jueves, 21 de abril de 2016

La mafia argentina que padeció Francisco

En un video difundido en Argentina el Papa reconoce que sufrió los intentos de intimidación del ex intendente de Merlo, famoso por sus métodos de extorsión y represión política

AFP
Papa Francisco

21/04/2016
CIUDAD DEL VATICANO

“Yo lo sufrí en carne propia”. La confesión del Papa impresiona. Apenas unos días atrás, al saludar a un político en la Plaza de San Pedro, reconoció que en Argentina lo quiso amedrentar un grupo violento. Y reveló que, para defender “a un cura”, tuvo que salir al cruce de uno de los intendentes más corruptos de la historia moderna de su país. Todo ocurrió en la populosa localidad de Merlo, periferia de Buenos Aires. Aquí los detalles de una historia increíble por la cual Francisco también debió afrontar el escarnio y la crítica eclesiástica.

“¿La mafia de Othahecé no lo joroba?”, le preguntó el líder católico al actual intendente de Merlo, Gustavo Menéndez. “Ahora estamos haciendo todas las denuncias”, le respondió él. “Me preocupaba tu caso por la mafia esa. Yo lo sufrí en carne propia, tuve que ir un día a defender a un cura. A Pancho, fui ahí para frenar a Othahecé”, replicó el pontífice. Ese diálogo ocurrió al final de la audiencia de los miércoles del pasado 30 de marzo, pero trascendió hasta ahora gracias a un informe de un noticiario televisivo argentino.

Bergoglio se refería al anterior intendente, Raúl “el vasco” Othahecé, quien gobernó Merlo por 24 años con un régimen de corrupción, violencia, nepotismo y difamación. Entre las víctimas de sus operaciones políticas estuvo el anterior obispo del lugar, Fernando Bargalló, quien cobró notoriedad por unas fotos que lo mostraban en actitud romántica con una mujer. Aquel escándalo no sólo precipitó su renuncia, sirvió también a comentaristas y personajes eclesiásticos para atacar con dureza al arzobispo de Buenos Aires, hoy Papa.
 


Francisco: “Yo sufrí a la mafia en carne propia”

Ocurrió en junio de 2012. El entonces pastor de Merlo-Moreno era presidente de Cáritas Argentina y encabezaba el mismo organismo a nivel latinoamericano. Una secuencia de fotografías de él en compañía de una mujer, ambos en traje de baño durante un viaje a México, inundó los medios de comunicación. La crisis fue inmediata.

En su descargo ante la nunciatura apostólica Bargalló reconoció su debilidad, pidió perdón, pero advirtió que todo era parte de un artero ataque de Othahecé. Una “operación política”. Sus palabras y otros datos fueron trasladados a Roma, donde el Papa Benedicto XVI decidió aceptarle la renuncia en el lapso de una semana.

A Bergoglio su intervención en el caso le valió numerosas críticas en los círculos eclesiásticos. Sobre todo por la misa que presidió el 29 de junio de 2012, 10 días después de estallado el escándalo, en una catedral de Merlo repleta. Ahí reconoció la labor del obispo renunciante. “Trabajó para los pobres y esto le valió la persecución”, dijo.

Esa frase indignó algunos comentaristas de lo religioso, que en la prensa digital llegaron a acusarlo de ensalzar la infidelidad al celibato y a un “obispo fornicador”. A la distancia era imposible ver lo que ocurría en realidad. El cardenal llevaba varios años poniéndole el pecho a una candente situación política, donde la Iglesia se había convertido en un blanco más de un intendente mafioso que tenía subyugado a todo un pueblo.

Por eso habló de “persecución” contra Bargalló. Persecución de Othahecé, que le servía también a la entonces presidente, Cristina Fernández de Kirchner, quien se encontraba en el ápice de su enfrentamiento con el arzobispo de Buenos Aires. En una misma jugada podían sacarse de encima a un obispo cuya labor con los pobres era incómoda al intendente, al responsable de una organización católica crítica en cuanto a los niveles de indigencia en el país y, de paso, lanzar una estocada al cardenal, a quien consideraban un enemigo político.

Pero Othahecé tenía otra cuenta pendiente con Bergoglio. El “cura” al cual Francisco hizo referencia en su diálogo con Menéndez, mientras le ponía la mano en el hombro en señal de confianza y protección, es Miguel “Pancho” Velo, víctima de intimidaciones por parte de la “patota” del intendente (como se le dice en Argentina a una banda de violentos).

Las amenazas a los opositores venían siempre aparejadas por un burdo sistema de terrorismo psicológico basado en panfletos anónimos. Al sacerdote lo “panfletearon” 22 veces. Y otras tres llenaron su barrio con grandes carteles denigratorios. Lo acusaron de tener amante, de traficar con drogas y de ser comunista. Otro de los escritos cuestionaba: “Cura Pancho Velo ¿Qué clase de personaje diabólico es usted?”, mientras lo acusaba de abusos sexuales contra una menor y de “siempre usar a los pobres”.

Cuando la situación se tornó delicada el cardenal se hizo presente. El 6 de junio de 2007 el arzobispo decidió celebrar él mismo la misa dedicada a la comunidad portuguesa en la parroquia Inmaculada Concepción de la ciudad de Pontevedra, en el distrito de Merlo. Era una señal de fuerza, en una peligrosa pulseada. Y Othahecé pretendió doblar la apuesta mandando un grupo de mujeres mayores que atacaron a huevazos al purpurado. Una anécdota que, hasta el día de hoy, Francisco no olvida.

Algo parecido le ocurrió a otro sacerdote, Raúl Vila, destacado por su presencia social. El 23 de agosto de ese mismo 2007 dos hombres entraron a su casa, le robaron su computadora y lastimaron a su empleada doméstica. “Sabían lo que buscaban, pero ya estoy acostumbrado”, relató el clérigo al diario argentino Página/12 (23.08.2007).

“Ya me dijeron ‘cuidate’ en mensajes telefónicos, y me acusan de desviar dinero del comedor para hacer campaña cuando hace un año que no entregan nada. Se creen autorizados a decir cualquier pavada, me acusan de buchón de los milicos, de comunista, dicen que Merlo tiene Kura... me tienen fichado”, agregó.

A él, que lo catalogaron del “cura que se animó a denunciar que en Merlo hay pobreza” también le tocó su dosis de panfleto con un escrito titulado: “El padre Raúl Vila va preso por estafador”.

Era así, en Merlo todos estaban acostumbrados. Incluso el obispo Bargalló, a quien también le robaron su computadora y en el Vaticano creen que de allí salieron las fotos comprometedoras. Imágenes guardadas por muchos meses, para filtrarlas a la prensa en el momento más dañino.

Pese a 16 años de persecución, en los cuales se hizo acreedor de 123 distintos panfletos difamatorios, intentos de rematar la casa de su madre, balaceras e intimidaciones de todo tipo, Gustavo Menéndez se postuló y logró ganarle la intendencia a Othahecé a fines de 2015. Casi un milagro.

Ahora alista una denuncia penal por las décadas de atropellos y corrupción de su predecesor. Pero “el vasco” mafioso no está dispuesto a dejarla pasar así nada más. Por eso el Papa le preguntó al intendente: “¿Y la mafia de Otahecé no lo joroba?”. Él la vivió en carne propia. 

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