miércoles, 26 de febrero de 2014

¿Qué se entiende por terrorismo?

Leonardo Boff

            Las manifestaciones pacíficas de junio y julio de 2013 en Brasil y otras en lo que va del año 2014 mostraron también paralelamente la actuación violenta de los Black Blocks que, enmascarados, cometían actos vandálicos, atacaban a policías, culminando con la muerte del camarógrafo Santiago de Andrade. Se planteó entonces el tema del terrorismo.

            Es arriesgado empezar calificando de terrorismo los actos violentos practicados. Estos se produjeron en el seno de grupos insatisfechos con ciertas alianzas del PT con políticos altamente desacreditados o como reacción a la violencia policial. Puede estar presente un rasgo ideológico como oposición radical al sistema macroeconómico neoliberal, dentro del cual se sitúa Brasil. Embisten contra sus símbolos, como los bancos, dañándolos. Piensan ilusamente que rompiendo sus fachadas alcanzan el corazón del sistema. Éste no cambia por la “violencia simbólica” sino por un proceso histórico-social, generalmente prolongado. Tales grupos están cargados de decepción y amargura y dan rienda suelta a su estado de ánimo a través de acciones destructivas.

            ¿Se pueden calificar tales actos como expresión de terrorismo? Pienso que no sería exacto. El terrorismo tiene por detrás un radicalismo excluyente sea de naturaleza religiosa o política. Lleva a los militantes a sacrificar la vida para sus propósitos. Fue paradigmático el terrorismo islámico que llevó al atentado del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos. A partir de entonces el miedo se instaló en todo el país. Y el miedo produce fantasmas que desestabilizan a las personas y el orden vigente. Así, por ejemplo, un árabe en Nueva York pide información a un policía y éste lo detiene, imaginando que se trata de un terrorista. Después se comprueba que era un simple ciudadano inocente.

            Esta fenomenología muestra la singularidad del terrorismo: la ocupación de las mentes. En las guerras y en las guerrillas se necesita ocupar el espacio físico para imponerse efectivamente. Así fue en Afganistán y en Irak. En el terror, no. Basta ocupar las mentes con amenazas que producen miedo, internalizado en la población y en el gobierno. Los norteamericanos ocuparon físicamente el Afganistán de los talibanes y el Irak de Saddam Hussein, pero Al Qaeda ocupó psicológicamente las mentes de los norteamericanos. La profecía que hizo el 8 de octubre de 2001 el autor intelectual de los atentados del 11 de septiembre, el todavía vivo Osama Bin Laden, se realizó: “Estados Unidos no tendrá seguridad, nunca más, nunca más tendrá paz”.

            Para dominar las mentes por el miedo, el terrorismo sigue la siguiente estrategia: (1) los actos tienen que ser espectaculares, en caso contrario, no causan una conmoción generalizada; (2) a pesar de ser odiados, deben provocar admiración por la sagacidad empleada; (3) deben sugerir que han sido minuciosamente preparados; (4) deben ser imprevistos para dar la impresión de ser incontrolables; (5) sus autores deben quedar en el anonimato (usar máscaras) porque cuantos más sospechosos, mayor miedo; (6) deben provocar miedo permanente; (7) deben alterar la percepción de la realidad: cualquier cosa diferente puede configurar el terror.

            De modo formal: terrorismo es toda violencia espectacular, practicada con el propósito de ocupar las mentes con miedo y pavor. Lo importante no es la violencia en sí sino su carácter espectacular, capaz de dominar las mentes de todos.

            Está en debate en el Ministerio de Justicia, en los órganos de seguridad del Estado y en el Parlamento una legislación que trata de tipificar los actos destructivos de los Black Blocks como terrorismo. Pero cuidado, no se trata de terrorismo como el que he descrito. Los actos, por su carácter destructivo, tienen rasgos de terrorismo sin ser terrorismo propiamente dicho. Si lo tratamos como terrorismo, como ya lo advirtió el Ministro de Justicia Eduardo Cardoso, corremos el riesgo de instaurar el miedo en la sociedad, miedo que acaba inhibiendo las manifestaciones populares. Con medidas de carácter anti-terrorista podemos estar llevando agua al molino de los Black-Blocks: ocupar, por el miedo, las mentes de la población. Basta aplicar las leyes existentes con las sanciones en ellas previstas.

            Más importante que saber quien cometió y comete actos de violencia es saber por qué se recurre a ellos. El analista político Wanderley Guilherme dos Santos que se dio a conocer por preanunciar el golpe civil-militar de 1964 con el texto “Quién va a dar el golpe en Brasil” en el Boletín Carta Maior de febrero nos alerta sobre los Whitetblocks: los dueños del capital, nacional e internacional, que no quieren ningún cambio por temor a perder su nivel de acumulación. No es imposible que puedan estar detrás de los Black blocks. De ahí la importancia del seguimiento por parte de los órganos de información del Estado, pues el golpe civil-militar de 1964 nos dejó serios indicios respecto a estas fuerzas. Fue un golpe de clase con uso de la fuerza militar. Nuestra sociedad altamente desigual y discriminatoria ofrece siempre razones para la indignación violenta. Cumplir la Constitución posibilitando educación, garantizando lo mínimo para todos, mostrando amor a las personas como lo ha hecho, ejemplarmente, la esposa del camarógrafo Santiago de Andrade y la ministra Maria do Rosário, de la Secretaría Nacional de Derechos Humanos, son caminos de otro tipo de estrategia política, ciertamente más eficaces que la pura y simple represión policial, que ataca los efectos pero no llega al corazón de esta violencia, que, si no se contrarresta puede transformarse en eventual terrorismo organizado.            


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