jueves, 20 de febrero de 2014

UNA LLAMADA 
A LA CONCIENCIA

Quien no sienta la indignación
por la estrategia sostenida
de tanto epulón que ignora
el clamor de los de los que están
a sus puertas,
que no siga leyendo estos versos.


Quien no se conmueva ante Lázaro,
quien no tome en serio
su cuerpo maltrecho, su mirada limpia,
su corazón inocente,
sus úlceras lamidas por los perros,
que no siga leyendo estos versos.


El mundo ha sido tomado por la locura,
unos pocos despilfarran, banquetean,
visten suntuosamente,
habitan espaciosas mansiones;
otros sólo esperan las migajas
que apenas llegan, y de llegar no alcanzan
ni de lejos la categoría de justicia.


Si alguien se escandaliza al leer estos versos,
que los deje de lado, que los tache,
que los tire al cajón de la basura.
De paso que mire en su estantería,
esa del salón de la entrada.
Si allí tuviese por azahar una biblia
evite el capítulo dieciséis de Lucas,
del versículo diecinueve al treinta y uno.


Es peligroso leerlo, altamente subversivo.
Evitará un mal rato, innecesario,
y será suficiente con ver en este poema
un celo excesivo por los pobres,
un exabrupto profético, desubicado, tal vez,
como esos que tenía un tal Jesús de Nazaret.


Sin embargo quien sienta un incendio en sus entrañas
si acaso ha llegado hasta esta línea,
que se apunte a la causa de los que no tienen causa.
Entre todos los interesados llenaremos las plazas,
alzaremos la bandera de la dignidad silenciada,
empezando por reclamar el pan cotidiano
para tantos Lázaros como habitan nuestras esquinas.



Paco Bautista, Niamey a 17-02-2014

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