UNA LLAMADA
A LA CONCIENCIA
Quien
no sienta la indignación
por la
estrategia sostenida
de
tanto epulón que ignora
el
clamor de los de los que están
a sus
puertas,
que no
siga leyendo estos versos.
Quien
no se conmueva ante Lázaro,
quien
no tome en serio
su
cuerpo maltrecho, su mirada limpia,
su
corazón inocente,
sus
úlceras lamidas por los perros,
que no
siga leyendo estos versos.
El
mundo ha sido tomado por la locura,
unos
pocos despilfarran, banquetean,
visten
suntuosamente,
habitan
espaciosas mansiones;
otros
sólo esperan las migajas
que
apenas llegan, y de llegar no alcanzan
ni de
lejos la categoría de justicia.
Si
alguien se escandaliza al leer estos versos,
que
los deje de lado, que los tache,
que
los tire al cajón de la basura.
De
paso que mire en su estantería,
esa
del salón de la entrada.
Si
allí tuviese por azahar una biblia
evite
el capítulo dieciséis de Lucas,
del
versículo diecinueve al treinta y uno.
Es
peligroso leerlo, altamente subversivo.
Evitará
un mal rato, innecesario,
y será
suficiente con ver en este poema
un
celo excesivo por los pobres,
un
exabrupto profético, desubicado, tal vez,
como
esos que tenía un tal Jesús de Nazaret.
Sin
embargo quien sienta un incendio en sus entrañas
si
acaso ha llegado hasta esta línea,
que se
apunte a la causa de los que no tienen causa.
Entre
todos los interesados llenaremos las plazas,
alzaremos
la bandera de la dignidad silenciada,
empezando
por reclamar el pan cotidiano
para
tantos Lázaros como habitan nuestras esquinas.
Paco Bautista, Niamey a
17-02-2014
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