', pues uno sólo es vuestro Guía, Cristo. Por el contrario, el mayor entre vosotros debe ser aquel que os sirve. Quien se exalta será humillado, y quien se humilla será exaltado" (Mt 23,1-12). Y así el "círculo celebrativo" va siendo un "círculo de cultura", a modo de lo que soñaba Paulo Freire, nuestro mayor pedagogo, donde se aprende, se elabora e se anticipa aquella nueva sociedad, que encarna los valores del Reino de Dios "así en la tierra como en el cielo". Más que en cualquier otro momento de la vida eclesial, es en la celebración, en la Liturgia celebrada, donde precisa suceder el sueño del Apóstol Pablo (Rm 12,3-12). Es así la experiencia de celebrar en un ambiente circularmente preparado, celebrar "en círculo", lo que termina siendo contenido profundo, vivencial, educativo e epifánico de la celebración cristiana del Misterio de la Fe.
Insiste en destacar otros detalles del carácter epifánico de la celebración de las CEBs: además de la manifestación de Jesucristo en medio de los suyos y de la verdadera naturaleza de la Iglesia, comunidad fraterna y participativa, ella da oportunidad a la manifestación del Espíritu a través de los dones concedidos a cada cual por el mismo Espíritu, lo que puede suceder y normalmente sucede, de diversas formas: no sólo por el ejercicio rutinario de los varios ministros implicados en la celebración, cuando alguien anima el canto de la asamblea o entona el salmo, cuando alguien proclama las Escrituras o anuncia las preces, cuando alguien coordina el conjunto de la celebración y la hace desarrollarse, o coordina momentos específicos como el del "recordar la vida" o de la meditación bíblica compartida, o da los avisos e informes de interés comunitario...
Pero, por ejemplo, cuando la celebración de cada domingo se vuelve ocasión y oportunidad para cada grupo de edad, a lo largo del mes, dar el aire de su gracia, aparecer con su forma peculiar y compartir sus preocupaciones, sus actividades, luchas y conquistas, revelar sus valores, sus sueños y compromisos (una semana, los niños y adolescentes; otra semana, los jóvenes; otra semana, todavía, los adultos; otra, por fin, los ancianos)... o entonces, cuando, en cada celebración dominical, las diferentes pastorales y movimientos se turnan, teniendo cada cual su momento de compartir su vivencia y anunciar nuevas etapas a perseguir en demanda de sus metas y objetivos...Todo eso alimenta el gusto de la "caminada", conforta en los momentos de fracaso, de dolor, de persecución, y fortalece la esperanza del Reino, el espíritu comunitario y misionero.
Por último resalta que la experiencia litúrgica de las CEBs apunta pedagógicamente para otro aspecto de gran relevancia y urgencia: el carácter culminante de la celebración de la Cena del Señor, la celebración eucarística.
Coloca como ejemplo la experiencia vivida en el 13º Intereclesial de las CEBs en Juazeiro do Norte CE, de 07 a 11 de enero de este año de 2014, que demuestra sobrada y significativamente, de un lado, que es posible disfrutar de momentos densos y sustanciosos de oración y espiritualidad, como fue la Celebración de la Palabra, en la abertura; el canto del Oficio de Romería, en la mañana del primer día; la Celebración en Memoria de los Mártires de la Caminada, en la tarde del segundo día; el momento orante Inter-religioso, en el estilo del Oficio Divino de las Comunidades, en la mañana del cuarto día; los cuales apuntan para otras oportunidades de oración y celebración de la fe que no sea la celebración de la Eucaristía, expresión culminante de la vida eclesial.

Esta, la celebración de la Cena del Señor, precisa, urgentemente, ser redimensionada en la práctica orante de nuestras parroquias y comunidades. Necesita de cuidadosa "reserva", exclusiva y especialmente, para momentos de culmen, evitando la banalización de lo que tenemos de más significativo, superando la práctica abusiva, que, infelizmente, se ha extendido por toda parte, reduciéndose la Cena del Señor a mera devoción individual o cierto tipo de práctica religiosa, que atiende a todo tipo de intereses, menos a las finalidades esenciales para las cuales el Señor la destinó, cuando, en aquella cena singular la confió a sus discípulos y discípulas al decir: ¡Hacer esto en memoria de mí!...
De otro lado, destaca como fue importante y significativa la celebración eucarística que encerraba el gran evento, llamada, "Celebración de Envío" (elemento que atestiguo, pues estaba presente): éramos cerca de 5.000 personas, pero no una masa amorfa y sin vínculos con nada ni nadie... éramos una asamblea realmente convocada por la Palabra de Dios, gente hermanada por un mismo sueño y compromiso, gente que comulgaba, en el Pan partido de la Cena del Señor, con el Resucitado y con todos y todas los que se disponían a dar su vida, con Él y como Él, por la causa del Reino, gente que cantaba en unísono coro la alabanza del Dios de la Vida, en cuanto se sentía enviada a luchar por la Justicia y ejercer la profecía al servicio de la vida.
Necesitamos, entonces, resolver esta doble y aberrante contradicción: de un lado, parroquias y capillas, sobre todo urbanas, donde la Eucaristía es celebrada todo día y a toda hora, ahora con masas donde lo que menos existe e interesa es el vínculo comunitario con el Señor y el Reino por Él anunciado, ahora en atención a intereses o caprichos individuales o hasta individualistas... De otro lado, comunidades eclesiales de base, que procuran vivir a la luz de la Palabra de Dios, un compromiso cada vez más exigente con la mudanza personal y con la transformación social, pero que son privadas de la posibilidad de celebrar la Cena del Señor, semanalmente, de preferencia en el Día del Señor, como culmen de una semana de labores y de luchas y fuente de energía para nuevas arrancadas...
De un lado, presbíteros sobre cargados por una práctica sacramentalista que los priva de tiempo para actividades de evangelización, de acompañamiento pastoral de personas y comunidades, y de formación continuada de los agentes pastorales, animadores y animadoras de pastorales, movimientos y comunidades... De otro lado, mujeres y hombres dotados de dones, de creatividad, generosidad y capacidad de entrega y servicio, que debidamente formados, al modo que Jesús hizo con sus discípulos y discípulas, bien que podrían recibir el reconocimiento público de la Ordenación (Imposición de manos) para servir a sus comunidades el Banquete de la Vida en plenitud... Aquí y allá, no es raro, ya encontramos gente con este perfil, pero son personas imposibilitadas por el orden vigente de responder a las necesidades y demandas de sus comunidades...
Reginaldo acaba haciéndose y haciéndonos algunas preguntas, de cuya respuesta depende buena parte del futuro de la Iglesia católica: ¿Hasta cuándo la cultura del centralismo clerical mantendrá el Pueblo de Dios, sobre todo sus animadores y animadoras, reducidos a la minoría de edad, al infantilismo, a la imbecilidad? ¿Hasta cuándo la ley del celibato prevalecerá sobre el mandato del Señor y los clamores de la vida de las comunidades de la periferia? ¿Hasta cuándo el machismo clerical impedirá la ascensión de la mujer al pleno ejercicio de los ministerios eclesiales? El Papa Francisco, ¿conseguirá abrir caminos para la solución de estos problemas tan seculares cuanto urgentes? Sin el empeño de cada uno, de cada una de nosotras, desde nuestras bases, ¿cambiará alguna cosa en esta Iglesia de Dios y nuestra?

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